Según una encuesta, 9 de cada 10 mujeres vivieron situaciones de violencia simbólica en empleos o espacios de estudio; te contamos las principales dificultades y por qué es importante terminar con la brecha de géneros
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La cifra es contundente: 9 de cada 10 mujeres experimentaron violencia simbólica en entrevistas laborales o ámbitos de estudio, según una encuesta de Grow, Género y Trabajo, que investiga, sensibiliza y asesora a organizaciones en el abordaje integral de la perspectiva de género. Además, de las respuestas surgen 7 prejuicios que perjudican a las mujeres en la búsqueda de un empleo y en su posterior desarrollo profesional.
En el Día del Trabajador (y de la trabajadora) desglosamos el informe para compartirlo con ustedes.
7 preconceptos y estereotipos que perjudican a las mujeres
1. Planes familiares
Cuando se indagó en la encuesta sobre las vivencias en el ámbito laboral surgió que al 46% de las mujeres le preguntaron alguna vez en una entrevista acerca de sus planes familiares. En cambio, esto le sucedió sólo al 25% de los varones y al 25% de las personas que no se identifican como varón ni como mujer.
Es decir, esta brecha está directamente relacionada con la división sexual del trabajo, que ubica a la mujer en el ámbito privado –dedicada a la crianza y a las tareas de cuidado–, y a los varones en el espacio público, y con el rol de proveedor. Un claro ejemplo de esto se puede observar en el régimen de licencias: en la actualidad, la ley de contrato de trabajo otorga una licencia por paternidad de solo 2 días, frente a 90 días de licencia por maternidad.
Las diferencias en el régimen de licencias generan un factor de discriminación a la hora de contratar mujeres. Y esta división implica barreras para el desarrollo profesional de las mujeres. Es una explicación posible cuando analizamos que la tasa de participación en la economía es de 49% para las mujeres, versus un 71% para los varones (según fuentes del Ministerio de Economía 2020). Es decir, que hay una brecha de más de 20 puntos entre varones y mujeres respecto de su inserción en el mercado laboral.
Esta situación también repercute en el desarrollo profesional de quienes se insertan: es más difícil para las mujeres acceder a puestos de liderazgo, lo que se conoce como techo de cristal. La extensión de este régimen es un tema de discusión pública en la actualidad, y constituye un primer paso hacia una mayor igualdad de oportunidades. Cuanto más equitativas son las licencias de cuidados, más pareja es la participación económica de mujeres y varones.
2. Trabajos detallistas
Según esta encuesta, el 43% de las mujeres, frente al 25% de los varones, escuchó en una entrevista laboral que las mujeres son mejores para los trabajos detallistas. A su vez, el 36% de las mujeres (sólo el 17% de los varones) escucharon que son más empáticas.
El sexismo implica asignar características determinadas a varones y mujeres. Muchas de las que se asignan a las mujeres se enmascaran en características que podrían ser positivas (ser más prolijas, más sensibles, más detallistas, más empáticas), pero terminan de todas formas condicionando sus desarrollos profesionales al ubicarlas en determinados roles o puestos en áreas de apoyo y no en aquellas centrales del negocio.
3. Grupos de mujeres, más conflictivas
El 42% de las mujeres escuchó en alguna entrevista laboral que los grupos de trabajo de mujeres son más conflictivos, mientras que 1 de cada 5 varones escuchó que los gays son problemáticos.
Esas características también pueden llevar a la construcción de estereotipos que reproducen violencia, como en este caso la asociación de grupos de mujeres a la idea de conflicto, falta de colaboración o de varones gays como problemáticos.
4. Las mujeres con hijos faltan más
El 37% del total de personas encuestadas alguna vez escuchó que las mujeres con hijos/as faltan mucho.
Al mismo tiempo que se asigna a la mujer la responsabilidad de la crianza, no se contempla desde el mundo del trabajo la responsabilidad que estas tareas conllevan. Según la CEPAL (2020), en la Argentina, las mujeres dedican el 23% de su tiempo a las tareas domésticas y de cuidado no remunerado, mientras que los varones el 9%. Ir hacia la corresponsabilidad en las tareas de cuidado es la única forma de terminar con estas diferencias, para lo que es fundamental una transformación a partir de la cual los varones puedan asumir estas tareas.
Se trata de una responsabilidad compartida entre el Estado y las organizaciones empleadoras. Del Estado se espera la implementación de políticas integrales de cuidado con licencias más equitativas y para todas las configuraciones familiares. De las organizaciones empleadoras, garantizando licencias de cuidado sin distinción de género, promoviendo horarios laborales que permitan equilibrar la vida personal y brindando formación para la comprensión de la agenda de género y la reducción de sesgos en el trabajo, entre otras políticas. Más información en este link.
5. ¿Me postulo?
Estas barreras comienzan desde antes de la instancia de una entrevista laboral. El 59% de los varones dejaron de enviar un CV por los requisitos que se exigían. Para las mujeres este número se eleva a 69%. En las personas que no se identifican como varón ni como mujer, asciende a 89%.
A esta brecha la podemos vincular con la exigencia que sienten las mujeres y personas de otras identidades a la hora de aplicar a un trabajo dada su propensión a presentarse únicamente cuando cumplen el 100% de los requisitos de las búsquedas.
6. Procesos de selección
El 23% de los varones cree que alguna vez no fue seleccionado para un trabajo por su género. De las mujeres, lo cree el 38% y de quienes no se identifican como varón ni como mujer, el 43%.
Con estos datos podemos ver de qué forma el género es un condicionante y limitante más para las mujeres que para los varones, y cómo esto se profundiza incluso más en las personas de otras identidades de género.
7. Percepción según el sexo
1 de cada 4 mujeres cree que no fueron seleccionadas por tener hijos/as. Le pasó al 13% de los varones, y al 5% de quienes no se identifican como varón ni como mujer. Estos datos sobre la propia percepción, reafirma lo ya mencionado sobre la asignación de la mujer a la vida privada y las desigualdades que esto genera en términos de desarrollo profesional.
La encuesta que realizó Grow fue online e intenta conocer cuál es la experiencia de las personas respecto de este tipo de violencia, tanto en sus espacios de estudio como en las entrevistas laborales. La encuesta fue respondida por 638 mujeres, 167 varones y 32 de otras identidades de género. Como organización, eligió poner en un primer plano las diversas situaciones de violencia simbólica que las identidades feminizadas viven en cada etapa de sus vidas para dejar de naturalizarlas.
Georgina Sticco, co-fundadora y directora de Grow, nos cuenta sobre estos hallazgos de la encuesta que “la violencia simbólica nos atraviesa en nuestras vidas. Todos los días escuchamos mensajes que nos indican, de una u otra manera, cómo se espera que nos comportemos desde un enfoque de género. Hablar de esta influencia y de las responsabilidades que tenemos como instituciones, nos permite entender qué podemos hacer para transformar la sociedad”.
LA NACION