La frase “no pain, no gain” (sin sufrimiento no hay resultados) todavía sigue estando vigente en muchos ambientes productivos. Te invitamos a desafiarla.
- 5 minutos de lectura'
En nuestra última aula virtual, invitamos al piscólogo deportivo Sebastián Blasco, Director de la Diplomatura en Psicología Deportiva de la Universidad Austral, a que nos cuente cuáles son las claves de la psicología deportiva que pueden ayudarnos a hacernos más resilientes para sacar nuestro emprendimiento adelante. Hoy Sebastián nos ayuda a derribar un mito muy difundido dentro del ámbito emprededor: no hace falta sufrir ni esforzarse al límite para conseguir resultados extraordinarios. Podemos seguir disfrutando de lo que nos apasiona y desafiarnos día a día, sin necesidad de pasarnos de estrés.
¿Cuántas veces escuchamos en diferentes situaciones la afirmación que anuncia que “sin dolor”, o sin un esfuerzo desmedido “no hay rendimiento posible”? Muchas veces me encontré con pacientes que medían su propio desempeño a partir del cansancio físico y mental posterior al desafío. Como si el agotamiento estuviera directamente relacionado con la performance. Por supuesto esta afirmación puede ser refutada. Una de las definiciones clásicas de “técnica” es la realización de lo “óptimo” con el “menor gasto energético posible”. Menor gasto, superior técnica. Mejor técnica, menos esfuerzo. Ahora bien, en términos psicológicos, también parecería que muchas veces medimos el propio rendimiento a partir de la presión que sentimos. De alguna forma nos encontramos atravesados por el sentido épico del esfuerzo. Puede que compartamos el mismo placer cuando salimos a correr un día de lluvia, que cuando negociamos en inferioridad de condiciones o remontamos una venta en el último minuto, etc.
Evidentemente existe algo en la superación constante que nos atrae y nos atrapa. No es una condición necesariamente mala. Al contrario, nos ayuda a extender nuestras posibilidades y ampliar nuestros horizontes. El problema aparece cuando lo épico se convierte en el único factor que moviliza nuestro accionar. Cuando necesitamos revalidar nuestra valía interna en una proeza extraordinaria. Cuando ya no me basta lo humano y pretendo alcanzar lo súper humano. No es suficiente lo que hago, necesito más y más. Parecería que necesitamos desafíos extremos para sentirnos vivos.
Cierta dosis de tensión vital, o de estrés mínimo, es necesaria para movilizarnos. Nuestra salud psíquica, nuestra plenitud, el hecho de sentirnos realizados internamente, tan solo es posible como consecuencia directa de la capacidad de trascendernos. Trascendernos no es otra cosa que darnos a otro, entregarnos a un proyecto que tenga valor y sentido. No es ejecutar algo extraordinario para regocijarme en mi ego interno. No es retroalimentar mi narcicismo y acrecentar mi omnipotencia por haber realizado lo que nadie pudo hacer antes. Se trata entonces de poseer cierta agresividad, entusiasmo vital para buscar el propio sentido a nuestra existencia, algo que podemos encontrar también en el propósito de un emprendimiento, del tipo que sea.
Lógicamente este paradigma dominante enraizado en la presión, el sufrimiento, el dolor, nos alcanzó a muchos de nosotros. De alguna forma fue y sigue siendo funcional en términos culturales. Porque es sinónimo de productividad y rendimiento. Es eficiente. Pero (y casi siempre hay un pero) también tiene un costo muy elevado. Les voy a dar un ejemplo de algo que pasa con respecto al deporte, pero que también aplica a cualquier actividad que emprendamos. En Estados Unidos detectaron que un 80% de los jóvenes abandona el deporte a la edad de 15 años. La razón principal está vinculada con el hastío, el agotamiento y el cansancio producido por un entorno constante de presión. Son jóvenes que se acercan al deporte por el propio disfrute que les produce la actividad, pero que terminan olvidándose de esa gratificación interior. Es el síndrome de burn-out, de cabeza quemada, que puede ocurrir en un sinfín de ámbitos de la vida, también en el universo emprendedor.
En Noruega, un país modelo en muchos aspectos, forjaron una nueva modalidad, alertados por las cifras de USA. Ahí, hasta los 15 años, los jóvenes juegan. No hay resultados. Desarrollaron un paradigma basado en el disfrute y la integración. Muchos podrían tildar esta intervención como idealista, romántica, naif, ingenua. Sin embargo, este modelo “no competitivo” convrtió a Noruega en uno de los países con mayor cantidad de medallistas olímpicos per cápita - tomando en cuenta los juegos olímpicos de invierno -. Vaya paradoja, el país más competitivo posibilitado por un paradigma no competitivo.
Este planteo que puede parecer extra-ordinario, ¿no es en realidad algo totalmente ordinario? ¿no sería lógico pensar que una persona que disfruta más, que está en mayor contacto consigo misma, más integrada, rinde más y mejor? Yo creo que sí. Podemos contemplar un paradigma con menores costos, basado en la persona. Donde se pueda otorgar un sentido y un propósito, sin descuidar el rendimiento. ¿No pain, no gain? Tal vez sea momento de cuestionar algunas frases del mundo de la productividad en el que vivimos inmersos.
¿Cuándo fue la última vez que disfrutaste de lo que estabas haciendo y te sacaste de encima la presión innecesaria que sentías? Quizás sea hora de tomarte las cosas con más calma, viendo a tu proyecto, no como una carrera de 100 metros, sino más bien como una maratón.
LA NACION