Ayudó a dejar atrás los modos de crianza ligados a los premios y castigos para volver a una educación con amor, respeto y libertad.
- 6 minutos de lectura'
Publicado en 2003, el famoso libro Bésame mucho. Cómo criar a tus niños con amor acaba de reeditarse en Argentina con venta exclusiva en el local Maminia. Charlamos con el experto y esto fue lo que nos contó.
¿Qué diferencias encontrás en los modos de crianza en estos casi 20 años de la primera publicación de tu libro en 2003?
Al menos en España parece, porque aún no tenemos estadísticas fiables, que se da mucho más el pecho. Es decir, ahora es frecuente encontrar madres que dan el pecho dos o tres años, incluso más cuando antes pasar de tres meses era un triunfo. Y también parece que mucha gente le ha perdido el miedo a meterse el niño en la cama o a tomarlo en brazos. Y digo que le ha perdido el miedo porque probablemente todo el mundo lo hacía, pero no se atrevía a decirlo porque te decían que era pecado y que lo convertirías en un asesino en serie.
¿En qué momento nos alejamos tanto de esa crianza fisiológica, ancestral, similar a la de los animales, como lo contás en tu libro?
Pues, por un lado, algunos autores dicen que las normas de castigo (incluida bofetada, cuarto oscuro, latigazo) a los niños surgen con ciertos expertos alemanes del siglo XVIII. Pero, por otro lado, yo sospecho que la industrialización también tuvo mucho que ver. Antes de ella, las madres de niños pequeños iban a labrar el campo o vender al mercado con su hijo en la espalda. Entonces en la fabrica le dijeron que no podía llevarlo porque “perdían el tiempo” y no trabajaban. Fue necesario que convencieran a esas madres de que tomar en brazos a sus niños no era lo mejor, que había que dejarlo en casa, aunque llore, y salir a trabajar para que empezáramos a creérnoslo.
¿Sigue vigente una mirada patologizante de la infancia o se logró imponer una más amorosa y respetuosa con su desarrollo emocional?
Creo que aun coexisten las dos cosas. El motivo por el cual yo escribí Bésame mucho no era convencer a las mamás o los papás de que tomaran a sus niños en brazos y que lo consolaran cuando llorase. Porque eso yo veía que ya lo estaban haciendo. Yo lo que quería era que dejasen de sentirse mal cuando lo hacían. Al menos entonces, pensé, que haya dos tipos de libros, que vieran que no todos los expertos decían lo mismo.
¿Cómo confiar como padres en nuestro instinto y saber que lo estamos haciendo bien?
Los padres parece que tienen cada vez más dudas. Muchos me preguntan cosas que me da la impresión de que cuando yo era un pediatra joven no me preguntaban. Entonces me queda la duda de si en esa época no se animaban a preguntar o es que ahora tienen dudas con todo. Ahora se considera que el sueño, la alimentación, las rabietas son de incumbencia de los pediatras. Cuando antes yo pensaba que lo que nuestro era la fiebre, la tos. Tal vez antes se lo preguntaban a la abuela y ahora se lo preguntan al pediatra.
¿Y porque los consultan tanto?
La verdad es que no lo sé. Aquí en España se está llegando a la maternidad y paternidad más tarde. Entonces pensaba en que eso haría que nos encontrásemos con madres más maduras, más seguras de sí mismas, con más experiencia de la vida pero sorprendentemente me da la impresión de que cada vez tienen más dudas.
A su vez los pediatras se convierten en una especie de influencers
Nos preguntan tanto que algo tenemos que responder. No parece que esa cantidad de información disponible disminuya las dudas de la gente. Sino que, al revés, cada vez hay más dudas.
O sobreinformación.
Sí, pero no sabemos la calidad de esa información. En Internet pueda hablar cualquiera. Para escribir un libro hay que tomar ciertos riesgos monetarios. La cuestión es que hemos aceptado que una determinada manera de criar a un niño dará un determinado resultado después. Y esa es una creencia que está muy extendida entre los dos lados del debate. Es decir que tanto te dicen que si le tomas en brazos será dependiente, no caminará nunca, etc., como te dicen que si le dejas llorar le estás traumando para toda la vida. Finalmente son igual una cosa que la otra. La pura verdad es que, salvo los extremos, la forma en que criamos a nuestros hijos influye poco y de manera impredecible en el resultado final. Por ejemplo; cómo podríamos identificar entre dos personas adultas a quienes le dieron el pecho y a quienes no. A quienes le leían un cuento para dormir de noche y a quien no. Salvo casos especiales de niños maltratados y abandonados, la verdad es que todo el mundo más o menos sale normal. Todos estamos más o menos locos. Entonces yo trato a mi esposa con cariño y con respeto simplemente porque es mi esposa y la quiero. Y además porque no le faltaría el respeto a nadie pero mucho menos a alguien de mi familia. Entonces, ¿por qué nos tenemos que inventar supuestos efectos a largo plazo cuando estamos hablando de nuestros hijos? No sé qué pasará con mi hijo a 20 años, no sé cuáles serán las consecuencias de alzarlo en brazos o dejarlo llorar en la cuna, lo que sí sé es que sucederá en los próximos 3 minutos: si lo alzo en brazos dejará de llorar y punto. Con eso debería ser suficiente.
¿En qué punto influye nuestra historia de crianza en el modo en que educamos a nuestros hijos?
Creo que influye muchísimo porque tendemos a repetir las pautas que siguieron nuestros padres. Es la experiencia que has tenido, aunque también podemos hacer las cosas distintas a ellos y también es una influencia. Lo hacemos igual o diferente a ellos, pero de alguna manera nos lleva a intentar hacer algunas cosas y no otras. Lo normal es que los hijos quieran mucho a sus padres, ellos están deseando hacer lo que ellos les piden. Lo que pasa es que a veces es difícil. Por eso a veces cuesta no hacerlo porque tenemos lealtad con nuestros padres, queremos defenderlos y hacer lo mismo que ellos hicieron con nosotros.
¿Siguen presentes los estereotipos de género en los roles de crianza?
Hay de todo un poco, hay papeles de género que claramente son estereotipos. Que está sociedad ha decidido que sean de una forma y no de otra. Pero al estar pendientes de esas cosas tan obvias como que es igual que las compras las gana el papá o la mamá, nos olvidamos de que hay otras cuestiones que sí no son intercambiables. Por ejemplo, para un bebé recién nacido no es lo mismo el papá que la mamá. Aunque sea duro para los papás saber que hay una época donde los bebés lloran porque quieren estar con su mamá. Los niños lo tienen claro y es así, hay que aceptar que no es lo mismo.