Dirigida por Pablo Fendrick y protagonizada por Claudio Rissi, el Puma Goity, Nicolás Furtado y Diego Cremonesi, la producción acaba de estrenarse en HBO Max
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“El medio es el mensaje”, la frase acuñada por el teórico en comunicación Marshall McLuhan, es un buen puntapié desde donde problematizar la eterna oposición entre forma y contenido, generalmente establecida para mermar la forma. ¿Por qué no sería sustancioso el impacto de un plano en movimiento, si a la larga es lo que constituye la especificidad del medio? ¿Por qué no habría de bastar?
Hay, sin embargo, una línea brumosa que separa a la experiencia estética (cuya confluencia de elementos puede evocar toda clase de respuesta emotiva) de aquel esteticismo más vacuo, categoría bajo la cual termina cayendo, con mayor frecuencia, Entre hombres, la miniserie policial argentina basada en la novela de Germán Maggiori del mismo nombre, que se estrenó el 26 de septiembre por HBO Max.
Dirigida con robustez por Pablo Fendrick, Entre hombres aprovecha las ramificaciones de una orgía desafortunada para desplegar un ejercicio de estilo en el Conurbano menemista de 1996. Cuando una prostituta muere por sobredosis en una fiesta que cuenta entre sus participantes a un candidato a gobernador, el proxeneta y gestor (Claudio Rissi) busca recuperar el registro en VHS que, se descubre, fue filmado por una cámara inadvertida. La consecución de ese casete, codiciado tanto por el hampa como por un cuerpo policial que lo empata en amoralidad, motoriza el fluir de cuatro episodios desfachatados que promedian la hora de duración.
Con semejante premisa, esta coproducción de HBO Max y Pol-Ka busca saciar la demanda que supieron identificar tiras recientes como El marginal o Un gallo para esculapio, reactivando en el proceso a una industria nacional que se vio paralizada por la pandemia de Covid-19 y recién ahora comienza a recuperar su curso. A favor de Entre hombres, sin embargo, está el hecho de que no pretende ser otra iteración más de aquellas producciones. La serie de Fendrick está más interesada en reverenciar (y no tanto, lamentablemente, actualizar) a todas sus influencias explícitas, presentando un imaginario híper-realzado que existe a medio camino del Quentin Tarantino más temprano y el Nuevo Cine Argentino de los años 90.
La nómina de actores, que reencuentra a un par de talentos de El marginal (Rissi, Nicolás Furtado, Diego Cremonesi), se torna de a ratos inverosímil, incluso para los parámetros que implica el registro. No obstante, sin embargo, hay una gran actuación proveniente del Puma Goity, irreconocible en el papel del Sargento Garmendia. Tanto en su trabajo postural como en la elección de sus hechos estéticos (siendo el más memorable de estos la línea que inhala de la mano de un desconocido), Goity es irreconocible en la piel de este bad lieutenant.
Hay algo interesante en el narrar de Entre hombres y es cómo, al menos durante sus primeros treinta minutos, muda de protagonistas de forma casi antológica, rastreando los modos en que diferentes personajes intentan desvincularse del crimen. Los riesgos creativos que toma el guion son destacables, pero los resultados terminan siendo fluctuantes. Si bien hay un dejo del patetismo Coen (o incluso de “Pine Barrens”, el episodio emblema de Los Soprano) en la llegada de Mosca y el Zurdo durante el segundo episodio, termina siendo opacado por una serie de gags que caen en el shock barato de la violencia contra cuerpos femeninos y que, en el contexto de la obra que los circunda, se sienten más como la estetización de esa violencia que como su crítica o retrato.
En ese frente, es difícil no contraponer a Entre hombres con Okupas, la miniserie del año 2000 que cobró segunda vida tras su reciente llegada a plataformas de streaming y que reflejó, con más honestidad y también más compasión, el costo que la pizza con champagne y las políticas neoliberales tuvieron sobre el grueso de la sociedad argentina y, particularmente, su juventud masculina.
Carentes de tridimensionalidad, los personajes de Entre hombres terminan siendo motivados por las exigencias merqueras y pistoleras de una narrativa redundante, pero como pura exhibición de destreza técnica, esta mini-serie alcanza.