Recorrieron el país para salir a surfear y se enamoraron de la naturaleza de Chapadmalal. Luego de perder todo el dinero que habían ahorrado, emprendieron el proyecto que cambiaría sus vidas para siempre.
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Un día equis del mes equis de hace no tantos años, Ailin Bisi encontró un pescadito agonizando en la orilla. Lo tomó con cuidado entre sus manos y lo llevó de nuevo al mar. Y, mientras lo salvaba, recordó que esa misma noche tenía una reserva en un restaurante de sushi. Fue aquel día equis que Ailin se dio cuenta de que no había coherencia entre lo que sentía y lo que hacía. Y fue entonces que decidió dejar de comer carne.
Esta revelación fue una de las tantas que tuvo durante el viaje que duró meses y que hizo con su novio, Santi Pouydebat. Dos surfers que salían de Argentina en busca de la mejor ola en toda la línea de playa que une Buenos Aires con Rio de Janeiro, ida y vuelta, hasta desembarcar finalmente en Chapadmalal. Que es, casualmente, donde viven ahora, en un bondi acondicionado frente al mar.
Pero antes de llegar a esa parte de la historia hay que contar que Ailin creció en Belgrano, estudió Psicología, fue alumna de la Escuela de Moda de Mariano Toledo, creó su marca de ropa y vivió en Nueva York y vendió sus creaciones en Opening Ceremony. Pero un día eligió hacer otra cosa.
Que sea lo que tenga que surf
“Siempre tuve un pensamiento antisistema. Desde que era chica y me parecía que nos llevaban al colegio para domesticarnos”, cuenta Ailin, que fue criada por dos padres que la estimularon espiritual y creativamente. “En mi casa siempre reinó la música: mi viejo canta en una big band, mi hermano es compositor y cantautor y yo también canto y toco la guitarra. Mi infancia estuvo llena de fiesta y baile”.
Hay veces que la rebeldía es pura inquietud, ganas de probarlo todo, de ir a fondo. Ailin les escapa tanto a los títulos como a las definiciones de sí misma, porque le parece limitante. Prefiere despertar, ir con la intuición, sentir la vibra, como siente la marea al surfear.
Nueva York le gustaba, por ejemplo, pero le parecía lo suficientemente rigurosa como para decidirse a volver y empezar otra búsqueda. “Fue entonces cuando armamos, con mi hermana y mi prima, la marca Sisterhood de ropa y accesorios boho en un PH de dos pisos en Palermo: arriba estaba el taller y abajo, el showroom, decorado con una rama de árbol que me había traído de afuera. Nos iba muy bien, pero cuanto mejor nos iba, yo más presa me sentía”.
Entonces pensó en proponerle a Santi dejar todo y salir a surfear. Vivir de ahorros. Y él dijo que sí. Lo que nos lleva de nuevo a la parte del viaje por la costa del Atlántico que terminó en Chapadmalal. Aunque en el medio pasó algo más que terminó definiendo el rumbo.
“Cuando nos instalamos en Chapa, empezamos a pensar en comprar un terreno frente al mar, estábamos con ganas de tirar una anclita…”. Pero los estafaron y perdieron todo lo que tenían. Se quedaron sin nada, sin casa, sin proyecto. “A mí de verdad no me importa la guita. Me manejo muy fresca en ese frente. Sé que lo que sale de algún modo va a volver a entrar. Es más, creo que esa estafa me hizo un favor: me enseñó que me tengo a mí misma y que siempre puedo volver a empezar”.
En un departamento prestado, Ailin empezó a trabajar otra vez con ropa, a reciclar telas y a usar la misma filosofía zero waste para ambientar espacios y organizar eventos en Chapa y sus alrededores. Y otra vez juntaron algo, lo suficiente como para comprarse un bondi.
Un bondi y un amor
La casa de Ailin y Santi es un micro escolar Mercedes-Benz del 95 que al principio usaban tal como estaba, total era verano y no había que acondicionarlo tanto. Lo estacionaron en la puerta de la escuela de surf BAI-BAI, donde los dejaban usar las instalaciones. Después lo movieron al acantilado que pertenece a Luna Roja, el clásico balneario de Chapa que es el epicentro de los veranos gracias a la reforma que encararon los hermanos Leo y Mauro De Siena junto con su primo, Emi Caropresse.
“Los chicos de Luna Roja me llamaron para que lo pusiera lindo y además confiaron en nosotros y nos asociaron al restaurante, porque Santi también es cocinero. Después me encargaron la ambientación de nueve casitas”.
Ese verano la rompieron. Y llegó la pandemia y los fijó todavía más a su lugar en el mundo. Pero venía el invierno, y había que hacer algo con el bondi si de verdad planeaban usarlo como casa. “No estaba aislado, el bondi era apenas una caja de metal frente al mar que se movía con el viento, que pega fuerte y es helado. Invertimos lo que habíamos ganado en la temporada para transformarlo en una cabañita de mar. Nos pasamos la cuarentena mirando tutoriales y probando. Es brillante lo que logramos con confianza y poca plata”.
La construcción del hogar acompasó una deconstrucción personal. Ailin quería espejar el paisaje que irrumpe celeste por los vidrios del bondi, esa calma. Entonces empezó una desprogramación de su propia biología, que consta de una depuración de seis meses. “Es alimentación viva al 100%. A la mañana tomamos un tónico de plantas para depurar, tres dosis de clorofila por día (la hacemos con agua de mar, alguna hoja verde, limón y un poco de agua común) y con la comida variamos: mi plato preferido son unos rolls de algas con coliflor rallado en vez de arroz y castañas de cajú”.
“Estoy en mi mejor momento, fundida con la naturaleza. Por eso me interesa comunicar lo que me pasa. Creo que hay mucha gente que no vive muy feliz en la ciudad: mi mensaje es para las personas que cuando llega el lunes se quieren morir, o para la gente que siente que tiene que adormecerse para llevarla”, dice Ailin.
Sus claves de Deco Boho
- Hágalo usted mismo: “Las cosas hechas a mano tienen ese no sé qué, nada que ver con lo industrial. Para mí siempre suma”.
- Composición de escena: “Desde que soy chica juego con el arte. Cuando tengo que armar un espacio, juego al peso y contrapeso de un color, una textura, una altura, etc. Por eso me animo a mezclar diferentes estampas en el sillón y, además, pintar flores en el piso. Al final, es todo una cuestión de balances”.
- Sí al mix and match: “No dependas de la repetición. Se puede usar un básico, como la madera añejada, por ejemplo, y mezclar texturas en todos los ambientes. Tomar riesgos. Lo que menos querés es que tu espacio parezca sacado de un catálogo”.
- Si vas a comprar, que sea usado: “Mis preferidos son el Ejército de Salvación, las demoliciones, etc. Todo eso es como un parque de diversiones para mí”.
- No te estreses tanto: “Boho viene de bohemio. La clave es imaginarte que tu casa es tu canvas y vos sos la artista”.