Punto de encuentro entre los habitantes de Ushuaia y los de Río Grande, queda en el centro de la isla, y es la elegida por turistas y celebridades.
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“Todo es gracias a la gente. Ellos lo hicieron posible. Esto es una fiesta”, asegura Emilio Sáez, el dueño de la famosa panadería La Unión de Tolhuin, en Tierra del Fuego. “25 de febrero de 2022″ marca el calendario y La Unión reabre, un año y un mes después del incendio que la convirtió en cenizas. En la ubicación de siempre, con entrada por las calles Cerro Jeujepen y Av. de los Selknam, el día de su reinauguración es un hervidero de fueguinos y de turistas que celebran las nuevas instalaciones y las delicias de siempre. A un par de cuadras de la RN 3, está a mitad de camino entre Ushuaia y Río Grande. Por eso funciona como punto de reunión histórico entre los habitantes de la isla.
“Tengo casi 40 años de panadería”, me cuenta Emilio, el artífice de este fenómeno que se parece más a lo que puede ocurrir alrededor de un bar, un teatro o un club, que a una simple panadería. “Vine buscando un lugar en el mundo”, anticipa el marplatense antes de aceptar el reto de explicar cómo es que se convirtieron en un ícono de la isla, o más bien de la Patagonia. “Después de algún tiempo trabajando en la construcción en Europa –mis padres son andaluces–, volví a Mar del Plata pero no lo sentía mi lugar. Entonces una fueguina me convenció de que me viniera para estos lados”, cuenta Emilio, que por entonces se había recibido de tornero mecánico.
Así fue como el 21 de septiembre de 1983, con treinta años, llegó a Ushuaia, que tenía 3.000 habitantes. Llevaba en el bolsillo la dirección de un amigo de un amigo. Mientras la buscaba, tocó la puerta de una panadería cualquiera para preguntar si podía dejar un rato la valija ahí. “Me hice amigo del panadero y los fines de semana lo ayudaba a freír las bolas de fraile. Además, conseguí trabajo en la construcción. A los dos meses, en una unidad básica, un tal Obligado compró el primer Peugeot 504 de la isla y me invitó a conocer Río Grande. Cuando pasé por acá sentí una señal… Me impactó Tolhuin. Era una aldea de cien personas. Me fascinó el lago Fagnano”, relata Emilio, café de por medio, en una mesa de La Unión.
Decidido, volvió a la panadería de Ushuaia y le dijo al dueño que quería aprender el oficio para poner la suya en Tolhuin. “Mi padre había sido panadero en España, pero yo no sabía hacer un kilo de pan”, aclara. “Como tenía que aprender, no me pagaba. Era lógico. Entonces como no cobraba, dormía arriba de las bolsas de harina –cada tanto aparecían las ratas– y comía lo que me ofrecían. Me levantaba a las 3 de la mañana para hornear”, repasa Emilio sobre su año iniciático en Ushuaia.
A Tolhuin llegó en 1985. “Tanto rompí las bolas que me dieron una casita de obras publicas, con horno regalado por un amigo. Un tal Ordini me mandó dos bolsas de harina y así arranqué a hacer pan. Acá había 100 personas viviendo. Un poco más lejos quedaba el aserradero Bronzovich con 400 más. Y estaba la Hostería Kaiken. Pero no había teléfono, turismo, ni nada. Salíamos a la ruta y nos tomábamos el primer colectivo que pasara, ya sea para Ushuaia o para el otro lado, para Río Grande. Porque pasaba muy cada tanto”, cuenta Emilio y dice que a los seis meses de instalarse en Tolhuin llegó su mujer, Cora, con quien estaba de novio desde Mar del Plata y se había casado.
Con los años la panadería se convirtió en mucho más que una panadería. “Al principio hacía solo pan y la cosa estaba dura, pero al tiempo pasé a venderle a la hostería. El boca en boca me ayudó, y a los dos o tres años de abrir ya me iba bien. Los fines de semana largos recibíamos cerca de 5.000 personas. La gente venía al campo y pasaba para usar los baños, internet…, para tomar un café. Una de las primeras artistas en visitarnos fue María Marta Serra Lima, cuando yo no tenía ni asientos. Luego Carlos Perciavalle. ¡Y muchos más!”, apunta Emilio mientras me muestra las decenas de fotos con famosos que cuelgan de las paredes de la panadería.
Barajar y dar de nuevo
La Unión cumplía 35 años de éxito cuando la pandemia le puso un freno. “Estuvimos cerrados nueve meses. Nos cortaron la ruta RN 3 y la entrada al pueblo. Yo estaba como loco. Tenía 28 empleados a cargo”, cuenta el comerciante, que una vez que pudo abrir, a finales del 2020, se tomó vacaciones: se fue a Península Mitre a hacer un trekking de un mes. “Empecé a pensar en el retiro. Tengo 68 años y quiero jubilarme. Mi plan era lanzarme a recorrer el país… Tengo motorhome, tengo moto, tengo buena salud”, rememora Emilio sobre los planes que se harían trizas, de la noche a la mañana.
Fue el 23 de enero del 2021. Pasadas las 4 de la mañana Emilio recibió un llamado del hornero: “Se está incendiando la panadería”. Se levantó de la cama y fue hasta el local sin imaginar la magnitud del incendio. “El sereno estaba con covid. La panadería cerró a la 1 am y cuando llegó el hornero, a las 4, se encontró con el incendio. Se prendió fuego en esas tres horas. Dicen que fue una heladera… No sé. Pero creo que Dios me sacó todo y me dijo: ‘Hacelo de vuelta’”, afirma Emilio. “No quedó nada. Mi última esperanza era la caja fuerte, que estaba en el primer piso, con 1.300.000 pesos para sueldos de empleados. Pero estaba todo quemado”, agrega Emilio y rescata que gracias a la solidaridad de sus vecinos, al mes la panadería estaba funcionando en la parte trasera de un local en la vereda de enfrente.
“La gente nunca me dejó”, apunta el dueño del negocio que le hace honor al nombre, aunque para los turistas sea simplemente “la panadería de Tolhuin”. Y se entusiasma con compartir una anécdota de ayuda trasatlántica que lo conmueve. “Tres días después del incendio me llamaron de Italia. Es que tengo un albergue para ciclistas. Vienen de cualquier parte del mundo y no les cobro nada. Les doy una cama, algo para comer, se pueden bañar y tienen internet. Pasan por acá alrededor de 600 al año. Figuramos en los mejores libros de ciclistas del mundo. La cuestión es que me llama un tipo que yo no recordaba y me dijo que iba a hacer una colecta para ayudarme. Me retó porque yo no la quería aceptar. Me dijo que tenía que aprender a dejar que me den una mano. Entonces armó una web con fotos de la panadería y juntó 10.000 dólares. No juntó más porque yo le dije que parara. Con esa plata compré los pisos de la panadería. Un cerámico está grabado en honor a ellos, como agradecimiento”, relata Emilio, que siempre fue cumplidor y tenía un buen seguro que respondió tras el siniestro.
Pero eso no es todo en materia de solidaridad. “Los de Churrería El Topo de Villa Gessel hicieron un café virtual y juntaron 385.000 pesos en cinco días. Con esa plata el artista Fernando Pugliese me hizo la escultura del doctor René Favaloro, a quien admiro. ¿Más? Los planos y la dirección de obra me los hizo una arquitecta, Cecilia Senilliani, que yo no conocía, pero que ama la panadería. Significa mucho para ella porque su padre la traía acá cuando era chica”, cuenta Emilio. Entonces reflexiona: “La gente me dio tanto que no me dejó llorar”.
Con la certeza del deber cumplido y un empuje admirable, el empresario –señalado alguna vez como “el mejor jefe de la Argentina”– agrega: “Ni siquiera soy panadero. Pero tengo amor por lo que hago. Por dirigir todo el día, me volví un inútil. No sé hacer nada, pero sé armar equipos. A veces les digo a mis empleados: ‘No sé porqué soy tu jefe si vos sabés más que yo’. Pero tengo constancia. Siempre le busqué la vuelta. Me equivoco, pero sigo adelante”, asegura Emilio, papá de tres hijos, dos de los cuales trabajan en la panadería.
“Me retiro prontito. Andaré dando vueltas por acá, pero no voy a estar más en el día a día del negocio. Es mi pasión, mi casa, pero le quiero dejar el lugar a otros. La van a manejar los chicos, y sé que lo van a hacer muy bien”, agrega este armador de equipos que de un puñado de harina, agua, levadura y sal creó un lugar emblemático de Tierra del Fuego.
Datos útiles:
Panadería La Unión. Cerro Jeujepen s/n, Tolhuin. T: (2901) 49-2202. FB: /PanaderiaLaUnion. IG: @panaderialauniontolhuin. Es una amplia confitería que funciona todo el día. Los churros son una perdición. Hacen todo tipo de facturas y bizcochos de grasa. Tienen también empanadas. Abre todos los días de 7 de la mañana a 23 horas.
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