A más de 1.300 metros de altura, es conocida como “la suiza tucumana” por sus casonas señoriales y su capilla de estilo neogótico que asoman entre el verde follaje.
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Desde San Miguel, son unos 30 km de distancia. En algún momento se deja atrás la ciudad y se empieza a trepar el cerro San Javier, para adentrarse en las yungas. El “circuito chico” es un zigzagueante camino de cornisa que asciende entre lianas, helechos, lapachos, laureles, bromelias, y árboles cubiertos de plantas trepadoras que prácticamente rozan las ventanillas del auto.
En sentido contrario a las verdes lomadas de San Javier, con vistas increíbles de la ciudad, el camino desciende y llega a Villa Nougués, urbanización veraniega que, como otras, surgió para huir del calor de San Miguel.
Todo comenzó en 1899, cuando el ex gobernador y empresario azucarero Luis Nougués construyó su casa en tierras de la familia que eran una extensión del ingenio San Pablo. Se trató del primer suburbio residencial de la capital tucumana, un destino codiciado como refugio estival para la gente de alcurnia de la provincia.
Villa Nougués se fue armando a semejanza de Boutx, localidad en la zona de los Pirineos franceses. Bonita y exclusiva, escondida entre los cerros y sus frondas a más de 1.300 msnm, la villa cobraba identidad a medida que Nougués vendía o regalaba a parientes y amigos porciones de tierra cercanas a su casa; así fue como despuntaron residencias y, más tarde, la pintoresca capillita y la vecina hostería. Las casonas se mantienen muy prolijas y elegantes, separadas unas de otras por senderos de césped y piedra, muchas flores y escalinatas.
La hostería Villa Nougués es una suerte de club social, cancha de tenis incluida, para las familias de doble apellido que tienen allí sus casas de veraneo. El resto del año funciona como restaurante (de viernes a domingo, sólo al mediodía) y es el lugar más buscado para festejar los casamientos: tiene una amplia terraza rodeada de colinas verdes y está justo en frente a la iglesia medieval El Sagrado Corazón de Villa Nougués, el punto más fotogénico de la zona. De estilo neogótico y construida enteramente en piedra, data de 1918 y, como curiosidad, a su alrededor florecen cientos de hortensias celestes y rosadas, que le dan un aspecto de cuento.
Caer en Villa Nougués en día de semana o fuera de temporada es asegurarse un recorrido solitario, apenas interrumpido por la eventual presencia de algún gato sobre los tejados. Si hay nubes bajas que tienden a demorarse sobre el pueblo, la atmósfera se colma de cierto misterio; hostería e iglesias cerradas, las casonas sumidas en su propio silencio, y las viejas canchas de tenis o paddle, generosas de pastizal libertario.
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