Charlamos con “la Peque” sobre todo lo que se viene para ella y las enseñanzas que le dejó el judo para su vida.
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En MasterChef Paula Pareto nos vuelve a demostrar su enorme poder de concentración y detallismo. Ya con su primera medalla de oro en el programa, ¿realmente nos sorprende todo lo que viene logrando? La realidad es que no tanto. La judoca que este año se retiró del deporte profesional tiene como mayor talento, según sus propias palabras, la perseverancia.
El judo le enseñó sobre concentración, sobre paciencia, sobre respeto, la convirtió en la primera mujer argentina en ganar una medalla de oro en los Juegos Olímpicos, le dejó muchísimas enseñanzas de la cultura oriental y la revelación de que solo siendo flexible se logra sobrevivir. Su flexibilidad hizo que, acompañada de un equipo de trabajo invencible- haya logrado destacarse como una de las mejores deportistas argentinas olímpicas de la historia, además de recibirse de médica traumatóloga.
¿Cómo arrancaste tu camino hacia esta grandeza? ¿Cómo fueron esos primeros pasos en la carrera deportiva?
Arranqué a los 9 años, haciendo judo con mi hermano. Después pasé de una competencia a la otra y fui escalando. Fui a un Sudamericano que se hizo acá, en Argentina, y ahí me vieron y entonces empecé a salir un poco más a nivel internacional. Después me fue bien en algún mundial, llegó la primera medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, que era la primera medalla en judo para Argentina. Esa fue una de las grandes sorpresas, para mí y para todos.
Este año para vos fue importante, porque dejar de competir debe ser muy fuerte. ¿Cómo te preparaste para el “después” de ser deportista olímpica?
El retiro es duro para cualquier deportista. Con la pandemia, mi retiro se retrasó un año y terminó coincidiendo con el cierre de mi carrera médica, de la formación como traumatóloga, que también es un momento bisagra. Ahora no siento que estoy haciendo un duelo, en algún momento seguramente lo voy hacer, pero hoy es como que estoy en la maraña de otras cosas nuevas que también me gustan. Así que estoy feliz de haber terminado mi carrera médica y mi especialización, con mucha energía puesta en lo que viene en ese sentido. Además, terminar la carrera deportiva en un Juego Olímpico también es algo soñado. Mi último entrenamiento fue en el Kodokan, que es el lugar donde nació el judo. Todo se dio muy lindo.
Se ve claramente cómo la disciplina y el esfuerzo marcaron tu recorrido, ¿sos muy autoexigente?
Y sí, ya me paso un poco.
Pero esto que parece que te decís a vos misma de lo lindo de sentirte ganadora aunque no hayas ganado la medalla es una gran enseñanza, ¿no?
Tal cual, es una enseñanza para mí, para mi vida personal y para mi autoexigencia. El objetivo es importante, pero siempre digo que voy a una competencia no por la medalla, sino a buscar dar el cien por cien. Creo que lo más importante es darlo todo.
Muchos deportistas hablan de la importancia a veces de fracasar en el sentido de perder. Muchas veces perder te enseña más cosas que ganar, ¿no?
Sí, de hecho, para mí hay una gran diferencia entre perder y fracasar. Como deportista, una sabe que va a una competencia y puede ganar o perder. Pero fracasar depende de una. Porque si a una derrota le sacás el jugo, entonces evolucionaste, creciste, aprendiste de esa derrota, no fracasaste. Es verdad que muchas veces aprendés más cuando perdés, porque te duele la derrota. Cuando ganás, tal vez tuviste un montón de errores, pero quedan ahí empañados por el logro. Es como un arma de doble filo.
Hablando de aprendizajes, ¿qué enseñanzas para la vida te deja la filosofía del judo?
El judo es lindo como deporte, pero además tiene eso: la cultura oriental. El saludo inicial y el final es una cuestión de respeto hacia nuestro oponente. La idea de que, si no tenés a nadie enfrente, no podés ganar ni perder. El judo te deja enseñanzas. El profesor de la escuelita nos contaba la historia de cómo nació el judo: en el invierno, cuando nevaba en Japón, algunas ramas de los árboles aguantaban mucho peso, mientras que otras dejaban pasar la nieve. Las que aguantaban eran los troncos más gruesos, y las que dejaban pasar la nieve eran las más elásticas y flexibles. Cuando llegaba la primavera, las ramas más gruesas aparecían quebradas y las más finitas daban flores. Judo significa “camino a la suavidad”, y más de uno se va a reír pensando dónde está la suavidad. El judo es un deporte de contacto, pero sin golpes. Es el único arte marcial que no tiene golpes. En judo tenés que dejar pasar la fuerza del otro, no hace falta ser más fuerte, hace falta ser técnico. Es como en la vida: ser flexible es lo que te permite sobrevivir.
En esto que hablabas de la cultura del esfuerzo: ¿creés en algo como el talento? ¿O cualquier persona con esfuerzo puede lograr lo que se proponga?
Es un tema, ese... Mi entrenadora, Laura Martinel, me reta cuando yo digo que no soy talentosa para hacer judo...
¡Cómo que no tenés talento para hacer judo!
¡No te enojes, que parecés mi entrenadora! Ustedes no saben de judo, pero el que sabe me ve luchar. Está bien, hay un montón de cosas que termino haciéndolas bien por mi constancia, pero el primer día que me enseñan un lance, no me sale, no hay chance, es así. Y a los otros sí, a todos. Me ha pasado un montón de veces en saltos o en coordinación. Pero voy una hora antes y hago los trabajos, me voy una hora después y sigo haciendo los trabajos. Y entonces me terminan saliendo, cuando a los chicos les salió de primera.
Ahora, la nueva competencia es MasterChef. ¿Cómo llegaste ahí? ¿Cómo tomaste la decisión de decir que sí?
En verdad, me habían propuesto para hacerlo en enero, cuando yo estaba en medio de la residencia, se venían los Juegos de Tokio y era imposible. Después, cuando me volvieron a invitar, pregunté la cantidad de horas para ver si lo podía coordinar con la parte de vida, estudio y trabajo en lo médico, porque ahora además estoy haciendo una especialidad en medicina del deporte. Y, bueno, hice cálculos y me daba bien, así que pensé: “Si no lo hago ahora, no lo hago más”. Yo siempre soy de salir de la zona de confort. En un punto es una manera de seguir compitiendo, seguir sintiendo esa “incomodidad”, esa adrenalina ese miedo previo de ¡quién me manda a venir acá!
Es un miedo lindo, ¿no?
Sí. Siempre digo que son sentimientos encontrados. Por un lado decís: “¿Quién me manda?”, y después, cuando pasaste el día, te vaya bien o mal, decís: “¡Bien, pudiste!”. La guerra es contra vos misma, hay que tener coraje e ir al frente.
Más allá del judo y lo que te pudo haber enseñado. ¿Hiciste algún tipo de terapia u otro tipo de deporte o disciplina? Para bajar, para conectarte con otras cosas...
Los fines de semana juego al fútbol con amigas. Cocinar o hacer rompecabezas también me desenchufa. Otros cables a tierra son pasar tiempo con mi familia, pescar con mi hermano, un montón de cosas. También me pasaba que cuando estudiaba o cuando entraba a la residencia me conectaba 100% con mi faceta médica y ni pensaba en el deporte, lo mismo cuando entrenaba o competía, estaba 100% ahí, sin pensar en la medicina. Mis dos vocaciones, lejos de chocarse, siempre se complementaron, y me bajaron a tierra cuando necesité conectarme con lo real. Eso estuvo bueno y me dio perspectiva.
Me imagino lo que debe haber sido llegar de los Juegos Olímpicos a la residencia médica, donde tenés que pagar derecho de piso. Con título de campeona...
Está bien, es la vida. Lo viví con naturalidad. Muchas veces me dijeron que me tomara vacaciones si tenía que viajar para competir, pero eso no me gusta porque yo quiero ser una más, porque soy una más. No quería tener beneficios. Todos hacemos el mismo esfuerzo. Si bien me han apoyado un montón, cuando pude devolví favores y creo que eso es el trabajo en equipo. Yo quiero seguir formándome y estudiando, quiero hacer las cosas bien, porque quiero que mi nombre sea bien visto también como médica y que mi carrera como deportista no influya. Es cierto que, en comparación, el nivel olímpico que alcancé en el deporte, si quisiera trasladarlo a la medicina, sería dificilísimo de alcanzar. Pero voy a trabajar y esforzarme cada día para que algún día, tal vez, pueda ser una médica destacada.