Algunos hechos o circunstancias que creemos que son por mala suerte redireccionan nuestro camino emprendedor y se convierten en el toque de la varita mágica.
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Tao, en chino, significa “camino” y se refiere al orden natural del universo y del hombre. El yin y el yang son las fuerzas opuestas que se encuentran en este universo y en todas sus cosas: representan la dualidad y esa continua transformación que gobierna el orden. Un poco yin, un poco yang, eso es el tao. Energías opuestas que se manifiestan en el camino y que se complementan para poder ser.
¿A qué viene esta intro a la filosofía oriental? Es que la misma sabiduría que nos habla del yin y el yang como fuerzas complementarias nos habilita a pensar que algo oscuro puede, de repente, volverse luminoso, que esta crisis que atravesamos como marca puede alcanzar el equilibrio.
Así que no siempre la mala suerte es mala suerte para siempre. Es más, esas pequeñas (o grandes) “malas suertes”, esas circunstancias que oscurecen nuestros proyectos, esos eventos desafortunados que vuelven las cosas más difíciles, pueden convertirse en boosters de nuestra pasión y hacer nuestra misión aún más poderosa.
La mala suerte guarda un revés, su yang. Fuerza y complemento opuesto del que depende para su existencia: el giro de suerte. Este giro no llega solo, hay que saber buscar esa vuelta. “En tiempos de crisis, algunos lloran y otros venden pañuelos”, dice la famosa frase. Aprender a dar con ese revés y esa oportunidad es clave para reconstruir la nueva forma.
Conversor de mala suerte: con lo que tenemos, lo mejor
No es lo que nos pasa, sino qué hacemos con eso que nos pasa. Con las circunstancias que están dadas, ¿cómo convertimos la mala suerte? Se trata de anclarse en el presente, porque es lo único que tenemos. No quedarse mirando para atrás, para lo que fue y ya no es, sino cambiar el enfoque, buscarle la vuelta con nuevas estrategias e ingeniosas soluciones.
Por ejemplo, pensemos en la pandemia. La crisis sanitaria que se presentó justo hace un año y sigue acompañándonos impactó directo en la economía y afectó todos los emprendimientos, pero, por otro lado, aceleró tendencias constructivas que estaban latentes, como la transformación del modelo de negocio, la digitalización y el paso de lo offline a lo online; el trabajo remoto, el foco en la reducción de costos, la gestión eficiente de los tiempos y los cambios en las conductas de los consumidores. Hubo una crisis, sí, pero también surgieron nuevas oportunidades de negocio.
Oportuncrisis
Cuando está escrita en chino, la palabra “crisis” –wéijī– tiene dos connotaciones: riesgo y oportunidad. Y es que mirar de frente a la mala suerte nos puede traer sorpresas. Se trata de tomar el control de lo que te pasa y animarte a pivotar en tu emprendimiento, cambiar la perspectiva y redirigir la estrategia. Sería algo así como cantarle el retruco a la mala suerte: pasar de víctimas a impulsoras de nuevos proyectos.
La creatividad juega un papel fundamental en esto de hacerle frente a la crisis, porque el pensamiento creativo y divergente es el único que habilita nuevas relaciones de ideas y múltiples soluciones. Cuando arrancó la pandemia, muchas emprendedoras textiles encontraron en la producción de barbijos –un producto que se convirtió, de un día para el otro, en primera necesidad– una manera de seguir produciendo y, a la vez, llevar al consumidor a su tienda, donde, quizá, también compraba algo más.
Repensarnos
La psiquiatra Marian Rojas Estapé habla de la importancia de fijarse metas y objetivos para poner en marcha un proyecto en tiempos de crisis: “Las metas son a largo plazo; los objetivos, a corto. El que no tiene un plan es esclavo de lo inmediato. Reacciona según impulsos, emociones o sentimientos”. No necesariamente la crisis nos presenta una urgencia de cambio. Podemos tomarnos algo de tiempo para que las acciones no sean tan espontáneas. Es clave encontrar primero la ruta de salida y tenerla a mano en cada oportunidad en la que el contexto nos juegue una mala pasada.
Casos para conocer
Mane Casanova
- Fundadora de Lala Montessori (@lalamontessori).
- Mala suerte: a su marido lo despidieron por recorte de personal, dos semanas antes de que naciera su segunda hija.
- Buena suerte: gracias a ese hecho, Mane sumó a Nico a su emprendimiento, triplicaron las ventas y abrieron un local. También abrieron la empresa en Uruguay y su licencia es ofertada por otros países.
Mane manejaba su emprendimiento de muebles, Lala Montessori, con la seguridad de que Nico, su marido, tenía un sueldo fijo, sobre todo para poder tomarse licencia por el nacimiento de Roma. Pero unas semanas antes de la fecha de parto, a Nico lo despidieron por recorte de personal: el mundo se les vino abajo. Mane, siendo el capitán de su barco, sumó a Nico a su emprendimiento y experimentó por primera vez la división de tareas. “Creé Lala porque estuve un tiempo en España, me enamoré del método Montessori y cuando quise aplicarlo en casa, vi que nadie hacía los muebles que necesitaba para armar un ambiente preparado para Luca, mi primer hijo”, cuenta Mane. Luego de un tiempo, Mane y Nico triplicaron las ventas de Lala Montessori y abrieron un local. Consiguieron certificados y se sumaron a la filosofía slow down de trabajo. También abrieron sucursales en Uruguay y no paran de crecer en un proyecto compartido que se convirtió en golpe de suerte.
Luciana Ramírez
- Creadora de Lo de Rodolfo (@loderodolfo).
- Mala suerte: le entraron a robar mientras dormía con sus hijas.
- Buena suerte: perdonó a los ladrones y decidió hacer algo por ellos: creó Lo de Rodolfo, una línea de juguetes didácticos con el propósito de generar un impacto positivo en la sociedad.
Cuando su beba más chica se reincoporó en la cama, ella abrió los ojos y se topó con la mirada de un extraño. Había otro más, al lado. Eran dos, y ella no hacía más que desear que su hija más grande no se despertara. “Como no tenía plata en mi casa, les ofrecí que se llevaran la computadora, un iPad y mi celular”, cuenta Luciana. Ellos le respondieron que eran “profesionales” y esa palabra despertó en ella un pensamiento distinto: imaginó la infancia que habían tenido esas dos personas para hoy elegir el camino de la delincuencia. El robo duró solo diez minutos, pero ese lapso de tiempo le sirvió para reafirmar la idea de un emprendimiento que desde hacía mucho tiempo daba vueltas en su cabeza. Con un propósito social, el de ayudar a todos los niños del país a tener una infancia mejor –más cerca del juego, la imaginación y el aprendizaje–, nació la juguetería didáctica Lo de Rodolfo. Este emprendimiento también promueve la campaña #VosPorUno: con la compra de un juguete, ellos donan otro a un niño o niña “que también lo merece”, como dice Luciana.
Experta consultada: Alejandra Leguizamón. Emprendedora, creadora de @mamaemprendearg, directora de Arte Publicitaria, coach ontológica y mentora de emprendedoras.