Se llama Belén Ameijenda y, aunque muchos le dijeron que era imposible, hoy está por recibirse como periodista deportiva y es corredora.
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El televisor de la sala está prendido. Es domingo y toda la familia se sienta a ver las carreras de Turismo Carretera mientras almuerzan. Belén Ameijenda solo tiene cinco años, pero hay algo de la velocidad, las pistas y los fierros que empieza a calar hondo en su retina y en su corazón. “Siempre estuvo esa llamita de querer ser piloto, pero no lo veía posible. Decidí estudiar periodismo deportivo, para poder estar en un autódromo y ligada al automovilismo. Hoy, a mis veinticinco, estoy a diez materias de terminar la carrera y soy corredora”, cuenta.
Un diagnóstico
El camino de Belén no fue fácil. Nació con hidrocefalia y espina bífida. Los médicos le dijeron a sus padres que no iba a poder caminar. Pero ese mismo día, una joven kinesióloga del Hospital Garrahan, los animó a intentar una rehabilitación. Al año y medio, Belén daba sus primeros pasos con un andador y hoy camina con bastones, y ya no necesita la kinesiología. La hidrocefalia se abosrvió al nacer, y la única secuela que tiene es la falta de musculatura y fuerza en las piernas. A pesar del camino difícil, se siente una luchadora.
“De chica sufrí mucho bullying, pero de grande también. Te encontrás con gente que estaciona donde no debe, con gente que discrimina en ámbitos educativos o laborales. He sufrido y lo vivo cotidianamente. Para mí sería mucho más fácil quedarme en mi molde y decir ‘hasta acá llegué’. La sociedad ya nos hace sentir que somos diferentes, cuando no lo somos. Quiero demostrar que están equivocados y que vean por qué somos iguales. Ahí es cuando revierto el ‘no’ por el ‘sí’”, afirma. Es por eso, que no se dejó amedrentar cuando también le dijeron que no iba a poder manejar.
Hija menor, a los dieciocho sus padres le regalaron un auto. Lo adaptaron para que Belén pudiera manejarlo y buscaron un profesor. Pero no fue tarea fácil, ya que no existen en el país escuelas adaptadas de manejo. “Es muy triste ver esta realidad, porque desincentiva a mucha gente y le saca la forma de independizarse. Cuando me subo a mi auto siento libertad e independencia”, asegura.
El camino del automovilismo
A los 18 años, Juan María Nimo sufrió un accidente cuando participaba en una competencia de motocross, que le ocasionó una lesión medular y parálisis en sus extremidades inferiores. Sin embargo, quince años después, el neuquino volvió a correr en el TC Pista Mouras. Ver a Nimo correr volvió a encender la llama por el automovilismo en Belén. “Son dos patologías diferentes, pero verlo me incentivó. El automovilismo ya estaba adentro de mí, ya me gustaba desde antes de que aprendiera a manejar, pero no lo veía viable hasta que lo vi y ahí pensé ‘se puede hacer algo’”, relata.
Al mes, Belén estaba en el taller con un amigo piloto, probando un auto. Le siguieron trámites administrativos y aprobaciones de un cuerpo médico dedicado al automovilismo. Seis meses después ya tenía todo en regla, pero solo quedaba un problema: conseguir el dinero para la butaca homologada. “Para poder correr necesito una butaca homologada. No es un asiento, es una butaca. Sin la butaca, no podemos adaptar el auto mecánicamente para poder correr. Quizás para cualquier piloto una butaca es un accesorio más, pero en mi caso hay que adaptar el auto para que lo pueda manejar y entonces la butaca se requiere antes de hacer la adaptación”, explica.
La ironía es que aunque su principal secuela sea en la fuerza de piernas, Belén sigue firme y plantada en sus convicciones. Así, inició una campaña en sus redes, donde busca recaudar 170 mil pesos. Cuando tenga la butaca, Belén debutará en el autódromo de La Plata, en categoría zonal. “A mí me tocó un doble desafío. Primero, por ser mujer y después por la discapacidad. Esto me da la posibilidad no solo de demostrar que una discapacidad define a una persona, sino también cumplir mi sueño y presentar un deporte adaptado”, declara