A los 26 años empezó a trabajar en la bodega Colomé. Hoy, 18 años después, y acompañado por su familia, lleva adelante la elaboración de su propio vino que tiene como nombre, Familia Delmotte.
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Era el año 2004 cuando Thibaut Delmotte apoyó su mochila en suelo salteño. Se había tomado seis meses para viajar por Latinoamérica antes de volver y empezar el laborioso camino vitivinícola en Francia. Tres cosechas, seis meses, cinco minutos, Thibaut parece utilizar fracciones de tiempo para pensar y tomar decisiones importantes. En aquel entonces viajaba por la Patagonia Argentina, por Chile, por Perú; cuando llegó a Bolivia, bajó hasta Salta, y las previsiones que había hecho vacilaron. Aunque eso, de todos modos, se le da bien, este enólogo francés es una mezcla de cálculo exacto y entusiasmo fervoroso.
Consiguió trabajo en la Alianza Francesa y allí se cruzó con Donald Hess, en aquel entonces dueño de la bodega Colomé. El suizo le propuso al francés trabajo como enólogo. El francés dijo que sí, con la condición de quedarse sólo tres cosechas. El suizo habrá sonreído. El francés habrá hecho un cálculo pero, en el medio el amor intervino, y lo que iban a ser tres cosechas se convirtieron en 18.
Esto es América del Sur
Al llegar a Salta se dio cuenta de que el paisaje, los colores, la forma de ser de la gente era lo que siempre había esperado del Sur de América. Thibaut estaba impactado, poco a poco se fue aquerenciando con aquella ciudad de peñas y cielos estrellados.
Dar cursos de degustación de vinos le abrió las puertas para obtener el trabajo con el empezaría el camino vitivinícola en tierra argentina. Donald Hess le propuso viajar a Colomé, localidad a 200 km de Salta y a 2300 msnm. “Estaba todo por hacerse, a nivel profesional era fantástico”, dice Thibaut. Además, habrá visto alguna semejanza con su Borgoña natal, tierra de viñedos y grandes extensiones de verde. La condición fue un límite de tiempo, “pensé, 2008, 2009 ya vuelvo a Francia”.
Cuando llega el amor
A los dos años de estar en Colomé conoció a Mónica. Ella había ingresado al sector administrativo de la bodega para hacer un reemplazo. Al principio tuvieron una relación laboral y de amistad. Cuando ella regresó a la ciudad de Salta, la comunicación se hizo difícil, no había celulares, solo teléfono fijo y mail. “Thibaut no bajaba nunca a Salta”, recuerda ella, “hasta que un día nos encontramos y nació el amor”. En 2010, Mónica se instaló en Colomé. Al tiempo tuvieron dos hijos, Sofía y Esteban. “Ahí cambió el panorama”, dice él. La calidad de vida era inmejorable, en esa localidad de poquísimos habitantes, aire puro y vegetación. “Ni se nos ocurría ir a Francia”, recuerdan.
Volver
En 2017, con la escolarización de Sofía y Esteban, surgió la idea de probar suerte en tierra europea. En la bodega no le aceptaron la renuncia. Le dijeron que viajara tranquilo, que luego hablarían. “Me conocen más de lo que me conozco yo”, dice Thibaut en perfecto español con acento. Acordaron seis meses de prueba. Si no funcionaba, volverían a Salta.
A esa altura, se podía decir que el francés se había asalteñado demasiado. El paisaje de Borgoña seguía siendo bellísimo, los quesos –algo que Thibaut extraña– mejor que en cualquier otra región del plantea, la cercanía de los abuelos, una ventaja para la crianza de los niños, pero él fue el primero en querer regresar al norte argentino. “Para mí, personalmente y siendo francés, el choque cultural fue muy duro. Ya había hecho trece cosechas en Colomé y, con todo el reconocimiento internacional que tiene esta bodega, me di cuenta de que eso no estaba valorado”. Thibaut quería hacer vino de alta gama, pero, como hijo de agricultores, sin tradición vitivinícola en la familia y a los 40 años de edad, comprendió la dificultad. No le resultaría fácil en un país donde la competencia del vino es inclemente. La familia armó las valijas y emprendió el regreso.
El sueño del vino propio
Llegaron a Salta y esperó un mes para hablar a la bodega. Había que templar mente y corazón de tanto movimiento. Cuando se reunieron, pidió dos cosas: tiempo para pasar con la familia, tiempo para elaborar su vino. El actual dueño de la bodega Colomé, Cristoph Ehrbar, no lo pensó ni cinco minutos. “Te ayudamos a acomodar tu agenda y te ayudamos con tu proyecto propio. Tenemos tierras que conocés, te las vendemos”. Además, le ofrecieron asociarse. La familia Delmotte compró cinco hectáreas de El Arenal, finca a 2600 msnm, linderas con las hectáreas de la bodega para la cual Thibaut es enólogo.
Hay que pasar por algunos rituales para conseguir lo que se quiere. Cuando el padre de Thibaut se enteró de que su hijo había comprado tierras, quiso viajar inmediatamente. Entonces comenzó la planificación, plantarían en el mes de noviembre de 2019. “Siempre el sueño de mi padre fue que sus hijos tuvieran una tierra y que fueran agricultores. Cuando le dije, compré tierra y voy a plantar, él tenía que venir”. Reservaron tres hileras para sembrar en familia. La primera fue para Thibaut, Mónica, Sofía y Esteban. La segunda y tercera hilera para los abuelos llegados de Francia. Padre e hijo desmalezaron, sembraron y regaron juntos. Luego fue el turno de los amigos de Salta, y así, aquello se convirtió en una celebración de 25 personas.
Familia Delmotte, además de ser una familia, es el nombre de la bodega que produce dos vinos con uva de altura y etiqueta Thibaut Delmotte: Malbec y Malbec Natural, un vino que busca la mayor pureza del terroir. Acá, el rol de Thibaut es un poco más abarcativo que el de ser enólogo. “En mi marca soy viticultor. Estoy en la bodega, en el viñedo, en la venta”. Viticultor, un término que alcanza el arte del vino en general. Que no es más que el arte de labrar caminos, de amar la tierra, de conocer el tiempo de la cosecha.
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