La multireconocida cocinera, una de las principales impulsoras de la Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos, habla de la importancia de la regulación estatal en el área y de la necesidad urgente de un cambio en la industria
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Fiel a su estilo directo y comprometida con la causa, la famosa cocinera se convirtió en una de las principales impulsoras de la Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos, que ya tiene media sanción en la Cámara de Senadores y hoy se debate en Diputados. En esta nota, explica qué hay detrás de las etiquetas tal cual las conocemos ahora, qué debería cambiar, la necesidad urgente de la intervención estatal y, por supuesto, de la responsabilidad que tenemos como consumidores cada vez que ponemos comida en un plato.
¿Cuál es la relevancia de la Ley de Etiquetado?
Lo más importante de la ley es todo lo que lleva a la etiqueta y no solo los ingredientes ocultos: qué se puede publicitar para niños, a qué podrías ponerle un osito. La lista de ingredientes es una parte, pero el tema es que sea más claro, y sacarle lo interpretativo, un área en la que la industria gasta fortunas. No pueden decir que un producto tiene naranja, porque no la tiene. Entonces buscan maneras de insinuártelo, y que vos creas que tiene naranja. ¿Puedo poner una foto de una naranja? No. ¿Puedo poner un dibujito de un oso vestido de naranja? Sí, pueden. Si se aprueba la ley, todo eso no lo podrían hacer.
¿Qué ángulos de la ley te interesaría resaltar?
Todo lo que implica la comunicación es muy fuerte, por ejemplo, no se podría poner más un dibujito en el paquete, no lo podés marketinear para niños, ya eso genera un cambio enorme. Si querés comprar un cereal que sea un cereal, no un cereal para bebés, si yo le pongo un osito gigante con ojitos cute como si fuera el oso de Baby Tv, claramente interpreto que es para mi hijo más chico, y si además tiene un chorro de un líquido interpreto que es miel, y si todo el piso es de nueces voy a interpretar que tiene miel y nueces. Pero cuando mirás la etiqueta, ves que los ingredientes principales son azúcar y harina.
¿Cuál crees que es el aspecto más preocupante respecto a los ultraprocesados?
El hecho de encubrirle al paladar lo que verdaderamente está comiendo. Le ponen un ingrediente para que dure más, otro para realzar el sabor, y así van equilibrando. Prueban y dicen “este te deja un sabor metálico, entonces habría que ponerle algo que le saque ese sabor, entonces le ponemos jarabe de maíz de alta fructosa, le bajamos eso, pero ahora hay que subirle las cosas que tienen sodio y equilibrarle ese sabor, y que no le quede demasiado sodio”.
Entonces muchas veces algo que en la boca no es tan dulce, sí puede contener mucho azúcar.
Lo mismo con lo salado: por ejemplo vos comés una anchoa, pero no te podés comer una lata entera, te morís de sed, te das cuenta de que tiene mucha sal. Entonces ese es el tema, que lo tienen encubierto al paladar. Porque lo que pasó en los últimos 25 años es que la forma de producir alimentos a gran escala, los ultraprocesados, cambió, y no es más algo lineal que uno pueda entender. Vos vas a hacer una galletita y decís mezclo harina, una materia grasa, después pongo azúcar, le pongo huevo. Hoy con lo que te encontrás en el súper no tiene nada parecido a eso. Lo que vos creés que es una salsa de tomate, ¿tiene tomate? Sí, pero para poder poner en la etiqueta que tiene tomate, está tan desnaturalizado ese tomate, que le ponen almidón, colorante, saborizante. ¿Tiene cebolla? No, tiene gusto a cebolla. ¿Tiene ajo? No, no tiene ajo, tiene gusto a ajo. Entonces vos creés que estas comiendo una cosa, y es otra.
¿Cuáles son los principales obstáculos con los que este tipo de regulaciones se encuentra?
La batalla la suele ganar la industria. Yo soy la persona más pesimista de la historia. La industria de los alimentos en el mundo hoy se está fusionando con la industria de los medicamentos. Las empresas son las mismas, y no por las razones correctas, sino porque los lobbys se unieron. El lobby que encabezaba la industria el azúcar en 2015 era mucho más alto en el Congreso de EEUU, que el de las armas y los medicamentos. No hay que ser naif, uno decide con la compra, hay que dejar de comprar porquería. “No tengo tiempo de cocinar”, me dicen mucho, pero ¿cuánto tiempo scrolleas en Instagram? El que no tiene tiempo es el que se toma dos bondis y tiene dos laburos para llegar a fin de mes, ese sí necesita que se lo digas claro y que no solo cambien las etiquetas sino que la industria cambie la dirección de lo que está haciendo. Hay que acorralarlos y para eso hay que cambiar los hábitos de consumo. Y eso es precisamente lo que no quieren cambiar, porque tienen que invertir en desarrollo. Las grandes empresas de alimentación en los últimos 15, 20 años, en vez de seguir haciéndolo de manera interna, empezaron a tercerizar para que se desarrollen sabores y aromas. Entonces, la innovación en la industria dejó de venir de los productores de alimentos y empezó a venir de los productos de sabores y aromas, y ahí apareció la bolsa esa a la que le tirás un alimento y tiene gusto a algo, porque quieren que cocinar te parezca difícil, cuando no lo es.
"La batalla la suele ganar la industria. Yo soy la persona más pesimista de la historia. La industria de los alimentos en el mundo hoy se está fusionando con la industria de los medicamentos, las empresas son las mismas, y no por las razones correctas, sino porque los lobbys se unieron"
¿Cuán permeable puede llegar a ser la industria a este tipo de cambios?
Si hay algo que me saca de quicio es que se subestime a los niños, la gracia es poner en las publicidades que los vegetales son feos. Yo llegué a llamar a los publicitarios para preguntarles, “¿Por qué hacen esto? ¿Por qué antagonizar, poner una madre poniendo croquetas de espinaca y una tarta y todos le ponen cara de culo, pero cuando saca yogur la festejan?”. A partir de ahí empecé a hablar con ellos. No son todos lo mismo, hay algunos dispuestos a escuchar, pero siguen haciendo bloque con los que tienen un corebusiness que no tiene salvación, es jarabe de maíz de alta fructosa dirigido a la niños. ¡No te tiene que dar la cara! Porque tu negocio le hace mal a la salud pública. Se tienen que preguntar: “Ok, vendí esto que no está tan bueno, pero puedo vender esto otro y tratar de hacer las cosas un poco mejor”. No son todos lo mismo, pero no termino de entender por qué se agarran del barco donde manejan los malos.
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Existen muchos proyectos en el Congreso que pueden ayudar a conservar la naturaleza y a mejorar la salud de la población, pero para eso necesitan convertirse en ley. LA NACION en alianza con Directorio Legislativo, Eco House, FARN y Vida Silvestre te invitan a conocerlos en el Monitor Legislativo Ambiental. Podés conocer los temas que están en la agenda verde parlamentaria y el camino de los proyectos hasta convertirse (o no) en ley, como el de Etiquetado Frontal de Alimentos.