El recorrido de un chico que soñó con ser productor: empezó haciendo música en su casa y llegó a ser el argentino más escuchado en las plataformas, impulsar las carreras de un puñado de artistas y a inspirar a más de una generación
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A finales de junio experimentamos la semana más fría en lo que va del año y dentro del Planetario de Buenos Aires –cerrado desde marzo de 2020 por la pandemia de Covid-19 y sin la posibilidad de prender la calefacción por los protocolos– la temperatura baja se siente aún más. Hace algunos días que las nubes no dejan pasar un rayo de sol y Bizarrap busca calor en un caloventor negro. Mientras le retocan el maquillaje en la sesión de fotos para Rolling Stone, él mira la pantalla de su celular. Agarro mi teléfono, abro Instagram y el primer posteo que veo en el feed es de su cuenta personal: @bizarrap acaba de compartir una foto para anunciar que al día siguiente se lanza la Music Session #41 con la estrella del reggaetón Nicky Jam.
Todo vestido de negro, menos por el par de zapatillas blancas inmaculadas Jordan 4, y recostado sobre una de esas típicas sillas de cuero de oficina con el respaldo alto, Bizarrap me confirma que lo compartió ahí mismo mientras los demás bailábamos a contrarreloj, el ritmo habitual de cualquier producción de fotos y parte de su equipo tenía una call con los editores a cargo del video que saldría el día siguiente.
Queda un poco más de una hora para cerrar la producción y ahora el objetivo es conseguir la foto de tapa. Con un camperón reversible negro y naranja de WTTJ, una marca independiente argentina, y los anteojos de sol Louis Vuitton Millionaires –con los personajes pensados por el reconocido diseñador estadounidense Virgil Abloh, director creativo de la marca, impresos en la patilla y sobre uno de los cristales–, Bizarrap sigue las instrucciones del fotógrafo Ignacio Arnedo, el jefe de fotografía de RS. Pero cuando la producción se para porque hay que acomodar una luz o hacer otro retoque de maquillaje, su atención se vuelve a posar en el celular. Los mensajes y las notificaciones no paran de caer. Scrollea, scrollea y cuesta que deje de mirarlo y se ponga a posar de nuevo para la cámara. Su personal manager, July, que lo acompaña a casi todos lados, lo justifica con una sonrisa: “Bueno, es que está a pleno el hype”.
En 15 minutos, ese posteo roza los 400.000 likes y entre los miles de comentarios aparecen Nicki Nicole diciendo “Épico” y Cazzu con un emoji de cara agitada y un fueguito. El basquetbolista Facundo Campazzo y el futbolista Sergio “Kun” Agüero, siempre atentos a lo que pasa con el rap y el trap local, también dejan sus mensajes (“Es mucho”, dice el jugador de Denver Nuggets; “Te fuiste al más allá”, le pone el Kun). Pero quizás el más concreto y que mejor define todo lo que está pasando con Bizarrap, y también con una escena que en pocos años completó un camino que fue de las plazas y YouTube a quedar a pasos de los primeros puestos de los charts de música latina, es el rapero y competidor de FMS Argentina Klan: “Argentina allá arriba”, y lo cierra con un emoji de corazón.
Al otro día, el Biza la soltó y, rápido, superó el millón de plays. Esta Session con Nicky Jam, en la que la estrella puertorriqueña se despacha con una cátedra de reggaetón, rap ¡en inglés!, flow y delivery sobre la base más bailable que el productor argentino haya hecho hasta el momento, en sus primeras 24 horas alcanzó casi 4 millones de reproducciones en Spotify y 18 millones en YouTube, convirtiéndose en el video más visto de la plataforma durante esa jornada a nivel global.
En 2020, Bizarrap fue el artista argentino más escuchado en todo el mundo en Spotify y en 2021 quedó por detrás de María Becerra. Sin embargo, no estamos acá en el Planetario solo por las asombrosas métricas que consigue Bizarrap con cada cosa que hace y sube a la web o sus redes, sea música o una selfie mostrando frente al espejo sus outfits con prendas de Off-White, Supreme o de la colección que el estadounidense Travis Scott sacó con la marca Jordan. Estamos acá también porque él no es un artista más dentro de este fructífero y expansivo presente para la música argentina, con varios sub-30 puliendo su arte para lanzar hits.
Es un productor y DJ de 22 años que empezó y sigue trabajando con el software FL Studio, y que en el último tiempo empezó a sumar sintetizadores como los Moog Voyager y Sub37 a su estudio personal. Cada vez que sale en cámara lo hace con una gorra negra que dice “BZRP” en letras doradas y unos anteojos que le cubren más allá de los ojos –”es el personaje”, define él– . Y quizás lo más sorprendente de estos dos años y medio que pasaron desde que lanzó la primera Music Session es que varios artistas que trabajaron con Bizarrap tuvieron gracias a él su primer gran hit o vivieron un despegue en sus carreras. Como si todo lo que toca se convirtiera en oro. Y ahora, llegó el momento de poner su nombre en otro lugar del mapa musical latino, pero sin olvidar uno de sus objetivos principales: que todo el mundo conozca el talento argentino.
Todo arrancó en la habitación de la casa en la que todavía vive, en Ramos Mejía. En 2012, entre muñecos de colección de El Señor de los Anillos, una camiseta marca Penalty de Vélez firmada por los jugadores del plantel que salió campeón en 2009 y el empapelado negro con líneas blancas que se ve en cada Music Session, Gonzalo Conde, su nombre de civil, probó por primera vez el programa conocido anteriormente como Fruity Loops. Era una versión demo que no le permitía guardar las cosas que armaba. Componía, lo escuchaba él solo y cuando apagaba la notebook eso se perdía.
Más tarde, el Biza llegó a tener la versión full del FL, pero su home studio todavía no era tal como lo conocemos. “No tenía ni escritorio. Producía con un almohadón en la cama. Ponía la compu arriba del almohadón y no tenía ni [teclado] midi: tocaba las notas con las teclas de la computadora”, dice sobre sus comienzos con una notebook Lenovo a la que le faltaban dos teclas y que lo acompañaba a todos lados. A la casa de amigos o de vacaciones; siempre la llevaba “por las dudas”. No le corrían algunos plugins, pero en dos años, mientras tomaba clases de piano, pudo explorar las funciones del programa, usándolo con auriculares o un parlante bluetooth JBL que tenía latencia. Lo hacía por hobby, asegura. Quería aprender y no pasaba un día sin usarlo: “A veces mis amigos salían a bailar y yo elegía quedarme aprendiendo más del FL Studio. Me quedaba hasta la madrugada. Me quedaba dormido con la computadora encima”.
El Biza empezó a producir porque quería hacer música electrónica. Eran los comienzos de la década pasada, cuando bajo la amplia y genérica etiqueta de EDM (Electronic Dance Music), la electrónica hacía el crossover con el pop, dándole al género una escala de estadios y megafestivales y un alcance que nunca había tenido. Antes de terminar la primaria, Gonzalo conoció a David Guetta, la figura más popular de ese momento, pero el flash fue cuando escuchó a Skrillex, el productor estadounidense con pasado post hardcore/emo que impuso el dubstep. Y se volvió fanático. “[El dubstep] No es un género que le agrade a todo el mundo y el chabón hizo que le guste a todo el mundo. Fue tremendo”, dice fascinado sobre un artista al que la primera vez que vino a la Argentina, en 2012, no pudo ver en vivo porque tocaba en Groove y la fecha era para mayores de 18 años. Luego saldó la deuda en el Lollapalooza 2015 y cuando vino con Jack Ü, el proyecto que tenía junto a Diplo, en la edición 2016 del festival.
Después de Skrillex, el productor australiano Flume se convirtió en su favorito –y lo es hasta hoy en día–. El dubstep ganaba cada vez más popularidad a mitad de la década pasada con hits llenos de líneas de bajo rabiosas y drops rebosantes creados, en su mayoría, por chicos desde sus habitaciones. Esa forma de trabajo marcó al Biza. Se puede notar la influencia que tuvo esa escena en él en las pocas veces que pudo tocar en vivo, con sus sets armados con el espíritu y los recursos de una sesión dance. O también en el final de la BZRP Music Session #39, con la rapera mexicana-estadounidense Snow Tha Product, que, cuando el bombo en negra empieza a tomar velocidad y la melodía del bajo suena cada vez más fuerte, te deja con ganas de que se terminen las restricciones por el Covid-19 y los boliches vuelvan a abrir.
A través de esa notebook Lenovo, Gonzalo también descubrió todo lo que estaba pasando con el rap y el freestyle en su país. Escuchando un tema de [el rapero catalán] Porta –”hoy es como un meme decir eso. Pero en ese momento la rompía, boludo. Todavía no conocía mucho de rap”, se ataja–, el algoritmo le sugirió un video de Frescolate en la primera Final Internacional de la Red Bull Batalla de los Gallos de 2005, en la que el freestyler argentino salió campeón. Empezó a googlear y poco tiempo antes había vuelto a realizarse la Final Nacional en Argentina. Era el regreso de la competencia de Red Bull después de tres años de parate. Biza lo cuenta acelerado, transmitiendo en su relato una porción del impacto y la emoción que sintió justo en ese momento cuando encontró eso en YouTube. “No lo podía creer. Dtoke, Tata, Dan Yelus, Papo, Sony… no sé… todos esos increíbles. Kódigo de jurado. Bueno, dije: ‘A ver, ¿qué es esto? ¿quién es Dtoke, que la rompe?’. Puse ‘Dtoke’ y tenía un millón de videos para ver. Miré todos y no podía creer lo que estaba viendo. Era un mundo nuevo que me volvía loco. Y era en Buenos Aires, mi ciudad, todo sucedía ahí. Vi todos los videos del Halabalusa. Se los empecé a mostrar a mis amigos y se empezaron a cebar”.
Todos, incluido él, en su grupo de amigos se pusieron a freestylear. Lo hacían en el recreo, a la salida del Centro Cultural Haedo –un colegio de la zona con orientación audiovisual– o en la hora libre que tenían para almorzar antes de la clase de Educación Física, se compraban sándwiches en un kiosco y se ponían a rapear. O iban a la casa de alguno. En esa época, aprendió a hacer beatbox. Pero nunca fue a competir, siempre miró todo desde afuera y no se involucró en lo que era entonces la escena freestyle local.
Hasta que un par de años después vio que El Quinto Escalón empezó a crecer cada vez más. “Video a video te dabas cuenta de que había 100 personas más, 200 más, 300 más, y en un momento como que se desvirtuó todo y creció tanto que dije: ‘Bueno, algo está pasando’”, cuenta Biza. Volvió a engancharse y esta vez sí fue al lugar de los hechos, en el Parque Rivadavia del barrio porteño de Caballito, donde la competencia pasó de ser el sueño de Alejo Acosta, que todavía no era Ysy A, y Matías Berner, más conocido como Muphasa, a ser la competencia de plaza más importante de la historia del freestyle de habla hispana, de la que salieron Duki, Paulo Londra y Lit Killah, entre otros. “Lo quería ir a ver ahí en persona”, dice y compara la experiencia con ir a la cancha. “Que la gente fuera a ver a un rapero y a alentarlo como si fuese un equipo de fútbol creo que hizo que fuera tan grande El Quinto Escalón. La gente de todos los países querían sentir el calor del Quinto Escalón, que había miles de personas gritando como en un partido cada vez que hay un gol. Si la rompías ahí, era tu oportunidad. Ya está… Chau… Sos conocido. No hay vuelta atrás”.
A él también le cambió la vida El Quinto: “Eso me volvió a enganchar bastante con el rap y fue la época en la que creé Bizarrap”.
Si ahora Gonzalo se refugia detrás de unos anteojos de sol y una gorra, en 2017 lo hizo detrás de un canal de humor en YouTube. Sus Combo Loco mezclaban lo que había aprendido de edición de video en el colegio con un poco de humor y las batallas de El Quinto sobre sus beats hechos con el FL Studio. Así se dio cuenta de que podía producir rap.
Antes de crear el canal, Gonzalo le mostró el primer video a su hermano seis años menor porque quería saber qué le parecía, si pensaba que daba para subirlo. Su hermano le dijo que no sabía, que eran “medio bizarros”. Eso a él le gustó. “Si era bizarro, iba a llamar la atención. Y se me ocurrió al toque, pum, ‘Bizarrap’”, dice. “No me di cuenta de que al final este nombre terminó siendo mi apodo. Ahora me dicen ‘El Biza’. Yo estaba armando un canal, no a una persona. Y hoy en día yo soy ‘Bizarrap’. Es muy raro”.
En menos de cinco años, la carrera de Bizarrap ya atravesó dos transiciones. Primero, pasó del canal de humor a ser un canal de música con los remixes que empezó a subir, como el de “No vendo trap” de Duki y “A fuego” de DrefQuila. No todos los artistas con pasado de youtuber o streamer sobreviven en su nueva faceta de artista, sin embargo, Biza capitalizó la popularidad que había conseguido con sus Combo Loco y aumentó su número de seguidores. La otra etapa, su pasaje de bedroom producer a ser el artista argentino masculino más escuchado, empezó a construirse con las Freestyle Sessions –la primera fue con Kódigo, lanzada en noviembre de 2018– y, especialmente, con las Music Sessions, que arrancaron con Bhavi en febrero de 2019.
En esos dos proyectos, conjugó la estética de los streamers con la idea de hacerlo desde su habitación y mostrar su espacio personal a todo el mundo, y la evolución permanente de sus habilidades como productor. Y también pudo despejar todas las dudas que él podía tener sobre lo que estaba haciendo bajo el nombre de Bizarrap.
Antes de arrancar con las Music Sessions, él tenía la idea “de hacer música”, pero nunca se había animado. “Pensaba que nadie iba a querer soltar un tema conmigo. Si lo podían hacer con videoclip, ¿por qué lo iban a soltar en mi canal? Cuando Bhavi me lo propone, yo le dije ‘¿por qué?’ tipo, para entender. Y él me dijo: ‘Tu plataforma está buena y, además, yo no sé freestylear’”, dice Biza, que hace una pausa y revela un poco cómo funciona su cabeza ante un desafío: “Siempre me tiré un poco abajo. Que no está mal tirarte un poco abajo, pensar el peor escenario posible y después sorprenderte”.
La música está presente en la vida de Bizarrap prácticamente desde que llegó a este mundo, con un padre y una madre que ponían Radiohead y PJ Harvey en casa, que le mostraron la música electrónica con Tiësto y Armin Van Büuren, y que cumplieron el pedido que el Gonzalo de 3 años hizo en su cartita para Papá Noel: un micrófono lleno de luces para cantar. La relación se mantiene hasta hoy de la misma manera: esté en la casa familiar de Ramos Mejía o en Estados Unidos o cualquier lugar del mundo, los une la música y su papá sigue recomendándole artistas.
Con las Music Sessions, Biza tuvo más cartas para elegir dentro del mazo. Tampoco se limitó a sus artistas favoritos o a los que tenía más acceso. A Paco Amoroso no lo conocía: lo escuchó en YouTube y lo convocó para hacer la Music Session #3. Y tuvo que esperar hasta las vacaciones de invierno de 2019 para que Nicki Nicole, que todavía cursaba la secundaria en Rosario, pudiera venir a Buenos Aires a grabar con él.
La forma de brillar de Bizarrap es que se luzca el artista que lo acompaña y, por la selección que hizo hasta acá, lo logró acercándose a los sonidos donde podía sacar lo mejor de cada uno de sus colaboradores en lugar de llevarlos a una fórmula que le sea cómoda a él. Una versatilidad que posiblemente venga del tipo de oyentes que le inculcaron sus padres. El ejemplo más claro de esto es la Music Session #38, en la que L-Gante deja varios momentos memorables sobre una base con la adrenalina de los megamix cumbieros que antes se conseguían en las mantas de la calle y ahora abundan en YouTube.
Con Nicky Jam, Biza preparó dos beats para mostrarle. Uno de reggaetón comercial y otro más inclinado para el rap, que fue el que finalmente quedó y al que se le sumó luego una parte reggaetonera “para hacer la diferencia”, dijo Nicky en una entrevista con el conductor puertorriqueño Molusco.
En esa nota, la única que dio junto a Biza hasta el momento, Nicky Jam contó que nunca había podido hacer el tipo de música que él quería por cómo había orientado su carrera. “Cuando me llama Juan Diego [Medina], mi manager, para hacer esta Session, yo dije: ‘Coño, esta es la plataforma perfecta para demostrar el talento que tengo y que la gente vea lo que yo puedo hacer’. Porque la verdad es que mucha gente no sabe que yo rapeo. Me ven como un reggaetonero comercial”, dice Nicky en la entrevista. “Y cuando me encontré con el Biza a trabajar, me enfoqué en dos minutos y medio poder hacer todo de acuerdo a la versatilidad que yo tengo… te rapeé, te canté melodía, te canté reggaetón, tiré barras; todo lo que no puedo hacer cuando estoy solo. Bizarrap me ayudó para eso”. Y después dice una frase que debe haber alimentado el autoestima del productor argentino: “Óyeme, yo soy un artista que tengo 41 millones de seguidores en Instagram, pero a mí me creció más mi plataforma desde Biza”.
En nuestra primera charla, cuando aún no sabía que había trabajando con Nicky Jam, aprovecho para preguntarle qué música está escuchando y me responde “mucho reggaetón, dancehall… algo de folclore”. Dice que lo escucha para relajarse, que puso una lista de Spotify y le funciona para eso. Se suelta un poco más y me cuenta que el otro día sacó una guitarra de un tema de Mercedes Sosa para probar en algo que estaba armando. “Pero lo cambiás tanto, lo comprimís, le ponés filtros, que ya suena totalmente diferente”, dice. Trato de recordar algunos tracks o remixes de música electrónica con voces de folclore. Le menciono uno de minimal techno, del chileno Luciano, que tenía la voz de Mercedes Sosa cantando “Antiguo dueño de las flechas” en Cantata sudamericana [1972] –esa que dice “Indio toba/ sombra errante de la selva”–, y después el remix de Chancha Vía Circuito de la versión de José Larralde del himno neuquino “Quimey Neuquén”, el que salió en el final de un episodio de Breaking Bad. Él lo busca en YouTube y cuando empieza a sonar se sobresalta. “¡Uh! Me encanta ese bombo”, me dice. “Me vuelve loco el bombo legüero. Lo quiero aplicar a mi producción. Está compuesto en 3/4. Yo siempre produzco en 4/4 y esto me abre más la cabeza para jugar con otras cosas”.
La primera vez que habla con Rolling Stone para esta nota, el 31 de mayo pasado, Biza está en Miami. Allá son las dos y media de la tarde y él se acaba de levantar en la casa con pileta de la zona norte de la ciudad en la que vive desde hace dos meses.
A la pileta se pudo meter una vez sola desde que llegó. Por la orientación, le da el sol hasta las 3. Pocas veces está despierto a esa hora y cuando sí lo está, quizás retoma el trabajo que quedó inconcluso de la noche anterior. “Capaz me cuelgo con la computadora haciendo un beat. Digo: ‘Ahora voy a la pileta’, me quedo dos horas y no me di cuenta. Obviamente me gustaría ir más a la pileta, pero me cuelgo laburando acá, qué sé yo”, dice.
Antes de empezar a trabajar con la música, Biza no conocía Estados Unidos. Está contento con lo que está aprendiendo en este viaje, que de alguna manera también es su primera experiencia viviendo solo, a 7.089 kilómetros de su casa en Ramos Mejía. “Tengo que volver. Extraño a mi familia y a mis amigos. Y laburar allá. Quiero laburar temas allá”, dice.
La agenda que manejó en Estados Unidos contuvo el bad trip de la nostalgia y también le generó una nueva forma de trabajo. “En Buenos Aires trabajaba canción por canción. Hacía la canción, la sacaba y me ponía con otra. Estar en Miami me hizo capaz de laburar todos los días o casi todos los días”, me dice desde allá. La cosecha de ese tiempo fue exitosa: a su regreso a la Argentina, hace el recuento y me dice que allá hizo, como mínimo, 50 beats y que volvió con 12 temas terminados, entre los que están los ya lanzados de la mexicana Snow Tha Product y los puertorriqueños Eladio Carrión y Nicky Jam. Del resto, no me dice nada. El efecto sorpresa de cada una de sus colaboraciones también es una de las razones de su éxito y no quiere que se filtre nada de nada. De hecho, es muy posible que cuando estés leyendo esta nota, ya haya más tracks en los que él trabajó acumulando millones de plays y revolucionando las redes.
Durante sus meses en Miami, en el día Biza recorría distintos estudios como Rebel 11 y The Hit Factory Criteria –fundado en los años 50 y donde grabaron desde Bob Marley y David Bowie hasta Soda Stereo en la época de Canción animal– para grabar voces con los artistas, ajustar detalles de algunas canciones, quizás empezar alguna nueva o simplemente a “hanguear” con colegas. Más tarde, a la noche, repetía el ritual de encerrarse en su habitación a grabar con el FL Studio y el mismo setup –el Korg Minilogue y el OP-1, entre otros equipos– que tiene en su cuarto de Ramos, recreando la atmósfera que lo acompaña desde que empezó a producir a los 14 años. Como si necesitara sentirse en casa antes de salir al mundo.
“En Miami la verdad es que pude conocer a un montón de gente, un montón de artistas que admiro mucho, y que la única posibilidad de trabajar con ellos era ir para acá más que esperar a que ellos puedan ir a Buenos Aires”, dice.
Con su estadía en Estados Unidos, Biza saltó un par de casilleros fuertes y su nombre ya empezó a rebotar en más lugares. Él reconoce que pasar tanto tiempo en tierras norteamericanas fue un acierto para esta etapa de su carrera. “Estar ahí es muy importante para mí. No todo es redes sociales”, dice. “Cuando la gente te ve en persona, es diferente la conexión. Si te llevás bien con alguien, capaz que eso puede cambiar un poco la forma que tiene de verte”.
Estar cara a cara con artistas como Nicky Jam fue la oportunidad de seguir alimentando su plan de que toda la región conozca qué es lo que sucede en Argentina con los talentos sub-30. “Mirá, yo le preguntaba a Nicky Jam qué conocía de Argentina y me respondió Nathy Peluso, Nicki Nicole, que la vieron en el tema con Myke Towers, y yo le nombré a gente que es de lo más conocida en nuestro país y como que me sorprendía que no sabía quiénes eran”, dice. “Yo creo que colaborar con esa gente también va a visibilizarnos más. Que, además de los feats que están sucediendo en Argentina, lo que está sucediendo con España y México, que ya estábamos mucho más conectados por las batallas de rap, Colombia, Puerto Rico y Estados Unidos también nos empiecen a conocer; no solo a mi música, la de todos los artistas argentinos”.
Parece que la música argentina tiene con toda esta generación la chance más concreta de pisar fuerte en el mercado latino. “Es obvio que estamos más cerca”, responde Biza y menciona de nuevo el track de Nicki Nicole con Myke Towers, que llegó a estar en el puesto 20 del top 200 global [y que semanas después Barack Obama incluyó en su playlist personal de Spotify], y la colaboración de María Becerra con J Balvin, que para cuando hablamos a finales de junio era el noveno tema más escuchado de todo el mundo en Spotify. “Antes pasó lo de ‘Loca’ con Khea, Duki y Cazzu [que popularizó aún más el remix con Bad Bunny] y lo de ‘Toda’ de Alex Rose, que está Cazzu. Pasó lo de ‘Adán y Eva’ de Paulo [Londra], pero me parece que no tiene que suceder una canción separada de las demás: tienen que ser muchas canciones de pibes y pibas de acá que suenen fuerte en todo el mundo”.
Un par de horas después de nuestra primera charla, en Miami hubo una cena que se hizo viral y que la levantaron todos los medios de comunicación: Nicki Nicole compartió en sus stories de Instagram el momento en que le cantaban el feliz cumpleaños al Biza con Duki, Lali y otras personas que estaban ahí en un restaurante. No era el cumpleaños de Gonzalo, pero la artista de Rosario hizo la broma para ver si ligaban parte de la comida gratis o al menos el postre.
Más allá del chiste, esas imágenes fueron otra muestra de la complicidad que se está cultivando en esta generación de artistas, sin importar el estilo musical que hagan o que Duki haya dicho hace tres años, cuando llegó a la tapa de Rolling Stone, que él no era como Lali, a la que, según él, los popes de su sello discográfico le decían qué hacer.
“Hay una cosa que nadie te enseña, que es a convivir con todo lo que hay alrededor de la música. Tenés que ir aprendiendo a los golpes”, responde Biza cuando le digo que noto que en poco tiempo los principales artistas de la escena rap y trap argentina empezaron a mostrar una madurez y que, para mí, él tenía mucho que ver en eso, que su aparición artística coincidió con esta evolución y con la unión.
Después de salir del secundario, por sugerencia de un orientador vocacional, Biza siguió enfocado en hacer crecer su plataforma al mismo tiempo que, como Gonzalo, sin la gorra y los anteojos de sol, empezó a estudiar Marketing en la UADE. El siguiente paso fue insertarse en el mundo laboral, con un primer trabajo en el que podía conjugar esas dos cosas: label manager en Warner Music, uno de los sellos fuertes de la industria junto a Sony Music y Universal.
Una de sus tareas era trabajar en el desarrollo de carrera de su amigo el rapero Lit Killah, y acercar más artistas emergentes del rap y el trap en un momento en el que los sellos se dieron cuenta de que había una escena que estaba generando dinero y mucho engagement con un público al que no estaban llegando. Y, sobre todo, que estaban perdiendo la posibilidad de sacar tajada de eso.
El primer acercamiento de las estructuras más tradicionales de la industria a esta camada de artistas fue algo torpe. “Hoy los sellos están un poco más abiertos a negociar. Lo que al principio les ofrecían a los pibes eran cosas... Lo veías y decías: ‘No, esto no tiene sentido. Lo que me estás ofreciendo no me alcanza’. Ahora, uno de los pibes que está pegado puede firmar un acuerdo más importante”, dice Bizarrap.
Conociendo el paño desde adentro, agrega: “Los sellos tienen un poder único, que aunque pienses que sos independiente, no sos independiente, porque cualquier plataforma de distribución, hoy en día, es de los sellos. Eso se sabe, ¿no? Tampoco estoy contando una intimidad. Por ejemplo, The Orchard es de Sony. Es como que no podés escapar de eso”.
En 2019, Biza acordó con Federico Lauría para que sea su manager. Sus tracks se distribuyen a través del sello de Lauría, Dale Play Records. “Pero a su vez, la distribución de ese sello no es totalmente independiente”, dice. “Ya no me interesa eso de ser independiente. Literalmente, podemos hacer lo que queremos sin que nadie nos diga nada”.
A caballo de ese discurso de “a mí nadie me dice lo que tengo que hacer”, consiguió que sus canciones estén liberadas en YouTube o Twitch, la plataforma de Amazon que desde el año pasado está en litigio con los sellos y las distribuidoras por la monetización que hace del contenido en el que suele haber música. Con este logro, los streamers y youtubers pueden hacer las videorreacciones a los tracks de Bizarrap sin el peligro de que se las bajen por infringir las leyes de copyright. Ahí está también uno de los pilares de su crecimiento: la oportunidad de que, además de los streamers de habla hispana más populares como el español Ibai Llanos o el argentino Coscu, el inglés Lewis Shawcross y el jamaiquino Boogie Tyme pusieran sus tracks en sus canales sin problemas generó un despegue global que, posiblemente, no haya estado en los planes del Biza desde el comienzo.
En sus redes también se vio que no todo fue trabajo durante los meses que estuvo en Miami. Fue un par de veces a las ediciones de la Fiesta Bresh que se realizaron allá, paseó con Tini y Louta por la ciudad y fue dos veces a ver a Campazzo jugar en la NBA –la primera fue a Orlando, la segunda a Tampa, de donde se trajo la camiseta número 7 de Denver Nuggets que usó en la Session #40 con Eladio Carrión–. Pero también estuvo mucho tiempo en su casa, donde siempre terminaban cayendo Duki, Lit Killah, Nicki Nicole, Louta o cualquiera de los artistas y productores argentinos que justo estaban allá. Dice que ese tiempo sirvió para empezar a conectar con algunos de ellos a los que no conocía y, con los que ya había trabajado, forjar una relación de amistad, porque cuando está en Buenos Aires generalmente se junta con sus amigos de toda la vida, los de Ramos Mejía. Y así se sentaron las bases para futuras colaboraciones. “No nos juntamos necesariamente a hacer música, pero, bueno, es inevitable, porque estás boludeando, sale una idea y después la traés al estudio”, dice.
Duki es uno de los que más estuvo “rancheando” en su casa de Miami. Hasta este momento, la única vez que trabajaron juntos fue en “Malbec”, el track que terminó en el último disco del trapero, Desde el fin del mundo, y aunque es uno de los artistas que durante más tiempo los fans pidieron para las Sessions del Biza, eso nunca se concretó. Pero la historia va a cambiar.
Una semana después de la producción de fotos en el Planetario de Buenos Aires, Biza aterriza en España. Es la primera vez en su vida que pisa Europa. El plan es similar al que con su equipo definieron para Estados Unidos: trabajar mucho, tender redes con artistas y productores españoles y celebrar con Nathy Peluso el éxito de su la Music Session #36. También estuvo de visita en La resistencia, el ciclo de entrevistas que el conductor español David Broncano hace desde 2018. La mejor parte de la nota, que se puede ver en YouTube, es cuando Biza se pone a hablar de música y de equipos con los dos músicos en vivo que tiene Broncano ahí en el Teatro Arlequín de Madrid.
Y, como pasó en Miami, en Madrid y Barcelona también tuvo la oportunidad de afianzar lazos de amistad con más colegas argentinos que justo estaban de gira por la península ibérica.
En Instagram se lo vio haciendo beatbox en una ronda de freestyle armada en una plaza con Trueno y Klan y varios freestylers más alrededor, yendo a ver el show de Duki en el palacio de Vistalegre y también cómo, sin proponérselo, consiguió su próximo hit, incluso sin haber creado ni el proyecto del tema en el FL Studio.
Desde el after de su fecha en Madrid, Duki subió una story con el Biza. Faltaban dos días para la final de la Copa América y el trapero estrella de su generación –el primero en tener una tapa de Rolling Stone–, mientras la fiesta continuaba detrás de ellos dos, dijo mirando a la cámara frontal de su teléfono: “Si Argentina gana la Copa América, hacemos la Music Session con el Biza. ¡Colta!”.
Dos días después, el 10 de julio pasado, Argentina derrotó a Brasil con gol de Ángel Di María y se coronó campeón de América por primera vez en 28 años. Entre los festejos en el vestuario de Maracaná, el futbolista Papu Gómez vio que el Biza había dejado un comentario en la transmisión en vivo del Kun Agüero y acotó: “Ahora hagan la Session con Duki”. Más tarde, Duki escribió en Twitter: “Soy un hombre de palabra, voy a hacer mi session con @bizarrap, sharau para la selección argentina, gracias por el regalo”.
Pero antes de que salga una de las Music Sessions más esperadas, mientras ajustamos los últimos detalles de estas páginas al filo del cierre de esta edición, vía audio de WhatsApp, Biza me cuenta que en pocos días va a lanzar un tema con Duki y Nicki Nicole. Es uno de los que grabó en Miami y se decidió a sacarlo como un especial por los 10 millones de suscriptores en YouTube. El track es “YaMeFui”, una reunión cumbre, que con una base que suena algo así como Diplo meets post reggaetón, Nicki y Duki lucen la impresionante evolución como intérpretes que ambos están logrando en tan pocos años de carrera.
“Me pone muy contento poder trabajar con Nicki, siempre, y con Duki, con el que no colaboré tanto como con Nicki, pero siempre está bueno que trabajemos juntos”, dice. “Hasta ahora los dos temas que hice con Duki los hice en Miami, por más que estemos mucho tiempo en Argentina, los dos veces que nos juntamos fue en Miami”. Cuando escucho el final de ese audio, recuerdo algo que me dijo desde Estados Unidos en la primera charla que tuvimos: “Acá me di cuenta de que con Duki nos juntamos y la podemos romper”.
La falta de recitales y festivales por culpa de la pandemia de Covid-19 profundizó una tendencia que se instaló en los últimos tiempos en la industria musical. Parece que ahora el único logro que hay para destacar de cualquier artista es la cantidad de reproducciones que tiene en YouTube, Spotify o cualquier otra plataforma.
Dentro de ese universo de millones de plays y términos como alcance e interacciones, el Biza sobresale con más recursos porque con el talento artístico ya está claro, desde hace varios años, que no alcanza.
Para empezar, encontró un formato muy all access, combinando un poco la idea de los Tiny Desk de NPR con muchos detalles del mundo de los streamers. Luego fue dándole forma con una estrategia clara, en la que sin apurarse fue convocando distintos artistas y esperando el momento justo para lanzarlos. Por ejemplo, la Session #31, con Zaramay, hubiera salido mucho antes si eso dependía del artista de San Martín, pero Biza logró mantener la ansiedad, y el resultado está a la vista: al cierre de esta edición, es la séptima Music Session con más plays en YouTube. Y la colaboración que logró con Nicky Jam también se puede medir más allá de los números, porque si había un momento para tener un reggaetón megabailable con un número 1 de la escena que le abra más el juego en el mercado latino y lo haga sonar en Miami –una de las ciudades donde el Covid-19 parece ser un mal recuerdo y las fiestas volvieron a pleno– era este.
Por eso, más allá de las próximas sessions que salgan, otras colaboraciones y otras tareas que va a realizar, como ser el productor ejecutivo del próximo disco de Nicki Nicole, su capacidad de reconocer el talento de otros artistas y hacerlos sobresalir lo proyecta hacia otros roles dentro de la industria. Él podría ser el A&R de un sello discográfico o, si quisiera, podría desplazar a cualquier pope y estar a cargo de un sello. Le encantaría, pero dice que no es el momento: “Con toda la experiencia, estando en otro lugar, me gustaría manejar un sello o armarme un sello propio, pero ahora sería contraproducente. No tiene sentido. Si apenas puedo manejar mi carrera, ¿les voy a manejar la carrera a otros artistas?”.
Si ese no fuera el camino que él decida tomar y sus métricas empezaran a diluirse con el paso del tiempo, el éxito de Bizarrap va a poder seguir midiéndose en cada productor musical que surja durante los próximos años con tracks hechos desde su casa.
Los chicos y chicas ahora no solo quieren cantar. Algunos sueñan con producir y lo tienen al Biza allá arriba, como si fuera un superhéroe que en lugar de capa lleva gorra y anteojos.
En el Planetario, luego de sacar las fotos, junto a él y a un par de las personas involucradas en la producción hablamos sobre cómo su fandom está compuesto por un montón de adolescentes que piensan qué hacer con su futuro y se debaten entre seguir una carrera universitaria tradicional u orientarse a la música, una duda que se le presentó a él mismo cuando estaba por terminar el secundario. Yo le digo que sería bárbaro si, más allá de las notas que pueda dar, compartiera directamente su experiencia personal con esos chicos y chicas que no saben cuál es el próximo paso que deben dar en sus vidas, y el Biza me responde: “Mi mamá siempre me dice: ‘¿Por qué no vas a los colegios a contar tu historia?’”.
Créditos y agradecimientos producción de fotos:
Estilismo: Bár Midley; Pelo y Make up: Sofia Lisa; Asistente de Estilismo: Murilo Augusto do Couto Brito; Asistente de fotografía: Pablo Mekler
Agradecimientos: : Planetario Galileo Galilei/Ministerio de Educación/GCBA;Javier Yacuzzi; CRUDE; BULLBENNY; IGNACIO MANSUR; WTTJ; Julia Ugarte.