La artista lanzó su disco solista Ubicación en tiempo real cuando comenzó la cuarentena en 2020. Recién en febrero de este año pudo subirse a un escenario
- 5 minutos de lectura'
“Fue como conocer a alguien, enamorarte, y que se vaya de viaje un año”. Barbi Recanati sacó su primer disco solista, Ubicación en tiempo real, el 20 de marzo de 2020 y recién lo pudo tocar frente a un público quieto, con barbijo y distanciado el 2 de febrero pasado en el anfiteatro del Parque Centenario. En el medio, la pandemia y el aislamiento detuvieron su actividad musical. “Desde los 17 años que empecé a tocar nunca estuve tanto tiempo sin hacerlo como ahora”, dice. Mientras pasaban los meses, el disco –que suena como un new wave lento y oscuro de los 80 mezclado con las guitarras de Sonic Youth y una pizca de riot grrrl– fue creciendo en escuchas, sintonizando con el ánimo de reclusión hogareña y ganando reconocimiento: fue nominado a Mejor Álbum Alternativo en los Premios Latin Grammy y quedó en el décimo puesto de los mejores discos de 2020 de Rolling Stone.
Durante casi un año esos temas estuvieron de viaje para ella. No hubo ensayos, no los tocó. De hecho, no hubo música ni compuso nada. La aparente quietud del mundo y de su vida musical le permitieron hacer otras cosas: escribió un libro, Mostras del rock, que salió en diciembre pasado por la editorial de Futurock; hizo Icupai, un programa diario en la FM Nacional Rock; empezó a trabajar en curaduría de proyectos; y continuó al mando de Goza Records, el sello feminista que durante la pandemia viró hacia la distribución digital. “Cuando abría Instagram un poco envidiaba la etapa de la masa madre o del yoga, porque trabajé diez horas por día el año pasado”, dice, y se ríe porque se sabe privilegiada. Sin embargo, el escenario la llamaba.
“Nos pasó algo que no esperábamos”, dice desde una casa en Tigre donde intenta descansar. Cuando cuenta de ese show en el Parque Centenario, organizado por el Festival Grl Pwr, habla de un reencuentro con un espacio que daba por natural: ser música es salir a tocar. Cuando no se puede vivir la experiencia de los shows, ¿qué pasa con esa identidad? “Nos dimos cuenta de que sin ese espacio no somos nosotros. Y no es solo tocar, son los nervios antes del show, cargar la camioneta, los ensayos, hacer la lista de temas, el camarín durante horas con la banda, donde de repente nos pusimos nerviosos, empezamos a transpirar, a hacernos caca, y aparecieron un montón de emociones, cosas en mi cabeza, en mi cuerpo y sentimientos que no tenía hacía un año”.
En una noche húmeda de calor, Barbi Recanati salió al escenario del anfiteatro con su banda completa: Lux Raptor en teclados, Marilina Bertoldi en bajo, y –los productores del disco– Juan Manuel Segovia en guitarra y Tomás Molina Lera en batería. La ansiedad de las 500 personas que agotaron las entradas gratuitas en 20 minutos se escuchaba en los gritos para Barbi. “Me dejo arengar”, reconoce cuatro días después del show. “Según cuánta energía sienta del público me agarra como una adrenalina donde doy lo máximo de mí. Mi yo en el escenario no se parece en nada a mi yo fuera de él. De hecho mi papá me decía que no le gustaba verme en vivo porque no me reconocía como la hija, no sabía quién era esa”.
Barbi tocó y cantó frente a Utopians desde la adolescencia pero dice que este es el primer disco suyo que le gusta escuchar, que sabía exactamente lo que quería. Las referencias las tenía claras, quería poder hacer algo menos punk, menos rápido, más ochentero, más new wave, con pasajes de instrumentación larga, poco radial, con grandes posibilidades de que no fuera exitoso. “No me importaba, después de todos estos años quería hacer un disco que me rompiera a mí la cabeza”.
Ella había planificado que el lanzamiento de Ubicación en tiempo real coincidiera con el día en que ella y su banda estuvieran volando desde México a Texas, para estar completamente desconectados de las expectativas del lanzamiento, porque creían que le iba a ir mal. “Después pasó la pandemia y la gente empezó a conectar con el disco”, dice. Durante ocho meses recibió sin parar videos de personas tocando sus canciones en sus casas, con la guitarra.
Sin saber cómo iba a terminar siendo 2020, Barbi recibió ofertas laborales que no rechazó, como Icupai, el programa diario en Nacional Rock que hizo con Tania Wedeltoft, Gillespi y Charo López. Hace días, Barbi comenzó una nueva temporada. “Lo que me copó de la radio es que todas las columnas que hago son sobre divulgación de la música, y aprendí un montón, encontré un espacio que era muy para mí”.
Pero no es la primera vez que tomaba ese rol de comunicadora en un medio. Cuando Barbi era parte de la banda Utopians, escribía una columna de opinión en la web Generación B, y en 2018 la radio digital Futurock le propuso hacer un podcast sobre las mujeres que la influenciaron en su camino por el rock. De ahí nació Mostras del rock, el podcast que en el último tirón de 2020 se convirtió en libro ilustrado, con la ayuda de la dibujanta colombiana Power Paola.
La radio, el libro y su propio sello devenido en distribuidora digital le salvaron el año. “Y no solo económicamente a mí y a mi familia, sino emocionalmente”, dice. Mientras su hijo de cuatro años corre alrededor suyo mientras se termina la entrevista, Barbi cuenta que está por entrar a grabar unas canciones, que no son suyas pero que tiene ganas de grabarlas, aunque no sabe si verán la luz, que es un ejercicio para recuperar el espacio creativo en el estudio. Antes de cortar repasa el año y dice: “Nunca trabajé tanto en mi vida, nunca estuve tanto tiempo sin tocar o componer música, y al mismo tiempo fui feliz”. Nada mal para lo que fue 2020.