RS fue testigo de la última cumbre del rock argentino y aquí se cuentan los entretelones de una de sus tapas más memorables
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La sala de ensayo es enorme, está tenuemente iluminada, y, al entrar, el panorama parece salido de un sueño. Hay cuatro sets prolijamente dispuestos a cada uno de los lados, donde se mezclan instrumentos vintage con equipamiento de última tecnología. El set de Invisible, el de Pescado Rabioso (en el que sobresale el órgano Hammond de Cutaia y sus respectivos parlantes giratorios Leslie), el de la banda actual de Spinetta y el de Almendra. En este último, los cuatro integrantes del grupo están ensayando “Hermano perro”, el tema del último single de Almendra, publicado poco antes de su separación a fines de 1970. La cabeza me da vueltas. Son los mismos Almendra de mis fantasías adolescentes, los que vi en el Festival Pinap y el cine Pueyrredón de Flores, en el Beat Baires del teatro Coliseo y en su reunión de 1979 en Obras. Son los Almendra y están tocando “Hermano perro”. El tema es directo y rockero, pero a la vez de gran complejidad y lirismo, con diversas partes, cortes y cambios de acordes. Pienso que con las ideas contenidas en los cuatro minutos y monedas que dura ese tema, un grupo actual podría hacer un cd entero. Luis se detiene para repasar unos acordes: no los recuerda bien. Pregunta con humildad. Emilio del Guercio se los refresca a través de sus anotaciones en unas hojas amarillentas, donde tiene las letras y los tonos (luego me confirmaría que eran de la reunión de 1979, de hace sólo treinta años; el tiempo es veloz). Pasan algunas canciones más -“Fermín”, “A estos hombres tristes”, “Color humano”-, y siento que cada palabra, cada sonido está grabado a fuego en mi interior, escritos con la tinta indeleble del deslumbramiento primigenio. Luis se queja de un dolor en la mano y pide disculpas a sus compañeros por terminar el ensayo un poco antes de lo previsto. No es para menos. En esta sola jornada de las tantas que lleva en estos dos meses, ha ensayado durante horas con Invisible y con Gustavo Cerati, uno de los invitados sorpresa para el concierto en Vélez, antes de finalizar este maratón con Almendra. El Flaco se acerca y me cuenta sobre uno de los ensayos recientes, que duró desde las dos de la tarde hasta las diez de la noche. Y uno cobra conciencia del esfuerzo que significa ensayar con tantas bandas, tantos músicos, tantos estilos, tantos temas que además -estamos hablando de Spinetta- están llenos de sutilezas, de intrincadas armonías.
En ese momento, dentro de la sala están sólo los cuatro Almendra y su eterno asistente, Aníbal “Vieja” Barrios. Me da cierto pudor romper el hechizo y me quedo vacilante ante la entrada. Luis me hace un gesto de asentimiento. A través de los años, he construido una relación de amistad con cada uno de ellos, pero siguen siendo los Almendra: la mística que generan es tan palpable y etérea como el sonido que producen.
Luis Alberto siempre se maneja según su propia e irreductible lógica. En algunos casos, de una claridad deslumbrante; en otros, incomprensible para el resto de los mortales. En este caso, por ejemplo, no tiene ganas de explicar nada. Pero no importa. Se me ocurre que lo mejor que uno puede hacer es apoyar en la medida de sus posibilidades este “momento de entrega total”, como lo define el propio Luis, que es también un momento esperado por tantos durante mucho tiempo. Un concierto faraónico y el histórico repaso de su obra. Por otra parte -sigo diciéndome- no se puede esperar que el artista que está considerado el más influyente del rock argentino opere según las reglas preestablecidas. Si lo pensamos, algo similar sucede con sus canciones, en las que un acorde no se continúa con el que previsiblemente le seguiría, y sin embargo van hilando una armonía con sus propios códigos de belleza, configurando ese universo spinettiano que ha fascinado a varias generaciones de oyentes durante cuatro décadas.
Justamente, las plegarias de muchos de esos oyentes parecen haber sido atendidas, en el momento más inesperado, y con una magnitud que supera los sueños más fantasiosos. Porque una cosa era esperar la reunión de Almendra, o la de Pescado Rabioso, o la de Invisible, pero... ¿jtodos juntos!? Pensemos que se trata del artista para el que gritarle “Flaco, toca Muchacha” representaba lo mismo que gritarle “Judas” a Dylan por electrificar la guitarra; que eso podría volverlo irascible hasta detener un show; que mañana, siempre, fue mejor. Pero así, de buenas a primeras, el Flaco se descuelga con la noticia del concierto denominado Spinetta y las Bandas Eternas, conmemorando sus cuarenta años con la música (en realidad son más, el aniversario corresponde a la aparición del primer álbum de Almendra). Allí reunirá también formaciones de sus bandas posteriores, Jade y Los Socios del Desierto, además de su banda actual (Sergio Verdinelli, Nerina Nicotra, Claudio Cardone) y una serie de invitados más o menos sorpresa, entre los cuales se encuentra Charly García.
Según Spinetta, es justamente la buena recepción que tiene su banda y su último trabajo, Un mañana, lo que le ha dado la fortaleza para encarar el desafío. Y en la conferencia de prensa que ofreció en el teatro 25 de Mayo -el único diálogo que tuvo con los medios hasta aquí-, aludió a los sueños para explicar sus motivaciones: “Son sueños que venían latiendo hasta que ahora nos despertamos y estamos juntándonos en los ensayos a tocar aquellas músicas. Sucede algo extraordinario con este proyecto, que sale del amor a la guitarra, del respeto a la música, respeto a la trayectoria y respeto a los músicos que me acompañarán, que son más talentosos que antes”. El desfile de músicos traza un mapa en movimiento. Edelmiro Molinari, por ejemplo. Radicado en San Luis, el guitarrista terminó de configurar el recorrido de esa noche histórica -cuando ya las reuniones de Pescado e Invisible estaban encaminadas-, para culminar con la joya de la corona: Almendra.
La cantidad de músicos participantes no es una anécdota: es una de las tantas medidas que nos permiten reevaluar la vastedad, variedad, cantidad y calidad de la obra del Flaco, la enorme sombra que proyecta sobre toda la historia del rock argentino.
Otra muestra de lo que se viene, algo asi como un aperitivo, pudimos tenerla durante la jornada completa, el día del segundo contacto con los medios que propuso Spinetta, esta vez en el Gafé Moliere de San Telmo, donde prácticamente no habló, pero tocó. ¡Y cómo! Junto a Invisible -Machi Rufino y “Pomo” Lorenzo, a los que introdujo con “es un orgullo para mí presentarles a esta banda después de 33 años”-, interpretó su versión de “Amor de primavera”, de Tanguito.
Luego, Pescado Rabioso, con Lebón en guitarra, Carlos Cutaia en teclados y Black Amaya en batería, más Guillermo Vadalá en bajo, haciendo “Mañana o pasado” (de Pesca* do 2), cantado por David, que fue también el primer tema de su autoría en llegar al disco. A ellos se sumó el “violero estrella”, según Luis, Bocón Frascino -personaje perenne del un-derground porteño al frente de distintas versiones de Engranaje- para hacer “Me gusta ese tajo”, con zapada incluida.
Finalmente, con su banda -a la que se sumó Vadalá, esta vez en guitarra-, Spinetta cantó “Retoño”, tema dedicado a los padres de las víctimas de la tragedia de Santa Fe, que involucró a los chicos del colegio Ecos. Como broche de oro, invitó a Gharly, al que introdujo con la frase: “Sólo los ángeles van al infierno, dan batalla y vuelven airosos”, para “Rezo por vos”.
Vadalá es otro de los personajes clave de esta historia. Luis lo definió como “el salvatutti”: sabe los acordes y las líneas de bajo de todos los temas, aun los que se le escapan a la memoria del propio autor. Esto permite que los bajistas de ambas formaciones de Pescado -David y Bocón, que en realidad siempre fueron guitarristas- vuelvan a su instrumento original. Lebón se ríe con ganas cuando le digo: “Al fin te ascendieron en Pescado”, y me dice que uno de los problemas en la formación original era que Luis no quería que él tocara el bajo... Historia pura. El clima es de reunión de amigos, con la presencia de los Almendra y muchos de los músicos que acompañaron al Flaco en distintos momentos de su carrera, con el festejo del cumpleaños de Machi, y los periodistas -aun los más irónicos y escépticos-rendidos ante la evidencia de lo que sucedía.
En la sesión de fotos, García se somete pacientemente al proceso de peinado y maquillado, mientras Spinetta se ríe diciéndome: “Los asesores de imagen no pueden conmigo, ya renunciaron varios”. Descarta la ropa que le ofrece la vestuarista y prefiere la remera que exhibe una de las frases emblema de la asociación Conduciendo a Conciencia: “Todos fuimos, todos somos, todos podemos ser”. Para él, el trabajo civil y solidario sigue siendo la motivación fundamental; aceptó la idea de Rolling Stone de juntarse con García, pero no quiso hacer notas promocionando el concierto. Cuando lo amenazo con el grabador, me aconseja que lo deje y en su lugar agarre la viola. La verdad es que la Hagstrom de Dylan -la guitarra que aparece en las fotos- me venía tentando desde hacía rato, así que no me cuesta mucho hacerle caso. Mientras tanto, como solemos hacer cuando nos encontramos, hablamos de música. Conociendo mi pasión por el blues, Luis menciona la película de Scorsese, Feel Like Going Home, que rastrea los orígenes del blues en África, de la mano de Corey Harris. Terminamos hablando de un viejo favorito de los tres (Dylan también es fan): Jeff Beck, y su último dvd, Live at Ronnie Scott’s, que para el Flaco representa algo así como el punto culminante de la guitarra eléctrica actual. Y como hablamos de guitarras, no podemos evitar mencionar a Pappo, y Luis me adelanta que piensa invitar ajuanse para una versión de “Adonde está la libertad”, y que también planea homenajear a Manal con una versión rapeada de “Necesito un amor”, con la participación de sus hijos Dante y Valentino.
Todos estos datos son claves para entender el histórico concierto en Vélez, para el cual se prepararon más de cuarenta temas, en orden cronológicamente inverso, durante estas sesiones extendidas hasta el dolor muscular. Comienza con su banda actual, luego hay una versión de Los Socios del Desierto con Marcelo Torres y Javier Malosetti en batería (en lugar de Daniel Wirtz, que falleció en 2008), y algunas transiciones que involucran varios de los músicos que pasaron por Jade, como Mono Fontana, Juan Del Barrio, Leo Sujatovich y Diego Rapoport. A continuación, sería el turno de Invisible, para después pasar por las distintas formaciones de Pescado (incluyendo la de Artaud, con su hermano Gustavo Spinetta en batería), para terminar con Almendra. Entre los invitados también actuarían Fito Páez y Ricardo Mollo (León Gieco estará fuera del país en esa fecha, recibiendo un premio por el documental Mundo Alas).
Sobre el repertorio, adelanta: “Hemos tratado de ir a los bifes, a aquellos temas de cada banda que hicieron que la gente se acuerde. En general, vamos a darle a la gente lo que pide”. Es una ocasión única. Spinetta repite que no habrá gira ni otras presentaciones, y que no hay un propósito de sacar un rédito material de esta producción monumental, surgida de una propuesta del empresario (y fan) Pablo Mangone. “Es un show en el que no se habla de ofertas de ninguna naturaleza, más que los músicos quieran unirse, limando sus propios caprichos de guitarras y equipos. No hay una idea de réditos. El rédito es La música, compartir con todos estos talentos una noche espectacular”, aclaró el Flaco.
Para los que sí puede haber una segunda ronda es para Almendra. Molinari ya declaró que tienen planes para el año que viene; Rodolfo García y Emilo del Guercio, aunque más cautos, tampoco negaron la posibilidad. Pero todo está por verse: sabemos que Luis es poco propenso a mirar hacia el pasado, y cuando lo ha hecho, ha sido en ocasiones muy excepcionales. Ya dijo que probablemente el año próximo “”mientras se termina de registrar el disco del show del 4 de diciembre, yo por ahí ya esté tramando otro disco, porque lo que me afirma es producir música, constantemente, hacia adelante”.
Y a mí se me ocurre que, en estos tiempos difíciles, no es casual que dos de los máximos creadores del rock nacional revisen su historia, juntos y por separado. Significa una apuesta por la inteligencia, por el buen gusto, por la belleza, por el valor de la poesía y de la música, en épocas de desvalorización de la palabra. Porque -y esto también lo dijo Spinetta-, “es interminable la cantidad de palabras bien dichas que hay por encima de las nefastas. Desgraciadamente, palabras con mucho poder pueden ser muy breves. «Suelten la bomba» es tan breve como decir «te amo»”.
En el recital de Vélez, Charly García presentó a Luis Alberto Spinetta como “mi ídolo, mi maestro”. Bajo una lluvia torrencial, los corazones de 40 mil volvieron a estrujarse y ambos interpretaron “Rezo por vos”, mientras nosotros mirábamos a esos dos gigantes a través de una cortina de agua, en otra escena que parecía extraída de un sueño. En un largo set que repasó las grandes canciones de García clase 1980, en el que no sólo marcó su regreso a los escenarios sino el reencuentro de su figura con sus mejores composiciones; ése fue el punto más alto. En ese momento, Luis agradeció “el honor” de haber sido invitado. Durante la sesión de fotos para esta producción, y también en el showcase realizado en el Moliere, Spinetta habla de Charly como “el maestro”. Más allá de la amistad, hay entre ambos una sociedad de admiración mutua y aquel “rezo”, que podía leerse como la súplica de volver a ver bien, pleno y feliz a García, fue su cristalización pública. Promediando los 80, fue apenas el símbolo de un gran proyecto común trunco, hoy es el símbolo del afecto entre ambos. Pasado el año que arrancó con la última grabación con Mercedes Sosa en plena reclusión en la quinta de Palito Ortega en Lujan, Charly hace memoria.
¿Te acordás de la primera vez que escuchaste la música de Luis?
Sí, fue Almendra, el primer disco. Pero ya lo tenía pispeado de encontrarnos en varios estudios; ellos grababan y nosotros queríamos. Y... acá estamos.
¿Recordás qué te produjo ese disco?
Me produjo el impacto de que algo en castellano sonara bien, con tan buenas melodías y tan clara la composición. Se salía de todo lo que se estaba haciendo, era muy avanzado para la época.
En Vélez lo presentaste como “mi ídolo”. Cuando armaste Sui Generis, ¿lo tenías como un referente?
En esa época, compartíamos oficina, porque éramos de la misma grabadora que Pescado Rabioso [Talent], a veces nos cruzábamos, y él me daba consejos. Yo tenía un grabador, y le pongo “Cantata de puentes amarillos” (de Artaud), que es lo que estaba escuchando; le digo: “Me encanta tu último disco”; y él hizo una cosa tipo [sacude los hombros, como restándose importancia], “¡Noooo!”.
¿Te acordás del recital de Seru Giran y Spinetta Jade en Obras, en 1980?
Sí, empezábamos Luis y yo a dúo, con “Quiero verte bailar” [”Que ves el cielo”] y “Cuando me empiece a quedar solo”, y terminábamos con los dos grupos juntos haciendo “Cristálida”. Sonaba bien, para la época.
Y luego hacían “Despiértate nena” como bis.
Compartíamos cierto público, y una parte, no. El “spinettiano” tiene una mística, una cualidad interna... Me da gusto ver al Flaco ahora, haciendo esto. Yo una vez en el Festival del Amor junté a todas las bandas que tocaban conmigo, en el Luna Park, y me paré cuatro horas en el escenario. Y fue realmente asombroso, porque incluyó tantos géneros, tanta diversidad. Fue un recital increíble, parte de eso está en el disco Música del alma. Por ejemplo, la zapada de La Máquina en “Boletos, pases y abonos”.
Sí, es como ver los videos viejos de Zappa... Están buenos, aguantan. Estaba Crucis, Santaolalla, David [Lebón], Porchetto, León, La Máquina, los Makaroff. En realidad, la idea detrás de eso era juntar plata para irnos a Buzios con David, y Zoca, toda esa historia. Entonces se nos ocurrió organizar ese concierto, y a cada músico le pagamos con un [equipo de guitarra] Fender Twin.
¿Harías ahora algo así?
No, porque las canciones que me gustan son las que canto, son todas mías, no son las de Sui Generis o La Máquina, y si encuentro alguna que le puedo dar una nueva vida, se la doy. Yo creo que la perspectiva hay que tenerla muy en cuenta.
¿Y volver a juntarte para algún proyecto con Luis?
Y... es muy raro, porque las veces que nos unimos salieron llamas, como dice “Rezo por vos”, se me quemó el departamento. Así que parece que hay mucha energía. Pero podría ser... God only knows.
¿Tenes plan de grabaciones?
Ahora estoy muy focalizado en la actuación. Hice un largo camino, que me llevó a estar haciendo estas presentaciones. Y todavía hay una sensación de incertidumbre. Pero salgo al escenario, y es impresionante.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición Rolling Stone Argentina número 141, en diciembre de 2009.