Si el doblete de los dos trabajando en casa por momentos se vuelve un desafío cuesta arriba, es hora de poner en marcha algunos recursos.
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Mientras escribo esta nota, estoy encerrada en el dormitorio, escuchando a mi marido en una llamada interminable en la mesa del comedor (que, últimamente, más que mesa, es su escritorio) y la música de los dibujitos animados en el living. Además, tengo la oreja parada porque en cualquier momento se despierta mi hijo menor de la siesta y le toca teta. Ah, ¿estás igual que yo? Ser dos en casa haciendo home office no es fácil, y ni hablar si también hay chicos a full con Zoom y clases. Bienvenida al estrés total.
El rol mata deseo
Sin esperarlo, la pandemia te trajo un regalito que quizás hubieras preferido dejar envuelto: la verdad de la milanesa sobre cómo es tu pareja en el trabajo. Quizá no sea tan jefe como vos creías, quizá come chicle fuerte mientras manda mails, quizá les grita a sus compañeros en la pantalla como si estuviera viendo un partido de fútbol. Y aunque sea un CEO tremendo, amoroso y más, probablemente verlo trabajar todo el día te quite un poco de la atracción que sentís por él. Es que el deseo, muchas veces, se activa porque hay algo que está tapado, que no vemos, y que nos invita a fantasear. Si vemos algo (o a alguien) tooodo el tiempo, nos empezamos a aburrir, y si descubrimos algo que no nos gusta nada, es posible que pueda generar cierto rechazo.
¿Te pasa? Pero atenti: puede que también esto mismo le esté pasando a tu pareja con vos. Protéjanse mutuamente de no ser testigos de situaciones que no les competen, organizándose para no estar en la misma habitación cuando tienen reuniones o conversaciones difíciles o fuertes, por ejemplo.
Otra clave: no vale traer lo que pispeás de su mundo laboral a tu vida de pareja. No sería justo decirle: “¿Ves?, así tratás a Fulanito/a en el trabajo”. ¿Por qué? No es tu rol juzgar cómo se desempeña laboralmente, cuando, realmente, solo te importa cómo es como compañero, amigo, persona o padre. Porque corrés el riesgo de que se te escape un comentario que no suma, sino que más bien puede restar o ser “matadeseo”.
Un poquito de aire (aunque sea con barbijo)
La verdad es que estar tanto tiempo sin salir de casa no es un buen plan para nadie. Menos si tenés que convivir con un ser que habla por teléfono, hace maratón de reuniones en voz alta o tipea fuerte mientras tratás de concentrarte en tu laburo. ¿Además está en calzones y pantuflas todo el día y deja platos por todos lados? ¿También se altera por temas laborales y necesita charlarlas con vos a las dos de la tarde mientras tratás de hacer tus cosas? O quizá te ve en silencio frente a la computadora, asume que estás paveando en Instagram y te pregunta cosas: dónde están las hojas de la impresora, si compraste galletitas de chocolate o qué tienen que llevar los chicos en la mochila. Primero, respirá, salí a dar una vuelta y tomate un merecido café con una amiga. Te damos tres consejos para que intentes no volver a saturarte:
- Chau, me voy a la ofi (a 5 pasos de la tuya). Para nuestra mente son clave los “marcadores de contexto”. Es decir, situaciones o espacios que nos ayudan a determinar que “acá se hace esto”. La cuarentena y la convivencia 24/7 llevaron a que algunos marcadores de contexto se desdibujen, lo que nos genera estrés y agotamiento emocional. Entonces, es importante poder establecer marcadores nuevos: por ejemplo, que cada uno pueda armarse un espacio de trabajo distinto, preferentemente en habitaciones separadas.
¿Tienen chicos en casa? Otra clave es coordinar entre ustedes para estar disponibles para ellos por turnos, aunque ambos estén trabajando. Eso es, que solo uno trabaje con la puerta cerrada a la vez, mientras que el otro está con la oreja parada. También puede ayudar armarse una “agenda” para trabajar fuera de casa. Puede ser un bar, la casa de algún familiar, un coworking o donde les resulte. La idea es que, en los días y horarios pautados entre los dos, cada uno pueda desenchufarse por completo del hogar para dedicar el 100% de su atención al trabajo, confiando en que el otro tiene todo bajo control.
- Decidan antes, y no minuto a minuto. ¿Quién prepara el almuerzo? ¿Quién busca a los chicos del colegio o los conecta al Zoom de inglés? ¿Quién hace las compras? Tener estas cosas pautadas de antemano nos ahorra cabeza y discusiones, y mejora la convivencia. Como ahora están los dos, lo ideal es proponerse repartirse mejor la carga mental –mayoritaria e históricamente femenina– de llevar adelante la casa y la familia. O sea, lo que antes se daba por conveniencia, proximidad o simplemente costumbre puede desarmarse y volverse a armar como nos quede más cómodo.
- Extrañarse sirve. En tu día pasan cosas que querés o necesitás contarle al otro, pero el hecho de que esté ahí cerquita no significa que lo tengas que hacer apenas suceden. Si pagaste el alquiler, si tu jefe te contestó mal o si leíste algo que te pareció copado, guardalo para el momento en que puedan charlar tranquilos. Mejor tener una buena conversación al final del día que mil mensajitos o interrupciones a lo largo de la jornada.
Vida real
Para la producción de foto de esta nota, nos metimos en la casa de una pareja real. Ellos son Male Eirin y José Romero, con sus tres hijos: Nino (7), Toribio (5) y Benito, de apenas 4 meses. Ella trabaja como estilista y en su emprendimiento @diariodebienestar, y él como productor publicitario, y combinan sus jornadas de trabajo con los chicos, la casa y las clases. “Hay muchos cambios positivos en este nuevo paradigma. Pudimos optimizar tiempos y recursos. Y aprendimos a delimitar mejor los espacios de cada uno para que la organización fluya. Los chicos tienen un cuarto para sus clases virtuales y nosotros, una habitación para lograr silencio en las meets importantes. La clave es planificar horarios, así cada uno puede atajar a los niños”.
¿Qué es la carga mental?
Más allá de quién prepare el almuerzo hoy, alguien decidió qué van a comer y se ocupó de que los ingredientes estén en la heladera. Esa misma persona seguro sabe cuando se están por quedar sin papel higiénico y hará la compra, y suele coordinar la llevada y traída de los chicos al cole. Lo cierto es esto: la planificación y toma de decisiones relacionadas con el hogar y la familia siguen siendo una tarea mayoritariamente femenina en la mayoría de los hogares. Esta carga no visible puede sumar estrés y ansiedad y hasta ser la base de muchos conflictos de pareja. Por eso, llevarla a la luz hace que podamos elegir cómo dividir y repartir mejor esas responsabilidades entre los adultos del hogar.
Expertas consultadas: Manuela Dávalos Escudero. Psicóloga. manueladavalos@gmail.com. Mercedes Suárez. Psicóloga y sexóloga. @mechisuarezpsi. Clarisa Chiachiarelli. Psicóloga. @clisexok.