Visitado por famosos como Paul McCartney o Nicolás Sarkozy y Carla Bruni, se trata de una propiedad de 92 hectáreas sobre la playa de Itacarezinho, una de las mejores de este destino al sur de Bahía.
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Sobre la playa de Itacarezinho, Txai es un resort de 38 bungalows y apartamentos montado en una antigua fazenda de la Costa del Cacao, donde hasta hoy se cultiva el mejor cacao de Brasil.
“En la lengua de los originarios, txai quiere decir la otra mitad de mí para vos, y dentro de esa filosofía operamos nosotros”, cuenta Paulo Silva, gerente de las villas. Bastan unos días para comprobar la excelencia del servicio y las instalaciones.
La propiedad, de 92 hectáreas, se llamaba Boa Sorte y durante años se cultivaron ahí cocoteros de Indonesia. Se cosechaba el coco y se vendía a una fábrica cercana para hacer leche de coco. A fines de los 90, un grupo de inversores de São Paulo compró el establecimiento y proyectó un condominio residencial con un hotel que, desde 2013, pertenece al grupo Relais & Châteaux y es el único condominio residencial de esa cadena en una playa de Brasil. Además de los bungalows, hay 16 villas para alquiler y venta.
Flemming y Sonia, una pareja mixta de escocés y paulista que vive en Barcelona, llegaron por primera vez hace cinco años. Ella quería mostrarle a su marido las maravillas del estado de Bahía. Se hospedaron en Txai y un día aceptaron ver una casa del condominio, “solo por curiosidad”. Nunca imaginaron que unos meses más tarde la comprarían, reformarían y, a partir de ahí, vendrían todos los años. Lo que más les gusta es caminar los cuatro kilómetros de Itacarezinho. A veces llegan hasta un ojo de agua dulce, bien temprano para que no suba la marea, y otras acompañan a Alvimar Valadares, más conocido como Capixaba por su procedencia de Espíritu Santo, el encargado de monitorear el desove de las tortugas marinas.
Entre noviembre y abril las tortugas –cabezudas y pente– llegan a la costa de Txai a desovar: se arrastran por la arena unos 40 o 50 metros desde la orilla, hasta donde no llega la marea. Ahí cavan entre 70 y 80 centímetros y dejan los huevos, que permanecen resguardados en el nido, al calor del sol, durante dos meses.
Todos los días, Capixaba camina 14 kilómetros desde Serra Grande, donde vive, hasta el resort, marcando con cinta amarilla y cuatro estacas los nidos de tortuga para que nadie se acerque. Desde 2002 ya nacieron 196.146 tortuguitas dentro de los límites de Txai. En lo que va de la temporada hay 42 nidos señalizados y 86 muertes de tortugas contabilizadas. Mueren más por los efectos del plástico: las tapitas de pet, como las de las botellas de gaseosa, son peores incluso que la raposa (zorro), el predador natural.
Además del proyecto Txaitaruga, el resort está socialmente comprometido con el medio ambiente –planta potabilizadora, tratamiento de residuos, compostaje– y con los habitantes de la zona, a los que procura integrar comprándoles la verdura, aceite de dendê, farinha, pescado, huevos, pollos y otros insumos que se utilizan en la cocina.
La comida, basada en el producto noble de la zona, y la preparación tradicional bahiana, con un toque internacional, hacen su parte: desde el delicioso aipim frito (palitos de mandioca) para picar hasta el pulpo grelhado sobre puré alimonado o el abadejo al horno o los camarones levemente picantes en salsa de curry. Los postres con coco –helado o cocada al horno– y con chocolate de la marca Dengo son perfectos.
El resort tiene espacios amplios y con ventanas al mar o a la vegetación tropical; en todos dan ganas de quedarse a leer, conversar o disfrutar de la vista. En cualquier rincón, hay un florero enorme con arreglos de heliconias, bastón de emperador, ave del paraíso y alpinha, entre otras bellezas de colores vivos. Son tantos que no hay una única persona encargada de hacerlos, cualquier empleado –son 130– puede ocuparse de los floreros. Los muebles del living principal son del escultor Hugo França, que de un tronco muerto es capaz de hacer una mesa ratona pulida como una piedra preciosa.
Para llegar al spa Shamash hay que subir una escalera larguísima, pero la vista desde arriba lo vale. Y no solo la vista, también los tratamientos que creó hace muchos años, cuando comenzó el hotel, Alice Avibhasha. También hay clases de yoga, una pileta climatizada con vista a un cajueiro inclinado por el viento y espacios con sillones supercómodos donde sentarse a descansar.
Paul McCartney no solo estuvo hospedado en Txai, también plantó una jurama, que en los últimos diez años creció bastante. La jurama tiene el tronco fino y la madera blanda, ideal para hacer artesanías de las que se venden en la feria de Itacaré, al comienzo de la rua Pituba. Además del Beatle, y Nicolás Sarkozy y su esposa Carla Bruni, el actor francés de origen brasileño Vincent Cassel ya compró una villa en Txai. Un lugar que encanta.
Txai Resorts. BA-001, Km 48. En temporada alta, los bungalows con desayuno rondan los R$ 3.000. Un almuerzo o cena a la carta cuesta alrededor de R$ 220 por persona, sin alcohol. Una sesión de masajes en el Spa Shamash, R$ 450.
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