Queda en Villa Crespo. Es una antigua casa con patio y cocina a la vista que invita a los curiosos a conocerla.
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Al 631 de la calle Remedios de Escalada, último rincón de Villa Crespo antes de entrar en la Paternal en la ciudad de Buenos Aires, hay una casa antigua que los vecinos conocen. Alguno cuenta que de chico jugó en ese mismo patio que hoy tiene mesas y algunas banquetas altas. Otro dice que la calle antes se llamaba Deseado, cuando Villa Crespo todavía no existía. Cada persona que pasa por esta casa tiene una historia que contar. La casa los reúne. Ellos se quedan. La casa los espera. Y ellos vuelven.
¿Cómo comenzó?
Cuando se le pregunta a Anahí, Maitena (Maite) y Verónica de quién fue la idea, Anahí aclara que en realidad fue de las tres: “Al principio habíamos pensado armar una librería a puertas cerradas con Vero. También había ganas de hacer un proyecto gastronómico con Maite. En junio del 2020 se conocieron ellas que no se conocían, y bueno, empezamos a pensar Casa Tinta”. No es la primera vez que Anahí da vida a un proyecto puertas adentro: por un tiempo hizo funcionar un restaurante en su casa, por Capilla del Señor, pero como era donde también pasaba sus fines de semana, en un punto se dio cuenta que necesitaba otro lugar. Y además, ya estaban Maite y Vero, y la idea de Casa Tinta.
“No sé si Casa Tinta es hoy lo que nos imaginamos en su momento”, agrega Maite, “hay cosas que se fueron materializando y nos fue condicionando el contexto, aunque no sé si hoy diría que nos condicionó el contexto, no sé, capaz es una pregunta para un vino”. La idea de Maite refleja con espontánea exactitud lo que viene sucediendo en la casa desde que se inauguró en febrero de este año: la charla amena, derivada en diálogo profundo (o no), compartida con un buen vino o algo rico para comer. Todo el que viene a Casa Tinta algo termina compartiendo.
Con historia
La casa fue construida en 1936, y estuvo a punto de ser demolida. La enredadera que hoy cubre la pared del patio donde se puede tomar café y comer cosas ricas, cuando las chicas llegaron, cubría todo el suelo y remontaba sus tallos del otro lado. Todavía hoy pueden verse las huellas de las hojas sobre las puertas de madera del salón.
Las mismas manos que preparan peras a la plancha con relleno de queso azul, tostadas francesas y tablas de quesos con dulces de la casa, rasquetearon las puertas que hoy se abren de nuevo para quienes estén en Buenos Aires y quieran descubrir un rincón especial durante estas vacaciones de invierno.
Una casa para compartir
Anahí, Maite y Vero saben lo que les gusta: cocinar y agasajar a sus amigos, leer y escuchar buena música. Piensan que si pudieran construir un espacio donde reunir todo lo que les guste hacer y las hace sentir bien, eso la gente lo percibiría.
“Te cocinamos lo que te cocinaríamos a vos o a amigos que vienen a nuestra casa”, expresa con claridad Maite como para hacerme entender el peso, la forma y el sabor de la semilla que las tres plantaron. “Por eso también la idea de incluir la palabra ‘casa’ en el nombre de la marca”.
A las tres se las escucha felices, pero cansadas. ¿Por qué entonces no haber hecho simplemente un espacio para los amigos, sin venta al público? La respuesta: hacer redes en el mundo real, fomentar el sentido de comunidad, acercar almas con sensibilidades afines. Encontrar nuevos amigos con los que charlar de lo que nos gusta. Ese es el concepto de Casa Tinta. Hacer que todo el que llegue se sienta como en casa.
"No se sabe si está permitido entrar, o si se estará invadiendo con descaro una propiedad privada."
Ni patio, ni café, ni librería: todo a la vez
Pasar por la puerta de la calle Remedios de Escalada al 631 genera en principio mucha curiosidad. Porque se ven libros desde una ventana, y de la otra botellas de vino y conservas. Porque hay un pasillo que conecta la calle con un patio al aire libre donde hay algunos sillones colgando, y gente tomando café. Porque por un instante, no se sabe si está permitido entrar, o si se estará invadiendo con descaro una propiedad privada. Sin embargo, todo indica que hay que animarse. Esto que sucede, sus dueñas lo saben, y es algo que les encanta.
Aunque se lo cuestionan, prefieren que el primer encuentro con la casa siga provocando la intriga en los distraídos pasantes. Y conservar ese momento de intimidad que solo se logra cuando el otro se anima y se acerca.
“Lo masivo no es algo que nos interese a ninguna de las tres”, aclara Anahí, y aunque tienen en claro que quieren conservar el ambiente íntimo y el trato personalizado, es cierto que últimamente Casa Tinta siempre está lleno. Podría decirse que es producto de las redes sociales: @casa.tinta en estos 5 meses ya cosechó 10 mil seguidores en Instagram, solo tomando reservas por mensaje directo.
Casa Tinta no es ni un patio, ni un café, ni una librería. Es una casa que tres amigas pusieron en marcha -buscaron, restauraron, y hoy atienden- donde se puede ir a ver una librería con no miles, sino bastantes libros cuidadosamente seleccionado por Vero con la ayuda de Anahí, que pueden comprarse, pero también simplemente leerse por un rato en el patio y en el sillón de la librería.
Almacén y huerta
Todo el que ingresa a la casa también puede visitar el salón cerrado donde suena el piano y al lado se encuentra la sala de grabación, y pasar por el almacén de vinos, conservas, sales y otros ingredientes usados por los amantes de la comida hecha con sabor. Puede pasear por el patio y ver la huerta de donde Maite, Anahí y los otros que las ayudan a cocinar en la inmensa pecera que se aprecia al fondo, toman los ingredientes para crear la identidad gastronómica de Casa Tinta.
“El miércoles estamos renovando los plantines, estamos un poco tarde con la cosecha de invierno, pero ahí vamos”, dice Maite, y se sorprende de lo crecida que está la huerta con la llegada de las vacaciones de invierno. Hoy la huerta adquirió el título de matorral: al menos dos niños pequeños podrían jugar a las escondidas entre plantas aromáticas y lechugas. “Creemos que fue también la buena energía de todas, porque todo salió re bien, porque, porque al principio, no es fácil plantar y que crezca”, agrega Vero.
“No hay nada de la estructura de la casa que te indique que es otra cosa diferente a una casa”, asegura Vero para explicar por qué todos los ambientes fueron mantenidos, a excepción de la cocina que fue restaurada y ampliada porque la original estaba muy abandonada cuando la encontraron. Hoy es una hermosa caja de cristal, toda ventana, desde donde se aprecia con claridad el amor y el disfrute con el que se cocina cada cosa.
“Yo nunca medí eso, pero la gente me dice: me encanta la cocina abierta. No lo había pensado. A mí me gustaba la idea de la luz, la idea de ver qué pasa afuera”, reflexiona Maite sobre esto que, en épocas de refacción, nunca se lo había planteado. En definitiva, todo en esta casa gira alrededor de lo mismo: habitar espacios donde sentirse cómoda y feliz haciendo lo que a una le gusta.
"No hay nada de la estructura de la casa que te indique que es otra cosa diferente a una casa"
Recuerdo de familia
Es increíble enterarse de que la vajilla que se utiliza para servir la sopa de calabaza y pera, o el croque monsieur y el cheescake de dulce de leche con salsa Toffee, así como las tazas vintage estilo campamento, son todas reliquias familiares. Los platos, por ejemplo, con sus flores finas dibujadas, son de la mamá de Maite, de la suegra española de Anahí, y también se usan algunos en los que comía Vero cuando iba a la casa de su abuela. “Hay mucho de nuestra historia puesto ahí”, concluye.
“La mayoría de las personas que van a la casa son mujeres”, dice Anahí, y piensa que quizás es porque son también mujeres las que están detrás del proyecto (aunque tienen muchas otras manos, masculinas en algunos casos, como Javier el novio de Anahí que también cocina). Una conclusión lógica se desprende de lo que cuenta: para entender el encanto de Casa Tinta hay que conocer un poco más a estas chicas.
*Se pueden hacer reservas por mensaje directo en el Instagram de Casa Tinta (@casa.tinta). El menú de Casa Tinta también incluye opciones para veganos, vegetarianos y celíacos.