La pandemia lo dejó varado en su casa de Miami y le permitió estar más tiempo con su hija, casarse en la playa, ayudar a los que lo necesitan y sacar un nuevo disco Sinfónico con muchos de los hitazos que cantamos desde chicas.
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Hace años alterna su vida entre Miami y Buenos Aires, pero, desde que en marzo de 2020 se cerraron los aeropuertos de todo el mundo, quedó “varado” allá. “Esta pandemia nos cambió la vida”, dice Diego Torres, a sus casi 50 años, al otro lado de la pantalla. Detrás de él se ven su guitarra y un afiche que promociona su último disco, Sinfónico, grabado en vivo junto con la Filarmónica Joven de Colombia.
¿Qué es lo que más extrañás en este encierro?
Yo extraño los afectos. Y también Buenos Aires, a la que amo. Es una ciudad que te atrapa. Tiene un encanto, una energía única, como Madrid, como Nueva York, como Berlín. Sus bares, sus teatros, su vida nocturna..., todo lo que ahora estamos extrañando todos. Es lo que más me gusta: ir a ver a mis amigos actores, juntarme con mis compañeros de colegio, mi familia. Intento tomar con paciencia y tolerancia este momento tan difícil. Para los que estamos en el mundo de los conciertos es duro. Nos preguntamos cuándo vamos a poder cantar otra vez para mucha gente. Creo que lo que más añoro es esa libertad que teníamos y no nos dábamos cuenta. ¡Cuánto valor tenía! Y lo felices que éramos con mi equipo de trabajo: juntarnos en el aeropuerto, ir a comer, a hacer la prueba de sonido..., todos los ritos alrededor de las giras. Pero sobre todo la libertad de llevar para todos lados mi música y mi trabajo como actor. Esa libertad de movimiento.
Tenemos muy claro lo que nos quitó esta pandemia. Pero a muchos también nos reencontró con cosas buenas. ¿Cómo fue en tu caso?
Sí, creo que ninguno pudo escapar de sí mismo. Esta pandemia nos cerró la puerta y nos dejó ahí, con quienes somos. Este mundo se detuvo –es lo que escribí en mi canción “Amanece”– y nos puso a pensar... O no pensar, porque pensar de más te enrosca la cabeza. Encontrarme conmigo mismo me hizo afrontar cosas que tenía que ordenar. Con los afectos y conmigo mismo. También me hizo reinventarme. ¿No tenemos conciertos? Bueno, cantamos por Zoom, por Instagram... Y así y todo generar proyectos. Este año hice un montón de cosas a las que antes no me podía dedicar.
¿Cómo cuáles?
Pude colaborar con Seamos Uno, el proyecto humanitario de ayuda a los barrios carenciados de la provincia de Buenos Aires. Me pude conectar con chicos de la villa de La Cava y ayudar a generarles otra salida. Nos empezamos a mandar cosas, filmamos un video juntos.
Qué simple era conectarse, ¿no?
Sí, es un país donde a veces se busca que la grieta persista y sea lo más profunda posible, cosa que me parece de un desgaste terrible. Creo que tenemos que dar un paso adelante y sentarnos en una mesa a hablar. ¿Qué podemos hacer por la gente? Esa es la cuestión. Sinceramente respeto a quien tiene una opinión a un lado o a otro, pero yo me siento independiente. Siempre lo fui y seguiré siendo independiente. A veces en las entrevistas me quieren ubicar de un lado o del otro. Está bueno decirte que no soy de ningún lado. Soy de mi lado; soy independiente como me enseñó mi vieja. Busco una mirada más objetiva sobre la realidad y decir lo que opino sobre todos los temas.
Además, un artista no está tanto para tomar partido, sino para echar luz...
Sí, y tener una mirada equilibrada sobre las cosas. Si no, es como una pareja que se la pasa todo el tiempo peleando. Si se están peleando continuamente –que es la sensación que da la gente que está en el poder–, nosotros seríamos como los hijos a la deriva porque mamá y papá se pelean todo el tiempo. No sé si voy al colegio, no sé a qué hora vengo, si tengo el cuaderno o no. Es un ejemplo simple para volver a lo esencial de las cosas. Lo esencial es que los números no cierran. Esa cuenta no va a pasar de moda nunca, pero nadie te la hace.
¿Este año te hizo profundizar la relación con tu hija?
Nina está feliz con esto de tenerme todo el tiempo. Me dice: “Papá, listo, ahora no viajás más”. Disfruto mucho de esas cosas cotidianas. Este estar presente me hizo acordar a mi infancia en casa. Mi viejo nos llevaba a mí y a mis cuatro hermanos al colegio todas las mañanas. Ponía el programa de Larrea: “Estamos en Radio Rivadavia, son las 6 de la mañana”. Yo iba atrás del auto dormido y pensaba cómo puede estar tan despierta esta gente. Ahora soy yo el despierto temprano. Y a Nina, como es digna hija de este padre, le gusta la noche, se quiere quedar viendo pelis conmigo y después no se puede levantar.
Vos y Débora (Bello, su pareja desde hace 17 años) se casaron a fin de año. ¿Cómo maduró esa decisión?
Era algo que teníamos pendiente. Lo imaginamos hace muchos años así, con nuestra hija como testigo. Era el momento para celebrarlo, con mucho cuidado, íntimo. Algunos decían “secreto”: parece que hoy resulta raro que quienes tenemos un trabajo público hagamos algo íntimo, pero así fue. Necesitamos tener algo reservado, algo nuestro.
Una pareja tan duradera que se sigue eligiendo. ¿Alguna clave para que suceda?
Nosotros tenemos mucho temperamento. Ella es Bello e io sono Caccia, por parte de mi papá. Caccia-Bello è molto explosivo. Creo que cada pareja se va entendiendo los tiempos. Cuándo tenés que hablar, cuándo no. Cuándo decir algo y dejar al otro pensando, cuándo quedarte vos pensando. Influye mucho el compañerismo, el sentido del humor, el reírse, el tener cosas para compartir, los ritos compartidos... Nosotros, para trasmitirle la lectura a Nina, tenemos una hora diaria que es para leer. Y nos ponemos los tres cada uno con su librito. Una relación de muchos años lleva acuerdos y reacuerdos. Y es muy necesario estar ajustando las veces que haga falta.
¿Cómo te pegan los 50? ¿O te acarician?
Me sobrevuelan. No lo puedo creer. Digo: “Wow, qué número”. Pero me siento bien. Y siento que sigo teniendo mucha juventud y vitalidad, pero también me encuentro capitalizando las experiencias. A los 25 me llevaba todo puesto, me peleaba con todo (¡menos mal que no había redes sociales!). Hoy no me importa nada. Cualquier cosa que me puedan decir la tomo con tranquilidad. Si alguien dice algo malo de mí, pienso: “Pobre señor, no pierda tiempo, vaya, tome un café con una amiga”.
Pero a pesar del calendario, no se te ve como un hombre de 50...
Por eso amo el deporte. Porque irriga las venas y me hace bien al bocho. Hago terapia corriendo... y también hago terapia psicológica, algo elemental que también recuperé en la pandemia. Es como el auto que entra en boxes. Lo necesito como la música. No puedo pasar una semana sin tocar un piano o una guitarra y, lo mismo, no puedo pasar una semana sin salir a correr.
Por último, contame un poco de Sinfónico, este disco grabado en vivo en Colombia, con tangos, con canciones navideñas, una orquesta filarmónica...
Julio Reyes –productor, pianista, director de orquesta– me dijo: “Podemos hacer un concierto con la filarmónica”. Era un sueño para mí, tenía que ser más que un concierto; tenía que ser un disco. Me di el lujo de meter tangos y la canción “Como la cigarra”, de María Elena Walsh. Esa noche la vida me permitió, a través de la música y con una orquesta, encontrarme con Carlos Gardel, en Colombia, donde él murió, sentirme un puente con mi país, Argentina. Una experiencia preciosa. •