Las que dijeron que no. Las que ni se gastaron. Las que intentaron pero no funcionó. Las que van viendo qué onda. Las que no se lo plantean. Las que sienten que no les queda otra. Las solteras somos muchas. Muchísimas. De hecho, somos cada vez más. Aunque el censo de 2010 quedó atrasado (¡y el de 2020, pospuesto!), por entonces ya éramos 5 millones y medio las que nunca nos habíamos casado. 3 millones teníamos entre 25 y 46 años. Las cosas no parecen haber cambiado tanto desde entonces: los números de casamientos bajaron a la mitad en tres décadas, tanto que, en Argentina, 2018 fue el año con menos casamientos del siglo. Junto con los cambios sociales, llegaron también algunos cambios semánticos. La palabra “soltera” ya no es lo que era. Para muchas, no se trata de un estado temporal mientras encontramos pareja sino de una forma de vivir.
¿Qué significa ser soltera hoy?
Una experiencia de clase social
Antes de comenzar a hablar de soltería, es cierto que hay que contemplar variables que lo cambian todo. No es lo mismo crecer en un pueblo del norte con el estigma de estar sola que haberte criado en plena capital leyendo sobre feminismo y con acceso a la posibilidad de independizarte. De acuerdo a cómo nos educaron y a los valores que nos inculcaron, tampoco son los mismos nuestros deseos. Nuestro análisis de la neosoltería está enfocado en aquel sector que cuenta con la información y el acceso a ciertos hábitos y consumos que le permiten hacerse eco y, por ende, representar algunas de las tendencias que se observan en los grandes polos urbanos alrededor del mundo.
Una mochila menos cargada
Las neosolteras no estamos “vistiendo santos”, claro que no. Existen compañeros y compañeras en nuestras vidas. La mayoría tenemos amantes, novies, chongues o “alguna historieta”. Tal vez la posibilidad de ir hacia más. Sucede que podemos tomarla o dejarla con considerable mayor liviandad que las generaciones que nos precedieron porque la soltería no nos asusta más. ¿Cómo habría de asustarnos ser mujeres y vivir solas en un país en el que el 61% de los hogares unipersonales son habitados por nosotras? Con semejante estadística, es plausible que la mayoría contemos con ejemplos de sobra de vidas plenas sin parejas convencionales o directamente sin parejas (seguro, mientras estás leyendo, podés pensar en algún referente). Gracias a esto, y a algunas vendas que se nos cayeron de los ojos, es probable que nos hayamos vuelto perfectamente capaces de entender que, para muchas mujeres, el antaño temido “terminar viviendo sola” fue más un alivio que un fracaso, más un premio inesperado que un sueño roto. Secretamente, no somos pocas las que sospechamos que, si los deseos inconfesables se pudieran medir, especialmente en cuarentena, las estadísticas demostrarían que unas cuantas de las que están en pareja, e incluso de las que formaron familia, desearían esa vuelta al hogar unipersonal.
Una promesa de aventura y evolución
El ideal de casarte con tu primer novio, formar una familia y mirar con compasión a las chicas que no tuvieron la misma suerte, hoy no solo es casi imposible, sino que ¡ni siquiera es atractivo! Representaciones sociales como las que masificaron productos culturales como Sex and the City, que hacían de la búsqueda del amor una comedia más que un drama y del desfile de hombres, una anécdota más que un fracaso, despertaron en nosotras la chispa del deseo de vidas más variadas. Soñamos con vivir múltiples historias, besar múltiples galanes e incluso experimentar diferentes modelos de relaciones. Aunque el dolor del desamor sigue existiendo –¡y vaya que existe!–, la opción de pensar las relaciones fallidas como experiencias enriquecedoras, y ya no exclusivamente como fracasos, es un recurso que antes simplemente no existía.
Un ejercicio de versatilidad emocional
Aunque en materia de liberación sexual muchos autores se plantearon una escisión absoluta entre el sexo y el amor como destino final del feminismo, nosotras establecimos una separación posible más gradual entre ambos mundos. Si antes el amor debía ser la antesala y la condición sine qua non del sexo, hoy no descartamos que el flechazo aparezca mientras saltamos de colchón en colchón, sin amargarnos tanto la existencia. Es la socióloga Eva Illouz la que analiza la verdadera razón por la que historias como 50 sombras de Grey tuvieron tanto éxito. La experimentación sexual como excusa para descubrir el amor, secretamente (y ya no tanto), nos fascina. Aunque sepamos muy bien que, en la vida real, rara vez nuestras aventuras terminan en un gran amor sino más bien lo contrario, sabemos también que estamos listas para afrontarlo.
La conquista de la autonomía sexual
A esta altura ya tenemos bastante experiencia como para dejar de idealizar la soltería. No, ser soltera no significa tener una lista de amantes interminable para elegir. Muchas veces, es más bien lo contrario. Sin embargo, la ausencia de un otro ideal ya no significa necesariamente frustración o estancamiento y esto se ve reflejado en la enorme demanda de charlas, libros y talleres sobre sexo que proponen tareas de autodescubrimiento sexual sin importar nuestro estado civil. Los juguetes sexuales son parte representativa de este fenómeno. Para que te des una idea, solo en 2019, en algunos países del Viejo Continente, el succionador de clítoris llegó a crecer en ventas un ¡1300%! Una cifra que dejó clarísimo que la masturbación femenina y la exploración individual ya no son tabú.
Una visión más prudente del amor
No es que no nos encante el amor. No es que le huyamos o no lo deseemos. Es que sabemos lo desgastante que puede ser encontrarlo. El mundo de las relaciones puede ser un espacio hermoso, de construcción y transformación personal, sí, pero también puede ser un campo de batallas en el que podemos poner en riesgo nuestra autoestima o que nos despierte el miedo a revolver heridas que quizá no tenemos resueltas. El amor es una de las emociones primarias, pero a la palabra hoy le tenemos más respeto y, gracias a la información que trajo el feminismo y a los análisis culturales que cuestionan el amor romántico, conocemos también los múltiples espejitos de colores que hemos confundido con tan noble emoción.
Una postura sexy
Tal vez no sea nuestra característica más atractiva, pero es real. Las nuevas solteras somos más proclives al autobombo, a alardear nuestro estado civil y, muchas veces, a representar el cliché de la soltera feliz. Sucede que, así como el universo de la noche y las fiestas suele asociarse a la soltería, en el ámbito virtual, según encuestas de Instagram, quienes más tiempo y energía invierten en explotar su propia imagen son los solteros en busca de aventuras. Es justamente este esfuerzo que hacemos para mostrar el modo sexy en que vivimos la soltería lo que termina por volver el estado ¡aun más sexy! En pocas palabras, sí, ser soltera hoy tiene mejor prensa que nunca.
Una buena perspectiva a largo plazo
La capacidad de armar redes y de unirnos a tribus que nos contengan y nos hagan sentir acompañadas es una característica de la nueva soltería. Si bien en Argentina esto no se traduce (aún) en hogares colectivos en los que compartamos vidas con amigos o compañeros sin lazos familiares, en las principales ciudades europeas esto es una realidad que demuestra la versatilidad con la que ese entramado llamado “familia” se puede configurar. Para Bella DePaulo, doctora en Sociología de Harvard dedicada al análisis contemporáneo de la soltería, esta realidad impacta de lleno en las dinámicas urbanas, al punto de que en muchos epicentros urbanos se volvió natural considerarla un estilo de vida permanente.
Un camino con un tramo complicado
Aunque la soltería ha mejorado su imagen y sus condiciones reales, según la psicóloga y sexóloga Viviana Wapñarsy, aún en la consulta se observa que el momento más desafiante para una soltera son sus últimos años de fertilidad. De acuerdo a nuestra experta, incluso para las mujeres que ya están decididas a no ser madres, la presión social puede volverse especialmente intensa y llevarlas a lamentar su estado más por miedo al arrepentimiento que por convicción. La opción de la fertilización asistida, lejos de tranquilizar, puede poner más presión, ya que implica una decisión económica extra. Las leyes de adopción actual tampoco acompañan. Esto podría marcar el calendario feminista a seguir: mejorar las condiciones femeninas para lograr más igualdad implicaría, además de mejorar la existencia material y las condiciones económicas, crear salidas creativas que, una vez más, rompan las reglas bajo las que venimos jugando. Es un hecho. La soltería cambió. Algunas solteras estamos felices. Otras estamos tristes. Igual que las casadas o las que viven en pareja. •
Compartir el tenedor
Por Julieta Galli (@julietite)
Es viernes a la noche, estoy aburrida, soy soltera y no tengo plan. Tengo 40 años y mi discurso es “re quiero estar con alguien”, pero la última vez que salí a cenar con alguien en plan cita, me vi medio trabada a la hora de compartir el tenedor en un plato de hummus. Y después me quedé pensando en ese gesto mínimo: ¿qué se pone en juego en la situación del tenedor? ¿Es miedo a perder algo o a por fin encontrarlo? A veces creo que lo segundo, claramente. Me doy ternura, me río, identifico viejos patrones que dejaron de serme funcionales y pongo un límite, “no va más, Julieta”.
Hace tiempo que me escucho pensar y comentar que el problema es que se supone que la pareja es un círculo y la gente se adapta a eso aun siendo infeliz, en lugar de que cada pareja pueda diseñarse a gusto y semejanza de su propia geometría. En definitiva, mi elección hoy está relacionada con de qué forma quiero estar acompañada y qué precios no estoy dispuesta a pagar. Hoy el tenedor vuelve como búmeran de este gran tema que no tengo resuelto, pura simbología, y recordando una frase de esa noche: “si querés compartir la vida con alguien, empezá por compartir el tenedor”. Así que me sirvo una copa de vino y me tiro en el sillón a celebrar al amor propio como base para todo lo demás. Hasta que llegue otro amor, soy mi buena, genial y amorosa compañía. Suena mi playlist “El Tenedor”, ideal para quienes están solas y preferirían estar acompañadas y para quienes están acompañadas y preferirían estar solas.
En números
- En Argentina, los solteros superan a los casados: 15,6 millones de solteros contra 14,5 millones de casados en todas sus variantes (separados, viudos, divorciados).
- 3 de cada 10 argentinos viven solos.
- Esta situación se da principalmente en la franja de gente de entre 30 y 49 años.
- El 61% de quienes viven solos son mujeres.
- 52% de los que usan Instagram en Argentina son solteros.
- Los solteros actualizan sus redes un 35% más que los casados.
- Según una encuesta de Blind Love App, el 20% de las mujeres usuarias de redes sociales de levante confiesan “tener reservas frente al romanticismo”.
Experta consultada: Viviana Wapñarsky. Psicóloga y sexóloga. lic.viviana@hotmail.com.