Artistas independientes se aliaron en la campaña “Justice at Spotify” para reclamarle a la compañía detrás de Spotify cambios en su modelo de negocio
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Según los últimos informes oficiales, Spotify alcanzó los 155 millones de usuarios premium a nivel global, pero los artistas –sobre todo los independientes– reciben migajas de una torta que no para de crecer.
Al no poder tocar en vivo por las medidas de confinamiento impuestas en todo el mundo, los músicos perdieron su principal fuente de ingresos y así quedó aún más en evidencia lo poco que ganan con las reproducciones digitales. En medio de este contexto adverso, un grupo de artistas independientes creó el Sindicato de Músicos y Trabajadores de la Música (UMAW por sus siglas en inglés), una organización internacional con base en Estados Unidos que tiene como objetivo “luchar por una industria musical más justa”.
Como primera medida, impulsaron un reclamo formal dirigido directamente a la empresa de origen sueco: “Spotify es la plataforma más dominante en el mercado del streaming musical y su compañía sigue acumulando valor, pero los trabajadores de la música de todas partes ven poco más que centavos en compensación por su trabajo”, dice el comunicado de la campaña “Justice at Spotify” (Justicia en Spotify). “Los trabajadores de la música dependen más que nunca de los ingresos por streaming. Hacemos un llamado a Spotify para que ofrezca mayores pagos de regalías, transparencia en sus prácticas y que deje de luchar contra los artistas”.
La petición de la UMAW cuenta con más de 27.000 firmas de artistas independientes de todo el mundo. Uno de ellos es Ezra Furman, el músico de Chicago que, entre otras cosas, hizo la banda sonora original de la serie de Netflix Sex Education. En diálogo con Rolling Stone, Furman sostiene que “Spotify es injusto con los artistas” al igual que lo fueron “todas las plataformas corporativas que alguna vez albergaron música, como la radio o la mayoría de los sellos discográficos”.
Furman directamente cuestiona la existencia de los servicios de streaming. “La gente no paga casi nada por acceder a casi todo –señala Furman–. Es evidente que alguien está perdiendo dinero y probablemente seamos nosotros. Creo que Spotify podría cambiar su modelo para ayudar más a los artistas”.
Actualmente en Spotify un músico recibe 0,0038 centavos de dólar por cada reproducción de una de sus canciones (El director de 432 Hertzios, Nicolás Madoery, asegura que para los artistas argentinos ese monto es más bajo). La UMAW pide que el monto suba por lo menos a un centavo de dólar. “Si el modelo de Spotify no puede pagarles a los artistas de manera justa, no debería existir”, asegura la petición. Rolling Stone consultó a los representantes locales de la compañía sobre el reclamo de la UMAW, pero no se obtuvo respuesta.
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‘Los artistas independientes no estamos de ninguna manera incluidos en la discusión de cuánto vale una reproducción”, asegura Nicolás Gort, referente de MAR (Músicxs Argentinxs en Red), la agrupación de músicos independientes argentinos que tiene un proyecto ambicioso entre manos: la plataforma MUSICA.AR, una suerte de Spotify nacional hecho por artistas argentinos. “Hace falta un cambio en el paradigma del consumo. Hoy el acceso a la información es enorme pero está digitado, siempre mirando a la punta de los icebergs. Quienes concentran más atención son quienes más aparecen en todos lados. Así se invisibilizan un montón de estéticas, de formas de tocar, se invisibiliza el arte”, asegura Gort.
“El proyecto MUSICA.AR no es solamente una búsqueda de reivindicación gremial sino que además es un proyecto cultural que propone mover de lugar al oyente pasivo e ir hacia uno que esté inquieto. No lo planteamos como una competencia contra Spotify, es otra visión y otra manera de utilizar una nueva forma tecnológica de soporte”, agrega.
MUSICA.AR está en plena etapa de armado y tendiendo los primeros puentes de comunicación con el Ministerio de Cultura de la Nación. “Creemos que incluir al Estado en esto es crucial porque tiene que haber una política que le devuelva a la gente un patrimonio importantísimo –explica Gort–. Una política cultural sobre la música y los trabajadores de la música que hoy no existe. Si bien tenemos el INAMU (Instituto Nacional de la Música), creemos que hay un montón de cosas para revisar en nuestra actividad”.
Ramiro Abrevaya es otro de los músicos involucrados en este proyecto y desde su visión Spotify se transformó en un monopolio. “Es como una estación de radio de la época del blues. Tiene un poder tremendo sobre la industria y uno no tiene acceso. Es una decisión editorial y una negociación, en el mejor de los casos, con los sellos o con los artistas grandes. Para el resto es un azar. Es un lugar que define carreras musicales y es muy críptico”, sostiene.
MÚSICA.AR puede ser una buena salida de este laberinto, según Abrevaya. “Lo otro es libre mercado artístico: el que tiene más difusión genera más venta de entradas y reproducciones. Los casos de éxito de la independencia son contados, Los Redondos, La Renga... Hay otros salvavidas que no son menores, el INAMU, el BA Música, el mecenazgo, pero son como ese meme de las columnitas sosteniendo a un edificio a punto de derrumbarse. No veo a futuro una solución desde la industria”.
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Para la música argentina Cata Raybaud, la falta de información que tienen los artistas respecto de la distribución digital de sus canciones profundiza el problema. “Tenía preparado un taller de autogestión para artistas e iba a salir de gira con eso pero llegó la pandemia y el taller quedó en casa, al igual que yo. Decidí hacerlo de manera virtual y ahí confirmé las deficiencias que tenemos los artistas, la desinformación que hay en relación a la distribución digital”, explica Raybaud sobre su flamante proyecto IN: distribución digital integral, nacido con la intención de promover la autogestión en este nuevo escenario.
“En Spotify podés anunciar tus conciertos virtuales, poner tus redes sociales, sugerir un tema a las playlists para que lo escuchen los editores −dice Raybaud−. Con lo que tenemos al alcance hay que optimizar los recursos y también conocer nuestros derechos: cómo funcionan SADAIC, AADI, CAPIF, cómo se cobran las regalías en las plataformas digitales. Yo creo que el foco está puesto en Spotify pero YouTube paga menos que Spotify por reproducción. Hay artistas que no saben cuánto, cómo y por qué cobran lo que cobran”.
Con 40.000 a 50.000 escuchas por canción, se puede llegar a ganar entre 200 y 300 dólares cada seis meses, estima Raybaud. Grabar una canción, según su colega, el músico correntino Yacaré Manso, estima que cuesta entre 25.000 y 30.000 mil pesos. A precio amigo, claro.
Manso sostiene que el streaming cambió la manera de hacer y de consumir música: “Yo no sé realmente qué profundidad hay en la escucha de Spotify. Hay un descarte muy instalado y eso es triste. Estas plataformas están hechas para artistas taquilleros, nosotros que tenemos 20.000 reproducciones en cada track no significamos más que algunos de esos centavos que Spotify estuvo repartiendo en diferentes países por la pandemia”, asegura.
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El año pasado, Spotify creó el proyecto global Spotify COVID-19 Music Relief y en la Argentina se juntó con la Unión de Músicxs Independientes (UMI) para “brindar asistencia a artistas y fomentar la reconstrucción de la escena independiente una vez haya terminado la crisis”, según el comunicado oficial de la compañía.
El compromiso de Spotify era igualar cada dólar donado en el mundo hasta una contribución de 10 millones de dólares. En la primera etapa del programa en nuestro país hicieron una donación inicial de 100.000 dólares e igualaron cada peso recaudado en las donaciones a la UMI.
El presidente de la UMI, Juan Ignacio Vázquez, confirmó que la ayuda económica alcanzó a 600 músicos y músicas de todo el país. “Se realizó una inscripción durante aproximadamente 40 días. Se creó un comité con músicos de UMI, pero también de otras organizaciones de músicos independientes del país y también de músicos referentes que no están en organizaciones. Ahí se eligió los 600 casos prioritarios, teniendo en cuenta la situación económica que estaban atravesando”, explicó.
En cuanto al complejo escenario con las plataformas de streaming, la clave para Vázquez es llegar a un punto de equilibrio para que los ingresos en la música sean justos y transparentes. Un pacto entre distribuidoras digitales, plataformas, sellos, músicos y entidades de gestión colectiva. “Desde la UMI siempre se defendió conocer, saber, entender cada proceso de la producción musical para, el momento de tener que tomar una decisión, entender qué estamos cediendo”, asegura Vázquez: “En lo digital también se tienen que respetar todos los derechos intelectuales”.