Sede del único Marquesado que tuvo el territorio que luego sería Argentina, una iglesia en la que rezó Manuel Belgrano, una colección increíble de petroglifos y de un museo con piezas únicas, invita a caminar por el pasado.
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En el norte jujeño, a pasos del límite con Bolivia, se erige un pueblo de paradojas. Sobre un fondo de casas de tonos terrosos, se recortan detalles de encendidos colores andinos. Es puro silencio, a pesar de que en sus calles resuenan fragores de múltiples combates a lo largo de sus 446 años de historia; tiene apenas 250 habitantes, pero en 1778 estaba más poblado que la capital provincial; fue gobernado por un marqués, que sorprendentemente apoyó la lucha por la Independencia; alberga una antiquísima iglesia con tallas de ángeles en madera que, en secreto mensaje, lucen inesperadas plumas y collares incaicos, y cuenta con la colección de petroglifos más importante de la puna, aunque no hay quien los preserve.
“De día, en la época en que la visité, la tumba el calor. Pero refresca de noche y entonces se encienden sobre su paz las estrellas más deslumbrantes del mundo”, marcó otro contraste el escritor Manuel Mujica Láinez tras conocer la ciudad, en 1968. Yavi, este destino plagado de extremos, pervive, auténtico, a la espera de quienes acepten hacer un viaje en el tiempo para sentir sus latidos de cinco siglos.
Un marqués en la Puna
Yavi está situado a 300 km al norte de San Salvador de Jujuy y a 3.442 metros de altura. En invierno, la temperatura baja a más de 20° bajo cero, y en verano también hay mucha amplitud térmica. Pese a esos rigores, fue durante siglos un polo de actividad.
Los pobladores originarios eran los omaguacas (de allí deriva el hombre de la Quebrada de Humahuaca), tejedores, agricultores y alfareros. La zona fue incorporada al vasto imperio inca hacia 1470. Luego de la conquista del Perú, los españoles recorrieron el Camino del Inca y se sabe que ya en torno del 1537 exploraban los parajes de la Puna y la Quebrada.
Para la corona española, Yavi tenía importancia estratégica porque estaba a la vera del Camino Real, que comunicaba el Río de la Plata con el Alto Perú (actual Bolivia) y el Virreinato del Perú. Pero antes de que terminara el siglo, habían doblegado a los omaguacas y los sometían en las minas y el campo, que a partir del ganado exótico (cabras, ovejas y vacas) se iba desertificando.
Un dato basta para entender la relevancia que tuvo el pueblo. En 1778, de acuerdo con el Censo encargado por el Rey Carlos III, la población de Yavi estaba compuesta por 1964 indígenas, 38 españoles, 323 mestizos, 218 mulatos, 15 negros, 145 indeterminados (sic), lo que arrojaba un total de 2703 habitantes. Para entonces, la capital provincial tenía apenas 2003.
Los designios de Yavi estaban a cargo de representantes de la corona española que poseían el cargo de marqueses. El cuarto que gobernó la región, Juan José Fernández Campero, era uno de los terratenientes más ricos, aunque la guerra de la Independencia afectó la prosperidad del marquesado porque alteró los circuitos mercantiles de sal, cueros, cría de ganado, textil y agrícola.
Pero se venían cambios aún mayores: mientras los títulos nobiliarios desaparecían en el Río de la Plata por las disposiciones de la Asamblea del año XIII, Fernández Campero decidió alzarse contra los reyes y sumarse, con el cargo de Comandante de la Puna, a las tropas revolucionarias de su primo, Martín Miguel de Güemes.
Fernández Campero estuvo al mando de un escuadrón de 600 hombres, financiado con su fortuna. Y redactó una proclama por la cual juró fidelidad a la nueva nación sudamericana, el 30 de agosto de 1816. “Nos separamos absolutamente de toda dominación europea. Nada hacemos con hablarlo, ofrecerlo y prometerlo, si nuestra constancia falta y el valor desmaya. ¡A las armas, americanos!”, exhortó.
Los españoles lo sentenciaron a prisión perpetua. Fue capturado y llevado a Lima para luego ser embarcado a España. Su salud desmejoró durante el viaje, y murió en Kingston, Jamaica, en 1820, a los 43 años. Desde allí sus restos fueron repatriados por la Cancillería argentina en 2010, y descansan ahora en la Catedral de San Salvador.
Historia viva
Para vivenciar todo ese pasado en Yavi, hoy basta con un buen par de zapatillas. En el “centro” de este pueblo de casas de piedra, adobe y paja, dos edificios concitan la atención: la iglesia y el museo. Son los sobrevivientes de las construcciones del marquesado.
La iglesia Nuestra Señora del Rosario y San Francisco de Asís fue construida a partir de 1682 y terminada ocho años después. En su altar mayor posee imágenes de la Virgen del Rosario y San Francisco, laminadas en oro. Ambos son patronos de Yavi.
La construcción, que fue pensada como capilla de los marqueses porque ahí celebraban sus bodas y sus misas de cuerpo presente, tiene muros de adobe que llegan a medir 1,20 metros de ancho y techos de maderas de cardón, atadas con tientos de cuero.
Posee tres altares, un púlpito tallado, un coro y exhibe llamativos óleos sobre lienzo de estilo cuzqueño, ennegrecidos por el paso del tiempo y a los que solo una profunda y urgente restauración salvará de la destrucción.
Esta escuela, desde Perú y en toda la región andina asimiló la obra de los maestros españoles, flamencos e italianos (con claro predominio de imágenes religiosas del Catolicismo) pero reinterpretándola y dando origen a figuras conocidas como ángeles arcabuceros, vestidos a la usanza del Tercio Español. Trabajaban de manera colectiva, ya que había artistas especializados en cada área, por ejemplo rostros, fondos o vestimentas.
El sagrario es una pieza de arte en sí misma, ya que su interior está decorado con espejos venecianos. Pero tal vez el detalle más particular de la iglesia sean las láminas de piedra onix translúcidas de 4 a 5 cm de grosor que en las ventanas ofician de vidrios. Increíblemente, la piedra deja pasar la luz del sol.
La iglesia se conserva en su estado original (solo fue restaurado el techo: actualmente es de tejas españolas; antes, barro y troncos) y es Monumento Histórico Nacional. Jaqueline Yaqui es guía, cuidadora de la iglesia y miembro de la comunidad aborigen de Yavi y aporta un detalle revelador: “Miren las vigas del techo. Esos ángeles tallados en madera tienen plumas y collares incaicos. Era el modo -explica- que tenían los esclavizados habitantes originarios para denunciar su presencia y su trabajo forzado”.
Frente a la iglesia, se ubica la casa principal de la hacienda, conocida actualmente como “la Casa del Marqués”, que perteneció a la familia Fernández Campero. Tiene un enorme patio central alrededor del cual ahora funciona el museo y una nutrida biblioteca popular, fundada en 1911.
El museo (cuyas paredes y puertas son originales, del 1700) contiene múltiples sorpresas. Desde objetos de vida cotidiana (antiguas ojotas para pisar uvas, planchas a carbón, estribos de madera) hasta carruajes, juegos de living franceses estilo Luis XV y la cama del último marqués. Esta hacienda de estilo colonial alojó a personajes ilustres como Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan Manuel de Pueyrredón.
Laguna Colorada
La posada Tika, a cargo de Gustavo Gaspar y Silvia Aluffi, es punto de partida porque además de ofrecer pernocte tiene en sus dueños a dos guardianes del patrimonio local. Ellos se encargan de guiar a sus huéspedes hasta, por ejemplo, Laguna Colorada.
Allí, a unos 7 km del pueblo, ocho conjuntos de petroglifos, dibujos tallados en rocas, en tiempos pre y post hispánicos, esperan ser descubiertos para los que llegan a pie o en auto. Algunos están pintados de negro, y son los más antiguos. Otros son claramente posteriores a la llegada de los españoles a esos territorios, porque reflejan la existencia de caballos. Son los vestigios de casi 500 años de historia, cincelados a golpes de conquista y resistencia. En algunos casos pueden verse, preservados del vandalismo por murallones y rejas con candado. En otros, el reparo llegó tarde porque la piedra fue picada y falta, por ejemplo, un segmento entero que tenía tallado un cóndor.
Si bien es el conjunto de petroglifos más importante de la Puna, y uno de los más nutridos de Sudamérica, no hay carteles informativos ni cuidadores que los preserven. Sin embargo, desde la comuna están formando a alumnos de escuelas secundarias para que sean guías en estas tierras que pertenecen a las comunidades de Sansana y Lecho.
Hombres con plumas que se supone representan a los sabios, vicuñas, suris (ñandú andino), llamas y espirales que denotan el vínculo con la Madre Tierra son algunas de las imágenes que pueden verse en estas rocas antes de que en verano el agua cubra la laguna y aloje patos y flamencos. Otro hallazgo habitual en la zona, cercana a los cerros Ocho Hermanos, son fósiles de moluscos vivalvos.
Atractivos cercanos
Yavi propone también otros paseos. Hay un mirador en la parte norte del pueblo, al final de la Av. Senador Pérez, que ofrece una vista panorámica del caserío y del río.
También se puede ver cerca de la iglesia el viejo molino hidráulico que usaban los jesuitas a partir del agua de una acequia. Y tras una caminata de tres kilómetros que se recorren entre tolares y sauces aparece una cascada, entre paredones naturales y cavernas.
A la misma distancia hay otro foco de interés: Yavi Chico. Es un paraje situado al norte de la ciudad (en la calle principal del pueblo, Av. Senador Pérez, hay un cartel que indica dónde doblar para alcanzar ese lugar) y desde donde ver el atardecer es otra gran opción. El sol va cayendo y desplegando sus rayos contra unos farallones de impactante belleza, detrás de los cuales empieza Bolivia.
En esas formaciones rocosas hay pictografías (escritura sobre piedra), y en el lugar funciona el Museo del Antigal, que cuenta con piezas arqueológicas que los pobladores recogieron a lo largo de las últimas décadas.
Para amantes del ecoturismo y el avistaje de aves, el dato central es que en Yavi se hicieron las únicas observaciones en Argentina de una especie, el payador vientre gris (Diglossa Carbonaria). Desde hace casi cinco siglos, esos pájaros sobrevuelan en este extremo del país los más profundos sueños de libertad.
Más info
YAVI: Pueblo ubicado a 18 km de la ciudad de La Quiaca sobre RP5, en Jujuy.
●Posada Tika. RP5 esquina Av. Senador Pérez.
● Museo Casa del Marqués. Abierto todos los días de 7 a 19. Ingreso, $100.
● Iglesia Nuestra Señora del Rosario y San Francisco. Abierta todos los días de 9 a 19.
● Petroglifos en Laguna Colorada. Acceso libre. A 5 km de ripio desde el centro de Yavi y otros 3 por senda. Apto trekking o vehículo.
Consejos para moverse:
● No hay estación de servicio. Cargar combustible en La Quiaca.
● Manejar con mucha precaución: son caminos de montaña, solitarios, sinuosos, en algunos lugares no pavimentados y de gran altura.
● Chequear la hora en el teléfono (Argentina está una hora adelantada con respecto a Bolivia) para evitar que la compañía de celular cobre roaming como si se estuviera en el país vecino.
● Llueve, a veces torrencialmente, entre noviembre y marzo. Por eso en el verano tener cuidado al cruzar badenes o pasos de agua.
● Hay gran amplitud térmica entre el día y la noche (hasta 30°C) todo el año.
● Llevar vestimenta de montaña abrigada incluso en verano, mantas y un calentador por cualquier problema que obligue a pernoctar en la ruta.
● Consumir abundante agua y tener a mano reserva de comida.
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