La propiedad pertenece a Solano Peña, que desciende de Miguel Laguna y Francisca Bazán, antiguos dueños del campo y de la Casa Histórica de Tucumán.
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Lo dicen las huellas que se descubren marcadas sobre los pisos colorados del living que alguna vez fue convento. Hay una llave –única en su especie–, una tranca y una puerta pesada de madera. Hay trescientos años de historia que están ahí para ser pisados y sopesados. Todo a mano del huésped. Porque Las Tacanas nació alrededor de 1717, cuando los jesuitas se instalaron en Tafí del Valle, Tucumán, pero sigue vigente. Fue hogar de sacerdotes y galpón de acopio de lana. Desde entonces, las mismas paredes de tapia que sobrevivieron al auge, la expulsión, la expropiación y el remate, alojan almas inquietas y propician encuentros.
“Un poco de casualidad”, responde Solano Peña para explicar por qué es el dueño de la propiedad. “Cuando los jesuitas fueron expulsados de acá, la corona española creó una Junta de Temporalidades que remataba los bienes confiscados. Entonces el valle se dividió en varios potreros. Uno de esos potreros se llamó Cara Punco y fue adquirido por Miguel Laguna y su mujer, Francisca Bazán. Eran los dueños de la Casa Histórica de Tucumán. Tras su muerte, su hijo Nicolás Valerio Laguna heredó el potrero. Soltero y sin hijos, se lo legó a un sobrino nieto –Fernando Zavalía, que tenía ocho años– y a una sobrina directa, Mercedes Zavalía, que lo había cuidado hasta el final. Así surgieron dos estancias: Los Cuartos, que hoy pertenece a la familia Chenaut, y Las Tacanas que Mercedes Zavalía, también soltera, le dejó a su sobrina favorita, Margarita Zavalía, que era mi bisabuela”, relata el propietario de este hotel que fue estancia y casa de veraneo de esta saga de tucumanos enamorados del valle.
“Aquí en verano todo se cubre de verde, como en Irlanda”, apunta Inés Peña, hermana mayor de Solano. Así explica la riqueza que adivinaron los jesuitas, a los pies de la cadena montañosa Calchaquí, entre los cerros Pelado, Ñuñorco y Ñuñorquito. “Este valle es una máquina de hacer pasto: nueve meses de seca y tres de lluvia. Ideal para criar las mulas de altura que los encomenderos usaban para transportar sus bienes a Potosí en el siglo XVIII”, apunta la genealogista tucumana, radicada en Tafí y pieza fundamental de la preservación de esta casa tricentenaria.
Porque Margarita, a quien conocían como La Niña Taquito de Oro, se casó con Ángel Miguel Esteves. A ella la heredó su único hijo varón, también llamado Ángel Miguel (abuelo del actual dueño), quien tuvo cinco hijos, entre los que está Sara Esteves (madre de los propietarios), quien compró el casco de Las Tacanas a sus cuatro hermanos. Pero nada fue tan fácil, ni lineal. “Margarita Zavalía enviudó joven. Crio a sus hijos, pero también a sus nietos, porque su hija murió en un parto. Estuvo al borde de la quiebra y Las Tacanas entró en remate, pero mi abuelo Miguel Ángel, que se acababa de casar con mi abuela Amalia Maciel, recurrió a la dote de ella para que la estancia permaneciera en la familia”, cuenta Inés mientras abre la puerta de la habitación original –con cama cuja– de Nicolás Valerio Laguna, personaje célebre de Tucumán que participó de la Asamblea del Año XIII y fue gobernador de la provincia. Tan original es el cuarto como la L que forman la galería, el hall de entrada, el living y buena parte del comedor, además de las dos habitaciones que fueron galpón de acopio de lana.
“A pesar de que mi bisabuela había cedido tierras para hacer la plaza, la iglesia, la municipalidad y la escuela, en la década del 50 el Estado nos expropió buena parte de los campos. Por eso quedamos en el medio del pueblo”, apunta Solano, que es tucumano, pero está radicado en San Isidro.
Tras la muerte de Sara Esteves, en 2002, los seis hermanos Peña abrieron Las Tacanas para remodelarla a conciencia y hacer un hotel de once habitaciones. Sin hijos que la heredasen y con el fin de preservar la propiedad, Inés hizo el sacrificio de mudarse para ocuparse personalmente y lograr que el caserón fuera viable a nivel económico. Solano se la compró a sus hermanos con el compromiso de que siempre permanecería en la familia. “Es una obligación moral, además de mi lugar en el mundo”, apunta el dueño de Las Tacanas, que todos los veranos se muda al hotel para habitarlo con su familia y que siga siendo punto de encuentro. “El amor que le tengo me sale de las entrañas”, desliza Inés. Y, siempre apegada a la historia, acota que el nombre refiere –en idioma kakán– a un gran mortero aborigen que los jesuitas encontraron por aquí, en este valle de gran potencial y raigambre.
Datos útiles
Las Tacanas. A dos horas de San Miguel de Tucumán, sitio histórico único, está emplazado a pasos del circuito gastronómico y comercial de Tafí del Valle. Habitaciones muy bien puestas de diversos tamaños, baños a nuevo y cordialidad en los servicios. Desde $10.800 la doble con desayuno. Av. Juan Domingo Perón 372. T: (11) 6425-5534. IG: @lastacanas
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