En el mes en que se celebra a los educadores, 5 docentes nos cuentan en primera persona cómo viven su profesión en tiempos de Covid.
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“Con la pandemia, reafirmé mi vocación como docente”
- Anabella Pentimalli (37). Profesora de nivel inicial y de Educación Física.
Desde chiquita sentí que la escuela era mi lugar. Mi mamá también es docente y siempre me encantó acompañarla a su trabajo, verla preparar sus clases y capacitarse. Desde hace varios años, trabajo en un colegio de Villa Devoto como docente de Castellano en el turno mañana con niños de 3 años y en el turno tarde con sala de 5. Cumplo además un rol de planificación, que, basada en los documentos curriculares, busca que cada propuesta sea original y diferente.
A pocos días de haber iniciado el ciclo lectivo 2020, en el que no había finalizado el período de inicio ni habíamos construido un vínculo afectivo fuerte con los chicos, me tocó reprogramar mi tarea. Al principio, lo hice pensando que el aislamiento duraría solo quince días. Al ver que la situación se extendía, necesité revisar, refundar y apropiarme de nuevas herramientas tecnológicas para intentar traspasar la pantalla y compartir el sentimiento o la sensación de que estábamos cerca. Fue un año de mucho trabajo y esfuerzo ya que cada clase que duraba solo 20 minutos llevaba una preparación de muchas horas. Lo que más me sorprendió fue observar cómo los niños tan pequeños pudieron decodificar mis emociones, expresiones y sentimientos utilizando el barbijo, la máscara y el micrófono.
El día que regresamos a la presencialidad me fui a hisopar, estaba nerviosa y mis sentimientos eran encontrados. Por un lado, sentía mucho entusiasmo y por el otro, pánico al contagio. Esa sensación de angustia se evaporó apenas vi a mis alumnos. Mi burbuja de apenas siete niños y niñas jugando en el patio del jardín me hizo sentir que era ahí donde tenía que estar.
“Como docentes, estuvimos más expuestos, dando clase a toda la familia”.
- Micaela Lis García (30). Profesora de Lengua y Literatura en nivel secundario.
Desde hace cuatro años, soy docente de Lengua y Literatura en nivel secundario, en tres escuelas privadas de CABA. La pandemia nos puso a prueba varias veces. Al principio, pensamos que con las plataformas de cada escuela nos íbamos a arreglar, pero luego llegaron las videollamadas. Costó aprender cómo nos teníamos que comportar frente a la cámara y lo primero que pensé fue: “¿Cómo hacemos para que esto no sean quince días de vacaciones? ¿Cómo hago para comunicarme con alumnos que vi solo un día? ¿Cómo me acerco?”. Después vino la parte más tediosa, digitalizar todo el contenido y pensar nuevas maneras de evaluar. A través de posteos, mensajes internos y mails, nos fuimos comunicando y nos veíamos una vez por semana vía Zoom, pero muchos alumnos no prendían la cámara y a veces era raro estar hablándoles a cuadraditos negros, sin respuesta. A su vez, se volvió un trabajo 24 x 7, porque lo que antes se resolvía en el aula, donde una pregunta valía para todos, ahora se respondía en privado. En cuanto a los vínculos, noté que se perdió la unión en un mismo curso y se profundizaron diferencias. En algunos grupos, incluso, surgió la “pica” entre burbujas. Este Día del Maestro, voy a festejar el reencuentro con los alumnos y compañeros docentes. Y también recordar a los docentes que fueron víctimas de esta pandemia, que sufrieron pérdidas o la pasaron mal. Ojalá que pronto nos encuentre sin PCR, sin aislamientos ni burbujas. Es difícil mantener un vínculo tan fuerte solo mirándonos a los ojos o a través de una pantalla.
“Otro desafío fue que nadie se perdiera en el camino por falta de conectividad”
- Sol Piasek (28). Docente de nivel primario.
Trabajo como docente de primario en la Escuela 13 del Distrito Escolar 9 (en Colegiales). Lo más lindo de ser maestra es la posibilidad de acompañar las trayectorias escolares de los chicos y las chicas y poder ofrecerles, a través del conocimiento, un espacio liberador, de disfrute y de descubrimiento. En 2020, tuvimos que poner toda nuestra inventiva en juego y encontrar maneras para sostener el vínculo con los alumnos, que, en mi caso, fueron 120 chicos de quinto grado. Recibir una tarea de la escuela era también una invitación a conectarse con otra cosa en un contexto muy difícil, a sumergirse en un espacio muy propio de los chicos, que era importante no perder. Hicimos encuentros por Zoom, imprimimos cuadernillos y grabamos videos. Fue muy loco pasar de maestra-pizarrón a maestra-youtuber, pero era una manera de estar cerca de los chicos y que nos acordáramos un poco de lo que era estar en el aula. Otro desafío fue sostener el aprendizaje. Nos organizamos y repartimos bolsones de alimentos y computadoras a algunas familias, imprimimos cuadernillos, mandamos tareas por mail y por WhatsApp. La solidaridad en la comunidad fue clave para acompañar a todos.
Habitar la escuela otra vez fue algo hermoso, pero esa sensación de felicidad en el cuerpo también convivió con la necesidad de estar atentos todo el tiempo a los cuidados, al protocolo, y a los temores que cada uno traía después de un año de pandemia. El regreso a la presencialidad trajo alegría y, a la vez, una necesidad de que esa alegría no fuera a cualquier costo ni se desarrollara de cualquier manera.
“Saqué mis herramientas de artista y me imaginaba que estaba en un escenario”
- María José Labandeira (47). Docente de educación musical, cantante y compositora de música infantil bajo el nombre de “Coté”.
Me desempeño como profe de música en el nivel inicial del colegio Cardenal Copello de Villa Devoto. La pandemia y su cuarentena obligatoria fueron un desafío inmenso para los grandes y los chicos. En mi caso, los docentes especiales preparábamos videos semanales para cada sala. Trabajábamos los contenidos a través de actividades que filmábamos y subíamos a un canal de YouTube. Y los padres filmaban a sus hijos realizando las actividades y subían ese material al Classroom. De esta manera, había un feedback entre los docentes y los alumnos. Después de las vacaciones de invierno llegaron los meets para las clases especiales y todo fue una alegría inmensa, porque podíamos vernos en tiempo real. Además, podía volver a apreciar la evolución de cada uno, evaluar cómo trabajaban con el aprendizaje de canciones y el reconocimiento de sonidos e instrumentos. Todo esto llevó mucha dedicación y aprendizaje de todos, porque si alguien dejaba el micrófono abierto, se cortaba el audio y nadie podía escuchar ni entender las actividades. Pero lo logramos.
Volver a la presencialidad fue increíble, por fin volvíamos a vernos las caras, aunque solo fuera de los ojos hacia arriba. Sin embargo, tiene un sabor amargo: no poder abrazarnos es muy difícil, los chicos de nivel inicial lo necesitan. A mí me angustió más eso que la virtualidad. Con el tiempo, inventamos saludos nuevos como los besos voladores, besos con chocolate y con corazones en el aire, para poder expresar el lazo emocional que nos une, a pesar de las burbujas.
“No solo atendimos cuestiones pedagógicas”
- Fernanda Espinosa (34). Licenciada en Educación Inicial, maestra de primaria y especialista en educación en Ciencias Naturales.
Me desempeño como docente en todos los niveles educativos, desde el inicial hasta el nivel superior. El año pasado trabajé como maestra de apoyo pedagógico de primero a quinto grado, y continúo en el mismo rol. Ser MAP me dio la posibilidad de acompañar a aquellos niños que requerían atención más cercana; durante la cuarentena teníamos pactadas una o dos videollamadas para hacer las tareas y reforzar contenidos. Los grupos estuvieron abiertos 24 x 7, y esa disponibilidad me permitió hacer un seguimiento, aunque hubo estudiantes a los que les perdí el rastro por algunos meses y eso me preocupó mucho. Hubo muchas limitaciones de acceso a los dispositivos electrónicos y falta de conectividad, muchos tenían que compartir un celular entre varios hermanos, priorizando cuáles de ellos tomarían clases o harían las tareas. Armamos campañas para poder conseguir celulares, o cargar crédito a aquellas familias que no tenían Internet. Fue un gran desafío poder establecer un vínculo cercano y sostenido con todos mis alumnos. Esta pandemia puso sobre la mesa las grandes desigualdades que existen; no solo atendimos cuestiones pedagógicas, hubo necesidades de alimentación que nuestra escuela salió a cubrir repartiendo alimentos para familias que no la pasaron nada bien en la pandemia. El retorno a las aulas fue un momento súper esperado para mí. La noche anterior sentí los mismos nervios de cada inicio de ciclo escolar, pero multiplicado por 10. Una mezcla de nervios y miedo, con el deseo irrefrenable de volver a estar cerca y que la magia suceda otra vez.
Peinaron y maquillaron Consuelo Cúneo y Maggie Domínguez.