Los 30 años a C. Tangana le pegaron por el lado de abandonar el hip-hop, el género con el que se había convertido en referente de la música urbana en España y, desde allí, llegar a Latinoamérica. Entonces se probó como cantante, cambió barras por melodías y se encontró capaz de hacerlo. Así, el EP Bien:(, editado en plena cuarentena, vale como una prefiguración de El Madrileño, el disco que salió el 26 de este mes y en el que predominan las canciones, la world music y un manojo de invitados que van desde Andrés Calamaro y Jorge Drexler a Toquinho, La Húngara y José Feliciano. “Me gusta mucho la música de raíz, tradicional”, cuenta Tangana desde España. “Quería probarme en otro estilo que no fuese la música urbana. Para mí era algo extravagante, una locura”.
¿Cómo fue ese proceso interno de verte a vos mismo como un cantante?
Siempre he tenido la ambición de que me gustaría poder cantar o tocar un instrumento pero mis colegas pintaban y rapeaban, entonces hacíamos lo que teníamos que hacer para pertenecer. Pero durante toda mi carrera de música urbana he estado ocultando otras cosas que siempre he amado y me han gustado, y que tienen que ver con folclore de muchos sitios, música pop, rock, música orgánica. Entonces, de repente mi yo de 26, 27, 28 años empieza a ver que voy a tener 30 y no quiero verme con 30 tratando de hacer una música que les resulte interesante a chavales de 18 en TikTok. En esa búsqueda encuentro esa nueva forma de interpretar mis canciones más melódicas.
¿Cómo surgió la conexión con Calamaro?
Surgió porque viajé a Buenos Aires y el Bebe Contepomi me hizo una entrevista. Él es muy amigo de Calamaro y hablando le digo que soy fan, que le diga que quiero entrar al estudio con él, que he escuchado Honestidad brutal más veces que la voz de mi madre. Ahí empiezo una conversación a distancia con Andrés y, cuando tengo casi el disco terminado, me atrevo a invitarlo. Él es probablemente el más excéntrico de los artistas que hay en el disco, es como una persona especial, está al límite del surrealismo, a veces es un poeta romántico y a veces un delincuente. Como tenía la confianza suficiente, invito a Jorge Drexler y ocurre la magia mundial de que meto por primera vez al estudio a los dos. Drexler compone “Hong Kong”, pero se queda ahí porque ve que no va a cantar la letra, la frase “Peinábamos perico con navaja” es de él, es su elegancia. Jorge grabó las guitarras y compuso con Andrés y conmigo, fue una experiencia increíble tener a esos dos bichos trabajando.
Y Calamaro cita un verso de “Mil horas”...
Sí, me dijo “Madrileño, escuchá, yo creo que deberíamos usar esto”. Él la puso ahí y no dijo nada y yo le cambié una parte. Entonces en la grabación me paró y me dijo: “Esta es la letra que más conocen de mí, yo la grabé porque sí, me da igual, pero para el público es muy importante, creo que deberías decirla como es la original”. Yo solo le dije: “A sus órdenes” y la grabé así. Fue idea suya, porque yo le había explicado la idea de herencia, de tomar lo antiguo y lo moderno y él la entendió por ese lado y me dijo: “Te voy a dar algo de mi legado y lo vamos a poner acá”.
Antes de Calamaro, ya estabas en contacto con artistas argentinos. ¿Qué encontrás en la escena de rap y trap argentino diferente a España?
Hay una conexión clara con Argentina, se ha convertido en mi tercer o cuarto país en cantidad de oyentes. De lo que es la música urbana destaco que han sabido hacer algo generacional y han hecho un movimiento, como los boricuas. Eso les abrió puertas afuera de su país. Los argentinos tienen algo como italiano que se me hace muy familiar, muy mediterráneo. Me siento a gusto ahí, hay algo que nos une más allá del idioma, que nos tiene muy cerca. Yo leía literatura argentina de adolescente y me parecía muy importante. Creo que el escritor más relevante de la historia ha sido Borges.
En estos días el caso del rapero Pablo Hasél encarcelado por insultar a la monarquía ganó notoriedad en todo el mundo. ¿Cuál es tu posición con respecto a estos casos de censura que se viven en España?
Me pasa que no escucho a Pablo Hasél, sus letras me parecen sinceramente gilipolleces, cosas mal dichas o cosas ofensivas. Pero sí que siento que claramente en España hay una defensa ilegítima de las instituciones y del jefe del Estado que no debería ser, y que la dignidad de algunos se defiende más que la de otros y tratan de poner sanciones ejemplarizantes a algunos artistas como tratando de darnos al resto las pautas de por dónde ir y por dónde no. Yo nunca voy a decir las cosas que dice Pablo Hasél en sus canciones pero me parece que está mal, que es injusto. Es un problema tradicional que vivimos en España hace mucho tiempo con las injurias a la corona. La revista El Jueves, que era una revista de sátira política que se han metido conmigo, no es que tenga afinidad directa porque se rieron de mí también, pero hay una cuestión de libertad de expresión y creo que en general los casos más extravagantes tienen ese punto de que no estás de acuerdo con lo que dicen pero de ahí a meterlos en la cárcel hay un paso.