Recién asentado en su nuevo espacio radial, nos cuenta sobre los saltos de fe, la soledad, la deconstrucción del macho y el amor en todas sus formas
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Seguramente este era el año para por fin tomarse un año sabático, pero Andy Kusnetzoff decidió redoblar la apuesta. En busca de la adrenalina que solo nos regalan las nuevas experiencias, fue pionero en una flamante emisora –Urbana Play 104.3– con su programa Perros de la calle, custodio de un espíritu que ya trasciende a las personas.
Un poco fóbico a dar notas (la paradoja de un periodista), nos recibe por Zoom, justo antes de arrancar su clase virtual de DJ, porque –dice– algún día le gustaría crear su propia música. Hablamos, entonces, sobre las transformaciones profundas, los amores que se construyen a fuego lento, la deconstrucción que vivimos como sociedad y el sentido más íntimo de la felicidad.
Tu último cambio profesional me tocó una fibra de transformación muy fuerte. ¡Qué salto! ¿Cómo estás después de eso?
Estoy bien, contento. Me cuestan los cambios. Son difíciles. Pero una vez que estoy, me copa. Cuando me fui de Cuatro Cabezas me sentía mal, angustiado, y un psicólogo me dijo: “Lo que pasa es que vos salís de un punto A y tenés que llegar a un punto B; cuando vas por la mitad, estás en tierra de nadie porque no estás ni en el lugar que conocías ni todavía llegaste al nuevo. Estás desamparado”. Hay que pasar esa transición, hasta que sentir que el cambio fue para bien.
¿Qué señales estás teniendo de que fue para bien?
Me gusta ir a la radio, me río, me pongo contento. Vuelvo a estar conectado. El último tiempo en Metro ya sentía que estaba haciendo un trámite, y la radio no es eso. Es verdad que no ayudó que los últimos tiempos transmitíamos vía Zoom, que parece que es lo mismo, pero no es lo mismo. Hay una gran similitud en lo virtual, pero se pierde algo energético que es muy valioso.
Decís que te cuestan los cambios, pero tenés una historia fuerte de adaptación, ya de chico te fuiste a vivir a Brasil, exiliado de un día para el otro. Tenés un ejercicio grande de dar saltos, ¿todavía te cuestan?
Bueno, si los tengo que hacer, los hago, pero me cuestan. No es que soy un desapegado, cambio de laburo y a otra cosa. No. Pero jamás me quedé si me di cuenta de que algo no me iba o no me hacía feliz. Es cierto, me adapto, la remo, pero no me gusta.
Llegaste a un lugar de tu carrera en el que es difícil sentir que hacés las cosas con inocencia, ya te sale de taquito. Sin embargo, esto te saca de tu zona de confort por completo...
Es interesante eso que decís. Yo ya tenía un grupo que era como esos grupos de amigos que conocés desde chico y con el que te fuiste de vacaciones mil veces. Nos conocíamos de memoria. En el cambio quería apostar también a algo distinto. Ahí llegué a Lizy Tagliani y estoy súper feliz. Era un riesgo. Lizy es una genia, la conozco de PH, pero había que ver si funcionaba en la cotidianidad, en la radio, si íbamos a congeniar. Nos tenía mucha fe. Al final éramos más parecidos de lo que se ve de afuera. En los códigos, en la emoción. En un par de momentos en otro lado habíamos conectado y yo le dije: “Tenemos que hacer radio juntos”. Bueno, acá estamos.
¿Cómo sos armando equipos de trabajo? ¿Medio estratégico o más bien intuitivo?
Soy muy intuitivo. Cuando tomo una entrevista para sumar a alguien a mi equipo, lo que más chequeo son las ganas de trabajar del otro. Ahí es difícil equivocarse. Las ganas son un montón. Después otras cosas se van ajustando. Tenés que hacer un poco de charla para conocer a la persona, pero siento que casi siempre es acertado lo que se percibe ahí.
En tu programa PH, todos los sábados reunís a varias personas que piensan distinto, ¿qué aprendiste sobre cómo tener una buena comunicación?
Lo que aprendí mucho haciendo PH es a escuchar. Lo que más me gusta es escuchar cuatro, cinco, seis historias de personas que en principio no tenemos nada que ver y después veo que todos tenemos más o menos los mismos problemas, que son el amor, el desamor, problemas económicos, tristeza, nos han dejado, la muerte, el miedo a la muerte. Todos estamos más o menos en la misma. Termina siendo todo muy shakespeareano.
En realidad, tenemos más puntos de encuentro que de desencuentro...
Es que la idea es esa. Quizá viene tal persona. Vos la veías exitosa, tranquila, pero de repente tiene momentos de mierda como todos, momentos de caída, momentos en que sufrió. Creo que eso es lo más rico del programa.
En estos meses, ¿tuviste la experiencia de la soledad?, ¿sentiste que dejabas una familia?
Fue muy difícil. En un principio invité a todos, parecía que venían. Después se fueron bajando todos, o casi. El día que Evelyn (Botto) me dijo que sí, quedé tipo Jerry Maguire con Renée Zellweger y el pescadito. Harry (Salvarrey) por suerte dijo que sí y el resto no vino. Hoy justo presenté el tema de Ciro (Andrés Ciro Martínez) que va a ser la cortina. Cuando él me mostró la canción, fue muy emocionante porque tenía que ver con confirmar una decisión. Fue tan importante que el chabón me dijera que sí. Necesitaba una señal de algo bueno. ¡Era una radio que ni siquiera existía! También me pasó con Manu Lozano, de Fundación Sí; (Hernán) Casciari y (Gabriel) Rolón, que se quedaron conmigo. Me dijeron: “Nosotros vamos a donde vos vayas”.
Hubo un momento en que apareció Flor, tu pareja, en tu vida. Hubo algo interno que vos acomodaste para que eso sucediera, ¿no? ¿Cómo fue?
Seguro que algo interno mío se acomodó, sí. Ya había tenido parejas largas, pero algo acá se acomodó. Sin duda ella tuvo mucho que ver. Me conecté con la relación de ella con la familia y con las sobrinas y pude acomodar yo mis piezas para que armemos una familia propia.
¿Qué te saca Helenita de distinto en vos, habilidades que no sabías que tenías?
Y..., me dice “papi” y me tiene. No sabía que era tan fácil hacer lo que el otro quiere. Igual le pongo límites, ¿eh? Pero cuando dice “papi” es muy difícil decirle que no. Voy conociéndola, es divertido, me gusta mucho lo que se genera, me encanta tener una familia. Por eso le agradezco a Flor. Porque yo conseguí muchas cosas, y todas solo, pero en esta claramente ella fue muy importante, porque a mí no se me había dado.
Al principio no te daba bola, ¿no? Un poco tuviste que conquistarla...
Sí, aunque la palabra “conquistar” es horrible. Mucho más hoy: nadie conquista a nadie, pero sin duda tratar de que se interese por mí fue un camino arduo y sinuoso, y doloroso también, eh: fue difícil. Me hizo remar. Sufrí bastante al principio, cierto rechazo... Laburábamos juntos y era incómodo. Era un lugar en el que teníamos que seguir como si nada, pero lo llevamos bien y pudimos revertir, que es lo importante.
Desde hace años venís deconstruyendo el modo de comunicarnos –como recién con “conquistar”–, ¿cómo es para vos ese proceso?
Por los programas que hago, pude hablar con distintas referentes. Me he equivocado en algunas oportunidades y me lo han marcado. Por ejemplo, Luciana Peker. Charlando le pregunté: “¿En qué me equivoqué?”, y ella me lo explicó. También tengo amigas feministas que me ayudaron un montón. Por ejemplo, tres mujeres brillantes como María O’Donnell, Vero Lozano, Mey Scápola. Además, con Flor charlo mucho... Fui aprendiendo. Lo primero es eso, asumir que uno también tiene que aprender. Porque lo que a muchos nos sale primero es decir: “Yo no soy de esos machos”. Al principio hay algo de negación.
Se te ve un líder fuerte, que lleva equipos adelante. ¿Hay veces en que te planteás suavizar el liderazgo?
Flor, al ser productora, me ayudó a ver mi forma de liderar. Tuve que cambiar cosas. Hice un programa 19 años. No es lo mismo cuando empecé que al año 18. Creo que para liderar un equipo hay que estar dispuesto a revisarte, a hacer introspección y a ver cosas tuyas que no te gustan para poder cambiarlas. Si no, no se crece. Si pensás que sos bárbaro y que el problema siempre lo tienen los demás, sos un necio y no vas a crecer nunca. A mí me gusta crecer, aunque sea un poco doloroso. Es crecer al fin.
¿Qué te dejó un año de pandemia? ¿Qué aprendiste?
Yo ya venía en un proceso de valorar mucho la salud y revisando desde hacía años qué es la felicidad y qué es lo que realmente quiero. La pandemia creo que a muchos nos puso en crisis porque nos obligó a bajar dos cambios. Si vos venías en una rutina de levantarte, correr al trabajo o a dejar a los chicos en la escuela, ir al súper, salir, correr de nuevo... Esto frenó todo y expuso la propia vida: “Esto que hago, ¿tiene sentido? ¿Qué necesito y de qué modo? ¿Podría hacer otra cosa?”. Creo que eso nos pasó a todos. También nos obligó a ver sí o sí qué le pasa al otro. En la pospandemia se van a ver las consecuencias. Hay gente que perdió familiares muy cercanos, otra que perdió el laburo, otro que cerró la empresa después de 40 años, otro que no perdió nada, otro que ganó más plata. Es importante que todos nos pongamos en el lugar del otro y ayudemos al que lo necesita.
¿Seguís con la misión solidaria?
Sí. Manu (Lozano, de Fundación Sí) es un amigo y laburamos juntos desde hace un montón. Es una persona espectacular, que hace un laburo excepcional: nunca voy a dejar de laburar con él. Pongo las manos en el fuego por todo lo que haga. Hay tan poca gente así que siempre lo voy a ayudar.
Hablabas de frenar: ¿tenés algún nuevo hábito que te ayude en ese sentido?
Cuando me recuperé del Covid, sentí que necesitaba algo. Recordé que en Ineco, con Facundo Manes, había hecho mindfulness y lo había dejado. Lo retomé y ahora estoy todos los días con eso. Creo que es muy bueno. No puedo decir exactamente en qué, pero siento que suma un montón. No es algo que ves al toque, se necesitan al menos dos semanas. Me ayuda también a estar más en contacto con el cuerpo. Suena muy new age, pero es fundamental.•
Maquilló y peinó Agus Santamarina.