Un grupo local de familias skaters rescató parte de los restos de hormigón y ahora hace campaña para preservar el lugar
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Desde los canales de desagüe californianos hasta las escalinatas y piletas de natación de cualquier rincón del planeta, todo plano inclinado es una tentación a los ojos del buen skater. El mundo del skateboarding tiene una larga tradición en eso de “apropiarse” de espacios públicos. Fiel a tan noble legado, un grupo de patinadores de Chapadmalal se embarcó hace ya tres años en un proyecto a gran escala: acondicionar para sus rutinas siempre distintas las ruinas de Rocío del Mar, un malogrado balneario de esas playas que llegó a contar con una gigantesca piscina, pista de cable-ski acuático del tamaño de tres canchas de fútbol y una losa de mil metros cuadrados para un restaurante y otros servicios. Un predio algo monstruoso, doblegado por la naturaleza a la que intentó desafiar.
“Fue uno de esos proyectos demasiado ambiciosos para la época. Primero, dinamitaron el acantilado y después le metieron toneladas de hormigón. Pero el balneario se quedó sin playa cuando se crearon las escolleras de Chapadmalal y Cruz del Sur. Después de eso, el lugar quedó abandonado por más de veinte años”, cuenta Mecu Videla, una de las skaters que, un día de lluvia en esta localidad al sur de Mar del Plata, comenzó a limpiar el sitio. Junto con otros locales voluntariosos, tuvo la idea de reconvertir esos restos en lo que hoy es Paradise, un spot DIY, es decir, una suerte de skatepark ganado y autogestionado.
“Era algo que siempre hablábamos entre nosotros –dice Mecu–, pero recién se concretó gracias a la motivación de padres, alumnos y profes de nuestra escuela barrial de skate, Sentir Skate Club, y también por el apoyo económico de un vecino al que le encantó la locura que queríamos hacer”.
Se cambiaron tablas por herramientas de albañilería y pronto estuvo lista la primera rampa. Y luego llegó una segunda, edificada sobre una montaña de escombro del mismo lugar y bautizada La Derecha, en honor a la clásica ola que rompe detrás del acantilado de Rocío del Mar. Después se sumaron más obstáculos en hierro y madera y entonces Paradise se empezó a llenar con más familias sobre ruedas.
Con el aluvión récord de turistas de esta temporada, algo cambió en el normalmente tranquilo spot de Chapa. Paradise, apartado de cualquier urbanización, con dramática vista al mar, era un objetivo obvio para los productores de fiestas “espontáneas”.
“Desde el 31 de diciembre hubo cuatro fiestas en una semana –cuenta Mecu–. En la última, nos acercamos y les explicamos lo que hacíamos a los organizadores. Al parecer lo entendieron porque no hubo más episodios, pero se olvidaron mucha basura y vidrios rotos por toda la pista”. Ahora, los mentores de Paradise activaron una nueva campaña en sus redes para invitar a los participantes de esas fistas a regresar y... “limpiar sus conciencias”, colaborando para que todos puedan volver a disfrutar.