El sueño de Nadia Cirnigliaro se hizo realidad a pocos kilómetros de la capital. La madera, protagonista absoluta del diseño.
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Cuando, hace trece años, Nadia Cirnigliaro (@en_el_campito) se enamoró de Santi Nogueira, también inició su romance con City Bell, la patria chica del candidato. Ambos fantaseaban con construir un refugio escondido en el verde de esa localidad de La Plata, con ideas recolectadas de sus viajes: “Dependiendo del lugar de donde volvíamos, planeábamos una casa de campo o de playa, así que fuimos guardándonos detalles de lo que nos dejó cada lugar, sin encerrarnos en ningún estilo”.
En 2013 salieron sorteados en el Procrear, eligieron el terreno donde termina una calle de tierra, pegado al de unos amigos, y se embarcaron en una obra de ocho meses adaptando su presupuesto tranqui a la medida de sus deseos: querían juntadas con muchos amigos y familia, ser papás jóvenes y una vida seteada íntegramente en la naturaleza.
El mantra de Nadia es “dentro de lo que puedo, intento tener la casa que quiero”, así que, a pulmón, con mucha mano de obra propia –ellos diseñaron y construyeron la gran mayoría de las cosas– y el reciclaje como bandera, lograron un hogar de 90 m2 que habla mucho de los dos, donde todo encastra, se transforma, aparece y desaparece. “El campito” (así apodaron el proyecto cuando arrancaron) siempre está mutando y con algún detalle “in progress” que acompaña la evolución de la familia. La llegada de Galileo (3) y Amalia (6 meses) apuró la ampliación en tiempos de pandemia para que la beba tuviera su habitación, así que 2021 los encuentra construyendo la planta alta.
UN COMEDOR CONVERTIBLE
Los ventanales grandes que se esconden son la estrella de la casa. El arquitecto, que es amigo de los dos, conocía bien de cerca la prioridad de recibir gente. Entonces, propuso esta solución genial: en un extremo del comedor, armó una pequeña galería y en el otro, un patio interno. En cada extremo, ventanales que, cuando se abren, quedan ocultos y convierten este espacio en un gran quincho, que permite agregar mesas a ambos lados del comedor, y además, la naturaleza queda totalmente integrada.
La mesa del comedor es heredada y las sillas las compraron usadas en diferentes lugares por MercadoLibre, las mandaron a restaurar y a tapizar en denim. Nadia defiende con uñas y dientes el blanco de los sillones del living (@filipponideco) –cuestionado en una casa con niños y calle de tierra– porque jabón blanco y lavandina hacen desaparecer manchas de patas embarradas y siempre están como nuevos.
COCINA
Que sea toda de madera la convierte en el ambiente más cálido de la casa. La mesada la encargaron a medida en una maderera. No hay alacenas por una decisión estética: como la cocina está integrada, cuidaron que se viera lo más liviana posible. Los muebles bajo mesada son de fenólico, el material fetiche que se repite en toda la casa. La heladera, el lavarropas y todo lo que hace bardo está escondido para que no se vea desde los spots más sociales.
De la cocina, Nadia ama sus platos de gres hechos a mano (@caracuceramica), y lo que menos le gusta es el color clarito que eligió para los pisos de porcelanato porque delata fuerte la mínima suciedad. “Cuando definimos los materiales, elegimos lo que nos hacía sentir de vacaciones. Y ahí nos conectamos con la calidez de la madera. Buscábamos armar nuestro refugio”.
A DORMIR
Los cuartos son chiquitos porque el proyecto original planteaba los dormitorios arriba, así que sabían que en algún momento estos ambientes se convertirían en estudio o cuarto de juegos. Durante el embarazo de Amalia, y en vistas a lactancia en pandemia, Nadia decidió ponerle pilas al cuarto principal –”acá voy a pasar largos ratos de mis días”, pensó–.
Con el dormi de Galileo hicieron magia y en 3 x 3 m armaron un tetris de cama, ropa y juguetes. Si bien el “todo a la vista” no colabora con que el dormitorio se vea ordenado, Galileo disfruta de eso y a Nadia le encanta verlo escaneando con la mirada para elegir con qué jugar. La altura le quita un poco de libertad, pero fue la mejor opción para aprovechar el espacio. El tema cama fue resuelto de urgencia porque Amalia estaba a punto de llegar y Galo tenía que cederle la cuna, así que apareció usada por Internet. ¡Les costó 500 pesos! La cortaron y la volvieron a encastrar. “Mi casa es flexible y siempre está en movimiento. La adaptamos a lo que vaya ocurriendo en la familia o en el día a día”.
PLANTAS Y HAMACAS
La última inauguración veraniega fue un deck en altura. La estructura, además de funcionar como un respaldo súper cómodo a la sombra de los árboles, esconde una heladerita bien equipada de cervezas y cosas ricas. Las hamacas son otra marca registrada de la casa: hay hamacas paraguayas colgadas en todos los rincones posibles y también hay para los chicos. Una tía de Galileo le hizo una con soga y madera: tuvo tanto éxito que montó su pyme (@volare.hamacas) y vendió toda la cuarentena ese modelo, que, por supuesto, lleva el nombre de su sobrino.
En la huerta, que comparten con sus amigos-vecinos de la cuadra, Santi cultiva variedades de chiles que se trajo de Asia. Ahí también tienen un limonero y cuidan mucho el paisaje que diseñaron sus vecinos Eva y Valentín con plantas nativas, junto con Flux Estudio.
EXTERIORES PROTAGONISTAS
Afuera aparece la máxima expresión de la creatividad y el talento de los dueños de casa. Todo está hecho por ellos. Nadia dice que es clave contar con un Santi tan habilidoso: “Todo lo que es de madera lo hizo él, le tiro dos palos y una tabla, le hago un dibujito y en el acto saca la circular y empieza a cortar, no tengo idea de lo que es esperar una semana”.
Hicieron la galería, todos los decks de la casa y el guardatutti –con techo verde de plantitas de la casa de la infancia de Nadia y un Buda–. Pero el tesoro indiscutido es la casita del árbol, que construyeron juntos con la idea de que Galileo participara del proceso y la armaron con maderas que sobraron de una obra, celosías que se convirtieron en puertas y un techo verde.
Producción de Sofía Di Nunzio.