En 1980 David Grohl tenía 11 años y cuando se acostaba en la pequeña habitación que compartía con su hermana en una modesta casa en la ciudad de Warren, Ohio, soñaba, como la mayoría de los niños, con ser como su héroe. Pero aún no eran sueños con guitarras ni escenarios. El pequeño Dave soñaba que era Jim Craig, el arquero del seleccionado norteamericano de hockey, la figura indiscutida en los Juegos Olímpicos de Invierno de aquel año. El hombre que con sus atajadas llevó a su equipo hasta lo más alto del podio y devino leyenda luego del triunfo ante la poderosa selección de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Jim Craig, un hombre común convertido en héroe nacional. Por eso aquella noche en la que Craig atajó 36 de los 39 tiros al arco del equipo soviético Dave no lo dudó y llamó a todos los Jim Craig que encontró en la guía telefónica de su área para felicitarlos por la hazaña.
Cuarenta años después, Grohl dice que los bateristas definitivamente son como los arqueros, la última persona que se interpone entre la pelota y el gol. De allí que insista en que, a pesar de haber dejado de lado la batería hace tiempo para colgarse la guitarra y ponerse al frente de su banda Foo Fighters, él siempre será un baterista. “Los bateristas son los que mantienen todo en movimiento, los responsables de que la máquina funcione. En cierta forma, como cantante líder de esta banda, toco la guitarra como un baterista. Todo el tiempo estoy pensando en cada detalle del show, tratando de que las cosas se muevan. Y también tengo muchas otras responsabilidades. Me levanto a la mañana y me aseguro de que todo funcione: los videos, las canciones, las remeras... Eso es lo que hago todo el maldito día. Y me encanta. Porque cuando juego deportes, siempre soy el arquero de mi equipo. Eso, más allá del impacto que tuvo en mí Jim Craig, viene de mi madre, que me enseñó a que hay que trabajar duro para conseguir lo que uno quiere y a tener responsabilidades por ello”.
Dave Grohl es la estrella de rock más parecida al hombre común que uno pueda encontrar por estos años. Las tres veces que lo entrevisté en las últimas dos décadas me dejó la misma impresión: de que podría ser ese amigo gracioso que cuenta las mejores anécdotas en cualquier reunión. Siempre amable, siempre dispuesto. El tipo que tiene sentido del humor hasta para reírse de sí mismo y que no dudaría en darle una mano a quien la necesite.
Por eso no es difícil imaginárselo en su casa, durante los meses de confinamiento por la pandemia en 2020, haciendo home banking, probando nuevos platos en la cocina o ayudando a sus hijas con las tareas de la escuela como cualquier otra persona. “Hice lo que todos hicieron. Cociné cosas que nunca había cocinado, me dejé el pelo largo, experimenté cosas con mi barba, colaboré con el mantenimiento de mi casa y eso. Porque si bien amo a los Foo Fighters, la banda es solo una parte de mi vida. Mi familia, mis hijos y mis amigos son la mayor parte de lo que soy. Ese es mi mundo. En estos días difíciles me enfoqué realmente en ellos. Me levantaba cada día y trataba de tener esperanza y ver la luz al final del túnel y con suerte al final de la noche me tomaba un vaso de vino y volvía a dormir y otra vez al próximo día me levantaba y así. De todas formas, fueron muy divertidos estos últimos ocho meses y, de alguna manera, se pasó realmente rápido. Es un sentimiento extraño. Pero, bueno, hoy me levanté, me hice mi taza de café y, como todos los días, traté de ser productivo y mirar hacia el futuro. Soy una persona bastante creativa y siempre estoy haciendo algo, grabando discos o haciendo documentales o lo que sea. Por eso, durante esta pandemia, hubo un momento en que temí quedarme quieto demasiado tiempo. Porque, es gracioso, pero los bateristas somos como los tiburones, que no paran de moverse y si se quedan quietos se mueren”.
Grohl ha tenido que moverse constantemente para sobrevivir en el mundo del rock. Como los tiburones, como los bateristas. Por necesidad, pero también por naturaleza. Así fue desde que tenía 21 años, cuando tras una pequeña prueba pasó a ser el tercer y definitivo baterista de un grupo llamado Nirvana. Desde entonces, su zigzagueo lo mantiene a flote, moviéndose sin cesar, con la misma rapidez con la que, en apenas doce meses y tras el impacto del suicidio de su amigo y compañero Kurt Cobain, pasó de tímido baterista del último trío de rock que marcó a una generación a voz cantante, compositor, guitarrista y líder carismático de su propia banda. Durante veinticinco años fue la fuente creativa de videos delirantes y hits radiales para Foo Fighters, un músico con el espíritu de fan encendido que se las ingenió para tocar y grabar tanto con todos sus héroes de juventud como con las nuevas y más brillantes estrellas del género. Tocó con Queen, con David Bowie, con Prince, con Joan Jett, con Ringo Starr, con los Rolling Stones, con Tony Iommi, con Jimmy Page, con Bruce Springsteen y hasta convenció a Paul McCartney de que reemplazara a Cobain en una reunión de los integrantes de Nirvana para un concierto a beneficio.
Formó distintos grupos con John Paul Jones, con Lemmy Kilmister y con Josh Homme y se subió a diferentes escenarios del mundo para acompañar a grupos como Garbage, los metálicos suecos Ghost, Tenacious D, Nine Inch Nails o Killing Joke. Entre proyectos musicales se las arregló para dirigir y producir documentales de rock, mientras llevaba de la mano a su banda a la categoría de grupo de estadios.
¿Cómo este tiburón hiperactivo de 52 años pudo sobrevivir el confinamiento de 2020 sin volverse loco mientras iba de la cama al living y de la cocina al comedor? “Como te decía, necesito ser productivo todo el tiempo. Habíamos terminado el disco en febrero y estábamos preparados para salir de gira por los próximos dos años. Mezclamos el álbum, lo masterizamos, estaba todo hecho y lo íbamos a editar en julio, pero en marzo todo se detuvo. Lo primero que hicimos fue asegurarnos de que nuestros amigos y familiares estuvieran a salvo y seguros, pero luego no sabía qué hacer. Entonces, ya que los planes que teníamos con Foo Fighters se habían cancelado, me puse a escribir. Nunca había tenido tiempo para sentarme y escribir historias sobre mi vida, cosas divertidas que me pasaron en los últimos cuarenta años. Empecé con una página de Instagram y me pareció que estaba bien darle a la gente algo para reírse y pasarla bien y poder disfrutar con diferentes historias ridículas”.
“Hola, mi nombre es Dave. A veces toco la batería. A veces toco la guitarra. A veces cuento historias. Estoy actualmente buscando trabajo, así que pensé pasar el rato escribiendo historias breves y verídicas que harán reír a la gente”, escribió Grohl en el primer posteo de la cuenta Dave’s True Stories, el 24 de marzo del año pasado, a los pocos días de haberse encerrado con su familia en su casa de Los Angeles. Días más tarde, el músico se despachó con un puñado de anécdotas personales acerca de sus cruces con David Bowie (el día que el Duque Blanco lo mandó a la mierda ante una propuesta de colaboración) o Prince (de cuando zapó con el genio de Mineápolis: “¡Fue como bailar con Fred Astaire! ¡Cocinar con Betty Crocker! ¡Fumar uno con Bob Marley!”), intercalando recuerdos graciosos de su infancia. Una suerte de memorias dispersas e inacabadas en la era de las redes sociales.
Pero volvamos a la batería. Un año atrás, para una producción especial de la serie Músicos por Músicos de Rolling Stone, Grohl compartió una entrevista con Ringo Starr, uno de los primeros bateristas de rock en sobresalir por personalidad más allá de su toque, y se refirió a los padecimientos sufridos por esta rara especie que se encarga, nada más y nada menos, que de llevar el ritmo en una banda. “Es como ese viejo chiste: ‘¿Qué fue lo último que dijo el baterista antes de que lo echaran?’. ‘Hey, chicos, tengo una canción que tendríamos que tocar’”, le dijo jocoso a Ringo en un momento de la charla.
STARR: Bueno, sí, yo componía canciones y se las presentaba a los chicos, y ellos se descostillaban de la risa, porque yo en realidad había vuelto a componer la misma canción sin darme cuenta.
GROHL: Cuando era chico, aprendí a tocar escuchando a los Beatles y mucho rock & roll viejo, y así entré en el groove antes que en cualquier otra cosa. Por más que me gustara el punk más loco, y cosas más rápidas, para mí lo más importante eran siempre la onda, el ritmo, o la simplicidad de una canción, la idea de hacer que todo el mundo se mueva.
STARR: Siempre pensé que lo que hacemos nosotros es eso: los bateristas sostienen el ritmo. Nunca tapo la voz. Si alguien está cantando, no necesitás ‘Drum Boogie’ [el standard de Gene Krupa de 1941]. Y jamás hago solos; nunca disfruté de los solos.
Hoy Grohl recuerda aquel encuentro como una lección de música y un viaje en el tiempo hacia su infancia. “Tuve esta increíble oportunidad en mi vida de conocer a la gente que me inspiró y pasar tiempo con ellos, cara a cara. Es gracioso cuando te encontrás con alguien como Ringo y esa imagen unidimensional que uno tenía, que apenas era una voz detrás del parlante, se vuelve en tres dimensiones y se convierte en un ser humano. Lo que amo de todo esto es que la música es un elemento humano, no hay dos músicos que suenen iguales, todos tocan diferentes. Entonces, cuando te encontrás con ellos, tratás de sentir y vibrar con sus personalidades, casi como una forma de entender por qué tocan como tocan. Ringo es la persona más amable, generosa, divertida y agradable... ¡Pero es un maldito Beatle! Eso hace que te explote la cabeza. Fue difícil para mí procesarlo. Nunca podés hacerte la idea de eso. Cada vez que conocí a alguien, sea Prince, Joan Jett o David Bowie, Paul McCartney, Angus Young... Cuando conocés a ese tipo de personas, sentís que estás viviendo en un sueño. Es como que tu vida está flasheando ante tus ojos mientras les hablás. Es una locura. En esos casos, todavía me siento como un chico, como cuando era niño y me pasaba horas enfrente de mi equipo de música escuchando sus canciones”.
El fanatismo por sus héroes de juventud y su peculiar sentido del humor, tuvieron un capítulo definitivo veinte años atrás: “Cuando grabamos nuestro cuarto disco, en Los Ángeles, invitamos a Brian May a que tocara la guitarra en una canción. Llegó al estudio en pantalones cortos y con dos bolsas. Grabó su guitarra y se fue, pero dejó olvidadas las bolsas. Dijo que volvería por ellas, pero nunca apareció. Cuando miramos adentro, había ropa interior y nos pareció muy gracioso que el guitarrista de Queen haya dejado su ropa interior en nuestro estudio, así que la enmarcamos y la colgamos en una de las paredes. Que nos haya dejado su ropa interior definitivamente quiere decir algo, aunque todavía no se bien qué... ja, ja, ja”.
Encerrado en su casa, Grohl se las ingenió de todas formas para protagonizar uno de los hitos virales de 2020. En agosto, una niña baterista de 10 años llamada Nandi Bushell, que desde hace un tiempo sorprende en las redes sociales con sus videos tocando temas de Nirvana, Rage Against The Machine, Metallica o Red Hot Chili Peppers, lo desafió a una batalla de baterías, al mismo tiempo que arremetía con “Everlong”, de Foo Fighters. Diez días más tarde, Grohl aceptó el desafío y retrucó con un video en el que interpreta una de las canciones de Them Crooked Vultures (el grupo que formó junto al Zeppelin John Paul Jones y Josh Homme, de Queens of the Stone Age). El ida y vuelta continuó y el baterista hasta compuso un tema especialmente para Nandi. “Toda superheroína necesita un tema musical. ¡Acá hay uno para vos!”, le escribió.
“Descubrí a Nandi gracias al productor de Nirvana Butch Vig. Él fue la primera persona en mandarme uno de sus videos de Instagram. Eso fue hace más de un año. Ella tocó ‘In Bloom’, de Nirvana, y cuando lo vi no lo podía creer, no solo por cómo tocaba perfectamente cada una de las partes, sino por la furia y la energía con la que lo hacía. Pensé: ‘¡Esa niña es increíble!’. Yo tengo tres hijas, de 14, 11 y 6 años. La de 11 también es baterista, pero no toca así, toca de manera más sencilla, pero Nandi.. ¡Oh mi dios! Cinco meses después, ella grabó ese video del desafío de baterías. Enseguida pensé que era un gesto precioso, y que era divertido. Pero luego todos mis amigos lo vieron y empezaron a decirme: ‘Vas a tener que responderle. ¡Vas a tener que ponerte de pie y representarnos! Entonces hice el video, le devolví la jugada y dos días después ella volvió y me pateó el trasero. Volví a grabarle un video y, otra vez, dos días más tarde, me pateó el trasero nuevamente. ¡Una nena de diez años me está pateando el trasero delante de todo el mundo! Me sentí como en la escuela, peleando: ‘¡Te veré después de la escuela, en el patio de recreos. Ya verás!’”.
Grohl y Bushell terminaron conociéndose por Zoom y quedaron en escribir una canción entre ambos y tocar juntos sobre el escenario, siempre y cuando Foo Fighters finalmente haga su gira mundial y pase por Gran Bretaña. “Pero tiene que ser al final del concierto, porque si no te vas a robar el show”, le dijo Grohl a la niña.
“Fue muy divertido el cruce con Nandi, pero lo que más me gustó de todo esto, es que le dio a la gente un poco de felicidad, le brindó diversión en un momento tan difícil. Cada día veías las noticias y eran todas una mierda, prendías el televisor, abrías la computadora o mirabas tu celular y eras bombardeado por ese sentimiento de desesperanza. Y entonces hacías clic y veías a esta niña de 10 años, con su fuerza natural, con tanta energía y amor, gritando y tocando, y no podías no sonreír. Por cuatro minutos te sentías jodidamente feliz. Eso es inspirador. Y, de hecho, me inspiró a llamar a cada uno de la banda y decirles: ‘Okey, no más espera. Necesitamos hacer música para la gente con este mismo propósito, para que la escuche y la pase bien, no me importa si la escuchan en un estadio o en la cocina de sus casas. Por esto hacemos lo que hacemos, tenemos que darle alegría y felicidad a nuestro público. Después de lo de Nandi, decidimos salir con el disco de Foo Fighters”.
“Este es nuestro álbum de fiesta de sábado a la noche”. Esas fueron las primeras palabras con las que Dave Grohl salió a promocionar el décimo ábum de Foo Fighters, Medicine at Midnight, en noviembre pasado. ¿Pero a qué tipo de fiesta se refería? “Lo que ocurrió es que nos imaginábamos que 2020 iba a ser un año increíble. Cumplíamos 25 años e íbamos a editar nuestro décimo disco, definitivamente iba a ser algo grande. Por eso pensé que en vez de hacer un álbum loco de space-rock o uno más amable, de baladas acústicas hermosas, teníamos que hacer un disco con el que todos pudieran bailar y saltar mientras lo escuchaban. En los últimos 25 años hicimos rock rápido, trash, grabamos material acústico y también hicimos todo lo que había en el medio de esas dos puntas. Hicimos temas de cuatro minutos de pop pegadizo y canciones de rock, pero la única cosa que no habíamos hecho era realmente enfocarnos en ir en la dirección del groove. Como Sly and the Family Stone o como David Bowie en ‘Let’s Dance’. Una banda de rock te tiene que golpear el corazón con canciones que te hagan mover. Todos nosotros crecimos escuchando ese tipo de música. Entonces, cuando empecé a escribir estas canciones dije: ‘Este va a ser un disco de fiesta. Si vamos a tocar en estadios, ese maldito lugar va a explotar, la gente va a corear las canciones y va a sentir ese increíble sentimiento de conexión en el aire’. Y, de pronto, todo se paró... ja ja. En lo personal, cuando estoy en casa solo y pongo algo de música, no es broma, lo más probable es que sea música disco. Siempre ha sido así, desde que era un niño. Creo, como baterista, que se debe a que necesito ese beat simple, ese groove, ese tipo de mierda que siempre escuché. De ahí surgió el concepto. De todas formas, no es que hicimos un álbum de música disco, pero sí hicimos un álbum en donde las guitarras y las baterías te llevan a ese groove que te hace mover”.
Después de veinticinco años con la misma banda, ¿cuál es el mayor desafío de grabar un álbum nuevo?
El mayor desafío es desafiarse a uno mismo, tratar de escribir una canción que no hayas escrito antes, tratar de encontrar un sonido, o un tono o una dinámica que realmente nunca hayas hecho antes. Por eso lanzamos “Shame Shame” como primer corte. Cuando empezamos a grabar el disco, la primera canción que grabamos fue “Making a Fire”, el primer track del álbum, y en el momento que terminamos ese tema, me di cuenta de que nos estábamos moviendo hacia una dirección que no habíamos ido anteriormente. Definitivamente podés decir que es una canción de Foo Fighers, pero es diferente. En los coros, en los riff, en el groove. Me gustó ir en una nueva dirección. Después grabamos un par de canciones que instantáneamente reconocerías como temas de Foo Fighters, pero eso no me preocupó. Ahí fue que grabamos “Shame Shame”, que empieza con un simple beat de batería y después aparecieron como unos chasquidos de dedos y los pusimos arriba del groove de la batería. ¡Wow! Ahí había algo. Luego agregamos una guitarra acústica, un teclado, una guitarra eléctrica muy simple y no mucho más. Cuando la terminamos, pensé que sonaba a nada de lo que habíamos hecho y pensé: “Esto es lo primero que la gente tiene que escuchar de este disco”. Porque si queremos seguir otros 25 años, tenemos que empujarnos a desafíos de este tipo. Ese es el gran desafío, sentirse confortable en lugares no confortables para uno.
Nate Mendel, bajista de Foo Fighters, también utiliza la palabra desafío para referirse al disco. “Hablamos un par de veces sobre intentar hacer un álbum realmente diferente, radicalmente distinto, ya que siempre uno intenta transitar por los límites. ¡Pero luego entras ahí y la banda es la banda y suena como la banda! Así que esta vez fue como ‘¿qué podemos hacer que sea realmente un desafío?’. Cuando tenés un grupo durante tanto tiempo no es sencillo. Lo que hicimos fue buscar un concepto previo, tratar de encontrar el sonido que queríamos. En ese sentido, Dave estaba convencido de que ‘Let’s Dance’, de Bowie, era un tema que bien podría servir de inspiración para imaginarnos la dirección que podíamos tomar. Finalmente, creo que logramos una mezcla entre lo que somos como banda y lo que queríamos cambiar para este disco. En eso, creo que la producción de Greg Kurstin nos ayudó mucho”.
Mendel asegura sentirse orgulloso de haber cumplido 25 años junto a Foo Fighters. “Seguimos disfrutando de lo que hacemos después de tanto tiempo y todavía conservamos la llama como para seguir grabando discos y salir de gira. Mantenemos nuestra relación como el primer día, somos amigos y eso es muy importante para un grupo con tantos años en la ruta. La amistad entre nosotros y no tomarnos muy seriamente creo que han sido las claves para sobrevivir todos estos años”.
¿Y cómo definirías a Dave como líder?
Dave es una persona que se guía por la intuición. No es como el CEO de una empresa, no hace planes pensando en el futuro o cosas así. Él es muy espontáneo y eso es lo que más me gusta. Tiene una energía arrolladora y siempre va detrás de alguna idea interesante. Eso lo motiva y nos arrastra a todos en ese camino. Además, siempre ha sido muy generoso y especialmente abierto a escuchar cualquier tipo de propuesta que se nos ocurra.
Al escuchar el nuevo material –que se edita el viernes 5 de este mes–, efectivamente “Making a Fire” tiene unos coros y un groove que invitan a mover la patita y el resto de las canciones del álbum están iluminadas por cierto espíritu fiestero –especialmente el tema “Cloudspotter”, el más bailable de todos–, pero eso no quiere decir de ninguna manera que Medicine at Midnight sea un disco que se desmarca de los cánones del rock que siempre guiaron a este grupo. ¿Se puede seguir haciendo rock en 2021 sin morir en el intento? “Por supuesto”, contesta Grohl. “¿Qué es rock? ¿Es Chuck Berry? ¿Pantera es rock and roll? ¿Public Enemy lo es? Yo no creo que la instrumentación necesariamente defina qué es el rock and roll, porque cuando vi por primera vez a Prodigy, inmediatamente me dije esto es rock and roll. Todas las veces que vi a Rage Against the Machine dije: ‘Wow, esto sí es rock and roll’. El rock es esa paz en tu corazón que quiere gritar o rebelarse o bailar o celebrar lo que sea. El mundo ha cambiado, la tecnología y la música han cambiado, pero lo que hace que un chico se enamore de la música es siempre lo mismo. Puede que hoy se trate de otro género o lo que sea, pero cuando veo a mis chicas descubriendo música, me veo a mí mismo, a esa edad, haciendo la misma maldita cosa. Mi hija de 14 años toca la guitarra todas las noches y la he visto afeitarse las cejas como David Bowie en 1975 o pintarse su cabello de colores porque descubrió una extraña banda rusa de rock gótico. Ella está por grabar un disco y sus canciones están influenciadas por grupos como My Bloody Valentine y Cocteau Twins. Es de lo más cool, y no lo digo porque sea mi hija, porque sus amigas son iguales. Por eso pienso que el rock and roll, sea lo que fuere, trasciende el tiempo. Es más como una emoción, no es una moda o un sonido específico, es una emoción y eso no se va nunca. Cuando veo a las jóvenes generaciones de bandas, me siento como el maldito Gandalf de El Señor de los anillos, me siento tan viejo, pero aún así, miro a mis héroes y veo a AC/DC sacando un disco nuevo, a Paul McCartney con un disco nuevo. Todos mis héroes todavía siguen haciendo rock porque está dentro suyo. No es un pantalón de jean que te lo ponés cuando querés salir a rockear, el rock está en tu puto corazón”.
Medicine at Midnight fue coproducido por Grohl y Greg Kurstin, el músico y reconocido productor que trabajó haciendo éxitos tanto para Paul McCartney como para Sia, para los Jonas Brothers y para Beck, para Adele y para Liam Gallagher. “Greg es un genio”, dice Grohl sin dudarlo. “Me enamoré de su banda, The Bird and The Bee, hará siete u ocho años. La producción de su música, las melodías y las armonías son todas muy profundas y complejas. Suenan como si los produjera Brian Wilson o George Martin, como si estuviesen orquestados por una mente brillante. Eso es lo que me encanta de ellos, cómo pasan de una parte del tema a la otra. Es como un cubo mágico para mí, una genialidad total. Yo tenía su primer disco y un día fui a un restaurante y vi que Greg estaba sentado en una mesa. ‘¡Oh mi Dios! ¡Es el muchacho de The Bird and The Bee!’ Me volví loco. Corrí hacia su mesa y estaba cenando con su familia. Le dije: ‘Perdón, no quiero ser grosero, pero eres un genio y estoy un poco obsesionado con vos’. Después de esa noche nos hicimos amigos. Vive a unas cuadras de mi casa y nos juntábamos a hablar de Motörhead, de Mingus, de Mercyful Fate, de Miles Davis... Él es, y no estoy bromeando, el músico más brillante que he conocido en mi vida. Después de unos años le propuse producir un disco de Foo Fighters y como nunca había hecho un disco de rock, decidimos hacerlo juntos y tuvimos una química extraordinaria. Es uno de esos músicos que son como el amor de tu vida que, si tenés suerte, encontrás una sola vez. Yo fui demasiado afortunado y me pasó un par de veces. Taylor Hawkins es el amor de mi puta vida... Josh Homme es el amor de mi vida... y Greg Kurstin es el amor de mi vida. Con estas tres personas no necesitás hablar, porque mantenés una conversación con tus instrumentos y listo. Es esa novia perfecta o ese amigo perfecto... Es hermoso”.
Confirmando su hiperactividad, mientras atendía a la prensa del mundo y se mantenía al tanto de cada mínimo detalle del lanzamiento de Medicine at Midnight, Grohl se hizo el tiempo para armar un proyecto con su amigo Kurstin durante los primeros días de diciembre: las Hanukkah Sessions, una serie de grabaciones de temas de artistas judíos con las que ambos decidieron celebrar la festividad religiosa, de “Sabotage¨, de los Beastie Boys, a “Rainy Day Women #12 & 35”, de Bob Dylan, pasando por “Rock and roll”, de Velvet Underground y “Hotline Bling”, de Drake.
“Este proyecto, que inicialmente comenzó como una idea tonta, creció hasta representar algo mucho más importante para mí. Me mostró que el simple gesto de difundir alegría y felicidad es muy útil, y mientras miramos hacia adelante, todos debemos hacer un esfuerzo para hacerlo, sin importar cuántas velas queden para encender en la menorá”, escribió Grohl a manera de introducción de las sesiones.
En 1997 Grohl compuso y grabó el tema “My Hero”, incluido en el álbum The Colour and the Shape. Una oda al hombre común, el verdadero y único héroe en este lío. “Ahí va mi héroe, miren cómo se va. Ahí va mi héroe, un hombre común”, cantaba en el estribillo de la canción y desde entonces se especuló con que la inspiración del tema había sido el mismísimo Jim Craig, aquel primer héroe del pequeño Dave, una figura que aún hoy a Grohl, ya convertido en una estrella de rock mundial, lo mantiene con los pies en la tierra, intentando seguir sus pasos para poder llegar a ser él también un hombre común. “Tuve una niñez muy simple. Mi madre era maestra de una escuela pública, vivíamos en una casa chica, jugaba al fútbol, iba a la escuela, volvía a mi casa, agarraba la guitarra, ponía un disco de los Beatles y trataba de aprender alguno de los temas. En aquellos años mi sueño era tan solo poder tocar una canción, no quería ser una estrella de rock ni estar en una banda famosa. Solo quería poder hacer un par de acordes con mis pequeñas manos y sacar un sonido que fuera agradable. Eso era todo. Y ahora, cuarenta años después, todavía todo sigue siendo muy simple. Sueño con darles a mis hijas la misma vida normal y la misma felicidad que yo tuve. Tocar música y poder sobrevivir con ella ha sido algo fantástico, pero lo más importante para mí es el simple amor de mi familia y el de mis amigos. No tengo otro sueño más que el que ellos estén bien… Aunque ahora que recuerdo también tengo un sueño que espero cumplir lo antes posible: aprender a bailar tap. Eso es. Te prometo que en cuanto pueda lo voy a hacer”.