En 1923, la gran mecenas donó una fortuna sin conocer a los jóvenes rugbiers a cambio de un pedido secreto.
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“Victoria, a quien llamábamos Tía To, era hermana de mi abuelo Manuel José, casado con Enriqueta Lynch. Era una mujer notable, muy segura de sí misma, de una gran personalidad. En una época en la que las mujeres tenían un papel secundario, Victoria era la que organizaba, la que tomaba determinaciones […]. Era un personaje muy especial, muy inglesa en su modo de ser”, evocan dos de sus sobrinos nietos, que prefieren mantener el anonimato.
Victoria Aguirre nació en Buenos Aires el 13 de enero de 1860, en el seno de una familia del patriciado porteño, o de varias. Fueron sus padres Manuel Alejandro Aguirre –estanciero, hombre de finanzas que llegaría a ser presidente del Banco de la Nación– y Mercedes Anchorena. Fue la penúltima de ocho hermanos.
Mercedes Anchorena, su madre, falleció a los 40 años, en 1866, cuando sus dos hijas menores (Victoria y Rosa) tenían apenas 6 y 4 años, respectivamente. A diferencia de otros viudos de la época, que trataban de confiarle la crianza de los niños a alguna hermana o cuñada preferentemente soltera, Manuel Alejandro Aguirre se ocupó de forma personal de su cuidado, brindándoles una educación liberal y cosmopolita, y a su vez, las herramientas necesarias para administrar su cuantiosa fortuna. Sin duda, esta moderna formación influyó profundamente en la personalidad de Victoria, quien se caracterizó por su sencillez, seguridad e independencia.
San Isidro
En 1856 Manuel Alejandro Aguirre le compró a su tío Prilidiano Pueyrredon la antigua Chacra del Bosque Alegre, que había pertenecido a su padre Juan Martín –el Director Supremo–, y antes a su abuelo materno, Francisco de Tellechea. La “legua Aguirre” se extendía entre las actuales calles Roque Sáenz Peña y su continuación por la avenida Bernabé Márquez por el norte, Perú-Dardo Rocha por el sur y desde la costa del río hasta el Camino del Fondo de la Legua en sentido este-oeste.
En su autobiografía, Victoria Ocampo (sobrina de V.A.) escribió: “Victoria vivía en la quinta de San Isidro que es hoy el Museo Pueyrredon, sola, con su padre ya viejo. Nunca cerraba las puertas de noche, parece. Y cuando oía un ruido insólito, tiraba un zapato contra el suelo, si lo tenía cerca, o cualquier otro objeto, para que los intrusos (si eran intrusos y no tan sólo un gato, o una comadreja) supieran que estaba despierta y pronta a dar la voz de alarma. Cumplido este rito, seguía durmiendo. Yo, que les temblaba a los ladrones y rezaba todas las noches para que no se les ocurriera entrar en casa, quedaba atónita ante semejante valentía”.
Al fallecer Manuel A. Aguirre en 1911, la quinta la heredaron Victoria y su hermano Manuel José (que era escultor), quienes solicitaron expresamente ser los poseedores de ese histórico edificio para asegurar su preservación. Además, dentro de la legua y sobre la barranca, ocupando una fracción de 14 hectáreas, Manuel José mandó levantar una enorme casa medievalista con almenas y paredes de ladrillo rosado. Esta valiosa propiedad, que fue proyectada por el ingeniero Manuel S. Ocampo e inaugurada en 1893, ya no existe.
En 1912, a la par del Barrio Parque Palermo Chico en Buenos Aires, Victoria, su hermana Rosa y la sucesión de su hermano Manuel José encararon la realización del Barrio Parque Manuel A. Aguirre o Barrio Parque Aguirre, como se lo suele llamar. Sus calles curvas –una de ellas llamada “Victoria Aguirre”–, sus arboledas y empedrados, sus cottages con espaciosos jardines transportan a algún suburbio residencial del Reino Unido. Los herederos de Rosa Aguirre de Balcarce crearon más tarde, en 1935, el Barrio Parque Balcarce, delimitado por la Avenida del Libertador, el Camino de la Ribera y las calles Martín Coronado y Juan Cruz Varela.
Cabe agregar que entre 1925 y 1926, el Jockey Club de Buenos Aires adquirió a los Aguirre 316 hectáreas de la heredad, en las que construiría el Hipódromo de San Isidro –uno de los más notables del mundo– junto a su campo de golf y otras instalaciones deportivas.
El origen del CASI
En 1902 un grupo de jóvenes sanisidrenses entusiasmados con la práctica del fútbol consiguieron que don Manuel A. Aguirre les cediera un terreno de unas 11 hectáreas dentro de su propiedad, lo que dio origen al Club Atlético San Isidro (CASI). Y en 1923 Victoria, heredera de ese predio, se los donó definitivamente. El doctor Rafael Cullen, por entonces presidente del CASI, en 1927 relató una anécdota sobre esa donación, que transcribió el diario La Razón: “Concebí el proyecto audaz de ir a ver a Victoria Aguirre para pedirle que ese terreno que ocupábamos porque sí nos lo diera en propiedad […] cuando le repliqué que yo lo necesitaba para los muchachos, dijo sonriendo: ʻRealmente, más valen sus muchachos que mis vacasʼ. Y cuando terminábamos de almorzar, Victoria Aguirre se había desprendido de una fortuna a favor de esos muchachos, que hasta ese momento no sabía ni que existían y que nunca conoció. La única condición que me impuso fue que guardase el secreto de su donación”. Hoy, uno de los salones del club lleva su nombre y su retrato se exhibe en homenaje.
Benefactora
Victoria, miembro de la Sociedad de Beneficencia de la Capital desde 1902, contribuía año a año para sostener sus obras, entre las que se destacaba la donación de $100.000 en 1919 para la construcción de la maternidad en el Hospital Vicente López y Planes, en General Rodríguez.
En el aspecto cultural, su pasión por la arqueología y la historia americana no sólo la motivaron a formar una importante colección personal, sino también a contribuir con la adquisición de piezas para museos nacionales y extranjeros.
En este sentido, la donación más importante la realizó al Complejo Museográfico Provincial Enrique Udaondo, en Luján. Esta institución posee 29 piezas donadas directamente por ella, 38 por sus herederos y 11 provenientes de su colección. La mayor parte son objetos que pertenecieron a Juan Manuel de Rosas y a su hija Manuelita, y fueron adquiridos en Londres por Victoria a Manuel Terrero, nieto del gobernador.
Asimismo, en 1912 y 1920 Victoria donó al Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti un total de 31 piezas originarias de los pueblos Ishir, Wichí, Qom, Mapuche y Uru, del Gran Chaco y de los Andes Meridionales, como así también dos magníficos trajes completos de Sucre usados en las procesiones del Corpus Christi.
“Ella era sumamente generosa y no le gustaba que se supiera mucho que ella era la que daba. Le pedían de todos lados y a todos lados daba”, refiere su sobrina nieta.
Alma aventurera
Además de los frecuentes viajes a Europa, su afán por descubrimientos y su genuino interés en la cultura sudamericana la condujeron a financiar y acompañar expediciones a Bolivia y Perú en búsqueda de yacimientos arqueológicos.
Otras excursiones fueron simplemente por turismo, como las que hizo al Paraguay, o la hazaña de recorrer en automóvil el trayecto de Buenos Aires a Bariloche acompañada por su hermana Rosa y su primo Aarón de Anchorena ¡en la década de 1910!, época en la que muchas de las rutas y caminos eran de tierra y de difícil circulación. Además, su afición a la fotografía la indujo a registrar personalmente muchas de estas travesías, y se publicaron algunas de sus tomas en la revista Caras y Caretas.
Pero entre esos viajes quizás el más memorable fue el que realizó en 1900 al Iguazú. Se trató de una de las primeras excursiones a la zona con el propósito de fomentar el turismo. Victoria conformó parte de ese reducido grupo y, según el anecdotario familiar, quedó tan embelesada con la magnificencia de la naturaleza que descendió de una embarcación y se introdujo en el río para disfrutarla plenamente.
Sin duda, el exuberante paisaje misionero la conmovió, ya que el siguiente año aportó una importante suma de dinero para abrir un paso terrestre que permitiese a los visitantes acceder a las cataratas. Por esta generosa contribución se la homenajeó denominando Puerto Aguirre a la actual localidad de Puerto Iguazú, y a su avenida principal Victoria Aguirre, nombre que aún perdura.
Legado
Estando en París, en febrero de 1926, Victoria sufrió un ataque de apoplejía. Fue atendida por el Dr. Mariano Castex y los médicos franceses Sicard y Leblanc. Su querida hermana Rosa se encargó de ir a buscarla, y la trajo a Buenos Aires en el mes de mayo. La salud de Victoria ya no se recuperaría.
El verano de 1927, Victoria fue llevada a Mar del Plata, quizá con la esperanza de que un clima más benigno pudiera ayudar a mejorar su salud. Entretanto, enfermó también su hermana Rosa y falleció en esa ciudad el 14 de marzo. Sus restos fueron traídos a Buenos Aires al día siguiente. Podría afirmarse que en ese viaje se la trajo a Victoria, ya que su deceso ocurrió en la casa de Rosa, en Avenida Presidente Quintana 161 (hoy sede del Centro de Oficiales de las Fuerzas Armadas), el miércoles 16 de marzo, tan sólo dos días después.
La casa sobre Diagonal Sur, proyectada por los arquitectos ingleses Walter B. Bassett-Smith y Bertie Hawkins Collcutt, donde Victoria reunía gran parte de su colección artística, la heredó Enriqueta Lynch de Aguirre, quien la poseyó hasta su muerte, en 1936. En 1938 fue adquirida por la Municipalidad de Buenos Aires y hoy es propiedad de la Legislatura, que a través de la Dirección General de Asuntos Culturales y Patrimoniales preserva y difunde la historia de esta valiosa construcción declarada Monumento Histórico Nacional en 2011.
Con sus siete plantas sobresalía en una Plaza de Mayo aún con bajas alturas. Y a diferencia de otras grandes residencias de la época que tomaban como modelo el hôtel particulier francés, el exterior de esta vivienda aparenta ser un edificio de renta. Esto se debe a la estricta normativa que rige la construcción sobre las diagonales Norte y Sur, fijando alturas y volúmenes para mantener una escala y armonía compositiva.
Si bien todo el inmueble era de su propiedad, la planta baja y el entrepiso estaban ocupados por locales comerciales. La vivienda se desarrollaba en el primer, segundo y tercer piso, destinándose los dos superiores (cuarto y quinto) para alquiler, con excepción del mirador, en el remate de la esquina, que era de uso exclusivo de la dueña de casa. Desde allí Victoria obtenía una magnífica vista de la plaza y su entorno.
En cuanto a los interiores del edificio –ejecutados por una firma de origen británico– se destacan la gran escalera central de roble que emula la de Dunster Castle en Inglaterra, el gran comedor con boiseries de nogal italiano y las salas de recepción que recrean la elegante atmósfera georgiana. Pero más llamativa aún era la inestimable colección de obras de arte y antigüedades que se distribuía en estos salones meticulosamente ambientados, lo que le valió su denominación de “casa-museo”.
El nombre de Victoria quizás no haya trascendido como el de otros grandes personajes de la historia argentina, pero la memoria de Victoria persiste en la vasta obra que legó a nuestro país.
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