Es una de las disciplinas que más creció en pandemia. Qué alternativas hay para practicarla.
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Quizás impulsados por una pandemia que nos obligó a buscar en nuestro interior qué queríamos hacer para sentirnos mejor -al comienzo desde nuestras casas y de forma remota, aunque luego la dinámica se fue modificando-, los argentinos encontraron en esta práctica milenaria una forma de ocuparse de su bienestar integral. En nuestro país, una de las grandes victorias fue el crecimiento del yoga, como práctica física y mental.
Los datos lo confirman. Un estudio realizado por Gympass, una plataforma de bienestar corporativo que ofrece diferentes actividades- en base a la reserva y toma de clases reveló que en Argentina solo desde enero a mayo de este año, se registró un crecimiento de la toma de clases de yoga en un 105%, el más alto de la región. Esto demuestra una tendencia clara: los argentinos siguen apostando al yoga como disciplina más completa. No se trata solamente del ejercicio físico (y todos los grupos musculares que se trabajan con el yoga) sino de la posibilidad de alcanzar cierto grado de estabilidad emocional en un momento donde la salud mental está tan latente.
“El yoga tiene muchos beneficios para nuestra salud holística e integral por eso es una práctica tan completa y tan importante para nosotros; a nivel físico relaja y mejora dolores musculares, articulares y ayuda sobre diversas patologías. El yoga es un gran aliado para detener la osteoporosis y la artritis. También estimula el sistema inmunológico, endócrino, energético y linfático. A nivel mental calma y nos libera del estrés, de tensiones; nos ayuda a combatir dolores de cabeza y jaquecas, nos ayuda a tener mejor memoria, ya que nos ayuda en nuestra concentración; mejora el rendimiento mental y la atención”, dice Liliana Molina, instructora de yoga para Gympass.
UN TIPO DE YOGA PARA CADA NECESIDAD
Por Etelka Cara. Instructora de Hatha Yoga del Centro Ananda Yoga.
HATHA
El hatha yoga sería algo así como la nave nodriza del yoga. Se dice que es “meditación en movimiento”. Aparece en los yoga sutras de Patanjali y luego es retomado en el Hatha Yoga Pradipika, un manual sobre yoga escrito en sánscrito por Swami Svatmarama en el siglo XIV d. C. En este libro se describen y explican las asanas más importantes –como la pinza, la cobra o el perro mirando hacia abajo– y conceptos como mudras (yoga de las manos que se usa para abrir o cerrar determinados circuitos de energía), chakras y bandas (cierres energéticos que funcionan a través de contracciones musculares). La variante más dinámica del hatha yoga es el vinyasa (que quizás conozcas como “flow yoga”), en el cual se conectan las asanas con un movimiento y cada movimiento con una respiración definida.
ASHTANGA
El ashtanga yoga es una de las modalidades más exigentes físicamente. Tiene la particularidad de que el orden de las asanas está predefinido. Esto es importante, dado que se hacen de una manera muy fluida y continua, pasando de manera acelerada de una de las posturas a la otra. El tener la secuencia de antemano ayuda. Se basa en la práctica de vinyasa en la que la sincronización de los movimientos y la respiración son la principal clave y foco. Los pilares de este tipo de yoga son la respiración ujjayi (que suena como un ronquido), las bandas y el drishti, ese punto que nos focaliza en las posturas de equilibrio.
KUNDALINI
La kundalini es una energía poderosa que corre a lo largo de nuestros chakras. Se concentra sobre todo en la parte baja de la espalda. Según la tradición hindú, es como una serpiente que se encuentra enroscada allí; al despertarla, sube por nuestros centros de energía produciendo cambios en nuestro ser y promoviendo nuestra evolución. El kundalini yoga –que llegó a Occidente de la mano del maestro yogui Bhajan en 1969– propone asanas, meditación, pranayamas y mantras con el fin de despertar la energía kundalini y equilibrar las funciones de los chakras. Si necesitás descargar y liberar miedos –que se asocian al chakra raíz–, es para vos.
IYENGAR
Esta forma de hatha yoga la desarrolló el gurú B. K. S. Iyengar en el siglo XX. Se centra sobre todo en lograr la alineación de la cabeza, la columna vertebral, la cadera y los pies. Su fin es mejorar la salud y el bienestar de una manera algo más terapéutica que otras prácticas de yoga, por eso está especialmente indicada para quienes sufren de depresión, ansiedad, asma, dolor de espalda, hipertensión o artrosis, entre otros. El Iyengar utiliza accesorios como bloques, correas, mantas y almohadas.
ACROYOGA
El yoga en pareja es una forma lúdica de practicar con otros. Fue creado por yoguis estadounidenses a fines del siglo XX y combina yoga con acrobacias y un marcado espíritu de fraternidad. Se necesitan al menos tres personas: la base, el volador y el cuidador, que debe encargarse de la seguridad del volador. Es buenísimo para trabajar la coordinación, la comunicación y la confianza entre los practicantes. Es súper importante que cada uno conozca sus posibilidades para que las posturas sean agradables y suaves.
YINYOGA
El yin yoga, introducido por Paul Grilley en los años 80 en los Estados Unidos, propone sostener posturas pasivas durante varios minutos. Es una práctica que se dirige a los tejidos conectivos (los ligamentos, los huesos, las articulaciones). Debido a la quietud y al tiempo de permanencia en las posturas, puede ser súper desafiante a nivel físico, mental y emocional. Las posturas de yin yoga estimulan los meridianos, que, según la medicina tradicional china, son los canales que recorren el cuerpo a través de los órganos por donde pasa la energía.
SWÁSTHYA
Swásthya, en sánscrito, significa “autosuficiencia”. Se pronuncia “suástia”. Rescatado por el maestro DeRose, se trata de un yoga antiguo, preclásico. Es súper energizante, divertido, intenso y está indicado sobre todo para los más jóvenes (de 18 a 38 años). Se usa música telúrica que remite a las civilizaciones antiguas, con percusiones y palmas. Bien power y motivante.
LA NACION