Lucio Aspiazú es ingeniero agrónomo y el pionero, junto a su padre, de la cabalgata que cada 17 de agosto termina en Yapeyú.
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Fue en un quirófano del sanatorio de Curuzú Cuatiá en 1968. “A San Martín nunca le rendimos el homenaje que se merece”, le comentó el doctor José Manuel Aspiazú a un colega mientras operaban. La cirugía se presentaba sin riesgos y la calma que da el oficio permitía digresiones. Fue entonces que acordaron, sin demasiado ceremonial, que el 15 de agosto de ese año –dos días antes del aniversario de la muerte del General– saldrían a caballo desde Curuzú Cuatiá, donde vivían, hasta Yapeyú. Harían 153 kilómetros para llegar al pueblo que vio nacer a Don José de San Martín en 1778, donde se conservan los restos de lo que fue su casa. “Pero se acercó la fecha, mi padre tenía los caballos listos y este médico amigo se echó para atrás. ‘No me animo. Nos vamos a hacer pelota’, le dijo. Y mi padre, que era militar además de médico, y admirador de nuestro Libertador, siguió adelante con su plan. Entonces, para no ir solo me subió a mi a un caballo, que tenía sólo nueve años”, rememora Lucio Aspiazú, hoy de 63, sobre aquella travesía que empezaron padre e hijo hace 54 años y que hoy reedita en familia y con el grupo de vecinos que lidera.
“Mi padre siempre nos hablaba del sacrificio, los valores y virtudes de San Martín. Nos decía que América del Sur le debía todo a nuestro Libertador, a Belgrano y a Bolívar. Instaba a la juventud a conocer su gesta y estar siempre agradecidos”, me cuenta Lucio mientras lo acompaño en el último trayecto de esta cabalgata patriótica número 54 que desde su cincuentenario lleva el nombre del doctor José Manuel Aspiazú, que murió en 2015. “En aquel entonces la hacíamos en dos días. La Ruta Nacional 14 era de ripio y las alcantarillas de metal. La hicimos todos los años sin interrupción. Si uno de los dos no podía, por cuestiones de salud o por obligaciones de estudio, venía el otro. Y cada vez se nos sumaba más gente”, cuenta el ingeniero agrónomo que con su padre inspiró a los hombres de campo de las localidades cercanas para que, año tras año, sean más los correntinos que llegan hasta Yapeyú a rendirle homenaje al Libertador. “Nos siguió Paso de los Libres, primero. Después Santo Tomé, La Cruz, Goya, Mercedes y Bella Vista”, apunta Lucio cuando al trote le sigo el tranco desde el cruce del río Guaviraví.
“¡Meta! ¡Meta!”, grita de pronto el líder de este grupo de 36 curuzucuateños que avanza sin pausa. Monta un caballo, pero lleva otro a tiro –como la mayoría de los hombres del grupo– para intercalar animales. Entonces, conmigo de colada, doblan por la Ruta Nacional 122 y enfilamos hasta la entrada a Yapeyú. Ahora sí con las banderas de Curuzú Cuatiá desplegadas en azul, colorado y amarillo. Hay clima de fiesta, pero también de respeto. Hay pañuelos al cuello, boinas coquetas, camisas arremangadas, bombachas de campo y botas de cuero, o en su defecto alpargatas, para que nada quede librado al azar si hablamos del atuendo correntino.
“Cuando cumplimos 50 años colocaron una placa que homenajea esta cabalgata patriótica en la Plaza Mayor de Yapeyú. Entonces una de mis hijas me preguntó qué le diría a mi padre si estuviera vivo. Le contesté que le agradecería por marcarnos el camino. Porque gracias a su idea conocimos mucho del sacrificio que hizo San Martín”, me cuenta Lucio. “¡Lo que habrá sido cruzar la Cordillera de los Andes con 5.000 mulas y 2.500 caballos! Ver morir a muchos de tus hombres… Que otros se enfermen. Todo con una clara intención de libertad”, reflexiona Lucio después de una hora del trayecto de siete kilómetros que comparto al trote junto a esta delegación de sanmartinianos.
Es que, según me cuenta, la cabalgata patriótica no es para cualquiera. Salieron el domingo 14 de agosto de un campo que esta al lado de la Sociedad Rural de Curuzú Cuatiá. Hicieron noche después de 62 kilómetros en el galpón del campo de un amigo. “Ahí recitamos, cantamos y bailamos”, me cuenta. Al día siguiente anduvieron 60 kilómetros más hasta parar en una escuela sobre la RN 14. Y este 16 de agosto andan 31 kilómetros –soy testigo de los últimos– hasta llegar a Yapeyú a la tarde para al día siguiente participar de los actos oficiales que conmemoran el 172 aniversario de la muerte del Libertador de América.
Todo en familia, sin lujos, ni excesos. “Se puede tomar algo de alcohol a la noche, pero no durante la cabalgata. Son muchas horas a caballo y hay que estar concentrado. No tenemos comodidades. Comemos algún guiso y dormimos arriba de las calchas. A veces hay baño y a veces no. Nos lavamos con tarro. El lunes, por ejemplo, nos llovió todo el día y cayó piedra. Siempre hay que seguir hasta llegar”, señala Lucio y cuenta que hay un premio a “la templanza de los jinetes” que votan todos los cabalgantes. “Se lo gana aquel que ayuda al más grande o al niño. Aquel que está atento a las necesidades del prójimo. Esta cabalgata es una escuela de valores sanmartinianos, que además te enseña a querer y cuidar a tu caballo”, asegura el ingeniero agrónomo –casado con María Gauto y papá de María-í, Pilar, Iñaki y Gerónimo– que en su grupo pionero tiene médicos, ingenieros, veterinarios y una jueza, por ejemplo.
Entonces llegamos a la ciudad que es Cuna del Libertador. Yapeyú nos recibe con aplausos y teléfonos en alto que registran el sonido de las herraduras sobre el asfalto. Después de pasar por atrás del templete que conserva los restos de la que fuera la casa de San Martín, el río Uruguay ofrece una orilla y el Regimiento De Granaderos A Caballo de Yapeyú es alojamiento de jinetes y caballos para esta última noche. Hasta acá llega mi experiencia con el grupo que a la mañana siguiente se levanta temprano para ensillar sus caballos, preparar las banderas, el estandarte y colgarse las escarapelas. Entonces hay un acto oficial con emoción total a las 15 –hora de la muerte del general–. Y luego un desfile cívico militar que convoca a más de 500 jinetes de toda la provincia, con la agrupación del doctor José Manuel Aspiazú como la más antigua. Es gran corolario de la cabalgata patriótica que cumple 54 años y surgió de una charla distendida en un quirófano de Curuzú Cuatiá.
Datos útiles
Estancia San Agustín. En Curuzú Cuatiá, tiene como límite natural el río del mismo nombre y el río Miriñay. Son 5.600 hectáreas productivas de cría de ganado, caballos criollos, producción de lana y agricultura que están accesibles para que los huéspedes vivan la vida de campo. Proponen cabalgatas, caminatas por el monte, arreos y salidas en kayak por el río. Coordinan además la participación de jornadas especiales como la Cabalgata Patriótica y otras fechas importantes para la zona. Además, totalmente remodelado, el casco de estancia es típico del lugar, con techos bajos a dos aguas de paja, y paredes gruesas. Cuenta con siete habitaciones dobles con baño privado. La calidez, don de gentes y predisposición de quienes atienden son el valor agregado. Desde $14.000 por persona con pensión completa y actividades. Ruta 14, km 438, Curuzú Cuatiá. T: +54 (3774) 50-3061. IG: @estanciasanagustinctes
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