A sus 43 años dice que se siente en el “segundo tiempo” de la vida y que está construyéndola con más libertad y menos prejuicios
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Benjamín Vicuña llega al estudio de fotos apurado, pidiendo disculpas porque se atrasó en una reunión de padres del colegio de sus hijos. De su mano está Magnolia, su hija de cuatro años, que al principio no lo suelta, pero que, al rato, desplegará todo su carisma jugando mientras su papá trabaja. Hace tiempo que no charlamos con él y, durante estos años, su vida cambió tanto... en muchísimos sentidos. Hoy se lo ve sereno, disfrutando de lo que él mismo llama un proceso de construcción personal, buscando el tan ansiado equilibrio e intentando alejarse del dolor.
- ¿Cómo estás, en estas semanas en las que el mundo se volvió un poco más hostil que de costumbre...?
- ¡Uh! Empezamos rudo. Es difícil abstraerse de lo que está pasando en el mundo. De la crisis humanitaria en Ucrania, del impacto global. Pero aquí estamos... Por mi parte, promocionando una serie que, de alguna manera, intenta tener un mundo paralelo a lo que estamos viviendo y poder entretener, generar un debate, hablar de otras cosas...
- ¿Qué te atrajo de El primero de nosotros?
- Es la historia de un grupo de amigos y cómo reaccionan frente a la enfermedad, frente a una noticia muy fuerte que recibe Santiago, mi personaje, que es un psicólogo, también maratonista, y que debe enfrentar la carrera quizá más difícil de su vida, una enfermedad, y cómo se generan estos lazos de contención, de cariño, de solidaridad.
- ¿Qué aprendiste vos sobre la finitud de la vida, sobre saber que una enfermedad te puede cambiar todo?
- Bueno, es algo con lo que yo convivo, que entiendo, que aprendí y que comparto también. Me parece que es muy interesante correr el riesgo e instalar un tema que por momentos queremos invisibilizar, como es la enfermedad. Hay que tener huevos. Hoy en la televisión, donde queremos evadir, queremos distraernos... instalar un tema como ese, ¿qué pasa en un grupo de amigos cuando a los cuarenta y pico uno de ellos tiene que atravesar un momento tan difícil? Hablar de la existencia, de la vida, y hablo de la vida porque la muerte es parte de la vida, es hablar de las cosas por su nombre. Creo que va a ser un aporte. Es una serie empática.
- Y trae algo que todos aprendimos con la pandemia, que es a disfrutar la vida en el instante presente...
- Estoy absolutamente de acuerdo, pero eso es como que se nos olvida rápido. Mirá lo mal que lo pasamos con la pandemia, la humanidad completa, lo seguimos pasando mal en medio de crisis económicas, de incertidumbres por nuestros trabajos, de cantidad de muertes, y hoy estamos enfrentando una guerra sin precedentes en Europa. Entonces, ojalá las lecciones duraran un poco más, ojalá el ser humano pudiera tener memoria, para no volver a cometer los mismos errores. El ser humano tiende a hacer eso.
- ¿Vos fuiste el primero de tu grupo de amigos en algo?
- Sí, fui el primero en ser papá, con mi hija Blanca, yo tenía 26 años. Fue como dar el paso a lo desconocido. Mis amigos del colegio me venían a ver como si fuera un extraterrestre. Pero de a poquito fueron cayendo y ahora la mayoría son padres y saben lo que se experimenta: lo bueno, lo malo, lo lindo.
- Hoy tenés hijos que están entrando casi en la adolescencia y también hijos chiquitos, cada uno con sus demandas: ¿Cuáles son tus desafíos hoy como papá?
- Hago lo que puedo, pero, por ejemplo, hoy los llevé a la mañana al colegio, luego uno de ellos tuvo que hacerse un examen por unas alergias, después con otro tuve una reunión de padres porque se porta como el culo. ¡Y así tengo de lo que me pidas! Pero uno siempre trata de ser la mejor versión, independiente de ciertas reacciones a las generaciones anteriores o a lo que fueron con uno. Para mí, tratar de lograr ese tiempo de calidad que es clave, el cariño, el tacto, que se sientan seguros, queridos, potenciar su autoestima, darles amor, básicamente.
- ¿Vos te sentís parte de una generación de papás que están cambiando algo?
- Sí, absolutamente. Papás y mamás. Somos una generación con conciencia o reaccionando a lo que vivimos, pero estamos más atentos y queremos más. Y me parece perfecto en términos de una paternidad compartida y de responsabilidades. Yo soy embajador de Unicef desde hace 15 años en Chile y eso hace que haya trabajado mucho en terreno, pero también tengo herramientas y estoy muy consciente de que ese tipo de cosas, sobre todo en la primera etapa de la niñez, son fundamentales. Hasta los 4, 5 y 6 años es fundamental ese cariño. El mano a mano, ese entorno directo que es tu refugio, tu hogar y que para los chicos es su planeta.
- ¿Y en dónde te refugiás vos en los momentos en que en el afuera hay tanto caos, tanta crisis, tanto ruido?
- Qué difícil. Me cuesta mucho aislarme de las redes, de la información. Hay tanto dolor, tanto testimonio y alguna fake news, también. Intento aislarme cuando lo necesito, cuando quiero dejar de consumir noticias. No me dura mucho, pero pruebo dejar de estar online. Luego el deporte me hace muy bien, correr es una forma que tengo para meditar. Después de correr 10 kilómetros, entro en un estado que me conecto. También estar en contacto con la naturaleza cuando se puede, los caballos me encantan, el teatro me ayuda, el teatro sana. Y aunque suene un pelín egoísta, me pasa que estar con mis hijos es un momento de refugio. Me imagino que para ellos también. Es un lugar donde me siento seguro.
- Entiendo que corriste un Iron man. ¿Qué te pasó con exponer al cuerpo a ese nivel?
- A veces la ficción y la realidad se cruzan. Mi personaje en la serie es runner y empecé a correr, empecé a entrenar, conocí a un coach que es amigo mío, Maxi Monzón, y de a poco fuimos estirando las distancias. Me dijo: “¿Cómo venís con el trote y con el nado?”. Yo no nadaba desde chico. Empecé a nadar, después sumé la bicicleta y se planteó este desafío. Soy un principiante. Tengo ganas de seguir dando pasos en esto, obviamente cuidando mi cuerpo porque es mi capital. A veces el cuerpo habla, te trae sabiduría, ¿qué aprendizajes te trajo esta experiencia?
Me pasó algo bien bonito, parece de terapia. Tengo una hernia de disco en la espalda, entonces yo pensaba que no podía correr y me fui superando poco a poco y el cuerpo fue cediendo. No sé si me sané, pero al final el cuerpo está resistiendo bastante bien y eso te habla sobre que, en el fondo, los límites son más mentales. Hay una resistencia inicial, pero el cuerpo siempre se adapta.
- Sos activista: para Unicef, para Greenpeace, ¿cuáles son para vos las causas más urgentes hoy?
- ¡Me genera desesperación! Hay tantas luchas que son necesarias: el feminismo, ACNUR con los refugiados, Unicef, Greenpeace. Cada una tiene una importancia y una prioridad dependiendo de dónde se vea el prisma. Está claro que el medioambiente hasta antes de la pandemia estaba en un nivel de relevancia por el cual los grandes líderes mundiales hablaban de cómo mierda parábamos esto. Pasa que hoy con Ucrania y con Rusia también nos patean el tablero. Estaba en Chile haciendo campañas que tienen que ver con los niños, las infancias, los derechos, y viene esto..., y esas cosas tienen que esperar. Hoy hay un millón de refugiados por la guerra y esto es una exigencia que es hoy, es real. Lo mismo con Greenpeace. Estuve en Chile haciendo una campaña sobre la defensa de los mares, y las personas que lideran esas campañas tienen una pasión gigantesca, pero también somos conscientes de que hoy por hoy, con lo que está pasando, pasan a un lugar secundario. Pero, así y todo, mi invitación es a seguir luchando. Aunque sea desde el silencio, aunque que sea invisible. El feminismo o cómo nuestros hijos deben ser educados de otra manera, eso es clave. Más allá de campañas, eso se hace desde la casa, desde los colegios, pero desde una nueva manera de educar y criar.
- ¿Ese es tu aporte al feminismo? Hoy se interpela mucho a los varones a que se involucren en la causa
- Más que mi aporte, es mi experiencia. Yo lo veo, yo también cambio, mis hijos van cambiando, ellos me enseñan. Es bien bonito. Tengo mi hijo grande, mi hijo adolescente que va mamando por su entorno, por su gente, por sus pares, por las chicas, y la verdad es que ya son diferentes, son mejores.
- Sos muy reservado con tu intimidad: ¿Cómo balanceás lo que elegís compartir y mostrar en las redes?
- ¡Desbalanceado, básicamente!
- ¿Te cuesta generar esos límites?
- Hubo un cambio de paradigma con las redes sociales. Hasta hace un tiempo, cuidabas la intimidad de que no te sacaran una foto, pero luego, a través de tus propios medios, tú podías publicar una foto de tus hijos porque son tu gran orgullo y lo más lindo que tenés y lo querés compartir con una especie de familia virtual. A mí me pasa que tengo 2,5 millones de seguidores, pero de esos 2 millones hay 500 personas que sí son mi familia en Chile, mis amigos, entonces es una manera también de relacionarse y vincularse a la distancia. Lo que te quiero decir es que no la tengo muy clara. Tengo eso de que efectivamente suelto mucho, después me arrepiento. Los famosos límites, no sé hasta dónde... Pero trato de vivir con cierta libertad, sin tantos miedos, sin prejuicio.
- Hace tiempo dijiste que estabas en un proceso de reconstrucción personal. ¿Te sentís todavía ahí? ¿O estás en permanente reconstrucción?
- La “reconstrucción” tiene una connotación que suena devastadora. Más bien se puede decir que estoy construyendo. Reconstruyendo algo mejor, algo más sólido, más fuerte. Mi edad tiene que ver con un “segundo tiempo” en términos de analogía futbolística de la vida. Me queda mucho, pero también me queda poco, así que estoy intentando vivir de la mejor manera y con más herramientas. Sé que es difícil, pero tiene que ver con la memoria personal, con decir “quiero vivir bien”, quiero intentar alejarme del sufrimiento, de las cosas que me duelen y me dañan. La vida es difícil para todos y no hay una persona que pueda evadir el peso y la levedad del ser. Pero sí creo que existen herramientas con los años para poder fluir y surfear mejor la situación.
- Además de correr, ¿qué te ayuda a nivel espiritual?
- Soy inquieto y curioso y he hecho de todo. Desde registros akáshicos hasta terapia de flores, también mi psicóloga que tengo desde hace 14 años, psiquiatra también.
- ¿Por qué?
- Porque le doy un valor fundamental a mi cabeza y al espíritu, pero sobre todo, a tratar de estar en equilibrio. Insisto más por la curiosidad. Es una mezcla rara porque, si bien soy escéptico, igual pruebo. Voy conociendo diferentes cosas, así también con las religiones. Me interesa desde el Islam, pasando por los budistas, hasta los católicos –tengo una formación católica–, los judíos, el hebreo. Tengo esa inquietud y me parece que todos los caminos conducen al mismo lugar que tiene que ver con un Dios, con un yo también potente, generoso, con algo más grande que te da paz al final del día.
- No quiero desafiar tus límites desbalanceados con tu intimidad, pero quiero preguntarte cómo estás emocionalmente: ¿Cómo vivís el amor hoy?
- ¡Una vuelta muy fina para preguntar! Estoy superbien. Y lo vivo desde el único lugar posible, con toda mi humanidad y apostando a eso. El amor es el gran motor de la vida.
- Además de actor, hoy sos embajador de Equus: ¿Qué sentís que expresás a través de la moda?
- Comodidad, ese es mi humilde aporte. Me gusta sentirme bien con lo que tengo puesto o con lo que llevo. Y cómo se proyecta eso tiene que ver con el día a día, con tu seguridad.
- ¿Qué es lo último que aprendiste sobre vos?
- Que hay que amigarse con las contradicciones. Hay que aceptarse con las luces, las sombras, con lo bueno, lo malo. También hay que dejar algunas preguntas sin contestar, no se puede resolver todo en esta vida.
Fotos de William Kano. Producción de Lula Romero