La historia detrás de una de las obras más ambiciosas del rock nacional es el guion perfecto para una serie épica ambientada a principios de los setenta
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El lunes 15 de marzo de 1971, La Biblia de Vox Dei llegó a las disquerías porteñas. Casi nadie registró el lanzamiento del primer álbum doble producido por una banda de rock argentino. La incipiente escena juvenil todavía era un secreto a voces y lo realmente importante estaba ocurriendo en el centro del país: una pueblada sacudía la Ciudad de Córdoba con un paro general y una movilización masiva en contra de las últimas medidas del gobierno dictatorial a cargo del presidente de facto Roberto Marcelo Levingston. Tal fue el impacto de la protesta que se llevó puesto a Levingston y abrió el juego hacia una lenta salida democrática. Mientras tanto, cuatro pibes suburbanos esperaban las repercusiones de una obra monumental que se atrevía a musicalizar las sagradas escrituras en clave de rock.
Medio siglo después, La Biblia según Vox Dei sigue siendo un extraño y original objeto de art-rock. Una pieza única que nació al calor de una idea peregrina de Ricardo Soulé (voz, guitarra y violín). “La obra está enfocada desde el punto de vista humano, no desde un ángulo ortodoxamente religioso. Como cualquier hombre que se plantea investigar la incógnita de Dios”, le dijo Soulé a la revista Pelo en 1971. La creación colectiva con la activa intervención de Willy Quiroga (bajo y voz), Juan Carlos “Yody” Godoy (guitarra rítmica y voz) y Rubén Basoalto (batería) fue en zapadas interminables, en busca de esos climas cambiantes o las melodías adecuadas para ambientar una historia divina y sagrada para una amplia grey religiosa.
La historia detrás de La Biblia es un guion perfecto para una serie épica sobre la vida artística en tiempos de dictadura. Un modo de explicar cómo conviven la inocencia, el talento y la ambición de cuatro músicos de clase trabajadora que provocan una pequeña revolución desde el margen. El relato también incluye al productor Jorge Alvarez, padre de Mandioca, el sello que graba los primeros simples del grupo y su celebrado disco debut: Caliente (1970).
Antes de la edición del álbum doble, la jerarquía Eclesiástica posó su mirada sobre las letras y tras reunirse con la banda, monseñor Graselli –años después investigado por delitos de lesa humanidad– elogió el resultado. La primera tirada del disco venía con un volante escrito por Graselli: “No hay en ellos el más mínimo interés material. Los anima el anhelo de hacer brotar, especialmente en los espíritus jóvenes a través de la música, el deseo de conocer más y mejor el multisecular mensaje de la Biblia”.
En los legendarios estudios TNT se graba casi la totalidad del material, más de 150 horas invertidas, todo un lujo para la época. Ni los instrumentos ni los equipos de Vox Dei parecen estar a la altura. Oscar Moro de Los Gatos puso a disposición de Basoalto su batería Ludwig y los Almendra también colaboraron en mejorar el sonido con generosos préstamos de sus poderosos amplificadores Marshall.
Pero La Biblia quedó inconclusa. Luego de grabar los fragmentos para coro y orquesta, Godoy abandona Vox Dei. Ahí comienza un raid que incluye cambio de compañía por la quiebra de Mandioca. En un intento desesperado, Alvarez se roba las cintas y luego de una denuncia policial vuelven al sello Disc Jockey, que sin consultar manda a prensar los vinilos. Faltaban las voces de dos temas y detalles por pulir. La reedición de 2005 recupera parte de esas cintas originales.
Los 56 minutos que dura el disco doble no se parecen a nada conocido. El corazón de Vox Dei expone su probada eficacia hard-rock en “Génesis” y “Las guerras”, pero es la dulzura melódica de “Presente” –el hit de Caliente– la que vuelve y se adueña de “Profecías” y “Libros sapienciales”. La orquesta y el coro dirigido por Roberto Lar para la interpretación de “Cristo, nacimiento” suman elementos a la idea original de Soulé de crear un poema sinfónico. En la misma línea orquestal, “Cristo, muerte y resurrección” en la voz de Godoy alcanza la cima expansiva de la primera obra conceptual del rock argentino que aún espera una merecida reparación histórica