Está en la ciudad de San Jorge, a 180 kilómetros de Rosario. Hoy produce dos millones de unidades semanales, que se comercializan en toda la Argentina. La mayor parte tiene una finalidad lúdica. En 2021, Mariana Chiarlo y sus hermanas, hijas de uno de los dueños, se hicieron cargo de la empresa.
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Buscar el mejor lugar en el patio de la escuela, hacer un agujero en el suelo (el popular “opi”), tratar de embocar allí las bolitas propias y “quemar” las ajenas es una rutina que desde hace varias décadas siguen los chicos de todas las escuelas a lo largo y a lo ancho del país. Todos, más o menos, conocen las reglas del juego. Pero son muchos menos los que saben que esas bolitas con las que están por iniciar la “batalla” provienen de San Jorge, una ciudad de 25.000 habitantes ubicada en territorio santafesino, a 180 kilómetros de Rosario y 150 de la capital provincial. Allí, desde hace 69 años, funciona Tinka, actualmente la única firma de Sudamérica dedicada a producir este elemento para juegos infantiles.
Tinka, que hoy está fuertemente ligada a la identidad de los sanjorgenses, nació en 1953. En medio del segundo gobierno de Juan Domingo Perón, dos empleados de la cristalería Saica que funcionaba por aquellos años en San Jorge pidieron un mes de licencia. Víctor Hugo Chiarlo y Domingo Vrech tenían una idea: montar juntos una fábrica de bolitas de vidrio. Para eso, querían aprovechar todas las técnicas aprendidas en el oficio de cristaleros, dentro del cual habían probado construir ese tipo de productos.
Tras tocar varias puertas en busca de inversores, Chiarlo y Vrech se toparon con Juan Manavella, quien tenía a su cargo la empresa que llevaba su apellido y que por ese entonces ostentaba el privilegio de ser la única en Sudamérica en la fabricación de bolitas de mármol. Luego de observar las muestras, aceptó comprarles durante seis meses toda la producción y con el dinero obtenido los dos emprendedores sanjorgenses pudieron instalar la fábrica. El 15 de octubre de 1953 concretaron la primera entrega, sobre una capacidad de producción de 12.000 unidades diarias.
Tres años después, Vrech se retiró de la sociedad y se sumó Ricardo Reinero, proveniente de la industria metalúrgica. Y en 1960 se incorporó Ángel Albino Chiarlo, hermano de Víctor. En los años que siguieron, a pesar de los vaivenes económicos del país, Tinka logró mantenerse en pie y alcanzó un pico de 6.000 unidades por hora.
En 1993, tras el fallecimiento de Ricardo Reinero, tomó la posta su hijo Juan Miguel. En 1995 Tinka vivió un hito: adquirió una máquina de Taiwán que permitió aumentar la producción a 8.500 por hora. En el otoño de 2021, Silvina, Mariana y Rosana Chiarlo, hijas de Ángel, y sobrinas de Víctor tomaron el mando de la empresa y realizaron una serie de modificaciones internas.
Un producto en auge
Tinka cuenta hoy, además de las tres hermanas Chiarlo con 9 empleados que se ocupan de las diferentes tareas. Además, tienen el apoyo de sus respectivas familias. Es que tres de los hijos de las actuales dueñas trabajan en la empresa: dos en forma permanente (uno en la oficina, otro en las máquinas) y un tercero que estudia Administración de Empresas y colabora periódicamente en el área contable.
La producción actual es de dos millones de bolitas por semana. Las máquinas se encienden los domingos por la noche y no se apagan hasta el viernes. Los operarios las controlan todo el tiempo, distribuidos en turnos rotativos. La elaboración de esa cantidad de bolitas requiere casi 10 mil kilos de vidrio por semana. “Una de las cosas que cambiamos es que antes se trabajaba una semana sí y otra no. Ahora tratamos de producir toda la semana, solo paramos sábados y domingos”, explicó Mariana Chiarlo, una de las hermanas.
El catálogo de productos de Tinka está integrado, según el tamaño, por bolitas y bolones. Luego, hay cuatro modelos: la industrial que es toda negra y se hace con botellas de vidrio verdes o marrones, la ónix que se elabora con botellas de vidrio oscuro y tiene vetas de color por fuera y la vergel que se construye con botellas de vidrio transparente con vetas de color por fuera. Y hay otra, especial, que se llama pétalo, se hace con insumos procedentes de cristalerías, es transparente y tiene las vetas por dentro. Esta variedad se puede hacer cada varios meses, porque es difícil reunir el material necesario. “A veces pasan varios meses hasta que las cristalerías de San Carlos y Cañada de Gómez nos pueden mandar la cantidad que necesitamos”, explicó Mariana.
En este momento, el 75 por ciento de las unidades que vende Tinka se destinan a juegos infantiles. El resto va para usos industriales (en el interior de los envases de pintura en aerosol) y artísticos. “Hoy no podemos exportar porque no tenemos producción suficiente, la demanda interna se lleva todo lo que hacemos. Vendemos en casi todo el país”, afirmó Chiarlo.
Perspectivas
La expectativa de las hermanas Chiarlo es que Tinka pueda crecer en los años venideros. Para eso, necesitan un horno nuevo. “Hoy estamos atrasados en la venta, ya que la demanda ha superado nuestra capacidad producción. Nuestra idea es adquirir un horno nuevo el año que viene para duplicarla o al menos aumentarla un 50 por ciento”, manifestó Mariana. También deben superar problemas estructurales como la provisión de gas. “En la fábrica trabajamos con una red domiciliaria, ya que nunca llegó la red industrial, eso nos limita. Necesitamos modificar eso para mejorar la calidad e incorporar nuevos modelos de bolitas”, explicó.
El objetivo de Tinka es llegar al aniversario número 70 de la empresa, previsto para octubre de 2023 con un nivel de elaboración de tres millones de unidades semanales. También planean añadir otros motivos y también, en algún momento, generar otros productos de vidrio. “Todo eso está en proyecto para el futuro”, concluye Chiarlo.
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