Desde “Siendo Pampita” hasta el manejo de las redes sociales de Evaluna y Camilo, el límite entre lo privado y lo público parece haber desaparecido.
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“Quiero que vean cómo es mi vida”. Fue con estas palabras que Carolina Ardohain anunció el lanzamiento de su reality “Siendo Pampita” (Paramount+). Sin embargo, desde el análisis, es claro que en 10 episodios resulta imposible que seamos testigos de su vida en todo momento como nos promete la sinopsis de la serie ¿Verdad?
Aun así algunos espectadores deciden dejarse llevar por la verosimilitud que impregna y creer que este contenido es la vida real de la familia ensamblada de la modelo y García Moritán, y no un producto que ha sido editado, acomodado y pintarrajeado para entretener a la mayor cantidad de personas posibles.
En este sentido toda América Latina puede espiar la intimidad de Pampita: la gestación de Ana, alguna que otra pelea de pareja, un festejo de aniversario apasionante y lujoso, conversaciones con sus amigas y las agendas de sus hijos; dejando de lado que se trata de la puesta en escena de una realidad de autor, ajustada a las visiones de la empresaria y la industria del entretenimiento.
Si consumimos este contenido sin entender la parte “ficcional” podemos caer en la idealización de su vida generando una suma de expectativas irracionales que influyen directa o indirectamente en nuestro comportamiento condicionando nuestra manera de vivenciar el amor, los vínculos, el deseo, el sexo. “Ya me vi los dos primeros capítulos de ‘Siendo Pampita’ y solo puedo decir una cosa: Carolina, qué bella tú y tu familia”; “Nunca te conformes con nada menos que un Robert (por García Moritán) en tu vida”; “No existe mujer más linda, real, resiliente que ella, sos única”, son algunos de los comentarios que se pueden leer en redes sociales tras el estreno.
“Estos productos mediáticos que consumimos pueden condicionar nuestros vínculos sexoafectivos si nos olvidamos del concepto de edición. Nos olvidamos que el material está curado, que hasta los conflictos se suelen evitar o generar o se les da un cierre desde lo ficcional”, reflexiona Carolina Veneroso, licenciada en Piscología (MN. 32032). Y profundiza: “Se nos vende que es la vida real, de carne y hueso, el crudo, como si no hubiera ningún componente ficcional. El consumidor que no puede tomar distancia de este tipo de programas y realmente compra lo editado va a sentirse condicionado con sus vínculos porque se configuran modelos de pareja. Sin ir más lejos, es lo que nos ha pasado a las mujeres durante años con distintas producciones que romantizaban y condicionaban un montón de cuestiones”.
El impacto de las redes sociales
Pero en la actualidad el formato de reality no es el único contenido que nos venden como verdad absoluta. Es un fenómeno que también encontramos en las redes sociales en donde -en apariencia- encontramos los modelo de la vida que tenemos que llevar y de lo que las parejas felices tienen que hacer como Evaluna y Camilo, el dúo más popular y unido del momento que marca tendencia con su carrera artística inspirada en su vida privada, o viceversa, pues los límites pueden no estar tan claros.
“Medialuna”, fue la declaración de amor; “Por primera vez”, su boda; “Favorito”, su luna de miel; “Vida de rico”, la compra de su primera casa e “Índigo”, el anuncio de que están esperando su primer hijo. “Aquí nos enseñan que el verdadero amor existe”, escribió un usuario en los comentarios del último videoclip; “Así debería llegar un hijo a la vida de sus padres, esperado, amado, deseado, planificado y con canción incluida”, redactó otro fanático. Quedarnos con esos pocos minutos de video sostiene un imaginario asociado al ideal romántico porque no somos perfectos y en todas las relaciones existen conflictos, aunque ellos decidan no mostrarlo.
Lo cierto es que la vida privada de las personas nos genera fascinación y tiene explicación. “Desde el psicoanálisis podríamos decir que el ser humano tiene una suerte de pulsión voyeur, de ver curiosear y mirar, lo cual le genera satisfacción ver al otro haciendo algo en la intimidad”, expresó Carolina y resaltó que se trata de una pulsión que nos acompaña desde los primeros años de la infancia y continuará a lo largo de nuestra vida en mayor o menor grado. Por otro lado agregó: “Somos animales, mamíferos sociales y curiosos por naturaleza. Las capas y capas que tenemos de civilización no han impedido que esta cuestión de husmear en la madriguera de otros sea controlada”.
Los medios de comunicación se encargaron de satisfacer esa curiosidad, casi morbosa, por saber, mirar y gozar con lo que hace el otro en la intimidad y nosotros de consumirlo porque se habilitó socialmente a hacerlo. Sin culpas, sin vergüenza, a cualquier precio, a cualquier costo. Pero, en este contexto, es fundamental hacer el ejercicio de poner un freno y entender los procesos de producción que llevan a la construcción de un verosímil que -al final de cuentas- en su máxima expresión es ficcional y en su mínima, solo una parte de la historia.
El límite entre lo íntimo y lo público no debería ser difuso
Vivimos en una sociedad narcisista y de exposición y aunque “estamos obligados a exponernos”, Veneroso opina que: “En la adultez deberíamos poder elegir qué mostramos y qué no”. Sin embargo con la tecnología y las redes sociales esos límites se corren. “Estamos empezando a acostumbrarnos y a naturalizar que la construcción de la identidad tiene una pata muy fuerte en lo que es la exposición de las redes sociales” y después de todo “pertenecer tiene sus privilegios”, completó la psicóloga.
“Antes no estaba mediatizada la identidad. Al vivir en plena postmodernidad hay cuestiones que ahora se mediatizan. Mediatizo entonces existo. Las redes sociales son una institución más que nos atraviesa y atravesamos nosotros como seres humanos. El posteo en redes, es éxito. Si nos crían haciéndonos creer que somos en cuanto a lo que posteamos o a lo que mostramos desde ya que el límite se corre y es difuso”, completó.
“Somos curadores de lo que posteamos (elegimos qué y cómo mostrarlo) y a veces editar un poco la vida hace que editemos un poco nuestra personalidad. Algunos perfiles terminan confundiendo su identidad real con su identidad mediática o de red social. Así como hay gente que tiene capacidad y recursos propios para entrar y salir perfectamente del personaje mediático y entrar al real, hay gente que no”, concluyó Carolina Veneroso.