Su dueño original, Bernardo Ader, la bautizó como Torre de la Independencia porque pusieron la piedra fundamental el 9 de julio de 1916, a cien años de la declaración de la independencia.
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Si bien su finalidad fue la de ser un mirador, hay algunas otras leyendas sobre su construcción, pero la más certera testifica que es el homenaje de un extranjero a la tierra que lo albergó, que le permitió labrar su porvenir y ver nacer a sus hijos.
Ubicada hoy en una plazoleta, en la intersección de las calles Triunvirato y Castelli, en el corazón de Villa Adelina, varios fueron los barrios que se la disputaron. De estilo fiorentino, con influencias francesas y flamencas, está inspirada en modelos de la Inglaterra del siglo XV. Es un mirador de 42,30 metros de altura y una escalera en forma de caracol, de 217 peldaños de mármol de Carrara. Muchos la han comparado con la Torre de los Ingleses, o Torre Monumental, por su estilo y por la inscripción invertida que tienen ambas: la de Ader reza “mon droit et Dieu (mi derecho y Dios), en tanto que la de Retiro dice “Dios y mi derecho”.
El proyecto estuvo a cargo de los arquitectos Artaza y Marino, y fue realizado por la empresa Steffanetti e hijos, en una porción de terrenos que pertenecían a Bernardo Ader. Inaugurada el 1º de abril de 1917, fue donada a la Municipalidad de Vicente López en 1967, por Elvira y Bernardita Grunbaum de Torralba, nietas de Ader.
En 1996, fue declarada monumento histórico municipal, y desde 1980 allí tenía su sede el Instituto de Investigaciones Históricas de la comuna. Además, funcionaba una biblioteca con un importante archivo sobre la historia del distrito, y la única hemeroteca pública del partido, especializada en diarios y revistas zonales.
Ubicada en Triunvirato al 3400, está abierta al público; los fines de semana suele tener conciertos gratuitos y proyecciones de películas. Puede visitarse de martes a sábados, de 12 a 18, también con ingreso libre.
Un poco de historia
Aunque hay algunos datos desconocidos, se sabe que Bernardo Ader recaló en Buenos Aires en 1860, proveniente de la zona de los Pirineos. Era apenas un adolescente y llegó solo, pero aquí ya vivía su hermana, casada con el Barón Emilio Bieckert, empresario cervecero. Ader empezó a trabajar como ebanista y años más tarde abrió su propia carpintería con venta de muebles estilo francés, muy de moda en esa época. Se casó con Elise Schulze, prima de Bieckert, y tuvieron cuatro hijos: Eduardo Bernardo, Enrique Emilio, Juana y Ana Elisa. En esos días vivían en una residencia de la calle Bolívar al 100, en la ciudad de Buenos Aires, pero se mudaron al conurbano buscando el aire puro y la tranquilidad del campo porque su hijo mayor sufría de asma. En 1907, compraron una quinta de siete manzanas rodeadas por las actuales Paraná, Primera Junta, Montes de Oca y Avenida Ader, una zona de quinteros y floricultores. Algunos dicen, también, que los terrenos fueron el regalo de bodas de Bieckert a su sobrina Ana, con motivo de su boda.
Según se sabe, la idea original era construir un castillo francés estilo Enrique VIII, y una torre, con materiales traídos de Europa y vitrales en todas las ventanas. El proyecto empezó con la construcción de la torre, pero se frenó cuando sus dos hijos varones se enfermaron de tuberculosis y murieron en 1908, con diferencia de 24 días. Juana ya había fallecido cuando era muy chiquita y sólo quedó Ana. Con el tiempo, se retomó la obra, pero Ader desechó la idea del chateau y decidió hacer la torre, como un regalo al país que lo había acogido. El gesto se resignificó porque la piedra fundamental se colocó el 9 de julio de 1916, en el primer centenario de la Primera Junta de Gobierno, aunque se inauguró casi un año después.
Fue bautizada Torre de la Independencia, pero con el correr de los años los vecinos empezaron a llamarla Torre Ader. Dicen que hasta sus últimos años de vida, Don Bernardo pedía que lo ayudaran a subir al mirador para observar toda la ciudad. Otra versión asegura que solamente pudo subir una sola vez, pues ya estaba muy enfermo.
Luego de su muerte, en 1918, Ana Ader emigró a París, junto a su familia y su madre, donde vivieron durante 15 años hasta que regresaron a la Argentina y se instalaron en la torre. El lugar, que había quedado abandonado, fue transformado en poco tiempo en una quinta de 15 hectáreas que funcionó como vivienda familiar durante diez años. El resto del terreno fue dividido en lotes que vendieron y, con el correr del tiempo la torre quedó escondida en una plazoleta, por un error de loteo.
Tomala vos, dámela a mi
A lo largo de los años, hubo varios conflictos entre los barrios que se disputaron la torre, que tuvo como domicilios legales Villa Adelina, Carapachay, Munro y Olivos. Cuando se erigió, ese sector era Olivos, y luego fue Munro, pero con la estación del tren pasó a pertenecer a Carapachay, y más tarde a Villa Adelina.
En 1980 se sancionó una ordenanza por la cual una fracción del territorio de Villa Adelina donde está ubicada la torre pasó formar parte de Carapachay. Y en una ordenanza posterior, sancionada en 1991, estos terrenos volvieron a ser parte de Villa Adelina. Durante mucho tiempo, la torre sirvió como referencia a los viajeros del Ferrocarril Central Córdoba (actual Ferrocarril Belgrano), y dicen que quienes hacían el trayecto entre Villa Adelina y Retiro, tenían como referencias visuales las dos torres, la de Ader y la de los Ingleses. Entre fábrica y chalecitos, la torre sigue siendo el edificio más alto en la zona.
Un portón rescatado y vuelto a perder
La quinta de Ader tenía varios portones de acceso, y uno de ellos aún existe y es de fabricación francesa de fines del siglo XIX. Fue importado junto con otros elementos y materiales que se utilizaron para la construcción del casco de la quinta y la torre, durante los primeros años del siglo XX. Este portón mide 7,20 m. de ancho por 5,60 m. de alto, y pesa 5 toneladas. Es de acero al carbono forjado y remachado a mano, y tiene dos grandes hojas centrales, dos columnas de acero y puertas de acceso a ambos lados. Está decorado con representaciones de hojas y flores, y monogramas con las iniciales del propietario de la quinta, Bernardo Ader.
Durante muchos años ese portón estuvo perdido hasta que Juan Carlos Luján, de la Fundación Marambio, lo vio en un corralón de antigüedades del partido de Malvinas Argentinas, en el 2014. Y mientras se hacían gestiones entre los vecinos y la Municipalidad para comprarlo, el portón fue vendido a los Estados Unidos y según se sabe, está en Atlanta.
Mitos y leyendas
Hay muchas fábulas sobre la Torre Ader. Una de ellas es trágica. Para el centenario de la Revolución de Mayo, el gobierno británico quiso obsequiar a la Argentina la torre ubicada en Retiro y llamó a un concurso. Un joven arquitecto de apellido Ader presentó un proyecto que no fue aceptado, por lo que se deprimió y más tarde se suicidó. Por eso Bernardo Ader mandó a construir el proyecto de su hijo. Pero no hay datos certeros sobre eso. El mayor de los hijos de Ader estudiaba ingeniería, y el menor era cadete de la Escuela Naval.
Otro rumor que se corre entre los vecinos es que Ader tenía vínculo con los nazis y que había levantado la torre para observar y enviar mensajes a los submarinos alemanes que surcaban las aguas del Río de la Plata. Pero Ader era francés y dicen que cada 14 de Julio, entonaba La Marsellesa, a viva voz.
Otros aseguran que fue levantada para que Ader controlara a los peones. Hay incluso quienes dicen que el objetivo de su construcción fue combatir a Juan Manuel de Rosas, aunque las fechas no coinciden porque Rosas murió en 1877, mucho antes de que la torre estuviera en pie.
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