El mandato social nos lleva siempre a ir por más, pero la pregunta del millón es si lo hacemos por nosotros mismos o por un afuera que nos los exige.
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*Por Sebastián Blasco, Director de la Diplomatura en Psicología Deportiva de la Universidad Austral.
“Solo soy una chica parada frente a un chico pidiéndole que la ame”. Tal vez esta sea una de las frases más emblemáticas de la comedia romántica del cine contemporáneo. Allí, Anna Scott, una célebre figura de Hollywood - interpretada por Julia Roberts- se presenta en la librería de William Thacker, un ignoto hombre común – interpretado por Hugh Grant – y le reclama afecto.
“Un lugar llamado Notting Hill”, la película en cuestión, pone de relieve la importancia de lo simple, lo diario, lo común: el desafío de poder disfrutar de la cotidianeidad. Richard Curtis, también guionista de las películas Love Actually, About Time y Yesteday, recurre permanentemente a la misma pregunta, ¿cómo podemos encontrar el éxito en lo invisble?
Cada vez necesitamos metas más grandilocuentes para sentirnos movilizados. Muchas veces no nos basta con vender todo el stock: necesitamos vender el doble. Y a veces no nos es suficiente con eso y empezamos a pensar en expandirnos. A partir de allí, ya no nos implica un desafío mantener nuestro emprendimiento y buscamos experiencias más extremas y complejas, persiguiendo algo que, muchas veces, no encontraremos. Este mecanismo podría ser enmarcado dentro de una ambición sana y necesaria que nos permite crecer, mejorar, desarrollar nuestras virtudes. Sin embargo, tantas otras veces podría responder a una necesidad de grandilocuencia y exposición atravesada por el modelo del superhéroe.
El Universo Marvel ha pisado con fuerza los últimos años. Temporada tras temporada anuncian nuevas películas sobre grandes héroes con diversos dotes y poderes. De alguna forma, existe algo del modelo del héore que nos atrae. Ya desde la época helénica se gestaban grandes hombres que realizan exorbitantes proezas. Este arquetipo aún vive adentro de muchos de nosotros. Según el antropólogo Joseph Campbell, existen diversos requisitos o pasos que todo héroe debe cumplir. En todos ellos, hay un momento que el héroe se desprende de su hábitat, manada, para salir a la aventura. Aquí es cuando su energía vital pasa de estar al servicio del cumplimiento del deseo, a colocarse en el afuera.
Muchas veces en la búsqueda de la satisfacción del deseo en el mundo exterior, se descuidan aspectos del propio mundo. Casi todos los arquetipos de héroes y líderes que tenemos se encuentran escindidos y fragmentados. Simplemente repasando las figuras de Batman, Superman y Superchica, Spiderman y Capitana Marvel, podemos tomar consciencia de que descuidaron sus vínculos, su vida interior y el plano social, poniendo de relieve la falta de integración de sus recursos.
También encontramos otros modelos más compasivos e integrados. Por citar solamente algunos, podría ser el caso de Robin Hood o el Chapulín Colorado. Casualmente ambos no llevan máscaras ni capas. Se encuentran orientados hacia afuera, pero no en el cumplimiento de un deber o la satisfacción de un deseo; sino en el despliegue de una tarea con sentido. Al mismo tiempo, pueden contemplar e integrar el plano vincular: el amor a Lady Marian, en el caso de Robin Hood.
Sacarse la capa
Seguramente conocemos muchos “héroes y heroínas” invisibles sin súper poderes que lograron encontrar un sano equilibrio entre el afuera y el adentro. ¿Cómo podemos hacer entonces nosotros para corrernos de ese arquetipo de super hombre o mujer omnipotente? Sin dudas, lo primero que tenemos que hacer es sacarnos la capa. Tomar consciencia de nuestra vulnerabilidad. Muy posiblemente somos muy eficaces en gran parte de nuestras acciones. Y la eficacia es muy demandada y estimada en la cultura en la que vivimos. Nos arraigamos al poder que nos otorga el ser competentes y valorados. Entonces... ¿por qué modificaríamos una capacidad que es funcional y preciada? Porque tiene un costo. Nos aleja de aspectos interiores muy íntimos. Nos aleja de personas muy queridas. Nos fragmenta.
Muchas veces le pregunto a los pacientes con los que trabajo ¿realizás alguna actividad que disfrutes, que te cause placer y para la cual no tengas ninguna habilidad? Generalmente la respuesta es NO. Nos cuesta mucho confrontarnos con aquello que nos gusta, pero que no necesariamente hacemos bien. Pone de relieve nuestras fallas. Muestra nuestra falencia. Por lo general, eso es vivido como una herida narcisista. Intentamos ocultar ese rasgo no deseado.
En la medida en que podamos tomar consciencia de que no siempre podemos suplir las demandas del otro, que no siempre podemos satisfacer las exigencias del afuera, podremos, al igual que muchos superhéroes, desplegar vuelo. Quitarse la capa. Aceptarse. Tomar consciencia de que no vamos a ser especiales para todo el mundo. Somos quienes somos. Tenemos que aprender a gestar el éxito en lo invisible. En el desayuno en la mañana, en nuestro emprendimiento pequeño. Si a fin de cuentas la vida se trata de la sumatoria de momentos simples. Al igual que Anna Scott, más allá de nuestras hazañas comerciales, de nuestras ventas, de la fama, del reconocimiento social, de los premios; solo somos personas comunes que pretendemos que alguna persona especial para nosotros, nos quiera.
LA NACION“Sólo por querer caer bien, se distorsionó a sí mismo sin medida… Me pregunto lo que hubiera pasado si al principio hubiera tenido la valentía de hablar libremente, de no fingir. Al final no fue la aprobación de muchos lo que le cambió la vida, sino la aprobación de una mujer”. Zelig, Woody Allen.