Junto con su vecino Parque Chas, son dos distritos que se expanden desde el anonimato y van dando señales de ciertos destellos culinarios.
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Todo empezó con una revolución: la de los panes. El epicentro fue L’épi boulangerie, cuyos panaderos franceses hicieron estragos con su horno a leña de 1911 y las largas fermentaciones que otorgan migas ultraesponjosas y costras crujientes. Después de la bienvenida reivindicación de una metodología desaparecida hace décadas, algo comenzó a cambiar en la Reina del Plata.
Ya no están solos los revolucionarios de L’épi. El presente de Villa Ortúzar y su vecino Parque Chas se inscribe en una oferta que sigue siendo muy popular –las parrillas de Álvarez Thomas, los fideos al fierrito de Don Chicho, la pizza de La Mezzetta (1939), el mítico bar El Faro (1931)–, pero con espacio suficiente para las excepciones.
F4 ESQUINA
PARRILLA DE AUTOR
El desembarco del virtuoso chef Rodrigo Sieiro y sus socios en Villa Ortúzar trajo aparejada la reconversión de una parrilla popular basada en una calidad extrema de la materia prima. F4 Esquina abrió hace unos meses, y al mencionado factor cualitativo se añade una esmerada atención puesta en la selección de productos de buena factura.
La oferta de vinos apunta a etiquetas de autor y de bodegas seleccionadas; en la mesa, los bellísimos vasos Riedel completan este capítulo. Y un dato interesante es que esos vinos están disponibles para la venta.
Por el momento, no hay salón habilitado, pero las mesas se benefician de la vereda, ancha y arbolada, a la medida de los mediodías y las cálidas noches que anuncian el verano.
Buena idea es pedir la picada de los deliciosos embutidos de Fernando Hara –pastrón, bondiola, morcilla y el paté tipo lever– y los increíbles quesos del francés Julien Baudet, oriundos de Traslasierra, Córdoba. Se comen con el pan de Atelier Fuerza: corteza crocante, la ligera acidez que otorga la masa madre y una textura única. Todas estas tentaciones también se pueden comprar, ya que el lugar funciona como charcuterie. En cuanto a la carne vacuna, leitmotiv de una parrilla que se precie de tal, es de pastura de La Julia Organics, y se asa con fuego hecho de espinillo, carbón y quebracho.
No se trata de una parrilla convencional de barrio, y sus precios, por lo tanto, se desmarcan hacia arriba. Los fines de semana conviene llegar temprano: no se aceptan reservas.
Cnel. Manuel Roseti 1596. T: 11 5899-3486. Lunes a jueves de 19 a 24; viernes, sábado y domingo de 10 a 24. Take away.
TÍA MECHE
EL PERÚ OCULTO DE PARQUE CHAS
A metros del laberinto circular de las calles de casas bajas, en las que Alejandro Dolina sugiere no adentrarse (Crónicas del Ángel Gris), el sencillo salón con mesas anchas y una cocina mínima a la vista de Tía Meche se llena cada noche de cocineros y amantes de la peruanidad. Poco conocido, gracias a la falta de difusión, este secreto a voces ya lleva ocho años de éxito sostenido.
La tía Meche existe y se llama Dominga Mercedes Espinoza; llegó al país en los 90 con dos hornallas y una olla (literal) y, desde entonces, no paró de cocinar. “Me gusta hacer mi comida: son platos originales de la Selva, del Centro, de la Sierra y de la Costa del Perú”, cuenta orgullosa a sus 78 años. Cuando ella no está –vive en General Rodríguez– cocina su hijo, Rubén Mermabel, fiel ejecutor de las técnicas que aprendió de su madre. No hay diferencia ni siquiera en la sazón de los platos que suelen preparar.
Mediodía o noche, la carta ofrece un gran ceviche de lenguado o mixto; papas a la huancaína; ocopa; causas rellenas; seco de cordero; parihuela; sudado; lomo y tallarín saltado; cau cau; arroz chaufa, entre otros sabores servidos en raciones abundantes.
De lunes a viernes al mediodía sirven almuerzo a precios muy populares con entrada y plato principal (también sirven un “juguito” absolutamente soslayable: pedir agua en su lugar), como el aguadito (sopa), que levanta hasta a un muerto, “con el perfume del cilantrito, rico rico, ya verás”, dice Meche. Y así es. Por la noche, los precios se ajustan más a la realidad.
En las paredes, hay motivos de fonda peruana y carteles religiosos: tía Meche es muy devota y sostiene que “Dios sabe lo que hace, él siempre nos está viendo desde arriba”. Al escuchar su voz, con esa cadencia tan dulce de las limeñas, si hasta parece que existe.
Bauness 1302. T: 11 4524-3390. Mediodía y noche, todos los días.
CANTINA Y TEATRO TAI
AREPAS EN ESCENA
En octubre de 2019, meses antes de que se manifestara la pandemia, se abrió al público una casa escondida en Villa Ortúzar, barriada en expansión. Jardín, mesas pequeñas y un escenario; cuartos para comer en intimidad, terraza, más un salón de teatro para 25 personas que actualmente está cerrado, y en el baño hay instalado un televisor con muestras de fotografía.
También hay una cocina en acción, en la que oficia la venezolana Cruz del Sur Morales. Grata sorpresa. Sus platos, de presentación simple, son deliciosos. Infaltables arepas, pollo tikka o tai, carne marinada (asado negro en Venezuela), curry de lentejas o garbanzos, los tequeños, el cerdo desmechado que se puede volver sándwich, quiche de puerros o brócoli, todo acompañado con un arroz con coco “desgranadito” y perfecto.
Cruz del Sur llegó de su país hace cuatro años para poder estar con sus hijos y nietos. Allá impartía talleres de cocina e investigaba para la universidad sobre recetas en lugares recónditos; o viajaba a México para cocinar y aprender. En su juventud vivió y trabajó en España e Inglaterra. Ahora la tenemos acá.
Los fines de semana al mediodía hay piano en vivo y por las noches se realizan shows de música, teatro y danza que se anuncian por Instagram (se cobran aparte, con aforo y al aire libre). En este caso se preparan platos regionales de acá: locro, carbonada, guiso de lentejas, empanadas... para comer antes o después de los espectáculos.
Los domingos, de 12 a 15, hay desayuno tardío de arepas con carne, pollo, palta, queso o con vegetales horneados: vienen con café, jugo y fruta o postre del día.
Charlone 1752. T: 11 4552-1709. De miércoles a domingo de 12 a 23.
SUCULENTAS
MUY PALERMITANO
En Ortúzar aún existen –y eso es lo lindo– esquinas como la de Suculentas. En este caso, luminosa y soleada, ideal para adueñarse de la vereda al mediodía al estilo palermitano, y disfrutar de una comida fresca y sana preparada con ingredientes de estación por las dueñas de casa: la pastelera Ángeles Oszurkiewicz, egresada del IAG, y la catalana Alba Ballester Mateos, que llegó de Barcelona hace 14 años.
Ambas se animaron a abrir Suculentas hace ocho años, cuando Villa Ortúzar estaba lejos de ser lo que es hoy. Pero a no confundirse porque “todavía hay que caminar para encontrar algo abierto para comer: la oferta es muy chica”, advierte María Luna Kelly, socióloga vecina del restaurante y madre de Rafael, de 2 años. No es la única joven que se decidió por este rincón tranquilo de Buenos Aires, que va poblándose más y más.
Casero, saludable y precios moderados: así podrían definirse los desayunos, brunchs cotidianos, almuerzos y tés de este espacio femenino donde todo se hace a pulmón. El menú del mediodía de lunes a viernes es rico y abundante, igual que lo son los huevos benedictinos con salmón del brunch, la tostada de palta y huevo poché, el sándwich de pollo o el wrap de falafel: todo se hace en el día.
Uno de los fuertes de Suculentas es la pastelería, que se exhibe en una mesa contra el ventanal de la casa antigua, bien reciclada, perfecta para trabajar o estudiar, con rico café. Este año incorporaron la leche vegetal, opciones veganas y tortas y platos sin TACC. Por las tardes, a veces, sirven tés fríos saborizados con frutas.
Si hay sol y no hace frío, nada como instalarse en la vereda. A las cinco de la tarde cierran y no hay tutía: es inútil implorar demora.
Heredia 499. T: 11 3229-1394. Lunes a sábado de 9 a 17.
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