Comenzó como una forma de honrar lo que había aprendido de su abuela. Al poco tiempo se expandió e hizo crecer su marca.
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Cuando tuvo a su primer hijo, Verónica Dychter dejó el mundo corporativo como publicista y en la vida emprendedora encontró la libertad y equilibrio que necesitaba. Después de dos negocios que no la motivaban, arrancó Bechamel, un universo de textiles y objetos de cocina, sustentables y con mirada internacional. “Mi familia es un matriarcado. Los productos hacen honor a mi abuela y a lo que ella me enseñó. Quería empoderar lo cotidiano, traerle color y vida a esos elementos que usamos a diario. Todo sale de la cocina para ir a la mesa en familia”, relata.
Su mejor amiga había diseñado unos delantales y ese fue el puntapié inicial para desarrollar Bechamel. Con producción propia nacional, desde el principio Verónica tuvo en claro que quería un emprendimiento sustentable. “Yo también estoy aprendiendo. Trato de comunicarlo y de hacer productos que lleven a una vida de esta forma”, asegura. Además de trabajar en la certificación de sustentabilidad, la marca hoy está focalizada en la expansión: exportan a Suiza, Paraguay, Chile, Uruguay y Colombia.
¿Cómo lo hizo?
Empezó con dos delantales teñidos a mano y algunos accesorios, que siguen vigentes. “Mi tía me prestó su casa e hice las fotos ahí”, recuerda Verónica. Con una idea muy precisa de la imagen de marca que quería lograr, armó un equipo de fotógrafa y estilista, que la acompañan en cada producción hasta el día de hoy. “La gente había perdido la costumbre de usar delantales. Traje cosas del pasado como las puntillas, el broderie, con un diseño distinto para sentirnos lindas también cuando cocinamos”.
Con el tiempo, otras marcas comenzaron a realizar productos similares y Vero puso énfasis en redefinir su producto. “Nadie inventa nada, pero es fundamental ver en qué nos podemos diferenciar. Yo hago un esfuerzo enorme para destacar. Además del diseño, trato de que la calidad sea Premium, que va de la mano de ser sustentable. Cuando buscamos la mejor calidad, también logramos que la durabilidad del producto sea mejor. Con eso ahorramos agua, consumo de energía”, explica.
En el camino del crecimiento, tuvo que afrontar una crisis de éxito. Su producción era artesanal, hasta que un retail le propuso tener los productos en sus locales. Tuvo que correr para producir en un volumen que nunca había imaginado. “Estos pedidos me permitieron empezar a crecer financieramente. Pero el gran salto para profesionalizar la marca se dio cuando armé un equipo. Me permite pensar en otra escala”, señala Vero.
A pesar de que algunos procesos se industrializaron, ella sigue atenta a cada detalle: elige cuidadosamente las telas y los pigmentos que se utilizan para que las tinturas sean ecológicas. En el último año, lanzó una colección con la cocinera Sole Nardelli, que le habilitó la expansión a Europa. “A partir de ella se acercaron del gobierno para ofrecerme el sello país”, asegura.
Los consejos de Vero
- “Perseguí la búsqueda del disfrute. La mayoría de la gente se olvida y es lo que te va a ayudar en tu trabajo de todos los días en el emprendimiento.”
- “Observá otras marcas. No solo de lo que hace uno, sino de otras cosas. Conectate con otros emprendedores y preguntá: ¿con quién laburás esto y aquello? Ahí ves qué te gusta y podés encontrar proveedores. Y si te preguntan a vos, no seas egoísta con los contactos. Está bueno compartir”
- “Planificá. Armar una pequeña planificación siempre es útil, tener ciertos límites en los cuales moverse, distintas etapas y generar un orden en el empezar. Si no, todo junto como te va a abrumar.”
- “Pensá en la comunicación. Es muy frecuente pensar solo en el producto al principio. Pero es clave pensar qué estética e imagen visual le querés. La marca es un todo.”
En números
$50.000 fue la inversión inicial
$2.000.000 facturan por mes
400 prendas mensuales es la producción actual.
20 empleados trabajan en la empresa
$3.5 millones ganaron en mayo de 2020 con ventas mayoristas
49.000 seguidores tienen en Instagram