Un recorrido por las principales aperturas hoteleras y gastronómicas: desde módulos y tiny houses entre viñedos hasta la cava más grande de Sudamérica, la provincia del vino no para de sorprender.
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En esa parte del Valle de Uco donde el desierto parece no tener límites, junto a lo que es Clos de los Siete, se encuentra uno de los proyectos que más están sonando: La Morada Life. Lo que empezó como una posada, dentro de una finca de 409 hectáreas llamada Los Arbolitos, se convirtió en un desarrollo inmobiliario que ya cuenta con ocho tiny houses de 42 m2 y varias casas más grandes que pertenecen a dueños particulares que pueden alquilarlas cuando no las usan. Cada casita cuenta con su propia hot tub y, entre ocho, comparten piscina.
En la propiedad central funciona desde hace un año el restaurante Hornero, para el cual el chef irlandés Edward Holloway y el jefe de cocina Marco Da Col crearon una carta muy interesante, donde abundan los productos de cercanía, que rastrean con fruición: hay desde caracoles “criados por Hélix” en La Consulta, que se sirven con pesto y un sardo estacionado por 15 meses, hasta pistachos de una finca en la ruta 7; conejos que cría un vecino y tomates que vienen de una huerta orgánica lindera. Sólo el chivo y el cordero son de un poco más lejos, de Malargüe. Todo se sirve en la hermosa vajilla de Agustín Herrera.
Algunos puntos altos: la calidad de sus jamones, que cortan en el momento en una Berkel de los años 70, la manufactura de sus helados y su amplitud horaria (no hay tanta oferta nocturna por la zona). ¡Ah!, y la impresionante cava con más de 600 etiquetas y 6.000 botellas de vinos de todo el país, espumantes europeos, jereces, oportos, añadas viejas de bodegas clásicas mendocinas como un semillón del año 42 de Lagarde. “El único requisito para estar es que no tengan defectos ni la volátil por el aire”, dice Andrés Rosberg, ex presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers y encargado de la curaduría.
Una cava récord y más aperturas
También a cargo del irlandés Holloway está la cocina de la bodega Alfa Crux, un clásico que no pierde vigencia en la zona de El Cepillo. Construida por el estudio Bormida Yanzon en el año 2005 y adquirida por la familia italiana Agostino en 2018, es una obra preparada para surcar tiempos y modas: el edificio de vendimia, una icónica construcción de hormigón, vidrio y acero cuyo techo simula las alas de un cóndor, tiene capacidad para procesar 600.000 litros de vino y cuenta con un original sistema para vinificar por gravedad. La cava subterránea, conocida como “la catedral del vino”, es la más grande de toda Sudamérica: puede albergar hasta 10.000 barricas de roble y sume al visitante en un respetuoso silencio. La foto obligada es debajo de una cruz que forman los rayos del sol en el piso tras atravesar los tragaluces.
Después de caminar por los viñedos que fueron plantados según el sistema español de vaso o arbolito, en lugar del tradicional espaldero, uno se topa con un restaurante de muros de vidrio que parece flotar sobre un espejo de agua. Es elegante, pero el servicio no se pasa de solemne.
Hay langostinos cocidos en una piedra caliente, agua de tomate con agnolotti de parmesano, ojo de bife en dos cocciones con papa mendocina y sorbete de torrontés, duraznos, menta fresca y frambuesas, entre otros platos. La experiencia full se acompaña con vinos de lotes históricos. Alfa Crux es famosa por sus tempranillos, aunque también tiene increíbles syrahs y cepas infrecuentes como la gewürztraminer. La recorrida por la bodega está incluida en el valor del almuerzo.
Los mismos dueños de Alfa Crux tienen Casa Agostino, un resort ubicado en una zona de antiguas fincas en Maipú, que cuenta con 11 suites muy amplias –40 m2– rodeadas de un gran parque, además de un fotogénico jardín español, con una fuente revestida en mosaicos blancos, azules y amarillos.
El Valle de Uco, en tanto, sigue creciendo en opciones de alojamiento y gastronomía. La bodega Andeluna, cuyo sunset ya es un clásico en la región, inauguró en el verano un lodge de ocho módulos inmersos en los viñedos de la finca. De hecho, hubo que mudar una superficie de un kilómetro y medio de plantas para desarrollarlo. “Está pensado para que sea un hotel de posta, no de destino, porque alrededor nuestro, los huéspedes pueden hacer un montón de actividades que nosotros les ayudamos a organizar: desde cabalgatas y paseos en helicóptero hasta visitas a otras bodegas”, dice Pablo Ferral, gerente de Hospitalidad. El plan es construir entre cuatro y seis unidades más, a mediano plazo.
Por las tardes, el deck abrazado por las vides invita a tomarse una copa del malbec de blancas, uno de los vinos más originales de la bodega que produce un millón de botellas al año, de las cuales exporta casi el 80%. Con una estadía promedio de dos días, Andeluna es una de las bodegas de Uco que más actividades propone: además de la degustación tradicional donde se prueban cuatro vinos con escalas en el viñedo, la bodega y la cava, son famosos por su “Juego del blend”, donde invitan a crear el propio vino, y el taller de cata de vino y chocolate.
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