Comenzó como un grupo de Facebook para compartir material y terminó siendo protagonista de exposiciones en el Centro Cultural Haroldo Conti, el museo español Reina Sofia y las plataformas virtuales del Tate Modern
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Cuenta la leyenda que Claudia Pía Baudracco iba siempre con una cámara en la cartera para completar un álbum familiar trunco. Tenía sus razones: de tanto caer detenida, del exilio permanente escapando de la policía, algo tan vital como guardar recuerdos le resultaba una odisea. Pía fue una de las fundadoras de la Asociación de Travestis Argentinas (ATA, que hace unos años sumó dos T para incluir transexuales y transgéneros) y gracias a su afán de acumuladora compulsiva existen cajas y cajas que atesoran la historia de una época.
En 2012 Pía murió y tomó la posta del proyecto otra de las pioneras de ATA, su amiga-hermana María Belén Correa. En ese comienzo el Archivo de la Memoria Trans fue un grupo de Facebook con fotos y relatos que pronto se convirtió en un gente que busca gente: entre los recuerdos de fiestas, carnavales y viajes muchas se conectaban con amigas que no sabían dónde ni cómo estaban. La noticia circuló y empezaron a sumar fotos de a cientos.
Había que hacer algo para preservarlo. “Como no teníamos un espacio que hablase de nuestra historia por fuera de la psiquiatría y el policial, tuvimos que inventarlo”, dice Belén. “Construimos el derecho a la memoria, a tener también momentos lindos, a irnos de los lugares comunes sobre nuestra comunidad y armar otra narrativa posible”.
Lo primero, cuando el grupo salió de lo virtual, y con todo el esfuerzo de la autogestión, fue dar forma a un catálogo. “Esta no está, a esta la mataron, esta murió”, eran frases que repetían tan seguido que su primera retrospectiva llevó ese nombre.
Era 2017 y las paredes del Centro Cultural Haroldo Conti, un lugar que vio el horror en la última dictadura, fueron resignificadas. Otras identidades, perseguidas tanto en esos años como en democracia, llenaron al espacio por varios meses. Fue su primer éxito. Al aporte de profesionales de la imagen como Cecilia Estalles y Cecilia Saurí sumaron talleres de archivo, escritura y técnicas de cuidado. Ahora casi todo el trabajo lo hacen las manos de siete archivistas trans y el AMT tiene 10.000 imágenes digitalizadas. También un libro, publicado hace pocos meses por editorial Chaco, que fue curado y narrado por ellas mismas.
La originalidad del Archivo es reconocida en Argentina y el mundo: expusieron en el Reina Sofía de Madrid, colmaron las redes del Tate de Londres y en Latinoamérica dejaron su semilla en varios países. Nan Goldin, la fotógrafa de la contracultura neoyorquina, está entre sus admiradoras más fieles.
La cuenta de Instagram del AMT se convirtió en una enciclopedia de las identidades disidentes y por estos días trabajan para presentar su archivo web, que incluirá fotos, postales, cartas y todo lo que aporte a reconstruir su historia robada. Un árbol genealógico donde no importan los lazos de sangre y la familia sí se elige. La leyenda continúa.