Se convirtieron, con un mensaje sustentable, en campañas de marketing de infinidad de marcas y también en un problema para el ambiente.
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Desde 2017 los supermercados, hipermercados y autoservicios, obligados por la resolución 341/16, dejaron de proveer bolsas de plástico a sus clientes en la Ciudad de Buenos Aires medida similar a la que ya se había tomado en algunas ciudades de la provincia (Tornquist fue la primera en 2012, luego lo hicieron Chascomús y Rauch, en 2015) y en decenas de países del mundo.
Con el cuidado del ambiente como bandera la medida fue bien recibida por vecinos y vecinas y se logró un cambio de hábito radical, demonizando las bolsas livianas de un solo uso y enalteciendo las reutilizables. Aceptadas en la sociedad con mucho entusiasmo estas bolsas de reuso son ofrecidas a mansalva en sus diversos tamaños, materiales y colores como una opción “ecofriendly” por sobre las de plástico. Infinidad de marcas, comercios e industrias las adoptaron como “packaging sustentable” y como insignia de su compromiso medioambiental, sin embargo no son tan amigables como creíamos.
No todo es lo que parece
No hicieron creer que con reemplazar un material por otro ya estábamos salvando al planeta y en realidad estamos haciendo lo mismo que antes al dejarlas que se acumulen en un cajón. Están por todos lados, de forma indiscriminada, y las aceptamos siempre; incluso compramos una más para la “colección” porque tiene una frase o diseño canchero; algunas se pierden vaya a saber uno dónde y cuando verdaderamente las necesitamos nos olvidamos de agarrarlas antes de salir de casa. Mantener este hábito de derroche no es buena idea.
Las de papel, las de polietileno de baja densidad, las no tejidas de polipropileno (friselina) y las de algodón deben ser reutilizadas al menos 3, 4, 11 y 131 veces respectivamente para asegurar que generan un menor impacto potencial sobre el calentamiento global que una bolsa convencional PEAD que no es reutilizada (se utiliza por única vez). Una bolsa de algodón orgánico debe usarse 20.000 veces para compensar su impacto general de producción, según un estudio de 2018 del Ministerio de Medio Ambiente y Alimentación de Dinamarca, lo que equivale al uso diario durante 54 años, solo para una bolsa…si es que aguanta.
“Se le dice eco-bolsa pero no es tan ecológica. Tengo miles y me hace sentir culpable tener un montón. Si puedo las rechazo o las devuelvo para que la puedan reutilizar. Hay muchas que son muy lindas, hay otras que tienen tamaños diferentes y son muy útiles. Uso siempre esas. Desde hace un par de años empiezan a llegar con invitaciones a eventos, con regalos y no necesitás tantas, un poco sobran. Esto sumado a que soy humana así que a veces me las olvido…poco, pero pasa y si cuando nos las olvidamos compramos otra no se resuelve ningún problema y se empieza a generar otro”, dijo Dafna Nudelman activista por el consumo responsable y especialista en sustentabilidad a Ohlalá.
Más conocida como @lalocadeltaper por su cuenta en Instagram –con más de 80 mil seguidores– reveló que hizo un clic cuando empezó a ver cómo “se acumulaban las bolsas reutilizables sin intención” e investigando comprendió que la huella ecológica por unidad de una bolsa de plástico descartable es mucho menor que la de una reutilizables “tomando en consideración todo el ciclo de vida de una bolsa que necesita la administración de recursos, la producción, el proceso del material, la manufactura”.
Es decir, si tenemos en cuenta con qué material están hechas, cómo se fabrica, cuánta energía y agua requiere su producción, cuánto pesa, cómo se transporta y quiénes participan del proceso llegamos a la conclusión de que las bolsas reutilizables tienen mayor impacto de potencial calentamiento global y de agotamiento de recursos no renovables que las bolsas plásticas convencionales.
La información es poder
Las tote bags están hechas principalmente de algodón, que aunque es una fibra menos dañina que el plástico, el agua que usa durante todo el proceso y la sobreproducción de bolsas es el gran defecto que tienen. Además el algodón requiere del uso de pesticidas si no se cultiva orgánicamente y ha secado los ríos por su huella hídrica.
Por su parte, “las bolsas reutilizables más económicas también son de plástico…y usan muchísimo más plástico que las descartables. Está bien, no son de un solo uso, pero sí tienen una vida útil corta porque se rompen o las ensucias o la perdés o te la olvidás y compras otra. Terminan siendo más merchandising y publicidad que otra cosa”, opinó Ana Thomas, co fundadora de “Ethical Bear”, una marca de ropa sustentable, junto a su esposo Marco Zazzini.
Ellos optaron como packaging, entregar las prendas en bolsa de papel madera biodegradable con certificado FSC (es una organización no gubernamental internacional creada con el objetivo de promover una gestión forestal ambientalmente responsable) y bolsas biodegradables y compostables para los envíos a domicilio. “Cualquier tipo de packaging que esté de más es innecesario y poco sustentable. Vas a comprar algo a cualquier lado y te encajan la bolsa de tela. Me ha pasado comprar algo online y que venga el paquete envuelto en plástico obviamente, porque la encomienda tiene que ser impermeable, y que adentro traiga dobladita la bolsa de tela...totalmente innecesaria. No es que el algodón sea mejor o peor que el plástico. El objetivo es ser minimalista además de sustentable por eso intentamos reducir al mínimo el consumo de cualquier tipo de material ya sea tela textil -cuya industria es la de mayor contaminación- o plástico”, continuó Thomas.
“En Ethical nuestras prendas son de algodón y todos los algodones que usamos son sustentables o de iniciativas donde mejoran la producción de algodón, o directamente son de algodón orgánico entonces entregar este producto en una bolsa de algodón que no se sabe cuán sustentable es ni de dónde proviene o si se hizo de manera ética sería muy poco serio”, reflexionó Ana en diálogo con Ohlalá.
Trabajo en conjunto entre consumidores y marca
Toda bolsa, todo packaging tiene huella de carbono por eso antes de pensar en si algo es reciclable o no es mejor reducir el consumo para evitar seguir acumulando cosas que no necesitamos. El consumidor puede preguntarse si realmente es necesaria tanta bolsa y rechazarla cuando se la ofrecen. El vendedor puede proponer darle una bolsa solo si el cliente lo pide.
- Que no se convierta en residuo. Si no pudimos rechazar la bolsa la vamos a reutilizar (sea del material que sea) para exprimir al máximo su utilidad y de esta forma valorar los recursos que se emplearon para crearlo. Aquí la comunicación desde la marca es fundamental para que el consumidor sepa lo que está recibiendo y cómo se procede después de su uso, es decir, la disposición del packaging una vez que termine su vida útil. Una bolsa biodegradable y compostable que no va al compost, no se convierte en tierra y termina siendo residuo aunque sea sustentable. Debemos ocuparnos de poner cada cosa en su lugar.
- Como consumidores no deberíamos olvidarnos de la bolsa nunca. Una buena idea es tener siempre a mano una bolsa plegable. En la cartera de la dama y en el bolsillo del caballero, en el auto o cerca de las llaves de casa. Hay que actuar con más consciencia.
- Recircular en comunidad. En GratiRED podes pedir u ofrecer cajas, bolsas, envoltorios, sobres, papel y cualquier otro elemento que te haya llegado en un envío y pueda ser reutilizado y aprovechado por alguien más por ejemplo como insumo para emprendedores.
Alternativas para elegir
Que las ofrezcan como bolsas ecológicas y reutilizables no significa que sean la mejor opción para el medio ambiente. Para saber por cuál bolsa conviene optar hay que analizar algunas variables entre ellas, la huella de carbono, si es de triple impacto porque tiene una pata social, si es compostable en casa o en compost industrial, etc.
- Considerando que el plástico ya existe en este mundo y que las bolsas convencionales de un solo uso al ser un producto derivado de la industria petroquímica seguirán existiendo una buena alternativa es en vez de empeñar recursos para confeccionar una bolsa reutilizable de algodón o friselina es apoyar a aquellos que fabrican tote bags a partir de materiales recuperados. Estos fabricantes toman como materia prima el plástico que ya estaba en circulación y le da un nuevo uso para evitar que termine en nuestros océanos y bosques. Hacer cosas nuevas siempre contamina más que usar algo que ya existe.
- 100% biodegradables y compostables. Se trata de bolsas fabricadas a base de almidón de maíz y aceites vegetales. “La degradan organismos y se convierten en humus”, explicaron desde Ciclo Verde Rosario, un e-commerce que provee al por mayor y menor este tipo de bolsas y packaging. En contacto con residuos orgánicos empieza a degradarse en alrededor de una semana y terminan su ciclo antes de los 180 días en casa y a los 120 en compost industrial. Presentan flexibilidad, resistencia e impermeabilidad similar a las bolsas de polipropileno aunque “son más caras” expresaron desde el emprendimiento. Este bioplástico es un derivado de fuentes renovables ya que “el maíz se puede plantar hasta dos veces al año mientras que los árboles tardan años en crecer”, concluyó María Silvina Sobrero comparando estas bolsas con las de papel.
- Bolsas de triple impacto. El plástico es lo más barato que hay en el mercado y para muchos la única opción accesible y si bien es un producto demonizado a veces el trasfondo social hace que sea mejor usar esas bolsas y no otras porque con ayudás a alguien. Influís directamente en la vida de una persona a través de tu compra. Por ejemplo La Usina es una asociación civil sin fines de lucro que vende bolsas de friselina para mejorar la vida de las personas con discapacidad. Esto significa que comprando uno de sus productos le das autonomía social y económica a una persona con discapacidad. En este caso está bueno comprarla no porque sea sustentable sino por el apoyo social que hay detrás y también es válido. Eso sí, después de su uso nada de arrojarla a la basura, usarla al menos una vez más o reciclarla.
“No hay soluciones fáciles a un problema complejo. El asunto es que nos acostumbramos a comprar y tirar. A la comodidad. A que las cosas sean fáciles, rápidas, que no impliquen ningún esfuerzo de nuestra parte ni llevar nada. Cómodo, instantáneo y sin poner nada más que plata. Un consumo desconectado con el origen de las cosas. Empezamos a fantasear y autoengañarnos con que las soluciones pueden ser simples, lineales, instantáneas y que solamente hay que reemplazar un material por otro”, concluyó Dafna Nudelman. El enemigo no es el material, el enemigo somos nosotros con nuestra mentalidad descartable. Tenemos que recibir educación ambiental como base y cambiar progresivamente nuestras costumbres.