Icono de la bioarquitectura, esta vivienda recrea la morada del hombre primitivo, una versión sofisticada y sustentable de las antiguas cuevas.
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La casa construida en 1984 está en Naucalpan de Juárez, una localidad ubicada a 40 minutos del agitado corazón de México DF . Fue diseñada por Javier Senosiain, pope de la corriente orgánica en arquitectura y hoy puede visitarse.
No bien llegar uno se da cuenta que hay algo arcaico en su origen. La vivienda apenas emerge de la cubierta vegetal, solo en algunos sectores muestra algo parecido a una fachada, una saliente que los albañiles llamaron El tiburón , que le dio el nombre durante algún tiempo. Sin embargo, para conocerla hay internase por las entrañas de la tierra como en un viaje de Julio Verne.
Armonía natural
El arquitecto mexicano Javier Senosiain imaginó a La casa orgánica como una construcción semisubterránea, inmersa en un jardín. Aquí, hay mucho de aquellas cavernas que cobijaron a los humanos primitivos, pero también algo de ese sitio original donde se inicia la vida, simbiosis entre útero y cueva.
Una alfombra verde de pasto, arbustos, árboles y macizos florales, por donde es posible caminar, conforma los techos. La cubierta vegetal permite mantener una temperatura de entre 18 ° y 22 ° todo el año, además produce oxígeno y filtra la contaminación hacia el interior, una conjunción fantástica.
La construcción se realizó en ferrocemento, un material constituido por una delgada capa de cemento sobre una malla de acero que antes de fraguar se trabaja como plastilina.
Para ingresar hay que bajar por una escalera caracol que conduce a un túnel; ya desde el acceso se percibe la idea de adentrarse en el corazón de la tierra. Los interiores simulan una madriguera exquisita con una serie de conductos que comunican de modo natural los diferentes ambientes.
Las paredes se convierten en barras y sillones, los armarios se resuelven con huecos y los techos se transforman en jardines: gestos plásticos que solucionan necesidades cotidianas. En otros casos, Senosiain evoca espacios de la naturaleza, como las caídas de agua en las duchas y lavamanos, que recuerdan cascadas y manantiales. El interior es muy luminoso gracias a los grandes ventanales -redondos u ovalados- que proporciona luz natural gran parte del día.
Los pisos casa están cubiertos con una alfombra color arena, ese mismo tono se encuentra en las paredes y los techos, un recurso cromático para integrar la morada a la tierra. El diseño del mobiliario también sigue esta idea, por ejemplo, los sillones se amoldan a la forma del cuerpo de quien se sienta, imitando el antiguo rito de hombres y animales cuando se echaban sobre la tierra a descansar
Un viaje al origen
Naucalpan de Juárez es una ciudad de traza abigarrada y vida pujante, allí Javier Senosiain decidió plasmar su osado proyecto. En esta casa vivó con su familia durante varios años; ahora se puede visitar, siempre con cita previa.
Senosiain es un exponente de la nueva arquitectura orgánica, una corriente que reconoce sus inicios en los presupuestos de Frank Lloyd Wright y, en este caso particular, suma ciertos guiños estéticos heredados de Antoni Gaudí.
El arquitecto mexicano propone en sus numerosos proyectos recuperar la armonía con el mundo natural, un diseño que a pesar de las necesidades de la vida moderna no olvida que el hombre es también un ser biológico.
Su trayectoria suma numerosas obras inscriptas en esta filosofía, todas de estética atractiva. La serpiente, Nautilus, El nido de Quetzalcoatl, Conjuntos satélites, La ballena mexicana, entre otros.
En toda su obra, Senosiain buscan integrar los edificios y su mobiliario con el entorno, un pensamiento que se lleva muy bien con los nuevos presupuestos de la humanidad que apunta a la preservación de los recursos naturales y a las prácticas de vida de tono sustentable
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