Sus playas suelen figurar entre las mejores en los rankings internacionales. Dónde queda y cómo es la vida en Providenciales, una de sus nueve islas habitadas.
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El nombre del aeropuerto me desconcertó. Providenciales. Tuve que hacer mucho zoom en google maps para detectar esa isla, en el de por sí pequeño archipiélago de Turks & Caicos. Se trata de un territorio situado en el océano Atlántico, a 925 kilómetros al sureste de Miami, más precisamente al sur de las Bahamas, al este de Cuba, y al norte de República Dominicana y Haití. Turks and Caicos Islands –según indica su nombre e idioma oficial, el inglés– están conformadas por 40 islas y cayos, nueve de ellas habitables: Gran Turca, Caicos del Sur, Cayo Salado, Caicos Central, Caicos del Norte, Cayo Loro, Cayo Pino, Cayo Ambergris y Providenciales, la tercera en extensión del país y de la que esperaba, ansiosa, revelar tanto sus recovecos como su entrañable idiosincrasia.
En la caminata desde el avión hasta el estacionamiento, su dimensión considerablemente pequeña me permitió divisar a locales que regresaban a su hogar –también llamado Provo– y a viajeros de distintas edades y nacionalidades que buscaban emprender un recorrido emocionante. Tras abandonar la última sala del aeropuerto, me comentaron que era necesario mencionar el nombre del dispatcher (controlador) que iba a pasar a buscarme. Aunque no terminaba de comprender la dinámica en la salida, cinco minutos más tarde Rommel se detuvo ante mí con su auto y, a partir de ese momento, se transformó en mi compañero de charlas matutinas y curiosidades ávidas de ser exploradas.
La primera y muy evidente es que se maneja por el lado izquierdo, como en el Reino Unido. Y resulta más económico adquirir autos que posean el volante a la derecha. Prácticamente todo lo importan, desde el petróleo y las joyas hasta los alimentos. Sus industrias más relevantes oscilan entre el turismo y los servicios financieros, y el dólar estadounidense es la moneda oficial. Además, aprendí que durante casi 700 años los indios taínos y los lucayos fueron los únicos residentes en las Islas Turcas y Caicos, y se asentaron principalmente en Caicos Central y Gran Turca. Poco después de la llegada de Colón, en 1492, la civilización lucaya fue erradicada, y las islas permanecieron escasamente pobladas durante unos 30 años. Entonces empezó a desarrollarse la industria salinera.
En 1766, tras ser regentadas por españoles, franceses y británicos, el control quedó en manos de las Bahamas, pero los intentos de integración fracasaron. En 1874, después de que el Gran Huracán de las Bahamas devastara gran parte de la región, se convirtieron en una colonia británica, y si bien Jamaica se independizó de Gran Bretaña en 1962, las islas continúan como un territorio británico de ultramar, con un gobierno electo compuesto por un gabinete ministerial y una asamblea elegida.
Long Bay Hills
El trayecto de 25 minutos desde el aeropuerto hasta mi refugio, H2O Life. Style. Resort, fue preciso para asimilar algunos datos que había leído antes de embarcarme en Miami y otros que, por supuesto, me resultaban ajenos. Agradecida por la inesperada lección de historia, me despedí de Rommel hasta la cena, puesto que Julie Boulet, manager de H2O, me estaba esperando junto al equipo para adentrarme en la belleza arrebatadora de Long Bay Hills –en el sureste de Providenciales– y de su playa, Long Bay Beach. Después de perderme observando el agua por unos minutos, entendí que en Turks and Caicos es en vano intentar ponerles filtro a las fotos: los matices color turquesa son imbatibles.
Esa primera noche, a la hora de la cena en Aziza, conocí a Gabriel Saunders, cuya familia es originaria de Caicos del Sur. Me contó que cada vez que viajaba al exterior, mucha gente no sabía dónde estaban las Islas Turcas y Caicos, y tampoco habían oído hablar de ellas. Aun así, siempre estuvo orgulloso de su hogar y de haber nacido allí. “Tenemos una multitud de destinos dentro de nuestro destino general. Quiero que la gente conozca a fondo nuestras islas y visite las islas hermanas”, se entusiasmó.
Gabriel es consciente de que su pequeña isla ha estado más relegada respecto de otros destinos del Caribe, pero no se amilana ante las perspectivas. Sus playas espléndidas, la variedad de deportes náuticos y la calidad de los servicios de hoteles y restaurantes constituyen una trilogía poderosa para dar batalla.
Aziza tiene algo de Grecia, pero también de Marruecos. Sirven platos de inspiración mediterránea –con un papel fundamental para el pescado–, vegetarianos, o las brochetas marinadas con azafrán y cebolla. Una vez terminados los cócteles y la crème brûlée, quedarnos allí para conocer la noche de Provo era una buena opción. El restaurante y lounge –que cumplió un año desde su apertura en el mes de mayo de 2022– presume de ser uno de los imprescindibles para bailar hasta que el cuerpo aguante. Así y todo, seguimos ruta para The Shisha Lounge, otro de los clásicos de la isla que después de las 22 fusiona DJ locales con internacionales, y en donde, tal vez, podríamos habernos cruzado a Maluma.
Valió la pena estar despierta a las seis de la mañana siguiente para dejarme envolver por la naturaleza prístina de Long Bay Beach. Tras una caminata matutina a orillas del mar, llegó la hora de ensillar a Butter, la yegua blanca que parecía disfrutar de meterse en el agua tanto como yo. Luego de andar al paso por la playa, merodeamos por las villas de lujo minimalista de la costa.
De regreso en el resort, nos aventuramos a explorar La Famille Express, un barco que se halla varado a 3 km de la costa desde el paso del huracán Frances en 2004. Junto a Julie, Simon, Raphaëlle y Maxime llegaríamos en cuestión de minutos desde la playa de H2O a uno de los epicentros de júbilo en el mar. Este punto de encuentro invita a saltar desde la cima del barco o filmar a quienes hacen piruetas en los jet skis. Simon y Maxime estaban de camino al naufragio cuando Julie me preguntó si estaba lista.
Debo decir que no me animé, porque aún recuerdo una desafortunada experiencia en Brasil con una cascada de siete metros como protagonista. En su lugar, preferí disfrutar de las vistas y estar rodeada por el atractivo apacible del océano. La siguiente parada, menos adrenalínica, fue en Captain Oak’s Tiki Bar, un divertido bar flotante. Las aguas allí son tan poco profundas que se puede llegar caminando desde Long Bay Beach. Además, esa condición, combinada con los vientos constantes, ayuda –según me explicó Jennifer Pottler, la directora de deportes de H2O– a que la zona sea ideal para aprender tanto kiteboarding como kitesurfing, e incluso darse un gusto con el e-foiling. Un rincón de Provo idóneo para los amantes de los deportes acuáticos.
Sapodilla Bay & Da Conch Shack
Tras un auténtico flechazo en Long Bay Hills, sucumbí ante una de las visiones más bellas de la isla. ¿Dónde? En Las Brisas. Sólo iba por un almuerzo a este emblemático restaurante –en el que también es posible pasar el día en su piscina–, hasta que conocí a Patricia, una de las dueñas que, con mucho orgullo por su lugar y una amabilidad con dejo cubano, me lanzó a una embarcación para que viese “las aguas más bucólicas de las Islas Turcas y Caicos”. Entre un tono turquesa resplandeciente y cientos de pequeñas islas rocosas, esta laguna natural me cautivó. El paseo en bote por el Parque Nacional Chalk Sound fue la mejor opción para vivir el esplendor del suroeste de Providenciales.
Después de comer uno de los tacos más deliciosos de todos los tiempos, crucé a Sapodilla Bay a constatar la blancura y fineza de sus famosas arenas. Tan irresistible como se ve en las fotos, esta playa protegida de 275 metros de largo resulta perfecta para descansar hasta el atardecer, aunque, en mi caso, era hora de seguir. Y ya que estaba por el área, no podía perderme, de ninguna manera, el Parque Nacional Northwest Point, la playa prístina de Malcolm’s Road y West Harbour Bluff (también conocido como Split Rock). Una vez más, me abstuve de saltar desde su cima, pero sí contemplé la inmensidad de la naturaleza de Provo, casi en solitario –sólo me acompañó mi guía, E. J. Bain–, antes de volver a mi cuatriciclo en un paseo por la isla que valdría la pena repetir.
Hablar de los clásicos de las Islas Turcas y Caicos es sinónimo de Da Conch Shack, un restaurante descripto por su manager, Karel Rodney, como “la quintaesencia de los bares de playa para los lugareños y los visitantes”. Inmersa en el deleite de posar los pies en la arena y en su estética de tonalidades color pastel, mi día culminó al ritmo de Junkanoo, un tradicional desfile de las Bahamas y el Caribe, en el que participan bailarines y músicos con coloridos trajes, que tiene sus raíces en la cultura de África occidental.
Mangrove Cay & Grace Bay
Después de un despertar con vistas a un celeste infinito en Blue Haven Resort, al extremo noreste de Providenciales, me sumergí en un ecotour entre los manglares rojos y las aguas traslúcidas de Mangrove Cay. A bordo de un kayak de fondo transparente, recorrí esta isla deshabitada de 116 hectáreas que forma parte del Parque Nacional Alexandra. Tiburones recién nacidos y un sinfín de tortugas marinas que nadaban por debajo del kayak fueron protagonistas de una docena de videos, y de la sonrisa de todos los presentes.
A la hora del almuerzo me recomendaron visitar Banksi, un restaurante dedicado a los sabores de Venezuela en las Islas Turcas y Caicos. Emplazado frente a la tienda de souvenirs Nikki’s Trinkets en Grace Bay, este proyecto concebido por Verónica y su familia conjuga cocina casera con encanto y calidez. Ambiente informal, tequeños, arepas y deliciosos tacos le agregan un toque latino a una de las mejores playas de la isla.
Minutos más tarde, y aún con la infraestructura de Grace Bay Resorts ligeramente transmutando las vistas, caí rendida ante la panorámica de Grace Bay Beach al flotar entre nubes cuando hacía parasailing. Llegué a percibir su esencia tal y como Gabriel la describió durante la primera noche en la isla: “La playa que más me gusta de Providenciales es Grace Bay Beach. Famosa por ser ‘la mejor playa del mundo’, es la que más disfrutaba de niño. Tengo muy buenos recuerdos jugando al fútbol con mis amigos en esta playa, con sólo unas pocas sillas a la vista. Pero incluso hoy, con su fama mundial y más visitantes que cuando yo era niño, sigue estando bastante apartada, limpia y virgen, y su combinación de arena blanca y aguas turquesas tranquilas es inigualable”, concluyó.
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