Eric Clapton pasó de ser un genio de la guitarra a tener un historial de declaraciones racistas y a financiar el movimiento antivacunas. ¿Cómo cambió este ícono de los 60? ¿O en realidad no cambió en lo absoluto?
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Cambel McLaughlin pensó que lo estaban engañando. Un enemigo de las cuarentenas y militante antivacunas (que se define como “pro elección médica”), este británico de 27 años es el fundador de Jam for Freedom (“zapar por la libertad”), un grupo de músicos del Reino Unido que toca gratis en espacios públicos difundiendo su mensaje anticuarentena y, a veces, cantando canciones con letras como “podés meterte tu vacuna venenosa en el culo”. La militancia de Jam for Freedom suele llamar la atención de la policía: el mismo McLaughlin dice haber sido arrestado por “incumplimiento de las restricciones por Covid” durante un recital. En la primera mitad de este año, el auto que el grupo usaba para transportar su equipo quedó arruinado después de un choque, por lo que McLaughlin abrió una página de GoFundMe para ayudar a pagar el transporte, la nafta y los gastos de tramiterío. Un buen día se sorprendió al ver en el sitio una donación de mil libras de parte de Eric Clapton. “Creí que era algo falso”, recuerda McLaughlin. Pero cuando mandó un email a la cuenta de donde había llegado la donación, recibió un mensaje de texto del propio héroe de la guitarra británico de 76 años. “Fue como un piropo, como si hubiera dicho: ‘Hola, soy Eric, genial lo que están haciendo’”, dice McLaughlin. Poco después, hablaron por teléfono. Clapton sorprendió nuevamente a su interlocutor, ofreciéndole su van blanca familiar como reemplazo temporal del vehículo de Jam for Freedom. También les dio una gran cantidad de dinero (McLaughlin se niega a decir cuánto) para comprar una camioneta nueva, incluso le dijo que podría ir a acompañarlos alguna vuelta. Gracias a la ayuda de Clapton, Jam for Freedom ahora puede difundir su mensaje por todo el Reino Unido.
En el pasado Clapton se ha mostrado reacio a expresar sus opiniones políticas. Como le dijo a Rolling Stone en 1968: “Lo que digo es mi forma de pensar, pero si sale en los diarios, la gente va a decir que estoy diciendo de qué forma deberían pensar los demás. Y eso está mal, porque solo soy un músico. Si les gusta mi música, genial, pero no tienen por qué saber lo que se me pasa por la cabeza”.
En los últimos meses, el propio Clapton se ha convertido en uno de los más famosos antivacunas, una comunidad que Anthony Fauci ha dicho que es “parte del problema, porque se toman la libertad de convertirse en un vehículo para que el virus se propague a otra persona”. Y aunque Clapton nunca condenó explícitamente la cuarentena, dijo que “la música en vivo nunca se recuperará”. También colaboró con Van Morrison en tres canciones de protesta que equivalen a himnos contra la cuarentena. A través de las redes sociales de un amigo, además, dio detalles de lo que llamó la “desastrosa experiencia” de recibir las dos dosis de la vacuna AstraZeneca (“la propaganda decía que la vacuna era segura para todos”, escribió).
Clapton se embarcó recientemente en una gira por Estados Unidos que hace escala en varios estados conservadores en los que el número de contagios y fallecidos está elevándose, para tocar en espacios que no requieren certificado de vacunación. En el ínterin, este ícono de los sesenta, que adoptó el sexo, las drogas y el rock & roll como estilo de vida al igual que tantos de su generación, ha recibido elogios de los comunicadores más de derecha. En Austin, Clapton se sacó fotos en el backstage con el gobernador de Texas, Greg Abbott, elegido por su posición antivacunas y conocido por sus frecuentes ataques contra el aborto legal y las luchas por los derechos electorales de las comunidades vulnerables. Ver a Clapton detrás del escenario con tan notorio personaje para muchos fue la gota que rebalsó el vaso: “Acabo de eliminar todas mis canciones de Clapton”, fue uno de los comentarios que podían leerse en la cuenta de Twitter de Abbott. “Se cree muy virtuoso y es igual a Kid Rock. Terminamos para siempre”, decía otro.
En lo que puede ser la fase final de su carrera, Clapton arriesgó toda su reputación y una parte importante de su devota base de fans doblando la apuesta de sus posiciones políticas. “Si tuvo una mala reacción, está mal”, dice Bill Oakes, quien fue director de RSO, el sello de Clapton, en la década de 1970. “Es una pena que esta sea la razón por la que muchos lectores jóvenes de Rolling Stone lean algo sobre Clapton por primera vez. Es uno de los grandes, y así es como aparece en los titulares ahora, y a su edad” (a través de su representante, Clapton se negó a hacer comentarios para este artículo).
Incluso las personas que no han pensado mucho en Clapton últimamente ahora se preguntan: ¿qué le pasa? Sus amigos músicos no saben qué pensar de todo esto: Brian May, de Queen, se refirió a los escépticos de las vacunas como Clapton como “locos de atar”. Los viejos colaboradores y amigos de Clapton en el negocio de la música se negaron a hacer comentarios a Rolling Stone sobre sus creencias actuales. Como dijo el manager de un músico muy prominente: “Me gustaría que no tocara este tema”.
Durante mucho tiempo, cualquiera podía mencionar, entre los logros más obvios de Clapton, el papel vital que desempeñó llevando el blues y el reggae al mainstream y su prodigiosa forma de tocar la guitarra (hubo una razón por la que alguien pintó con aerosol “Clapton Is God” en una pared del subte de Londres a mediados de los años sesenta). Muchos recordarán, también, la horrible tragedia de la muerte de su hijo de cuatro años y la catarsis emocional de “Tears in Heaven”. Pero la controversia actual está provocando un nuevo examen del comportamiento de Clapton en el pasado, un historial que incluye declaraciones racistas aberrantes, hechas en sus comienzos. ¿Cómo pasamos de la admiración y la empatía al desconcierto e incluso al sentimiento de traición?
¿En qué cambió Clapton? O, más bien, ¿cambió en algo?
A mediados de 1976, Dave Wakeling pensaba, él también, que conocía bien a Clapton. Wakeling, que luego fundó English Beat (una de las bandas de ska pioneras en el Reino Unido) tenía 20 años y era tan fan de Clapton que una vez hizo dedo desde su casa en Birmingham hasta Londres para ver a la banda de Clapton, Blind Faith, en Hyde Park.
Pero cuando vio a Clapton en el teatro Odeon de Birmingham, en agosto de 1976, Wakeling quedó atónito. Clapton (que a diferencia de la mayoría de sus hermanos del rock no había intervenido en temas como la guerra de Vietnam) estaba borracho y comenzó a quejarse de la inmigración. El concierto no fue filmado ni grabado pero, según varios relatos publicados en ese momento (y que coinciden con el recuerdo de Wakeling), Clapton comenzó a hacer comentarios vilmente racistas desde el escenario. Él mismo nunca lo ha negado. Dijo que la afluencia de inmigrantes en el Reino Unido daría como resultado que el país “se convierta en una colonia dentro de diez años”, que los “extranjeros” deberían salir de Gran Bretaña. En un momento, pidió “que se vayan los wogs... [abreviatura de golliwog, un insulto contra los no blancos], ¡afuera, mapaches!”.
“Yo estaba ahí, y pensaba, ‘¿es un chiste?’”, recuerda Wakeling. “Pero era obvio que era en serio. Comenzó a formarse una especie de murmullo entre la multitud. Clapton seguía hablando y los murmullos empezaron a hacerse más fuertes: ‘¿Qué dijiste? ¿Perdón?’, decía la gente. Salimos y el malhumor siguió. ‘Qué pavadas dijo, qué hijo de...’, etc.”.
Cuando Clapton expresó su apoyo en el escenario al incendiario fascista británico Enoch Powell (un destacado parlamentario opuesto a la inmigración, que había pronunciado el famoso discurso de los “ríos de sangre” en Birmingham, en 1968), Wakeling se sintió particularmente herido. Gracias a que los trabajadores blancos y negros trabajaban juntos en las fábricas, Wakeling había sentido que Birmingham tenía una comunidad más integrada en los últimos años.
Los comentarios de Clapton también sorprendieron a sus compañeros de banda. “Lo que dijo fue una sorpresa total”, recuerda George Terry, miembro de la banda de Clapton en ese momento, “ya que no había mencionado que tenía preparado decir algo en el escenario”.
Hasta entonces, Clapton había tenido un vínculo positivo con el blues y la cultura negra en general. Criado en Surrey, por una abuela, había comenzado a tocar blues en una guitarra cuando era adolescente. Su forma de tocar con los Yardbirds, los Bluesbreakers de John Mayall y Cream revelaba las lecciones aprendidas de Muddy Waters, Jimmy Reed y otros maestros de la guitarra blusera. Pero, a diferencia de otros músicos de su generación, Clapton sí les dio el crédito adecuado a los padres fundadores del género. O sea que cuando él versionaba una canción de Waters o de Bob Marley, el dinero de las ventas llegaba a la cuenta de ellos, además de la suya propia. “El hombre sabe tocar la guitarra”, dice Buddy Guy, una leyenda del blues de Chicago que conoció a Clapton en los años sesenta y ha tocado con él en numerosas ocasiones desde entonces. “Si alguien es bueno, no digo que es gordo, o alto, lo que sea. Es alguien que descose la guitarra, y que supongo que la descosió a tiempo. Los británicos hicieron explotar el blues, lo llevaron a lugares a los que nosotros no habíamos podido llevarlo. Ojalá pudiera haber tenido la popularidad que tuvo Clapton, y tal vez no tendría que trabajar tan duro ahora”.
En una entrevista de 1968 con Rolling Stone, Clapton se refirió a Jimi Hendrix con un término despectivo, pero que también era una especie de jerga hipster en ese momento. Más preocupante pudo haber resultado su empleo de estereotipos raciales: “Cuando llegó por primera vez a Inglaterra, viste que a los ingleses nos vuelve locos un negro (spade), es una cosa mágica, sexual. Todo el mundo en Inglaterra cree que los negros tienen la pija grande. Y Jimi se acercó y explotó eso hasta el límite, le sacó todo el jugo. Todo el mundo se enamoró de él. Hasta yo me enamoré de él, vamos”.
Las luchas épicas de Clapton, desde su victoria sobre la adicción a la heroína y el alcohol hasta la pérdida de su hijo en 1991, pasando por el centro de rehabilitación que construyó de su bolsillo en la isla de Antigua, lo han convertido en una figura mediática simpática. Rolling Stone lo puso en tapa ocho veces desde 1968; en 2015, ocupó el segundo lugar en la lista de la revista de los 100 mejores guitarristas. Refiriéndose al incidente de Birmingham, un escritor británico en ese momento lo definió como “un recordatorio de la vulnerable honestidad de Clapton”.
Pero quienes habían escuchado sus comentarios en vivo tenían una visión muy diferente. “Me shockeó”, dice el actor y activista político Red Saunders, a quien se le mostró la copia de un raconto de los comentarios de Clapton publicado poco después del concierto. “Tienen que entender el tipo de figura que es Enoch Powell en este país. Está en el mismo nivel que el gobernador Wallace de Alabama, es un reaccionario de primera, un promotor del imperialismo británico a la antigua”. El discurso de Powell sobre los “ríos de sangre” fue la piedra fundante del nacionalismo blanco en el Reino Unido. La aceptación de la retórica de Powell de parte de Clapton llevó a Saunders a mandar una carta a New Musical Express: “¿Qué está pasando, Eric? Tenés una especie de daño cerebral o algo... empecemos por admitir que la mitad de tu música es negra. Sos el colonizador más grande del rock. Sos un buen músico, sí, pero ¿dónde estarías sin el blues y el R&B?”.
La carta de Saunders llevó a la fundación de Rock Against Racism, que durante unos cinco años organizó recitales en Europa y Estados Unidos en reacción a comentarios como el de Clapton. “En realidad, produjo el efecto exactamente contrario, lo que estuvo muy bien de su parte, de verdad”, dice Wakeling (English Beat también tocó en uno de los shows de RAR). Saunders recuerda que Pete Townshend dijo que iba a lograr que Clapton se sumara y hacer las paces, cuando tocó en uno de los shows de RAR en el verano de 1979. Pero, dice Saunders, Clapton debía disculparse primero. Por razones que nunca le fueron especificadas a Saunders, Clapton nunca apareció. Algunos que lo conocían y trabajaron con él en ese momento (y que no lo han estado viendo mucho desde entonces) argumentan que no era un racista profundamente convencido. “No creo que esos sean sus sentimientos verdaderos”, dice Oakes. “La idea de que de alguna manera estaba diciendo su verdadera opinión en ese momento es incorrecta. Fue el alcohol. Estaba en un momento medio truculento, y no creo que se diera cuenta del efecto de lo que estaba diciendo. A veces se dice que no importa si estás borracho, o que justamente por eso, como estabas borracho, dijiste lo que pensás de verdad. Pero no creo que Clapton dijera en ese momento lo que piensa de verdad”. En declaraciones a Rolling Stone en 2017, Clapton señaló: “Tengo que poder enfrentarme al idiota que era cuando vivía a base de drogas y alcohol. Es incomprensible para mí, en cierto modo, que haya podido llegar tan lejos. Y no había nadie que me llevara la contra”. Es posible que haya tenido razón sobre esto último: como miembro privilegiado de la élite dominante del rock, Clapton ha mostrado, durante mucho tiempo, una tendencia a hacer lo que quiere cuando quiere hacerlo, aparentemente con poca consideración por las consecuencias.
Lo que sigue siendo irritante para personas como Wakeling y Saunders no son solo los comentarios racistas, sino la forma en que Clapton manejó su propia reacción. Después de que su diatriba arriba del escenario apareciera en la prensa del Reino Unido, Clapton le mandó una carta al periódico musical británico Sounds, pidiendo disculpas “a todos los extranjeros de Birmingham. Es que, como me suele pasar, ya me había tomado un par cuando un extranjero le tocó el culo a mi chica y me pasé un poco” (Clapton afirmó que un millonario saudí había mirado lascivamente a su pareja de entonces, Pattie Boyd). Pero también agregó lo que parece un apoyo explícito a un supremacista blanco: “Creo que Enoch es el único político lo suficientemente loco como para gobernar este país”. En otra entrevista con esa misma publicación, le restó importancia al incidente de Birmingham una vez más: “Pensé que era divertido, nada más”, comparando el incidente con un sketch de Monty Python.
En sus memorias de 2007, Clapton se refirió nuevamente a la controversia. Sus comentarios en el escenario en Birmingham, escribió, “nunca pretendieron ser una declaración racista. Fue más bien un ataque contra las políticas del gobierno, de abaratamiento de la mano de obra, confusión cultural y hacinamiento, todo resultado de lo que claramente era una política al servicio de la codicia”. Para Saunders y otros miembros de Rock Against Racism, la explicación era “ridícula”. De hecho, los comentarios despectivos sobre los wogs no dejaban mucho espacio para la interpretación. El incidente de Birmingham, que no tuvo casi cobertura en Estados Unidos, también resurge en Eric Clapton: Life in 12 Bars, un documental autorizado de Clapton que salió en 2017 y que, con su aprobación tácita, relata el punto más bajo de su carrera. En la película y en las entrevistas para promocionarla, Clapton nuevamente negó ser racista, citando amistades con personas negras, y nuevamente le echó la culpa al alcohol. “Hice cosas realmente ofensivas”, le dijo a un medio. “Era una persona desagradable”. Pero esta vez agregó, y la admisión sorprende, que lo de Birmingham fue racismo “en toda regla”. “No me voy a excusar. Fue algo terrible”. Y de vuelta, agrega. “En realidad, creo que es gracioso”.
“No presté atención a lo que decía la gente en ese entonces”, dice Guy, quien afirma que no se había enterado del incidente hasta hace poco. “Los blancos dicen esto, los negros dicen esto otro... Cualquier cosa que alguien quiera decir o sentir, por mí todo bien”.
Entonces tanto como ahora, las explicaciones de Clapton suenan huecas para aquellos que estaban en Birmingham esa noche o que escucharon el relato de lo que dijo en ese momento. Wakeling dice que, con la excepción de dos canciones de Cream que ama (“Badge” y “White Room”), no ha escuchado la música de Clapton desde entonces. “Sabemos que la bebida no te hace inventar mentiras”, dice. “Simplemente te hace decir la verdad en voz alta en el momento equivocado frente a las personas equivocadas”.
Para cualquiera que haya leído atentamente las memorias de Clapton, su reciente giro puede no ser tan sorprendente. Escribió que “era lo normal cuando estaba enojado, el conflicto con la autoridad” y admitió una tendencia hacia la “fobia a la conspiración en todas las cosas, incluida la política”.
Clapton parece tener un lado crédulo: en el libro, detalla un extraño incidente de los años ochenta, cuando “una dama con un fuerte acento europeo” lo llamó a su casa y le dijo que sabía todo sobre sus dificultades con Pattie Boyd (su esposa de entonces), y lo persuadió de que probara todo tipo de rituales extraños, como “cortarme el dedo para sacar sangre, pasar la sangre sobre una cruz con el nombre de Pattie y mi nombre, y leer hechizos extraños por la noche” (por sugerencia de ella, también voló a Nueva York y se acostó con su consejera, sin darse cuenta de que toda esa locura no iba a traer a Boyd de regreso).
Las opiniones que Clapton tiene en la actualidad son una mezcla de estas tendencias avivadas por una pandemia global, la ola actual de fake news y sus propios problemas de salud. En los últimos años, la salud de Clapton, en particular sus manos, ha ocupado más titulares que sus discos recientes. En 2016, le confesó a Rolling Stone que estaba teniendo “una cosa neurológica que es delicada, que me afecta las manos”. Al año siguiente, le dijo a la revista que tenía “eczema de la cabeza a los pies. Las palmas de la mano se me están cayendo”. También estaba lidiando con una neuropatía periférica (el daño en los nervios periféricos puede provocar mucho ardor o dolor en brazos y piernas).
El año pasado, Clapton comenzó a ver videos de Ivor Cummins, un escritor y químico que ha cuestionado el manejo de la pandemia por parte del gobierno británico. “Estaba tratando de mantener la boca cerrada, pero seguía el canal con avidez”, confesó. Clapton dio a conocer sus propios sentimientos al unirse a Morrison para “Stand and Deliver”, un single que conectaba la cuarentena con el tema de las libertades individuales: “¿Querés ser un hombre libre?/ ¿O querés ser un esclavo?”. Después sacó un comunicado sobre la colaboración: “Tenemos que salir y decir en público lo que pensamos porque necesitamos encontrarle una salida a todo este lío. No vale la pena ni siquiera pensar en la alternativa” (extraña coincidencia: Morrison había sido el invitado especial en el show de Clapton en Birmingham, en 1976). Cuando comenzó a recibir críticas por sus dichos, Clapton se envalentonó. Publicó comentarios a través de las redes sociales de un amigo, el arquitecto (y compañero en la causa antivacunas) Robin Monotti. También le dijo a Oracle Films (un sitio web que afirma “luchar por el debate abierto y la libertad de información frente a la invasión del gobierno global y la censura de las big tech”) que, después de la segunda dosis, sus manos “dejaron de responderle” y que la vacuna aceleró su condición. “Esperaba que fuera algo que empeorara gradualmente a medida que fuera más grande, cuando tuviera ochenta, no sé”, dijo. “Pero está aumentando dramáticamente, en una escala de 10, diría que empeoró de 3 a 8 o 9. Mi sistema inmunológico se sacudió de nuevo y el dolor crónico aumentó”. Clapton dijo que perdió el uso de sus manos durante tres semanas. También para Oracle Films, comentó que podía “sentir la alienación” de sus amigos e incluso de los miembros de su familia durante el año pasado. Según el Dr. Matthew Fink, presidente del Departamento de Neurología de Weill Cornell Medical College, tal reacción es plausible en pacientes que padecen la afección neurológica de Clapton. “Desde que existen las vacunas, siempre ha habido algunos casos de lo que llamamos trastornos inflamatorios posvacunación que pueden afectar los nervios periféricos”, dice Fink, y agrega que la vacuna de AstraZeneca en particular se ha relacionado a casos raros de trastorno neurológico. “Puede afectar manos y pies de manera bastante severa, así que puedo entender que, como el guitarrista que es, realmente podría afectarlo”. Y sin embargo Fink, que dice que le encanta el trabajo de Clapton con Cream, está tan preocupado por el mensaje como por el mensajero. “No vas a condenar todas las vacunas por eso, porque la realidad es que las vacunas son tratamientos que salvan vidas para la gran mayoría de las personas que las reciben”, dice. “Hasta ahora, los beneficios superan a los riesgos. Nunca le diría a nadie que deberíamos dejar de vacunar a la gente”. Gracias en parte a los antivacunas, solo el 56 por ciento de la población de Estados Unidos está completamente vacunada en este momento.
Después de que Clapton se ofreciera a prestarle a Jam for Freedom su camioneta familiar, McLaughlin se reunió con él en su estudio de grabación en Londres. Clapton tenía un aspecto casual, buzo azul y mocasines. McLaughlin dice que todavía sentía las secuelas de las vacunas, y que le dijo que no había podido tocar la guitarra durante meses. “Nos dieron ganas de ponernos a zapar pero, debido a su condición en ese momento, fue difícil, es muy difícil tocar cuando tus dedos están muertos debido a los efectos secundarios”, dice McLaughlin. “Podés imaginarte que eso lo estrese”. Clapton posó para una foto junto a la camioneta con McLaughlin, que luego el grupo compartió en sus redes sociales. Pero, al igual que con sus propias reacciones torpes a su discurso de 1976 y sus secuelas, Clapton no parecía capaz de dejarlo ahí y, en un comunicado, declaró que no iba a tocar para “una audiencia segregada”, lo que significa que solo tocaría en lugares que no requirieran prueba de vacunación.
Poco antes del primer concierto de su gira estadounidense en septiembre, Clapton lanzó una nueva canción, “This Has Gotta Stop”, aparentemente una protesta contra su propia vacunación: “Sabías que algo iba mal/ cuando te alejaste de la ley/ No puedo mover las manos, empiezo a sudar/ Quiero llorar, no lo soporto más”. Para que quede claro el mensaje, la animación del video muestra a los ciudadanos como marionetas manipuladas (semanas después, Clapton dio a conocer una nueva versión de esa canción, a la que agregó un solo de saxo y una nueva entrada de, adivinaste, Morrison).
“Parece que está teniendo otro momento Enoch”, dice Oakes. “Esa fue la última vez que recuerdo que dijo algo sobre el mundo, porque básicamente es alguien más bien recogido en sus propios asuntos. Eso fue obviamente hace mucho tiempo, y fue provocado por la cantidad disparatada de alcohol que consumía. Esta vez no tiene excusa”.
En su entrevista con Oracle Films, Clapton se quejó de que, después de expresar sus puntos de vista, “me etiquetaron como seguidor de Trump”. Pero el tema se remonta al menos a 2007, cuando Clapton, junto con Bryan Ferry y Steve Winwood, tocó en un castillo en Berkshire, Inglaterra, a beneficio de Countryside Alliance, un grupo británico dedicado a promover “la comida, la agricultura y deportes campestres”. Esos deportes incluyen barbaridades como la caza de zorros con perros, una práctica que el gobierno británico había prohibido debido tanto a la crueldad animal que implica como a las disparidades de clase que expresa. En ese momento, un representante de Clapton confirmó que apoyaba a Countryside Alliance, pero que “él mismo no caza”. Esa asociación todavía irrita a algunos de sus amigos. “Amo a Eric Clapton, es mi héroe, pero tiene puntos de vista muy diferentes a los míos en muchas cosas”, dijo Brian May a The Independent. “Es una persona que piensa que está bien matar animales por diversión, así que tenemos nuestros desacuerdos”. Pero la postura de Clapton, basada en su apoyo a lo que un portavoz llamó “las actividades privadas de la gente”, consiguió que otro grupo estuviera de su lado: gracias a ese concierto, la Asociación Nacional del Rifle (NRA) de Estados Unidos celebró que “Eric Clapton apoya la caza del zorro” en su sitio.
A los antivacunas, la idea de que fuera a tocar solo a estados republicanos, en estadios cerrados y sin certificado de vacunación les pareció un acto heroico. Michael Knowles es un joven comunicador conservador que una vez reemplazó a Rush Limbaugh en su programa y que “escribió” Razones para votar por los demócratas: una guía completa, un best seller novedoso que constaba enteramente de páginas en blanco. Knowles tuiteó entonces: “Eric Clapton es una persona mucho más creíble que el Dr. Fauci”. En declaraciones a Rolling Stone, Knowles respalda su evaluación. “Clapton no pontifica sobre cuestiones científicas o de salud; está hablando de su propia experiencia con esta vacuna”, dice. “Creo que, en muchos sentidos, Eric Clapton tiene más credibilidad que Fauci en esta cuestión y en muchas otras”.
A los 31 años, Knowles es más joven que la mayoría de los fans de Clapton y cree que la postura del guitarrista contra el establishment médico se mantiene fiel a sus raíces rockeras. “Es genial lo que hizo”, dice. “Hay algo realmente auténtico en una estrella de rock que se opone a la autoridad. Eso es lo que solía representar el rock & roll. Pero a medida que envejecieron, los rockeros se fueron adaptando a las opiniones predominantes en la sociedad. Eric Clapton es alguien que confía en que su audiencia es capaz de tomar sus propias decisiones de salud. Solíamos pensar así, de manera más general, en este país. Parece que ya no”.
McLaughlin, de Jam for Freedom, ve la situación de la misma manera, y su charla con Clapton lo confirmó. “Me dijo que esencialmente estamos haciendo lo que él y sus contemporáneos hicieron en los años sesenta: abrazar la libertad, escapar del control del gobierno y del control social”, dice McLaughlin. “Nos lo ha dicho repetidamente: ‘Todo esto es como lo que nosotros hicimos’”.
Todo este lío ha dejado a los fans consternados con el legado de un músico que, con su mensaje, está poniendo potencialmente en riesgo la vida de las personas. “No lo entiendo, siempre pensé que era progresista”, dice un veterano de la industria musical que ha trabajado con Clapton a lo largo de los años. “Lo he conocido, y es todo un caballero, maduro, educado y mesurado. Así que me sorprende. La mayor parte de su público está en shock. Decidí no ir a verlo en vivo nunca más y punto. ¿Cómo podés preocuparte por tus fans y ser antivacunas, si tu negocio es el entretenimiento en vivo?”.
¿Cómo reconciliamos algunos de los puntos de vista de Clapton con su música? ¿Todavía es posible disfrutar de sus logros, la pasión desesperada de Layla and Other Assorted Love Songs, los ritmos relajados de 461 Ocean Boulevard, el cambio de imagen dramático de “Crossroads” con Cream de Robert Johnson? En WPLR, una estación líder de rock clásico en Connecticut, Chaz, un DJ de los programas matinales que se niega a aparecer bajo su nombre real, dice que Clapton es “uno de los padres fundadores”. El DJ no niega que le cuestan las declaraciones de su héroe. “Ha traído mucha felicidad al mundo con su música”, dice. “Si estoy en una cena familiar y el abuelo dice algo con lo que no estoy de acuerdo, lo ignoro y le digo: ‘Pasame el puré’. Así es como me siento con esto”.
Para las aproximadamente 12.000 personas que comenzaron a llegar al Dickies Arena en Fort Worth, Texas, el 13 de septiembre, la primera fecha de la gira estadounidense de Clapton, fue ese tipo de cena familiar. “Me estás hablando de política, y no es un tema con el que me siento cómodo para decir mi opinión”, dijo secamente un asistente al concierto cuando se le preguntó sobre las opiniones de Clapton. En ese momento, el condado de Tarrant, hogar de Fort Worth, tenía el segundo recuento más alto de casos de Covid en Texas desde el inicio de la pandemia: 307.000 en un estado con 3 millones de casos. Pero en el lugar, usar barbijo no era obligatorio (solo se “recomendaba encarecidamente”) y se veían pocos en el recinto. Los fanáticos de Clapton apoyaron a su ídolo o no quisieron cuestionarlo. “No creo que realmente esté adoptando una postura política”, dice David Hayner de Granbury, Texas, en el primer recital de Clapton al que va en su vida. “Está hablando sobre salud y seguridad, y está usando la plataforma que tiene a su alcance. No me molesta en absoluto” (dice Fink: “Esto es algo peligroso para todas esas personas. Y me siento mal por todas las personas que se van a enfermar”. Al momento de escribir este artículo, no se han reportado enfermedades relacionadas con la gira).
“Alguien dijo: ‘¿Escuchaste lo que dijo Eric?’”, dice Guy. “Cuando alguien es tan famoso como él y habla en público, la gente escucha. Sea lo que sea lo que vos o yo podamos pensar que está mal, muchas de las personas que lo han apoyado durante todos estos años pueden pensar que él tiene razón”.
En toda la gira de dos semanas, Clapton nunca tocó sus canciones anticuarentena. Se quedó con los clásicos: “I Shot the Sheriff”, el unplugged de “Layla”, “Tears in Heaven” y un puñado de versiones de blues. Rara vez le dirigió la palabra a la multitud o habló sobre vacunas o política. Pero, con la guitarra en la mano, se encontraba en la encrucijada de una guerra civil cultural. Y, por ahora, sigue ahí.
Este artículo fue publicado originalmente en Rolling Stone Estados Unidos