Hace pocos días, una columna de la cronista Leila Guerriero en el diario español El País despertó polémica al aludir a un episodio que vivió en un local de pastas nuevo y diminuto en el que solo trabajan mujeres.
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Media cuadra de cola en la puerta un jueves. Stock que se agota a las horas. Furor por cada nueva variedad de pastas que sacan a la venta. Desde que abrió, en abril de 2022, Tita “La Vedette de Chacarita” se volvió un suceso en uno de los barrios que pican en punta de las tendencias gastronómicas. ¿Las claves del éxito? Por un lado, encontraron un nicho: es la primera fábrica de pastas veganas en una ciudad donde el veganismo va ganando cada vez más mercado. La otra, y tal vez más importante, la forma fresca y espontánea que encontraron para comunicar en redes, lo que les valió su propio “fandom”, una legión de admiradores que empatiza y comulga con la marca.
La trayectoria de Tita hubiera seguido su natural curso – están a punto de abrir un local cinco veces más grande en una esquina de Paternal, que alojará también un bodegón vegano – si no fuera por la última columna que publicó Leila Guerriero en el diario El País de España – se puede leer acá – donde la escritora y también vecina de Tita contó en pocas líneas un episodio vivido en el local de apenas 15 m2 sobre la calle Bonpland donde atienden y trabajan únicamente mujeres. Muchos se sintieron tentados a colocarse de un lado o del otro de la grieta que despertó la nota, en un debate que abrió varias ventanas, desde los modos que adopta la gastronomía cool en Buenos Aires, las deficiencias en el servicio pospandemia, el destrato y la falta de sororidad.
Mena Duarte es la artífice de Tita. Ex productora de televisión e hija de un gastronómico, 36 años, criada en Mataderos, madre de una niña, tuvo un restaurante a puertas cerradas antes de toparse cerca de su casa con un local mínimo y con el alquiler muy barato donde imaginó una fábrica de pastas y que reservó sin pensar mucho más. Una amiga le presentó a la cocinera Inés La Torre quien se sumó al proyecto con la condición de que fuera solo de pastas veganas. El día que levantaron la cortina las cien cajas que habían elaborado a mano, con palote, se acabaron en pocas horas. Y así siguió: todo lo que hacían volaba y era difícil armarse de un stock y atender en horarios estables. “A los 15 días me di cuenta que nos quedaba chico el lugar. Tuvimos que sumar una heladera, un freezer, una empleada, otra empleada”, dice Mena. La tierra del “galgo, el hongo, la focaccia y el vino naranjo”, como define a Chacarita, las recibía con los brazos abiertos.
Hoy, a casi un año de abrir, son seis mujeres trabajando en un local que es “una vidriera” (además de Mena e Inés, Agus, Jaz, Nat y Valen). Amasan pastas largas que parecen ovillos de colores y que son tan vistosas (y merecedoras de fotos en Instagram) como deliciosas. Las pastas rellenas con shitakes, gírgolas, ricotta de almendras con menta, morrones asados y nuez, chauchas asadas, llamaron la atención de Enrique Piñeyro que las incluyó en la carta de su exitoso Anchoíta, el más reservado de Buenos Aires. Las llamaron de la tele, las llamaron de hoteles cinco estrellas para que hagan pops ups en sus lujosas instalaciones, les compraron su tote bag para sacarla a pasear por el barrio. Y todo, desde su pequeño monoambiente, amplificado ad infinitum por Instagram.
“Lo de Instagram se dio de manera muy orgánica, no fue buscado. Me llaman para preguntarme cómo hicimos, para averiguar qué agencia nos maneja las redes. Y les digo que somos nosotras. No hay pose, no somos las más correctas ni las más hegemónicas. Todo se volvió tan un filtro que la gente empatiza con lo real. Y Tita es una mezcla de The Office con un reality de cocina. Eso es algo que no me gustaría perder. Es un ambiente de laburo lindo y se transmite. Incluso viene gente que no es vegana ni tampoco está interesada en la cocina vegana solamente, pero nos sigue por las redes”.
En contrapartida, ese vínculo tan fluido con sus seguidores dejó un poco afuera a tantos otros que no están pendientes de las stories, vecinos que cuando llegaban a la puerta se enteraban que Tita había cambiado una vez más el horario o que habían hecho “sold out”. Producciones chicas, 100 por ciento artesanales, imposibles de alimentar la ansiosa demanda. “La gente viene, se lleva 10 cajas y eso es cuatro o cinco horas de trabajo. Te digo la verdad: yo debería cerrar. Cerrar hasta acomodarnos, parar la mano y poder hacer stock. Pero tampoco me sobra nada”.
Mena confía en que con la apertura en marzo de la nueva fábrica, en la esquina de Paz Soldán y Donato Álvarez, las cosas se van a empezar a ordenar y acomodar. Allí mantendrá su política de contratar solo mujeres o disidencias; y el local de Bonpland se mantendrá “más experimental” (hay una demanda muy fuerte para que vendan pastas sin gluten). Después, aún sin fecha, vendrá el restaurante. “Hay un gomero gigante en la vereda que da una sombra hermosa. Tengo en mi cabeza imágenes de lo que va ser el primer bodegón de pastas veganas. Desde que tengo a Tita estoy más pobre, pero a la vez más feliz que nunca”.
Tita La Vedette de Chacarita. Bonpland 850. Ver horarios en su IG.
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