No todas las esposas traicionadas de Hollywood quedan en el olvido. A veces se reinventan y encuentran su propio relato de triunfo
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La historia dorada de Hollywood está plagada de romances, traiciones y engaños cuasi cinematográficos y muchas primeras esposas abandonadas. Aunque también esposos. Elizabeth Taylor tiene varios de estos affairs en su haber, pero ninguno tan escandaloso y publicitado como su amorío-matrimonio-divorcio-segundo matrimonio-segundo divorcio con Richard Burton.
La relación que comenzó en 1962, cuando se cruzaron en el set de Cleopatra y acabó en 1976 luego de dos enlaces impetuosos, dejó un reguero de tinta esparcida por los tabloides, una fortuna en joyas y dos cónyuges en el camino. En el caso de Liz, un Eddie Fisher que ya había engañado a su mujer (Debbie Reynolds). Por el lado de Dick, Sybil Williams, actriz galesa que decidió retirarse para hacerse cargo del hogar y de sus dos hijas con Burton, a quien conoció durante la filmación de The Last Days of Dolwyn.
La esposa que, en vez de llorar, decidió reinventarse
Sybil tenía apenas 19 años cuando se casó con un joven Richard (de 23) que prometía convertirse en una gran estrella. Los deslices del actor no se hicieron esperar, pero Williams “los dejaba pasar” confiada de que, al final del día, siempre volvía a ella. Todo hasta que la diva de los ojos violetas, Elizabeth Taylor, se interpuso en sus planes.
La relación terminó en medio de un resonado escándalo y el divorcio llegó en 1963 bajo los alegatos de “abandono y trato cruel e inhumano”. Williams se llevó gran parte de la humillación, pero también la custodia de las hijas y una compensación económica por un millón de dólares.
Sybil volvió a los escenarios de manera esporádica y, en vez de sentarse a llorar sobre la leche derramada, se mudó a Nueva York para empezar una nueva vida. El objeto más preciado en su equipaje era la agenda con todos esos contactos que había acumulado a lo largo de su matrimonio con Burton, amigos famosos como Julie Andrews, Leonard Bernstein, Roddy McDowall y Stephen Sondheim que contribuyeron -cada uno con mil dólares- para la inauguración de “Arthur”, un modernísimo club nocturno de Manhattan.
El nuevo modelo de mujer
Todo un precursor de “Studio 54″, “Arthur” abrió sus puertas en 1965 (en el 154 de East 54th Street) donde solía estar otro popular establecimiento neoyorquino: El Morocco. Entre sus habitués se podía ver a Truman Capote, Wilt Chamberlain, Roger Daltrey, la princesa Margaret, Rudolph Nureyev, Lee Remick, Andy Warhol, Angela Lansbury y Tennessee Williams, aunque Sybil le daba la bienvenida a todo tipo de público, sobre todo jóvenes, con poco dinero en los bolsillos, pero con muchas ganas de revolucionar el presente sociocultural y musical, dando paso a la aparición de los DJ’s.
El emprendimiento duró apenas cinco años, pero fue en esa pista de baile donde Williams conoció a Jordan Christopher, su segundo marido, actor y líder de la banda The Wild Ones, once años menor que ella.
Tras agitar las noches de la Gran Manzana, Sybil volvió a su primer amor: el teatro. Ya había fundado el New Theatre -que cerró en 1974- y en 1991 se asoció con Emma Walton (la hija de Julie Andrews) y su esposo para darle forma al Bay Street Theater de Sag Harbor, un centro cultural sin fines de lucro “que se esfuerza por innovar, educar y entretener a una comunidad diversa a través de la práctica de las artes escénicas”.
Sybil Williams permaneció como directora artística del Bay Street Theater durante 22 años, hasta su muerte en 2013. Tenía 83 años, sobrevivió a sus dos maridos y dejó un legado más importante que ser la ‘esposa engañada’ de una celebrity de Hollywood.