Solar Power, su esperado tercer álbum, revela una suerte de crisis de cuarto de vida
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Nada agudiza una crisis de un cuarto de vida como una catástrofe climática global y una pandemia, por lo que la de Lorde llega justo a tiempo. Con Solar Power, ella está en el centro de todo: cansada por la fama de la adolescencia y el capitalismo, preocupada por el estado de la tierra y afligida por la pérdida de su amada perra Pearl.
Para abatir la corriente burbujeante de dolor y estrés, se escapa al resort junto a la playa en su mente. Es el amanecer de una nueva Lorde −¿nos atrevemos a decir, en su era de Margaritaville?−, tratando de canalizar su escalofrío interior hacia resultados mezclados. La canción del título abrió el ciclo de disco de Lorde, una porción de pop comercial luminosa a la Jack Johnson que abrazó algunas de las exuberantes armonías de sus dos discos anteriores, pero que se alejó de la oscuridad subyacente.
El resto de Solar Power tiene el mismo enfoque en mente: Clairo y Phoebe Bridgers completan las voces desde el fondo en una mezcla de cortes acústicos al estilo Laurel Canyon y baladas serenas. Como promete en “Oceanic Feeling”, su “lápiz labial negro-cereza está acumulando polvo en un cajón/ Ya no lo necesito”. Lorde pasa gran parte del álbum mudando de piel. Los teléfonos se tiran al agua. Se despide de “todas las botellas, todos los modelos” y “los niños en fila para la nueva Supreme”.
La música que amaba cuando tenía dieciséis años se queda en Nueva Zelanda, probablemente acumulando polvo junto al lápiz labial. Incluso la relación con su propia música es tensa: “Pensé que era un genio/ Pero ahora tengo 22 años, y estoy empezando a sentir que todo lo que sé hacer es ponerme un traje y quitármelo/ Con mi puñado de melodías que son tan dolorosas de tocar”, admite en “The Man With the Axe”. Su influencia ha dejado una marca indeleble en personas como Olivia Rodrigo e incluso Billie EIlish, quienes saben sobre lo exigente que puede ser la celebridad antes de cumplir los veinte.
Hoy en día escuchamos una versión de Lorde en todas partes, pero la propia Lorde no puede escuchar nada de eso con todas esas conchas marinas pegadas a sus oídos. Ella está descubriendo su vida en tiempo real, analizando quién es y quién podría ser a través de su música. ¿Y se ha encontrado la iluminación? No, profesa, pero lo está intentando.
Este artículo fue publicado originalmente en Rolling Stone Estados Unidos.