Durante el aislamiento, el líder de El Bordo desafió sus propios límites sonoros para concebir una obra conceptual pensada en formato vinilo e inspirada en la literatura beatnik
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Todo comenzó con una guitarra y un teléfono. A mediados del fatídico 2020, las restricciones por la pandemia del coronavirus estaban en su momento más estricto en la Argentina y el cantante y guitarrista Ale Kurz empezaba a sentirse perdido. “No sabía qué hacer con mi vida –confiesa el líder de El Bordo a Rolling Stone-. ¿De qué me ocupo? No tengo giras, no tengo ensayos, no sé cuándo termina esto, ¿qué hago?”. La salida de ese laberinto no podía ser otra que la música.
En aquel entonces, Ale estaba en una casa en Pilar con su pareja, Vicky, y se puso a jugar con la guitarra. En el teléfono tenía instalada la app GarageBand que permite grabar, producir y compartir piezas musicales de manera rápida y fácil. “Eso me ubicó en el mundo”, define Kurz, ya con el diario del lunes. “Cuando empezaron a salir las canciones tomé la decisión de ocuparme de eso. No sabía cuándo las iba a tocar, ni cómo, pero tenía la libertad de hacer una canción electrónica, de hacer folk con mandolinas, canciones acústicas, algo más pop, más canción, más balada, algo alternativo también, ¿por qué no?”, dice.
El resultado final de este proyecto libre es Brillando Azul, el primer disco solista de Ale Kurz: ocho canciones que acaban de editarse y conforman un álbum conceptual concebido originalmente como un disco de vinilo, con sus dos caras como espejo. Además, es la primera vez que el músico se atreve a salir de su registro clásico, el que le conocemos hace décadas, algo que se nota de entrada en el corte difusión, “El Comienzo”.
“Estilísticamente [’El Comienzo’] no se parece a nada de lo que hice, por eso me pareció que estaba bueno tomar ese riesgo y salir con algo que sorprenda a primera escucha. La letra es súper evocativa [Arriba el cielo, abajo el miedo/ Arriba el sol en el desierto/ Abajo todo lo que pienso/ Mi realidad es lo que siento]. Me gusta el rock cuando tiene un contenido, cuando tiene un viaje, cuando te lleva a algún lado”, explica Kurz.
Para hacer ese viaje en pleno encierro, Ale Kurz se sumergió en la literatura beatnik y reemplazó toda esa falta de millas con historias de rutas y aventureros por el mundo. Por costumbre u obsesión anota todo en un cuaderno: canciones, ideas, conceptos, versos. Del libro “Los vagabundos del Dharma”, de Jack Kerouac, se apuntó una frase: “Descubrí que mi vida era una brillante y vasta hoja en blanco y que podía hacer con ella cualquier cosa que yo deseara”. “Un poco sentí eso –dice el músico-. El lienzo estaba en blanco, podía ir para donde pinte”.
Otro lectura que lo acompañó en el proceso fue “La sombra de la montaña”, de Gregory David Roberts, que cuenta la historia de un mochilero australiano en la India. “Ese libro es la continuación de ‘Shantaram’ [n. del r.: así se llama una de las canciones del disco], es el nombre que le pusieron a este viajero y sería algo así como ‘ser de paz’, alguien que por más de que le pasan todas, sigue estoico y confiando. ‘El Comienzo’ también tiene que ver con eso, la raíz de todo tiene que ser un pensamiento bueno, y desde ese germen nace esta luz azul que es el origen”, detalla.
El azul que brilla en el título del disco apareció en uno de los peores momentos, cuando Ale Kurz se contagió de coronavirus y su cuadro se complicó. Estuvo internado una semana y sufrió neumonía bilateral. “Me asusté… Es muy feo, estás solo, y más allá de que te sentís mal, es triste la situación. Los médicos entran vestidos de astronautas, ni te tocan. Había uno que me chocaba el puño y para mí ya era un montón, un gesto humano”, cuenta el músico.
“Mientras tanto me la pasé escuchando música y viendo documentales. Vi uno de Joni Mitchell sobre su disco Blue y también había estado escuchando mucho Bocanada [de Gustavo Cerati, con la tapa de color azul], uno de mis discos de la pandemia. Si bien el azul no es un color que brilla, tampoco estamos viviendo en una época de fiesta. El brillo sale de la penumbra [n. del r: así se llama otra de las canciones], de la falta de luz, de ahí nace este diamante que ilumina el camino”, explica Kurz.
Las canciones ya estaban compuestas pero faltaba grabarlas. El test positivo y la posterior internación actuaron como bisagra: “Salgo de acá y grabo, me prometí… fue el empujón final”, asegura Kurz. Pero para poder hacerlo primero tenía que recuperar su registro vocal. Trabajó casi tres meses con la profesora de canto y ahora saca pecho: “No hay autotune en este disco, ninguna nota fue retocada digitalmente”.
El productor encargado de cristalizar todo fue Ale Vázquez, que ya se había entusiasmado con la idea inicial y con el sonido del nuevo proyecto, solo estaba esperando que el músico tome la decisión de sacarlo a la luz. “Debo reconocer que si no hubiese sido por la pandemia no me hubiese animado a editar un disco solista”, confiesa Kurz.
Sus compañeros de El Bordo también estuvieron de acuerdo desde un principio y por si hiciera falta, el líder se encarga de aclarar: “La banda sigue y hay proyectos muy interesantes para el 2022″. El final de este año, no obstante, lo dedicará a viajar por todo el país para presentar su flamante Brillando Azul en plan íntimo, con guitarras, voz y loopera.
Ale Kurz se define a sí mismo como un coleccionista de vinilos. Vive en el último piso de un edificio ubicado en el corazón del barrio porteño de Caballito. Aunque está alto, a veces para tapar el estruendo de las ambulancias que surcan la siempre frenética avenida Díaz Vélez, pone la música bien fuerte. A simple vista, por su forma imposible se destaca una copia de Artaud, de Pescado Rabioso. El living cuenta también con algunas guitarras, pedales, equipos y una computadora: todo lo que tiene que tener un home studio pandémico.
Mientras suenan las canciones todavía inéditas de Brillando Azul, insiste con la idea del vinilo y le brillan los ojos de solo imaginar cómo será tener en las manos su primer álbum solista en ese formato. “Lo concebí así, con dos caras. En cada lado hay una canción electrónica, una con mandolina, una acústica y una con batería. Lo pensé como un espejo, como cuando eras chico, dividías una hoja en dos, pintabas con tempera y en los dos lados se hacía la misma figura”, dice.
Kurz siente que es fundamental “seguir bancando la obra, hacer algo perdurable” en la era de las plataformas digitales. “Si bien convivimos con los algoritmos no voy a dejar que eso dicte la forma en que genero mi arte. El arte tiene que ver con la libertad, si voy a empezar a coartar esa libertad por los estándares que me pide la industria, está mal. Si el álbum fue concebido así, hay que defender ese concepto, entrar en esa profundidad. El arte que a mí me gusta tiene esa profundidad”.